LO MISMO QUE CUANDO EMPEZAMOS

                                                              Collage de Eugenio Castro, Reaparición de la Isla Misteriosa, 1995.

 

Ruge la catarata del tiempo y se mezclan los rostros, voces y gestos de los que serán, son, fueron. Y es que desde 1987, cuando Eugenio Castro, Mariano Auladén y Pedro Olivares publican el primer número de la revista Salamandra, que se encomendaba a la divisa muy explícita y por eso mismo imprudente, para los tiempos tan canónicos como vanguardistas que corrían y corren, de Comunicación surrealista; o 1991, cuando el propio Eugenio, Jorge Kleiman y Jose Manuel Rojo redactan la primera declaración que apareció firmada por el Grupo Surrealista de Madrid como tal, han pasado tantos años que tal vez no serán nada, pero sí sus noches, y sus mañanas, y todas las horas azules del mundo.

¿Imposible recordar sus nombres? Nada más sencillo: todavía no nos mina ni corroe ni el alzhéimer, ni los remordimientos. Pero no es importante recitar una lista por lo demás abultada, ni mucho menos nuestro supuestamente venerable árbol genealógico, porque nada importamos como escritores, pensadores, artistas o literatos, aunque quizás sí, sea lo que fuere, como individualidades que alguna vez ha convulsionado la luz negra que engendra el singular e iniciático libre pacto pasional del egrégoro surrealista: esa actividad colectiva, tan difícil y exigente como exaltante y fértil, que se basa en el comunismo del genio, rige inexcusablemente una moral revolucionaria aunque sea impura porque se busca a sí misma entre excepciones, compromisos y contingencias, se entrega a la reinvención del lenguaje, la creatividad y la imaginación que alienta el mensaje interior, busca y combate por la verdadera vida y la transformación del mundo, se fortalece y legitima en y por la poesía por otros medios, y celebra lo maravilloso cuando lo encuentra en uno mismo, en la otra, en lo Otro.

Invariantes inactuales del surrealismo, y sus únicos y exclusivos títulos de gloria que podrían legitimar, explicar y sustentar por qué durante 38 años si elegimos la primera fecha, 34 si fuera la segunda, nos hayamos reclamado de un movimiento que tantas veces, y con aún más razones buenas y malas, se ha dado y da por muerto y/o caduco, bajo la consigna abrasadora y desesperadamente esperanzada de Mario Cesariny que hicimos nuestra, y que federa, armoniza y concreta todas las premisas fundamentales ya apuntadas: el surrealismo es un proyecto político de vida poética.

Es verdad que esta consigna, que es a la vez un programa, una conjura y un desafío, nos exigió siempre un rigor ineludible hacia dentro y hacia afuera que nunca fue ni pudo ser absoluto ni pluscuamperfecto, pero que ha presidido y penetrado absolutamente todas y cada una de las dimensiones y avatares de nuestra actividad. Hacia adentro, en lo que se refiere a la primacía de la vida colectiva que es consustancial con la propia experiencia surrealista desde su fundación, y que sigue siendo como puntualizaba el propio Eugenio Castro su mejor imán, crisol y altavoz. Hacia afuera, en nuestra alergia no menos consustancial y visceral de las instituciones, organismos, centros y plataformas que la dominación suele ofrecer y utilizar para conseguir que toda idea, acción, movimiento o propuesta radical corra a su perdición, triunfe o no. Prueba de ello es que se pueden contar con los dedos de una sola mano las intervenciones del Grupo surrealista de Madrid como tal, o de alguno de sus miembros en su nombre o representación, que han tenido como escenario los variopintos palcos del espectáculo público y privado. Especialmente si se comparan con la muy larga y nutrida miríada de presentaciones, charlas y ciclos de charlas, debates y controversias, lecturas de poemas, talleres de juegos colectivos y jornadas oníricas que hemos tenido la inmensa suerte y el gratísimo placer de ofrecer y compartir en tantos Centros Sociales Okupados, librerías asociativas, críticas y/o antagonistas, locales libertarios, ferias, encuentros y mostras del libro anarquista, desde León a Barcelona, de Santander a Sevilla, de Alicante al barrio burgalés de Gamonal, de A Coruña a Valencia pasando por Valladolid, Vitoria o Zaragoza, de Móstoles a Fuenlabrada pasando por…Madrid.

