La fuerza del número
Como me instan a que diga algo más de filosofía barata sindical, ya que hay que seguir por alguna parte, voy a mencionar otra básica: La base de la acción sindical, es el reconocimiento, la relación, la vinculación. Hay gente que está sola, con unos intereses semejantes, con problemas similares, relacionados con el trabajo, por tenerlo o por no tenerlo, y el sindicato las pone en contacto, las reúne, las agrupa, las saca de la soledad y las organiza para buscar soluciones a sus carencias. Esta actividad se resume en una gran palabra: La Unión.
Una manera de mostrar esa Unión, es en una reunión. Reunirse, en un principio, es algo que se hace para conocerse, trabar, implicar, en un bar, en una plaza… No, la ópera no es un buen sitio, ni un concierto punk. Lugares públicos fuera del trabajo, sótanos clandestinos, o un banco a la hora del desayuno, la reunión plantea dos cosas que no me canso de publicitar: la relación personal de confianza, y el llegar a acuerdos colectivos. La reunión sindical, es siempre clara, va a lo concreto, y procura definir tareas y responsabilidades. Esa es la diferencia con una reunión de anarquistas, que hablan de lo que les sale del nabo.
La reunión más formal, más complicada, es la asamblea. ¿Cómo hacer una asamblea sindical? Pues con mucho respeto, ya que los que se desplazan a ella han abandonado muchas tareas que se traen entre manos. Eso quiere decir: el orden del día es sensato; la actitud es solemne; hay símbolos que representan al colectivo. Conclusión: la gente saldrá de allí con la impresión de que sus ideas son valoradas, y de que son fuertes. Antes de la reunión, el individuo se siente débil. Después de la reunión, el grupo percibe potencia. Siente, la fuerza del número.
Normalmente, en las espantosas reuniones en las que la gente solo quiere escucharse a sí mismo, el que dirige el baile, va a dar la chapa, a que la gente vote lo que él quiere. En contraposición, un buen sindicalista siempre estará en la reunión esperando que de allí salga un compromiso colectivo. Lo suyo, lo del sindicalista, no es proponer lo imposible. Eso solo genera frustración y sensación de fracaso. Ese tipo o tipa propone en asamblea lo que sabe que el sindicato, (todos los presentes apoyados por una estructura decidida, y una práctica con experiencia), están capacitados para conseguir.
Así que, a parte de plantear la reunión en un lugar y un horario accesible, con un orden del día corto, concreto, útil, difundido cara a cara (mandar un mail es muy poco efectivo) hay que tener esta actitud sindical cuando estás allí metido: escuchar. Si sois diez, y cada uno escucha el 90% del tiempo, al final habréis hablado todos. Si quieres saber qué piensa la gente, sin prejuicios, un buen espía escucha, observa, analiza, y solo habla cuando es necesario. Además, una gran ventaja de escuchar mucho y hablar poco es la siguiente: mientras menos hables, menos jilipolleces vas a decir. Si hablas poco, usa tu palabra para fabricar deseos, haz que obtener cosas que están a al alcance de la fuerza del número, sea el centro de las conversaciones del sindicato.
De esta forma ellos, trabajadores solitarios, mujeres asalariadas, van a quedar liados en la rueda sindical, y en lugar de estar discutiendo lo que quiera que tengan de habitual, van a pensar en términos de fuerza, derechos y posibilidades.
Y recuerda: trabajadores reunidos, empresario asustado. O como mínimo, mosqueado.
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