[Italia] Transfeminismo. Caminos y perspectivas
Umanità Nova 5-25
Premisa
Este texto, es resultado de un debate interno de nuestro grupo, que retoma e integra gran parte del texto que nosotros, como FAI, redactamos para el congreso de la IFA del año pasado.
Universal singular. Transfeminismo y anarquía
Los caminos de libertad trazados por las subjetividades mantenidas al margen por la cultura patriarcal han sacudido hasta los cimientos un orden que parecía inmutable, llegando incluso a romper su lógica binaria y esencialista.
La lógica binaria es la que divide a las personas en función del sexo asignado al nacer que se supone corresponde a características de género precisas.
El binarismo implica una brecha entre más y menos, lleno y vacío, jarrón y semilla, el espacio de los sentimientos y el de la razón. Esta lógica, que pretende ser natural, es la base del orden patriarcal.
Lo humano universal nace y permanece firmemente masculino durante mucho tiempo. Un masculino en el que se inscriben las cualidades intrínsecas que "justifican" la jerarquía entre los géneros, dentro de la jaula normativa familiar y en la larga exclusión de las mujeres de la vida pública.
El orden patriarcal se basa en la afirmación de que la jerarquía tiene una base biológica y sobre esta base construye una cultura en la que se dan identidades constantes, fijas y socialmente definidas.
La servidumbre femenina no ha sido característica de todas las culturas humanas, pero ha sido y es frecuente en todas las latitudes.
La dinámica patriarcal hace que la jerarquía se reproduzca en toda relación humana. Romper el orden patriarcal es necesario para una transformación social libertaria.
Esencialismo, deconstrucción queer y un enfoque anarquista
Por esencialismo entendemos la elección de considerar tipificaciones de género enteramente culturales como correctas e inmutables.
La crítica del esencialismo se alimenta de la deconstrucción de las identidades de género. Concebir la identidad, toda identidad, como una construcción social, una frontera móvil entre inclusión y exclusión, es un planteamiento teórico que se alimenta de la ruptura provocada por el feminismo y los movimientos LGBTQIA+.
El desafío está en múltiples frentes. Desafío al Estado (ético), al patriarcado reactivo y al capitalismo. Un desafío que no es una mera abstracción o sugerencia filosófica, sino que se implementa en la convergencia de luchas, perspectivas e imaginarios capaces de dar vida a una nueva perspectiva.
La acumulación de diferentes cesuras identitarias, que a menudo coinciden con diversas formas de exclusión, permite una disputa permanente por los privilegios respecto de las jerarquías de poder.
Las "identidades sexuales", incluso en su desarrollo histórico, no son un conglomerado conceptual del que partir, sino la cuestión misma. Ir más allá de ellos para borrarlos es un proceso complejo, porque involucra una dimensión del yo que, aunque exquisitamente cultural, es tan fuerte e internalizada desde el nacimiento que nos parece natural. Hasta el punto que los estereotipos de género terminan siendo adoptados incluso por quienes rechazan lo que les fue asignado al nacer.
El construccionismo queer implementa la estrategia de deconstruir identidades que pasan por naturales, considerándolas en cambio como formaciones socioculturales complejas en las que se entrelazan diferentes discursos.
Un enfoque libertario debe y puede ir más allá de la deconstrucción de las narrativas que constituyen las identidades de género, porque les injerta el elemento de ruptura que representa la acción política y social de los sujetos, que se constituyen a partir de sus múltiples alteridades, reivindicadas y vividas en el plano de la lucha. Sujetos capaces de una producción autónoma de sentido, de relaciones, de prácticas subversivas respecto del orden patriarcal, de la lógica binaria, de la naturalización de las relaciones sociales.
Un camino importante pero delicado, porque, paradójicamente, a veces el impulso a abrir espacios que aspiren al reconocimiento de las cesuras discriminatorias que marcan la vida de tantas personas, termina produciendo un cortocircuito identitario.
Vamos a intentar explicarlo mejor.
Nadie mejor que quienes viven la discriminación para hacerla inteligible para todos y promover instancias que posibiliten un camino de liberación.
El movimiento feminista, el movimiento LGBTQIA+, parte del habla autónoma, de la contestación del lenguaje que marca la jerarquía, de la ruptura de la materialidad de la opresión. Si lo universal es masculino, europeo, rico, heterosexual, el resto es un margen inesencial, que hay que someter, negar, esclavizar y, a menudo, incluso eliminar. Así pues, la palabra libre de quienes fueron (y son) la franja blanca en los lados del gran libro de la historia humana es intrínsecamente subversiva. Cuando esta palabra entra en el discurso público lo cambia radicalmente: juega un papel crucial a la hora de romper toda lógica excluyente y opresiva.
Los procesos de subjetivación de los excluidos del universal abstracto de la Ilustración han desencadenado caminos transformadores, en los que las diferencias y, por tanto, la fragmentación del sujeto político burgués, masculino, heterosexual, rico, europeísta, han abierto un horizonte de lucha inédito. Ha sido un largo camino inacabado, que lamentablemente hoy corre el riesgo de perderse en mil corrientes identitarias autocontenidas, incapaces de aspirar colectivamente a un universal inclusivo.