La consecuencia lógica de tan transparente política de profilaxis hacia los tentáculos y tentaciones de la cultura oficial y la industria cultural, ha sido la transparencia, es decir, la invisibilidad con la que tal cultura, y semejante industria, nos ha correspondido, exceptuando el interés atento que han mostrado ciertas afinidades electivas bajo el signo de la complicidad y la amistad. Este acuse de no recibo, esta indiferencia casi sistemática por las propuestas del Grupo surrealista de Madrid en cualquiera de sus planos y manifestaciones, sea la poesía, la creación plástica, el pensamiento crítico o la investigación experimental de lo imaginario, el sueño, la ciudad, el materialismo poético o la exterioridad, es tan solo un mero dato objetivo: no puede ni debe por tanto indignarnos ni enorgullecernos.

Y no lo hace. Porque es una evidencia, una obviedad, que está en el orden y la naturaleza de las cosas que tanto deseamos despertar a la verdadera vida. De lo que se deduce que si alguien piensa y juzga que tal aislamiento es completamente merecido porque tales propuestas no tienen ninguna importancia, valor o calidad como literatura, arte, ensayo filosófico, investigación sociológica, discurso político, programa electoral y demás disciplinas y técnicas separadas como suele ser la regla reglamentada, tendrá toda la razón instrumental que gustosa y voluntariamente le damos por anticipado. Y es que, como decía Louis Aragon cuando aún tenía una vida verdaderamente poética, “no tenemos talento”, si por talento se entiende especialización, profesión, profesionalidad, trabajo, y demás falsas monedas de una economía y de una civilización que escinde al único de su unidad, al signo de su cosa significada, al espíritu de su cuerpo, al cuerpo de su sombra oscura, a la sombra de su noche boscosa, a la noche de su sueño y el de todos, al sueño de su realidad inagotable y rotunda.

Y porque además nos dirigimos a los espíritus errantes con quienes reinventar y rearmar el Gran Juego, incluyendo a aquellas personas desconocidas que tal vez lo seguirán siendo, y no para el mercado o la academia, independientemente de las puntuales y esporádicas colusiones (y colisiones) antes apuntadas, pues ya hemos dejado claro que la pureza ideal, e idealmente hipócrita, tampoco es nuestro fuerte. Pero en lo fundamental, en la tensión ética que fundamentalmente vertebra y vibra en cualquier actividad práctica, sensible y afectiva que todavía se atreve a llamarse surrealista, queremos pensar, calibrar y concluir que somos lo mismo que cuando empezamos. Y tenemos no pocas pruebas de ello.

Lo mismo, no los mismos. Y no solo por la renovación de los miembros integrantes y colaboradores que inevitablemente se da en cualquier grupo de afinidad que perdure más allá de lo que suele ser habitual y tal vez prudente y saludable, sino porque algunos de nuestros amigos ya han partido hacia el continente sumergido donde la tierra solo les puede ser leve: el tiempo desde donde nunca jamás llega ningún testimonio sobrenatural ni del cielo ni del infierno: la memoria que sí emite las señales y manifestaciones míticas del fuego que les poseyó y que siempre caminará con nosaltres, iluminando y fecundando la prospección incondicional del espíritu, la subversión poética, la revelación del inconsciente, la conciencia que inconscientemente se revela a sí misma en la revuelta y en el deseo de la más realidad. Tras Jorge Kleiman y Olga Billoir, nos referimos por supuesto a nuestro gran amigo y camarada Eugenio Castro, quien ya casi hace un año se introdujo en la gran sociedad secreta del camión de mudanzas que deriva entre el día y la noche hacia la terra incognita, el tiempo del sueño y la memoria conjurada, este mismo año 2024 que los necrófilos de la efeméride publicitan babeando como el del “centenario del surrealismo”, y que también nos ha arrebatado a Giovanna, Gilles Bounoure, Sergio Lima y Annie Le Brun.

