Jakue Paskual: “Los libertarios consideramos que la autodeterminación es un hecho cotidiano, si un pueblo vive de manera libre es imposible que cualquier servidumbre pueda frenarlo en su independencia”
Juanjo Basterra, kazetaria eta m. soziala * E.H
Rescatamos a Jakue Paskual, sociólogo, libertario y autor de varios libros y numerosos textos. Nos habla de la situación político-social de Euskal Herria. Admite, sin dudas, que “no existe libertad de expresión” y añade que hay “todo un compendio de herramientas de control social que han favorecido un despliegue radical del neoliberalismo más descarnado”. Impulsó el manifiesto sobre Anarkherria que en su primer punto determinaba que “estamos por la configuración de los pueblos libres de la Euskal Herria independiente”. Admite que ese pronunciamiento se mantiene: “sí, los libertarios vascos seguimos en esa línea, otra cosa es que otros hayan sucumbido a los encantos de la ‘realpolitik’”. Ante el auge de la ultraderecha, añade que “el trabajo antifascista también da sus frutos y es momento de redoblarlo en previsión de lo que pueda venir”.
Yendo a lo más actual y que está levantando ampollas, ¿crees que existe libertad de expresión en el Estado español? ¿Por qué está costando tanto derogar la Ley Mordaza y otros artículos del Código Penal o la ley antiterrorista a un Gobierno español que se autodenomina progresista?
Rotundamente no, es la respuesta a la primera pregunta. A los hechos me remito. Sabemos cuáles son los casos más sonados de conculcación de este derecho humano y las respuestas sociales que están generando en el conjunto del estado español, especialmente desde que importantes sectores sociales y juveniles han comprobado como sus expectativas de una vida “normalizada” eran brutalmente truncadas, a la par que su protesta pretendía ser silenciada. Especialmente sectores juveniles proletarizados o lumpemproletarizados sobre los cuales se interviene policíacamente para quebrantar tanto sus formas de agregación cotidiana como las expresiones de su malestar.
Recitar el encarcelamiento, exilio o procesamientos de músicos o la ingente cantidad porrazos, pelotazos y multas impuestas desde que se puso en marcha la Ley Mordaza nos llevaría a enumerar lo que ya es de dominio público. Por eso ahora me centraré en la segunda pregunta. La ley mordaza es un artefacto disuasorio autoritario. La Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana sirve para blindar a policías y autoridades y convertirlos en seres cuasi absolutos, infalibles, sin posibilidad de cuestión, frente a cuyas inapelables órdenes somos simples borregos sin balido. Esta protección de las fuerzas del orden cuenta con tres ejes disuasorios: Tenga razón o no, eso da igual, nunca hay que desobedecer al policía de turno, no vaya a ser que finalmente te resistas o digan que lo has hecho. Otro era que no fotografiaras o filmaras a policías en alguno de sus arranques de exceso de celo. Y tres, la no reciprocidad del respeto al ser la autoridad la única beneficiada con el mismo.
Conclusión: limitación radical de las posibilidades de movilización social, control de los espacios juveniles de relación e importante recaudación extra en tiempos de crisis. Una Ley Mordaza que con la pandemia se ha convertido en viral. Se estima en más de un millón el número de sanciones propuestas sólo durante el confinamiento.
¿Por qué un gobierno supuestamente progresista no interviene con mayor celeridad en su erradicación? Primero habrá que ver si la elimina, reforma o no toca la Ley Mordaza. Una cosa es la propaganda de los partidos “progresistas” y otra son los intereses de quienes controlan los aparatos de Estado. Por lo que…, hecha la ley, hecha la trampa.
De momento el Tribunal Constitucional ha reafirmado la constitucionalidad, valga la redundancia, de la Ley Mordaza (salvo en el control policial de las imágenes y en los supuestos que pudieran ser revisables tras la observancia de su funcionamiento) y se han encendido todas las alarmas con la aplicación indiscriminada de esta ley durante la crisis sanitaria y social. Su utilidad como forma de desactivación de la protesta y recaudación es indiscutible. Tan cierto como que el malestar social está abriendo pequeñas fisuras en las condiciones impuestas por el Capital neoliberal, sus instituciones títeres y el control biopolítico de la pandemia.
El Estado español se encuentra entre los países que más artistas y raperos tiene condenados por su actividad, ¿qué falla en el sistema? ¿43 años desde 1978 y todavía seguimos amordazados?