En ciertos sectores del movimiento, la toma de palabra y la iniciativa de los excluidos se expresa en la reivindicación de que la única palabra legítima es la de quienes sufren discriminación. A los demás sólo se les permite "escuchar". De aquí a negociar el propio derecho a la alteridad con el reconocimiento acrítico de cualquier otra vía identitaria, el camino es corto. El riesgo, evidentemente, es la afirmación de una nueva forma, más sutil, de esencialismo, que a menudo se cruza con una lectura distorsionada de los caminos descoloniales, que termina legitimando nacionalismos, comunitarismos, identidades religiosas.
En este terreno, es necesario un largo trabajo de elaboración teórica y, al mismo tiempo, una capacidad de atravesar las esferas transfeministas y queer con propuestas y horizontes de lucha de carácter libertario.
Feminismos de la diferencia y transfeminismo
Los feminismos de la diferencia son el espejo invertido de la dominación masculina.
El binarismo y el esencialismo permanecen en estos feminismos que, aunque niegan el desvalor de la mujer, reproducen en lo femenino las jerarquías propias de las culturas fundadas en la dominación masculina y heterosexual.
El mero aliento de igualdad en el plano de los derechos se limita a llenar el vacío, a insertar lo igual, a dar cuerpo al vaso, a atenuar la dicotomía entre razón y sentimiento, sin romper la lógica binaria.
Se trata de feminismos incapaces de captar cómo el patriarcado es una de las piezas que conforman el mosaico de sociedades basadas en la competencia, la explotación y la violencia sistémica contra quienes son marginados.
Estos feminismos son fácilmente absorbidos por el Estado y el orden capitalista.
Por el contrario, el transfeminismo en los albores de la tercera década del siglo experimenta la posibilidad de pasar del género al individuo, de la jerarquía sexualizada a la multiplicidad.
Es un feminismo que, en todos los rincones del planeta, tiene que enfrentarse a la violencia extrema de la reacción patriarcal, que se traduce tanto en jaulas normativas como en violencia sistémica contra las identidades móviles, irreductibles a cualquier lógica binaria.
Quienes viven más allá y contra los géneros, los roles y las máscaras tienen una fuerza disruptiva, porque rompen el binarismo y el esencialismo.
Dentro de nuestras sociedades estos caminos son aterradores. Para la derecha y para las religiones, la defensa de identidades rígidas y excluyentes se convierte en el centro neurálgico de la acción política. El pedestal de la "identidad" es la base que sustenta la pretensión de regular las identidades y los cuerpos no conformes.
Saben bien que el orden del padre se resquebraja ante las mujeres rebeldes, identidades híbridas, transitorias, fluidas, viajeras, mutantes, cuando el yo se convierte en destino de caminos irreductiblemente individuales pero experimentados en la fuerza de las luchas colectivas.
La reacción patriarcal
Los partidos identitarios y soberanistas de derecha apoyan el capitalismo y la división de clases, pero quisieran que estos fueran mitigados por un Estado ético fuerte, firmemente fundado en la familia, la nación y la religión. Dios, patria, familia, un axioma que no perturba los negocios sino que pone orden en el mundo.
La materialidad de los caminos de liberación que han marcado el último siglo está presente en todas las latitudes del planeta. La libertad de decidir sobre la maternidad, el uso normalizador de la psiquiatría, hasta la negación del acceso a la educación, al trabajo, incluso a la posibilidad de moverse de forma independiente marcan la vida de muchas mujeres y personas inconformes que habitan este planeta. Existe una profunda similitud entre las políticas de la derecha del Occidente "democrático" y las de los países donde han prevalecido diversas formas de fundamentalismo religioso.
La "familia" como núcleo ético representa el elemento normalizador de las "anomalías" que las luchas de las mujeres, homosexuales, asexuales, transgénero han hecho visibles y peligrosas para cualquier pretensión de socialización autoritaria de los niños, niñas y niños.
No sólo eso. Hoy en día, el disciplinamiento de las mujeres, especialmente de las pobres, es parte del proceso de esclavización y jaque mate de las clases bajas. Es una de las piedras angulares, porque el trabajo de cuidados no remunerado es esencial para garantizar una reducción drástica de los costos de reproducción social.
Un "siniestro" esencialismo
[Nota: Juego de palabras entre siniestro e izquierdista, ya que en italiano siniestra es izquierda]
El duelo por las identidades fuertes, perdidas y por redescubrir, afecta también a cierta izquierda, huérfana de una narrativa que dé sentido a su mundo.
La deriva identitaria no es sólo herencia de la derecha soberanista, localista, fascista, misógina, homófoba y racista, porque también afecta a sectores del movimiento que se proclaman distantes del enfoque esencialista de la derecha.
La reacción a la violencia del capitalismo, a la anomia de la mercancía, a la lógica feroz del beneficio, al miedo a la omnipotencia de la tecnología corre el riesgo de producir monstruos peores que aquellos de los que huimos.
