Volviendo al sindicalismo revolucionario

Autobús de transporte escolar de los huelguistas en Paterson, 1913

@Blackspartak

En las últimas semanas he ido leyendo algunos artículos más sobre sindicalismo y entre lo más interesante se encuentra el de Lluís Rodríguez sobre la necesidad urgente de que un sindicato que se auto-reconozca como combativo tenga cajas de resistencia para ganar las huelgas. Parece de cajón.

La idea lejos de ser nueva es del siglo XIX y nos retrotrae a aquellos años de la creación del sindicalismo. Un vistazo a aquella época y los debates públicos en los que incurrían nos dejará la idea de lo lejos que estamos hoy en día de alcanzar el nivel.

En este sentido me gustaría dar un toque de atención a los anarcosindicatos actuales que se reivindican anarcosindicalistas y no pasan de dar una tónica ideológica por un lado (los principios libertarios) para luego ofrecer una tabla reivindicativa como solución sin apenas profundizar más allá del concepto.

Un ejemplo de ello sería la ponencia de Pepe Aranda para la Escuela Libertaria de CGT Andalucía. No dudo que Aranda conozca lo que es el anarcosindicalismo con precisión, sino que lo que se deduce del texto es que el anarcosindicalismo sería algo así como un sindicalismo hecho por libertarios. ¿Es así como concibe CGT el sindicalismo revolucionario? Le ocurre lo mismo a militantes de CNT que defienden que el anarcosindicalismo es básicamente un sindicalismo bajo los principios de acción directa, horizontalidad, no delegación, autogestión, etc. Definición que viene de la AIT de los años 50. Pero a esto le falta algo.

Volviendo al sindicalismo de la vieja escuela, hay que remarcar una cuestión básica: El sindicalismo es revolucionario no porque quiere hacer la revolución con muchas ganas, sino porque el sindicato ofrece es la alternativa al Estado en una sociedad post-revolucionaria. Ese es el espíritu de la Carta de Amiens de 1906. Es decir, por un lado el sindicato organiza en la actualidad a los trabajadores en base a tablas reivindicativas y lucha laboral concreta, y por el otro lado, el sindicato se podrá encargar de que la sociedad funcione una vez realizada la revolución. El sindicato y no los partidos son el modelo organizativo natural de la clase trabajadora. Sindicalizar la sociedad era visto como una fórmula para sustituir el Estado.

Las ideas-fuerza del sindicalismo revolucionario son las conocidas: huelga, sabojate, boicot y label. Pero me interesa más profundizar en la metodología. Recalco que tuvo su origen en las bolsas de trabajo francesas. Estaban vinculadas a las sociedades obreras e intentaban imponer a los capitalistas una contratación de sus bolsas. En todas las tablas reivindicativas aparecía esta petición fundamental. En el estado español no siempre fue así, pero en muchos casos los sindicatos lograron imponer una lista de personas a contratar a pesar de la negativa habitual de los patrones. Por tanto, al controlar quien entra (y quien no) a trabajar, los sindicatos se masificaron. Es como si hoy en día el INEM fuese gestionado por los sindicatos. Y de alguna manera los actuales anarcosindicatos deberían tener algún tipo de planteamiento en ese aspecto: o controlar el INEM o controlar la contratación. No tiene sentido táctico (práctico entiendo que sí) montar asambleas de parados que se dedican al autoempleo de supervivencia. Habrá que luchar para que entren a trabajar al lugar donde le convenga al sindicato que estén.

Otro aspecto era las propias cajas de resistencia, que hacían que las huelgas pudieran tirar adelante con garantías. Hacia 1900 algunos sindicatos exigían que para iniciar una huelga el sindicato tenía que tener una caja para sostener a toda la plantilla durante 15 días como mínimo. Aquí vemos la seriedad con la que se tomaban estas decisiones, y porqué las huelgas eran auténticas batallas de la guerra de clases. Los sindicatos de carácter libertario solían oponerse a esto porque se producía un apalancamiento de los trabajadores en huelga y no llegaban a las últimas consecuencias de sus actos.

Los sindicatos además se rodeaban de mutualidades, que cubrían las bajas y las jubilaciones. Esto se fue acabando cuando se impuso el retiro obrero en 1919, que fue la primera vez que hubo un seguro de este tipo. De la otra manera tenías que trabajar hasta que tus fuerzas te abandonaban. Entonces dependías de que te mantuviera la família o la caridad. En nuestros días tenemos un sistema de pensiones, heredero de aquel, impuesto gracias a la lucha de nuestros abuelos y bisabuelos. Si las pensiones amenazan con volver a privatizarse, la clase trabajadora de nuestro tiempo debe exigir participar en su gestión ya que no basta solo con que las cosas sean públicas, sino es que necesario un control democrático. Y los sindicatos pueden llegar a ser una buena forma de control democrático.

Otras entidades con las que se rodeaban los sindicatos de los viejos tiempos eran las cooperativas. Se encargaban de la distribución de alimentos, ropa y otros productos de consumo básico. Y lo hacían a precios de coste o asequibles para sus miembros. Los sindicatos solían albergar un economato o una cooperativa. Y este modelo llegó hasta los años 30 cuando los anarcosindicalistas llegaron a la conclusión de que la economía se tendría que basar en el sindicato para la producción y la cooperativa para el consumo. Es obvio que había también otras cooperativas de producción. Ahí había una especie de competencia entre sindicato y cooperativa, aunque de una cooperativa podría salir un sindicato y de un sindicato montarse una cooperativa.