Eso parece, pero lo que se ha producido en los últimos años ha sido un desplazamiento. Hay que tener en cuenta que inmediatamente después de la aprobación de la Constitución del 78 ya se produce un primer ataque a su línea de flotación con el 23F. Y que las décadas de los 80 y 90 se caracterizan también por la implantación de draconianas reformas laborales y leyes de seguridad ciudadana como la denominada Ley Corcuera, además de por la guerra sucia y la rapiña corporativa de los principales partidos del imperio. Pero tras la crisis financiera del 2008 y el destape de la corrupción en el partido del Gobierno y en la sacrosanta institución monárquica, se produce el estallido del 15M y el avance del independentismo, que con el ensayo de referéndum del 9N en Catalunya, enciende todas las alarmas de los aparatos de Estado, que entran en pánico. De ahí que éstos se doten de una nueva estructura legal aún más restrictiva de los derechos de expresión y manifestación, deslizándose con el apoteosis de la crisis pandémica hasta la radical conculcación de facto de los derechos de reunión y circulación.
Tú, que analizaste en un libro la conexión de este Pueblo con la música: punk, rock..., ¿crees que ahora sería posible aquellas letras míticas de bandas muy destacadas?
Perfectamente. Pero evidentemente será con otras bandas y otros ritmos. La diferencia es que en los 80 había un estilo común y la sociedad y los estratos juveniles eran más homogéneos y no estaban tan atomizados como ahora.
En estos momentos se hacen algunas buenas letras que advierten de lo que ya viene, como “Futuro” de La Excavadora; pero hay una sordina puesta sobre el mundo de los nuevos derivados del rap y el hip-hop, como el trap y el drill, que se expanden imparables entre jóvenes y adolescentes de las barriadas urbanas. Se pone el acento en su machismo y la apología de la violencia que predican sus letras, lo cual es cierto, pero debajo de ellas hay un “zurrumurru” que deja entrever un profundo malestar social.
Tendrán que madurar como estilo, como personas y como agregaciones sobre el territorio. De momento se hallan en fase de autovaloración por la diferencia mediante la creación de bandas, todavía falta por ver cuál va a ser la política entre las mismas y cómo van a evolucionar, entre otras muchas cosas, las relaciones sociales de base y de género en ellas.
¿Los valores que destacaste del movimiento juvenil vasco de los años 80 siguen en pie? ¿Cómo ves en este momento al movimiento heterogéneo juvenil?
Los valores de la asamblea y la ayuda mutua siguen en pie y de hecho muchas agregaciones juveniles los practican de una u otra forma. Otra cosa es la heterogeneidad juvenil que mencionas, que se halla directamente relacionada con la fractura social múltiple que la estratificación de clase somete al conjunto de la sociedad. Por ejemplo en los 80 la estructura de clases seguía siendo bastante homogénea con dos grandes bloques sociales, clase obrera y pequeña burguesía. Pero con las políticas neoconservadoras y con la entrada en el Nuevo Orden Internacional y el despliegue global del neoliberalismo, estos grandes bloques han sido fragmentados hasta casi su disolución, lo que ha provocado el surgimiento de múltiples niveles de renta que no se reconocen entre ellos y un ensanchamiento brutal de la base de la pirámide de la estructura social, en especial tras las últimas y consecutivas crisis financiera y pandémica. Vamos que la heteriogeneidad juvenil tiene su base en la fragmentación de clase y en las producciones culturales (o aculturales) y de sentido (o de falta del mismo) asociadas a los nuevos estratos sociales.
Lo cierto es que parece que se ha avanzado poco a nivel sociolaboral. Los jóvenes, “los mejor preparados de la historia”, se encuentran con niveles muy altos de paro, con exceso de precariedad, con peores condiciones para emanciparse... ¿Se ha abandonado a la juventud en este sistema neoliberal? ¿Quė salida puedes anticipar, si puedes o te atreves?
No sólo no hemos avanzado a nivel sociolaboral sino que hemos ido para atrás de manera acelerada y como ejemplo el rosario de reformas laborales y de seguridad que han socavado radicalmente no sólo los derechos laborales sino también los sociales, civiles y nacionales. Todo un compendio de herramientas de control social que han favorecido un despliegue radical del neoliberalismo más descarnado. No creo que el neoliberalismo se haya olvidado sólo de los jóvenes. El capital en esta fase de crisis global (social, energética, climática y pandémica) se ha transformado en depredación pura, radicando su interés en la acumulación desmedida de propiedad y en la concentración monopolística de capitales.
Lo de los jóvenes como “los mejor preparados de la historia” ha pasado a mejor vida y en la formación se ha abierto un abismo entre los estratos inferiores de clase y los de rentas altas cuya formación va encaminada a la reproducción de sus propias élites. Es este contexto los jóvenes lo tienen muy crudo; por un lado, se ven abocados a competir descarnadamente en la incierta, individualista, jerárquica y corporativa “carrera de ratas” que el modelo actual de capitalismo ha implantado, mientras constatan las precarias condiciones de subsistencia a las que se hallan enfrentados.