El anarquismo se enfrenta a un mundo en el que se han producido cambios trascendentales. En el espacio de unas décadas hemos pasado del ábaco a la web, de la cámara a las imágenes de satélite, de las cartas a los chats, de los supervisores humanos a los ojos electrónicos, del trabajo fijo a la precariedad estructural, del trabajo en cadena a las cadenas del teletrabajo.
Un largo proceso de extrañamiento.
El Moloch tecnológico, asumido como enemigo total, ha abierto el camino a un anarquismo que huye hacia un pasado imaginario, donde brota un futuro que niega lo humano, tal como se ha construido en el proceso de civilización, identificado tout court con el nacimiento y consolidación de la jerarquía, de la dominación, de la violencia de unos pocos sobre muchos. El futuro se vuelve "primitivo", en el sentido etimológico del término, un tiempo-espacio donde volvemos al primus, a una dimensión en la que lo humano se (re)naturaliza, en una concepción esencialista y acultural de la "naturaleza".
Una huida nihilista que refleja la impotencia ante una complejidad que no se puede comprender ni controlar: el Moloch sólo puede ser destruido a costa de renunciar a la libertad, para refugiarse en los brazos exigentes y asfixiantes de la madre naturaleza.
El proceso de renaturalización de lo humano operado por estas corrientes niega los caminos construidos por identidades fluidas, desancladas, viajeras, que se reinventan fuera y contra la lógica binaria del género.
Huir del dominio de la mercancía, del control del Estado, del miedo a una tecnología que se cree imposible de controlar, conduce a negar la diversidad y pluralidad de los caminos individuales. No hay jerarquía formal, pero tampoco hay rastro de libertad. La única libertad es adaptarnos a ser lo que "espontáneamente" seríamos, si las incrustaciones de la "civilización" no nos hubieran distorsionado.
De ahí a negar el aborto, las técnicas anticonceptivas no "naturales", el uso de hormonas y las técnicas quirúrgicas para modificar el propio cuerpo, el paso fue corto.
La negación de las vías de deconstrucción del género conduce a resultados no muy alejados de los de las religiones y la derecha fascista.
Las cuestiones de género quedan relegadas a los márgenes de un discurso de transformación social que, en el mejor de los casos, las considera no esenciales.
Plural universal
Los cuerpos fuera de la norma, cuerpos fuera de lugar, que evaden conscientemente la lógica de la identidad para lidiar con las cesuras que el género, la clase y la raza han impuesto a los individuos, son peligrosamente subversivos.
Las dislocaciones, tránsitos y recombinaciones que rompen con cualquier pretensión de identidades petrificantes, hacen añicos el esencialismo y abren un desafío radical, insusceptible de reabsorción en lógicas jerárquicas y capitalistas.
El despilfarro de los excluidos no está escrito en la naturaleza pero tampoco en la cultura, es sólo una posibilidad, la posibilidad que siempre tiene quien se libera: captar las raíces subjetivas y objetivas de la dominación para cortarlas inventando caminos nuevos.
Ninguna posición puede pretender resumir en sí misma la opresión y los caminos de liberación relacionados con ella, a menos que se vuelva, a su vez, excluyente.
Desde esta perspectiva, el relativismo del posicionamiento es superado por el universalismo del impulso hacia una transformación radical de la sociedad.
El universalismo occidental, constitutivamente excluyente y marginador hacia todos aquellos que no son considerados ciudadanos plenos (pobres, migrantes, mujeres, sujetos no conformes a la norma hetero-cispatriarcal, etc.), y el relativismo absoluto, sustancialmente acrítico hacia costumbres y prácticas a menudo fuertemente opresivas, son dos caras de la misma moneda. Se sitúan en una posición equidistante respecto de la perspectiva concreta de un universal plural en proceso de construcción, que surge de los caminos de lucha emprendidos por los movimientos. Movimientos en los que quienes se subjetivan a partir de la conciencia de la propia condición tienen un papel importante y saben, juntos, experimentar caminos en los que se rompe toda jaula identitaria.
No se trata de una mera abstracción, sino de la perspectiva concreta del pluriverso, un mundo en el que coexisten múltiples mundos, en el que es posible maximizar la diversidad en la igualdad, la libertad de todos y cada uno.
El feminismo libertario y anarquista pone en el centro una crítica radical de la institución, para que cada persona pueda recorrer su propia vida con la fuerza de quien se libera de ataduras y vínculos.
La mirada transfeminista es esencial para un proceso revolucionario que apunta a la subversión anárquica del orden social y político en el que todos estamos obligados a vivir.
El camino hacia la autonomía individual se construye en la sustracción conflictiva de las reglas sociales impuestas por el Estado y el capitalismo. La solidaridad y el apoyo mutuo pueden practicarse a través de relaciones libres, plurales e igualitarias.
Una apuesta que rompe el orden. Moral, social, económico.
Los camaradas del FAT
Turín, 13 de diciembre de 2024
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