Conocer los errores del pasado, facilita mucho repetirlos
Mi sicóloga me inquieta. Me afirma -con contundencia-, que si llego a conocer los motivos prístinos, primeros y elementales de mis nervios de punta, puedo curarme. Me dice que va a hipnotizarme, que ha hecho un cursillo en julio, que me relaje en la silla de plástico. Desde luego la Seguridad Social ha mejorado mucho. Tras media hora de esfuerzos para meterme en regresión y hacerme recordar, la pobre está que bosteza, y yo tan campante.
Claro, algo hay que decir. Que yo sepa, uno puede tras profundas sesiones de sicoterapia, reconocer la causa de sus males en una mayonesa con espárragos que se tomó la madre justo después de mi concepción, y que la hizo vomitar y desear no haber echado un polvo. Bueno, ¿Y qué ostras hacemos ahora? Pues eso, que hay que pasar por la consulta de Salud Mental (orden inapelable del departamento de Medicina Preventiva), y decirle a la sicóloga que de pequeño la abuela me rompió un jarrón en la cabeza por pintar los azulejos de la cocina con pintura azul, y que mi sobrina la pequeña me roba gasolina de la moto. Entonces a la doctora le brillan los ojos, y me suelta: «ves, ahí está. Ahora tienes que fluir y ser tú mismo». Y a joderse. Tiene huevos la cosa.
En fin, viene esto a cuenta de que en el entorno radical, se insiste mucho en los cursillos de revolucionarios, en conocer la historia, ya que conocerla impedirá repetir errores y llevar a cabo las acciones correctas oportunas. Es completamente falso. Qué chorrada. No hay más que ver que en el Gobierno no hay un Ministerio de Historia para poder equivocarse al gusto. En cualquier caso, es muy difícil repetir a la perfección errores del pasado, ya que no puede uno volver a la Casa de Campo el 19 de Noviembre para salvar a Durruti del balazo. Eso pasó ya. Además, teniendo en cuenta como la gastaba la escolta, lo mismo llegas allí pegando chillos de advertencia, y el sargento Manzana te mete desde el Packard siete tiros —por si acaso—, mientras Durruti —asomando prudente los ojos— pregunta: «¿pero de dónde cojones sale tanto pirado?».
Piénsalo: ¿Sinceramente piensas que tú —oh carajote— podrás evitar que tu cónyuge te engañe, como le pasó a Caín y a Abel? Para nada, y eso que solo eran cuatro. Los errores se repiten una y otra vez. Puedes, eso sí, elegir tu error en el catálogo de errores históricos. En eso no pongo impedimento.
Un error hstórico que se repite mil veces no es un error. Es una tendencia de moda. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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