Las maravillas del socialismo de Estado

Marx no se equivocó, los que se equivocaron fueron los anarquistas que dudaron de la posibilidad de avanzar hacia el Progreso a través del socialismo de Estado. Y, por si los hay todavía dudándolo, pese al indiscutible ejemplo del comunismo en China, ahora podrán venir a constatarlo y celebrarlo en La Habana vieja, antes de que lo hagan nuestro Rey Felipe VI y Mariano Rajoy, nuestro presidente de gobierno, pese a los que vaciaron las calles para llenar urnas y conquistar los cielos.

Por si lo dudáis y os preguntáis por qué Felipe y Mariano han aceptado corriendo la invitación a visitar Cuba, que les acaba de hacer Raúl Castro, el menor de los dos hermanos que han traído por fin el Progreso a Cuba, leed lo que sigue y lo comprenderéis.

Bienvenidos al Progreso

Recientemente pasé por la Habana Vieja y me fijé en algo que vi allí. Los que han conocido la Habana Vieja reconocerán el pomposo hotel “Kempinsky-Manzana de Gómez” que, con bombo y platillo, está próximo a inaugurarse. Un elemento en este me llamó tanto la atención, que consideré oportuno dar un poco de lata con los ecos que ensordecieron mis oídos.

En la planta baja de esta edificación siempre existieron locales comerciales. Era natural que, en la última remodelación, se
 aprovecharan con fines semejantes. Eso sí, las nuevas tiendas van a estar a la altura de la morrocotuda inversión trasnacional. No van a ser “puestecitos” de TRD para que el vecino compre el aceite, el jabón y unos tenis, con los quilitos ahorrados entre monedas diferentes. La galería comercial del flamante Cinco Estrellas de lujo albergará las grandes marcas comerciales reconocidas en todo el mundo. Nuestra prensa oficialista se enorgullece de ello. Y el nombre de dicho espacio es absolutamente expresivo: Bazar El Progreso.

¡Qué maravilla! ¿Quién iba a decir que, después de tantos años, por fin iba a llegar el Progreso a nuestras calles? Ya pronto podremos extasiarnos visualmente con aquellos lujosos artículos, prendas textiles de muchos cientos de dólares; calzados y bolsos a la par; cosmética de millonarios; así sea del lado equivocado de las vitrinas. Seguramente incluirá también farmacias para la clase privilegiada, con los medicamentos que la clase trabajadora no encuentra en las que le toca comprar. En nuestros sueños, ese mundo de candilejas podrá parecernos unos pasos más cercanos a nuestra jodida realidad.

Es verdad que todavía quedan por ahí algunos blogueros oficialistas, enardecidos oradores contra la “cultura del tener”, o con pupilas selectivamente abiertas. No nos preocupemos por sus diatribas, que no se van a interponer en el avance del Progreso.
 La política al uso transporta nuestro país hacia “lo normal”. Las fuerzas capitalistas del mundo han sido convocadas por el gobierno cubano para que vengan a salvar lo que llaman socialismo. Inversiones como las de la Manzana de Kempinski son festejadas por ambas partes como ejemplo de tal cooperación, como “prueba” de que tal Quimera es factible.

La obra en cuestión es, de hecho, un ejemplo de todos los obstáculos al desarrollo y la modernización que han sido cuidadosamente apartados. En el antiguo edificio se encontraban varias instituciones sociales y culturales, escuelas, etcétera, que no contribuían lo suficiente al progreso. Bueno, pues se quitaron.

Durante el proceso de reparación y adaptación, se tropezó con otro obstáculo. La fuerza laboral cubana no comprendía bien las maravillas vislumbrables en el futuro, el valor de la carne dulce y jugosa de la nueva Manzana. Se empeñaba en no asumir el ideal del trabajo al ritmo capitalista, por una remuneración como la de aquí. ¡Otro obstáculo que hubo que remover! Trabajadores traídos de la India, disciplinadamente, hicieron su papel esquirol y abrieron paso a la normalidad, al desarrollo, al Progreso.

De este modo, se complementó un mensaje bien claro de quienes dominan el presente escenario clasista cubano. Lo de la inversión extranjera en el proceso de transición socialista no es un total disparate, desde el punto de vista marxista. Desde el viejo Lenin se empezó a comprender la posibilidad de interactuar dialécticamente con capitales privados, como elemento posible y necesario en la transición socialista. Siempre, eso sí, bajo la supervisión de la clase obrera. Acá, por el contrario, los constructores cubanos fueron apartados. Una vez concluidas las obras, otras fuerzas laborales cubanas serán, también, cuidadosamente segregadas de los inversores y administradores extranjeros, mediante las conocidas y repudiadas oficinas 
intermediarias de contratación. Eso, si no les da por traer personal hotelero de República Dominicana o México. Adiós control obrero. Ustedes no contribuyen al Progreso.

Muy pronto será inaugurado este nuevo hotel, este símbolo de la nueva Cuba. No habrá otro mensaje, más claro o de más impacto en el imaginario social, por muchas mesas redondas sobre el altruismo y la austeridad que nos quieran transmitir. Y a quien no le toque el lado bonito del Progreso, que no se queje en voz demasiado alta; para que no moleste a los residentes de las Manzanas que le resulten 
prohibidas.

Rogelio Manuel Díaz Moreno

 

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