Eugenio Castro, quien no solo defendió ai ferri corti el núcleo del cometa del movimiento contra todo confusionismo posmoderno, oportunista o advenedizo, sino que también se entregó, y con el mismo ardor implacable, a su reinvención constante en la realidad histórica que nos ha tocado vivir aunque casi nunca verdaderamente, y que por ello mismo seguimos deseando transformar a pesar de todas las decepciones y fracasos, contra la distopía que imagina su peor pesadilla, por la utopía imaginaria que tiende a realizarse en el ahora.

Lo mismo: los mismos: en y por lo mismo. Pues tal lucha, esa tensión, esta exaltación que fueron las divisas de Eugenio Castro son también las nuestras. Conviene recordarlo con una cierta mirada evocativa que reflexione sobre el sentido y alcance de nuestra aventura común, sin vanidad ni nostalgia, y aceptando el riesgo de que tal gesto pueda entenderse como autorreferencial, ensimismado y sobre todo innecesario. Pero se nos disculpará este relativo desliz si se tiene en cuenta el tiempo pasado, casi cuarenta años, desde la aparición de Salamandra, longevidad que no todo proyecto contracultural, libertario o alternativo análogo al nuestro puede esgrimir, y que bien justificaría tal licencia introspectiva. Máxime cuando esa larga historia ha sido cualquier cosa excepto repetitiva o identitaria, o eso queremos pensar: basta comparar para comprobarlo sus primeros números con los últimos, o repasar las actividades y colaboraciones con individualidades y colectivos ajenos al surrealismo como tal que hemos animado y compartido.

Pero hay además un hecho inesperado, tan significativo como inquietante, que justifica y determina por si solo este ejercicio de recapitulación y esclarecimiento interno y externo. Y es que en este año 2024 de todos los tristes centenarios y sus muy miserables y miserabilistas celebraciones en las que el Grupo surrealista de Madrid no ha participado ni podía participar, pues el surrealismo, si existe, es y está siempre en la otra parte, nos han llegado insólitos, indeseados e indeseables guiños y propuestas de buena, mala y malísima fe, por parte de esa industria cultural pública y privada, oficial y oficialista, que prácticamente nunca antes, y a Maldoror gracias, se acordó de nuestra existencia a la hora de cualquier evento, edición o publicación que tuviera relación con el surrealismo, incluyendo por supuestísimo el muy presunto, ridículo y odioso “surrealismo español”. Hasta este año. Cuando se nos ha invitado a tal programa de Radio Nacional de España sobre “la pintura surrealista”, a esta o aquella conmemoración del Manifiesto Surrealista, o lo que nos parece más alarmante a la par que cómico: nada menos que la oferta dirigida por el Instituto Cervantes de Bruselas a un miembro del grupo, Lurdes Martínez, para participar en la 14ª edición de Transpoesie, “festival internacional de poesía” que organizan “los Institutos Culturales Europeos EUNIC” para celebrar “el Día Europeo de las Lenguas”, evento del que hasta ahora y por fortuna desconocíamos su mera existencia y nombre. Y como no podía ser menos, el tema de esta edición ha sido celebrar elsurrealismo poético hoy”, y a través de la participación de nuestra compañera, “rendir homenaje implícito a la labor del Grupo Surrealista de Madrid”.

Homenajes como estos son los que se rinden a los cadáveres que ya se han rendido, y que por ello mismo nunca jamás podrían seguir siendo exquisitos.

No se necesita precisamente mucha imaginación para adivinar la respuesta de nuestra compañera, que suscribimos punto por punto, y añadimos a estas notas junto con la susodicha invitación del responsable del Instituto Cervantes de Bruselas, por lo demás muy amable, de cuyo nombre no hace falta acordarse y además sería muy poco elegante. De esta manera no se pretende ni por asomo vanagloriarse de nada ni dar ejemplo a nadie en absoluto, excepto, tal vez, a nosaltres mismos, en recuerdo, prenda y desafío de aquello que fuimos en lo mismo que somos. Y, en todo caso, dar un muy modesto pero firme y sincero aviso a los navegantes, y en especial a sus pilotos, contramaestres y almirantes, de una cultura intervenida (¿subsumida?) por Estado y Mercado que ha naturalizado el colaboracionismo más atroz, en tanto se piensa y siente prístinamente inocente e irresponsable en el soberbio ejercicio de lo que se ha convenido en llamar libertad; una cultura, o su simulacro, donde recibir un premio, pedir una subvención, participar en una exposición, seminario o taller organizados por una institución pública o una fundación privada cualesquiera, incluidas las más discutibles, sospechosas o directamente criminales y sórdidas, no suele levantar el menor escrúpulo, duda u objeción, pues se diría que todo dilema íntimo ético y político, y por tanto estético y creativo, independientemente de cada decisión final personal e intransferible que cada cual tome asumiendo sus propias circunstancias, razones y riesgos, ha sido prácticamente cancelado cual una víctima más de la Sexta Gran Extinción.

