Matad al perro

Hay personas que cuando les comento que “mataron al perro”, o que cuando aplaudo a las chicas que se empotraron con la furgoneta intentando impedir el paso a los del asesinato, me indican que mi sensiblería les da asco, dado que me preocupo de un perro, y obvio el problema de que se es sensible con el perro, porque aquí vivimos bien, en el Primer Mundo, y podemos permitirnos ese lujo… En mi opinión, semejante raciocinio es incorrecto.

 

Cuando se es pobre, cierto, se come uno lo que pilla. Yo he conocido a gente que, necesitados de condumio, se zamparon en el año del hambre, ratas, gatos, perros y a su abuelo. Nada que objetar por tanto al hambre y a la gastronomía subsiguiente… Pero, vaya, observo que quienes me afirman que esa sensibilidad que tengo con los bichos les avergüenza, resulta que están incluso gordos, van a bares, toman drogas recreativas… Es decir, disfrutan del Primer Mundo y –sin embargo–, son más brutos que un saco de martillos. O sea, que no se puede decir que ser empático, sea cualidad de gente próspera y ociosa.

 

En mi caso y por alusiones, aparte de la tristeza existencial que me causa la muerte de cualquier ser vivo, están puras consideraciones prácticas. Quienes estén disfrutando de las espantosas declaraciones de autoridades sanitarias y expertos en esto del ébola, pueden percibir que tratan con absoluto desprecio, no solo la vida de un perro, si no la de los propios trabajadores del sistema. Primero les obligan a realizar actividades para las que no han sido entrenados. Les coaccionan bajo amenaza de sanción o despido, a meterse en un ambiente séptico. Si una de ellas se contagia, la culpa es suya, por no haber hecho bien las cosas. Y si cunde la indignación entre los sanitarios, responden que de qué se quejan, que ese es su trabajo. Y eso, lo dicen personas del Primer Mundo, puras bestias con corbata, para quienes la vida humana vale un pimiento, pues el hecho de que no ejecuten a los que han tenido contacto con la plaga, se basa en meras consideraciones políticas. Porque llegado el caso, nos asesinan físicamente.

 

Con ello quiero decir, que las chicas que se lanzaron con la furgoneta a defender a un perro, o que se les fueron los frenos, vete a saber, y las personas apaleadas en el piquete por La Guardia, no luchaban solo por la vida de un animal, si no –digo yo– por una forma de entender la vida, que percibe a cualquier ser de este planeta como un pariente al que podemos considerar digno de ser amado. O –filosóficamente hablando–, digno de tener la oportunidad de vivir.

 

Eso incluye a las serpientes venenosas, virus y dirigentes políticos. Que podemos amar la vida, y cuidar de que no nos maten. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.

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