En realidad, nos quieren muertos
Los políticos y grandes empresarios son una casta curiosa. Aman a sus hijos tiernamente, los mandan a colegios caros, los entrenan para que encuentren parejas de su cuerda, los llevan de cacería, estudian para obtener beneficios, poder y sexo. Sus estímulos son la avaricia y el mando. Si pudieran prescindir de los trabajadores, y ganar dinero con robots, nos exterminarían, no me cabe duda, dejando un puñado de pueblerinos a los que dar órdenes como mascotas. Para los ricos, los trabajadores no son más que la molesta pieza que llena sus alcancías, una amarga píldora que tienen que tragar para hacer fortuna, un dato estadístico, un peligro que han de conjurar, unas espaldas robustas donde comprobar que el cuchillo funciona.
Llevan meses, años, décadas, diciendo que el sistema de pensiones no se sostiene. Repite la consigna: no podemos pagar las pensiones. Vivís demasiado tiempo. Cuando un obrero vivía sesenta años, sí que podíamos pagar pensiones. Si cuela, cuela.
Y ello a pesar de que cuando nos muestran los éxitos de la tecnología, los capitalistas afirman que cuatro personas pueden producir alimentos, ladrillos, cuchillas de depilación y cubos de plástico para media humanidad. Entonces, ¿qué problema habría en que cuatro trabajadores mantuviesen con vida a seiscientos mil jubilados? Ninguno. Es más, los seiscientos mil jubilados podrían pagar con sus pensiones, los sueldos de los cuatro trabajadores, hasta los ciento sesenta años. Lógica aplastante.
Lo mismo con la sanidad. ¿Qué problema habría en incrementar el gasto sanitario al veinte o al veinticinco o al cincuenta por ciento del PIB? (1) Ninguno. Pienso que si al pueblo soberano se le preguntase en torno a qué dedicar su dinero, si a financiar a los borbones, a la Iglesia, a los políticos y a los toreros, o a invertir en salud, la respuesta estaría clara.
Siguiendo las órdenes del pueblo, si este país, levantase hospitales altamente costo-efectivos, millones y millones de jubilados europeos se vendrían a pasar sus últimas décadas aquí, gastándose todos sus ahorros en el país del cerdo ibérico. Se levantarían vastísimas zonas residenciales a la vera de los Centros de Especialidades, y la población autóctona en lugar de ejercer de camareros y ordenanzas de Justicia, se reconvertiría en técnicos sanitarios, médicos especialistas y cirujanos punteros. El único sindicato de la Federación de Colectividades sería el de Sanidad Sin Copago (2). Y se terminaría el problema de la deuda soberana en cuanto los dirigentes mundiales pasasen por nuestros quirófanos, cubiertos con sábanas rojinegras.
— Pásame el bisturí compañero enfermero.
— ¿Le doy el más gordo compañera cirujana?
— Sí compañero, ése tan grande, que este cabrón es de los que nos quiere ver muertos.
Por una Sanidad expeditiva, universal y colectiva para los problemas sociales. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
----------------------------------------------------------------------------------------
NOTAS
(1) Para leer algo de estadísticas de gasto sanitario: http://www.laaldeaglobal.com/2012/04/09/desmontando-la-falacia-la-sanidad-publica-en-espana-no-es-cara/
(2) En torno a copagos, esperanzas de vidas y otras miserias: http://madrilonia.org/2012/04/contra-el-fantasma-del-copago-habla-la-evidencia/
- Inicie sesión o regístrese para comentar
Imprimir
- 1099 lecturas
Enviar a un amigo