Estado del Malestar
Por motivos casuales, me relaciono con los más resistentes especímenes de la Península Ibérica, seres que no se han rendido al salario y a la sociedad de consumo, y que por ello, están legitimados para hablar de lo que se les apetezca, poniendo a caldo los pilares de esta sociedad corrompida.
Uno de ellos es Julián (1), un auténtico Piel Dura que habita en el bosque, pernoctando en chozos de pastor. Come setas, culebras, espárragos, raíces, acelgas, lombrices… Julián tiene su teoría: me asegura que con esto del desmantelamiento de los servicios públicos, los activistas cometen el error de defenderlos, cuando deberían hacerlos desaparecer, ya que una vez eliminados, sólo quedaría el hombre con sus semejantes: el colectivo triunfante. También con la lucha anti desahucio sostiene una posición agria. Para él las casas son lugares de muerte, presidios. La gente que solicitó hipotecas a los bancos, no son más que ambiciosos sin escrúpulos, seres que llevados por la codicia han intentado atesorar propiedades, pavoroso. Quienes defienden a los desahuciados, extienden la gangrena. ¿Y las escuelas?, sitios donde los ricos capturan obreros para los antros de extracción de plusvalía. ¿Y la sanidad?, igualmente, debería ser patrimonio exclusivo del Uno, curarse con hierbas, bayas, cortezas…
Lo cierto (y verdadero) es que hace dos semanas, subiendo a un pino a pillar un nido, Julián se cayó. De pie. No se hizo mucho daño, tan sólo se arrancó un cacho de carne del muslo. Efectivamente, ni hizo caso del tema, y se curó con hierbas, barros y demás que le dejaron estreñido. En pleno ataque de viril adrenalina, siguió con sus correteos un tanto cojitranco, hasta que la semana pasada amaneció con el pie muy hinchado, fiebre, temblores, y con una costra cuyo color purulento era inquietante. Mi opinión: había que quitar la costra y poner antibióticos y antisépticos. Me ofrecí al tema con el palo afilado, pero a una velocidad prodigiosa prefirió bajar al Centro de Salud. Allí la enfermera le hizo pegar sus gritos (prueba de que el Estado del Bienestar no existe), que resonaron por las montañas hasta el Puig Campana. Hay que reconocer que la nursing, aunque le prohíben hacerlo por los recortes, le entrega gratis el clavulámico (Julián carece de Tarjeta Sanitaria). En definitiva, seguimos con la vida como si tal cosa, salvo por los dieciocho kilómetros de bajar y subir a pie hasta la enfermería.
¿Incoherente? Pues no. Para nada. Julián se ha ganado el derecho en la vida, a pensar y a hacer lo que le dé la gana. No ha cambiado ni un ápice su visión del mundo, y con la pata quebrá, estudiamos en torno a la hoguera. Él estudia el mapa para emboscar al Inspector de Sanidad y tirarlo por un barranco. Y yo estudio cómo hacer una pata de palo con una sabina. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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(1) Julián resiste, y el suceso es verdadero. Algo de Julián ya fue hablado en Soledad y Ansiedad, que podéis leer en http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/19157
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