Una cultura en la que el surrealismo no es, y el Grupo surrealista de Madrid no estuvo ni puede estar. Seguimos prefiriendo no hacerlo. Preferimos seguir quemando nuestras naves solubles en el viejo océano del sueño: allí donde las botellas incendiarias y los mensajes del deseo se pierden y merodean en el acaso, hasta arribar a todos los puertos donde un destino afín y electivo les convoca. Donde aguardan los espíritus errantes para rescoldar el motín. Donde los desconocidos esperan. Y lo desconocido.

Porque aún habrá más asambleas en las plazas públicas, y nuevos y más convulsivos movimientos telúricos de la guerra social en los que seguimos deseando tomar parte.

Manuel Crespo, Andrés Devesa, Javier Gálvez, Jesús García Rodríguez, Vicente Gutiérrez Escudero, Lurdes Martínez, Noé Ortega, Jose Manuel Rojo, Ángel Zapata.

 

Invitación del Instituto Cervantes en Bruselas para participar en Transpoesie 2024

Buenas tardes Lurdes:

El Instituto Cervantes en Bruselas es miembro fundador del festival Transpoesie, de poesía en espacios públicos, que organiza desde 2010 la agrupación en Bruselas de los Institutos Culturales Europeos EUNIC para celebrar la poesía el Día Europeo de las Lenguas (26 de septiembre).

La edición de este año, marcado en Bélgica por la celebración del año Ensor, se ha decidido monografiar en torno al surrealismo poético hoy.

Cada miembro participante de la agrupación EUNIC Bruselas propone un poeta participante y la agrupación misma abre a su vez una convocatoria de poetas locales de varias lenguas. El Instituto Cervantes querría contar con su participación, deseosos de dar a conocer su obra (con énfasis en su obra de creación poética) al público, marcadamente cosmopolita y políglota, del festival – y de modo implícito rendir homenaje a la labor del Grupo Surrealista de Madrid.

El festival se desarrollará este año del 26 al 28 de septiembre en varios emplazamientos vinculados al surrealismo de periodo de las primeras vanguardias.

Caso de poder aceptar la invitación, el Instituto cubrirá sus vuelos MAD BXL MAD así como dos noches de hotel y transfers de aeropuerto a hotel y viceversa, a lo que se sumarán unos honorarios de 400 € brutos. Si éste fuese el caso, le agradeceríamos enormemente que nos lo hiciese saber lo antes posible para confirmar su aceptación al grupo y pasar a la siguiente fase de organización

En la confianza de poder contar con su participación en Transpoesie 2024, quedo atento a su respuesta

Muy cordialmente, XXX.

Bruselas, 25 de abril de 2024.

 

Respuesta de Lurdes Martínez

Buenas tardes, XXX,

Disculpe la demora en responder. Están siendo unos meses difíciles tras el fallecimiento de nuestro compañero Eugenio Castro.

Agradezco sinceramente su invitación al festival Transpoesie, así como el homenaje que quieren brindar al Grupo surrealista de Madrid, al tiempo que declino, de manera tajante, en mi nombre y en el de mis compañeros del Grupo surrealista de Madrid, participar en la convocatoria.

Si conoce la labor del Grupo surrealista de Madrid sabrá que, desde los lejanos inicios de los años 70, en torno a las revistas El Orfebre y Luz negra, nuestra actividad implícita y explícita se ha fundado y dirigido contra el capitalismo industrial, la democracia burguesa y la cultura domesticada, lo que en el terreno más concreto del espíritu implica, interpreta y defiende un sentido de la poesía irreductible que vincula el acto de creación (que se confunde con el hecho de vida) y la acción revolucionaria (en lo mental y en lo social). Se entenderá que a partir de estas sencillas premisas, que no son sino las del surrealismo en estado salvaje, que es el único que nos interesa, que la instrumentalización de la poesía por las instituciones con fines propagandísticos ha sido y es una de nuestras principales dianas.