Volviendo a traducir a nuestros días esta característica del antiguo movimiento obrero nos encontramos con la economía social actual. Este entramado cada vez más potente y desarrollado debe ir colaborando con los sindicatos y viceversa. No deben verse como compartimentos estancos que viven a espaldas el uno del otro. Debemos ir concienciándonos para realizar el consumo en nuestros ambientes y que repercuta en algo próximo, de calidad y solidario. Esto le da solidez al sindicalismo y lo hace parte de un movimiento más amplio. Y se acerca a la idea poco desarrollada del label obrero, la aceptación de una empresa con buenas prácticas. ¿Qué sindicato lleva a cabo eso? Cuando lees Solidaridad Obrera de los años 20 y 30 te das cuenta que está lleno de publicidad de algunas empresas... pues eso era. Eran empresas que se portaban bien con los trabajadores o empresas en las que participaba gente del movimiento.

Porque en definitiva tenemos que rodear el sindicato de una serie de estructuras que van más allá de lo meramente cultural o ideológico, que lo hacen válido para controlar un territorio. Ateneos, asociaciones vecinales, asambleas de barrio, movimientos sociales, entidades del tercer sector, entidades de cultura popular hacen esa función territorial y comunitaria con las que los sindicatos deben colaborar. Y no digamos si se piensa en generar un entorno de militantes divididos en comités de barrio o de polígono como en los viejos tiempos. La red se hace mucho más compleja y rica y puede llegar a los barrios de clase trabajadora que hoy en día se encuentran huérfanos de alternativas de izquierdas y que como sigan así serán carne de cañón para el neofascismo como ocurre en otros países de Europa.

Resumiendo, tenemos unos sindicatos que son pequeños pero que podrían tener mucha más proyección si adoptaran las estrategias y tácticas del antiguo sindicalismo revolucionario. Si un sindicato se rodea de cooperativas, cajas de resistencia, si tiene ambición de controlar la contratación, de participar en la gestión de las cosas que hoy en día administra el Estado (sin caer en la trampa de la burocracia), si colabora con todo tipo de entidades de su territorio intricándose en su vida social,... se le da credibilidad a sus intenciones finalistas: el comunismo libertario, que según los antiguos se basaba en municipio, sindicato y cooperativa. Eso puede sustituir al Estado, que debería ser nuestro objeto.

La vía actual es que hay que ganar huelgas y conflictos para crecer. Y llevamos 30 años así, sin vivir un crecimiento sustancial a pesar de las crisis y viendo generaciones de afiliados pasar por los sindicatos hasta que lo dejan. Tener tablas reivindicativas es importante para mantener los pies en el suelo (mejores salarios, renta básica, garantía laboral, remunicipalizaciones, prohibición de las ETT...). Pero la persona recién afiliada debe verse rodeada de un entramado de organizaciones sociales que apunten hacia una nueva sociedad. Así ganarás los conflictos para algo más que para una defensa de derechos: para garantizar esa sociedad, para contribuir a la utopía. El sindicalismo que se reconoce como revolucionario en pleno debe actuar de esta manera. Coincidiendo en sus reivindicaciones troncales con los movimientos populares y vecinales.

Entiendo que si apostamos por ganar, tenemos que ir hacia el One Big Union del que hablaba José Luís Carretero, que no es otra cosa que fundar organizaciones de masas donde coexistan varias tendencias, sin tener que hacer un sindicato por cada ideología y matiz táctico. Eso fue la CNT de 1919: la casa grande del proletariado (al menos el de Catalunya). Y sigo soñando, si apostamos por ganar tenemos que crear entidades de formación de militantes, que nos enseñen economía, como el seminario Taifa, que podría ser impulsado desde los sindicatos. Otra idea es lograr un sindicalismo cercano a los estudiantes, pero no para que nos peguen los carteles sino para llegar a toda una capa de técnicos e ingenieros del futuro que puedan ayudarnos a gestionar un país... en vez de que acaben de cuadros de la «nueva izquierda».

¿Orientamos la formación sindical hacia ello? ¿hacia el control de la economía? La utopía que nos falta en el siglo XXI puede volver a ser el sindicalismo revolucionario tal como lo concebían en el siglo XIX. Pero debe ser comprendida en toda su amplitud huyendo del reduccionismo al que se condenó a esta idea en el exilio en los años 40-60. Y esto implica la creación de un modelo sindical propio. Tareas titánicas todas ellas, pero que no debemos olvidar que fueron realizadas en sus comienzos por sindicatos más pequeños que los actuales anarcosindicatos ibéricos.

 

Especial: 
Debate Sindicalismo Revolucionario

Comentarios

Imagen de Octavio Alberola

Parto de que el artículo está escrito con la intención de avanzar y no solo de soñar, en la contrucción de un sindicalismo revolucionario, y por eso no resaltaré algunas contradicciones que en las proposiciones del autor me parecen no conducir a la transformación del sindicalismo actual en revolucionario,  y me limitaré a insistir en lo que me parece más urgente: ¿por qué el sindicalismo actual, que se reclama anarcosindicalista, no es capaz de llevar adelante todo lo que en el artículo se plantea como un medio eficaz para consolidarlo y transformarlo en un verdadero sindicalismo revolucionario?

Concretamente, que me parece necesario preguntarse antes ¿por qué estamos como estamos?

 Fraternalmente

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