Y es que los términos en los que se formula su convocatoria nos parecen una usurpación, tergiversación, recuperación y mistificación del surrealismo, del que nos sentimos sus herederos y queremos revivir su verdadera naturaleza insurrecta y utopista, en estrecha colaboración auténticamente internacionalista con otros grupos e individualidades repartidos por todo el mundo y no solo en la así llamada Unión Europea y su gestión autoritaria, burocrática y tecnócrata de los territorios, pueblos e individuos que tiene a mal pastorear. Por lo tanto, nos negamos a colaborar con uno de sus organismos, cómplice y pantalla de la globalización capitalista; un organismo, una maraña mafiosa de instituciones, institutos, fundaciones, festivales, premios y eventos opacos y abstrusos, que utilizan el paraguas de la poesía, de la poesía surrealista en este caso (centenario por supuesto), para dorar y legitimar los blasones de humanismo asesino y tolerancia represiva de la dominación; una legitimización tan sórdida como patética que solo podemos calificar como ejemplo prototípico de surrwashing: un lavado de imagen surrealizante y/o parasurrealista que parasita algunos de sus principios, propuestas, experiencias y terminología hasta desactivar y reducir toda su radicalidad en una ideología inofensiva, una mercancía más.

Basta con leer la bochornosa publicidad de Transpoesie, y las condiciones de su invitación, para calibrar hasta qué punto el surrealismo está ausente de las mismas, aunque su nombre, y sus ideales, se mencionen, repitan y regurgiten hasta la náusea paródica, hasta la parodia nauseabunda. ¿Qué tiene que ver el desprecio surrealista por la literatura y el arte como esferas separadas de la vida cotidiana, y del arribismo literario y la búsqueda del éxito y la notoriedad pública, con esa cómica y desvergonzada celebración de las “noches de hotel y transfers pagados de aeropuerto a hotel y viceversa”, los “honorarios de 400 € brutos”, la “publicación de tus poemas tanto en su lengua original como traducidos”, su exposición “en espacios públicos de Bruselas para dar a conocer su obra a un público más amplio” y “el escaparate de sus poemas en el material impreso”? ¿Cómo se puede presumir que “abrazando el ethos surrealista, invitamos a los poetas a dar forma a un mundo nuevo y a redefinir la humanidad navegando por las profundidades donde los sueños, la realidad y el fervor revolucionario se entrecruzan en forma poética”, en un marco oficial y oficialista y por medio de una programación literaria y literata que son su misma negación en términos, su némesis histórica, su enemigo mortal y declarado? ¿Qué es ese “festival anual de poesía organizado por EUNIC Bruselas” cuyo mero nombre haría vomitar a Paul Nougé, René Magritte, Marcel Mariën, Achille Chavée, Irène Hamoir, y sus camaradas de los grupos surrealistas de Bruselas y Hainaut?

Y que no se nos venga a hablar de cultura y de multilingüismo: qué nos importa la cultura española y europea, si no es para inventariar y eliminar sus abundantes y siniestros puntos muertos al servicio de la sociedad burguesa en descomposición acelerada, cuando precisamente lo que nos preocupa y apasiona es transformar el mundo y cambiar la vida, o las lenguas hipócritamente reconocidas y por reconocer, cuando la única que cuenta es la del dinero que no necesita más traducción pues el poder la masculla en todos los acentos, y la primera que deseamos hablar es la de los pájaros por la que la Comuna será en la armonía de todos sus contrarios.

De lo expuesto se deduce que no tengo ni tenemos intención de contribuir a la miserabilización y mercantilización de lo poético que propone Transpoesie, y que sin duda sabrá encontrar sus pohetas más que dispuestos a jugar hoy el pobre y gastado juego seudosurrealista, y mañana el que dicte el mecenas por la boca de luz artificial de la moda o la Academia. Preferimos el dandismo de espíritu. Y el Gran Juego.

¡Quiten sus sucias manos de la poesía y del surrealismo!

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