Una constatación que, por otra parte, les llevará a considerar si se abren o no a la posibilidad de generar formas políticas, sociales y culturales horizontales alternativas de ayuda y desarrollo mutuo. Y eso en el mejor de los casos, ya que la falta de expectativas, el no futuro, está provocando efectos que van desde el desencanto y la apatía total, a la búsqueda de agregaciones entre iguales de muy variados tipos fuera de las cuales poco tiene sentido. Esto es lo que hay, lo cual no quita para que también estén surgiendo algunos grupos juveniles con clara intencionalidad organizativa. De cómo se desarrollen organizativamente estos últimos y de cómo entrelacen los intereses existentes entre distintos estratos de clase juveniles dependerá su recorrido.
Aquel manifiesto sobre Anarkherria, en su primer punto, determinaba que “estamos por la configuración de los pueblos libres de la Euskal Herria independiente”. ¿Seguimos en esa línea? Lo digo porque ahora se considera a Madrid como imprescindible, se aprueban sus presupuestos, que inyectan millones y millones de euros para financiar a la corona heredera de Franco, a la Guardia Civil, al Ejército garante de la Unidad de España. ¿Estamos en la línea de la independencia?
Sí, los libertarios vascos seguimos en esa línea, otra cosa es que otros hayan sucumbido a los encantos de la “realpolitik”. Me explico. Los libertarios vascos hemos promovido propuestas más o menos exitosas de coordinación de nuestro espacio, pero donde siempre hemos trabajado más a gusto es en los movimientos alternativos de base, porque nuestra conexión con ellos es directa, dado que de una u otra manera promueven propuestas de autoorganización horizontal (Batzarre) y de ayuda mutua (Auzolan).
De todas formas, un libertario defiende estos principios en cualquier espacio en el que se encuentre, en su vida cotidiana, en la lucha por la transformación social o en sus aportaciones políticas y culturales. “La idea” se concibe como materia para la liberación tanto de personas como de agregados, sean comunas, ciudades, bioregiones o países, que no estados.
Los libertarios distinguimos perfectamente entre pueblo y Estado. La razón del no Estado es una cuestión de incompatibilidad con el modelo libertario, que no entiende que diversos aparatos se enajenen de la decisión popular tomada democráticamente desde la base y se constituyan como entes de poder autónomos, fuera del pueblo. La arquitectura libertaria es radicalmente democrática ya que defiende la autodeterminación de cualquier agregado que decida serlo por sí mismo y en relación a los demás.
En definitiva, al poner el poder de decisión en la base la autodeterminación es la condición primera y vale tanto para las personas como para cualquier tipo de articulación social, cultural y política. De ahí que nos salga la sonrisa cada vez que se ponen plazos para la autodeterminación del pueblo vasco. Los libertarios consideramos que la autodeterminación es un hecho cotidiano, si un pueblo vive de manera libre es imposible que cualquier servidumbre pueda frenarlo en su independencia. Y esta fue una de nuestras aportaciones al proceso de construcción nacional de la izquierda abertzale cuando, por ejemplo, en el simpósium “Ezkerra iraulka” de 1994 planteábamos que:
“El proceso constituyente necesita tener clara la siguiente premisa: su forma es Movimiento. No hay un instante inicial y uno final donde todos somos libres e iguales; es un proceso ininterrumpido hacia este deseo y su concreción debe ser cotidiana, en el plano de una subjetividad consciente de su voluntad constitutiva transformadora.”
De todas formas, no me gusta desechar de antemano esferas de representación, por muy desfigurada que en ellas quede la voluntad popular. El problema no es tanto el ir a Madrid y apoyar coyunturalmente a presupuestos y gobiernos más o menos “progresistas”, por mucho que chirríen, ni tan siquiera aventurar plazos autodeterminativos a modo de ciencia ficción.
El problema es pensar que la autodeterminación se consigue únicamente mediante la utilización de las propias estructuras diseñadas precisamente para impedirla, ya que de lo contrario nos hallaríamos en una especie de estado democrático y confederal y no es el caso. El problema reside en olvidar que la construcción nacional es ante todo la tarea cotidiana de un pueblo en movimiento, activo y que éste no puede ser reducido únicamente a la voluntad de sus representantes. Y es que donde hay pueblo no hay Estado. La realpolitik engancha, es adictiva y lucrativa, pero la socialdemocracia progresista fue asesinada con Olof Palme y a partir de entonces en la política de la izquierda “progresista” hay demasiados mercaderes.
En este sentido, durante las últimas décadas siempre se nos dijo que la independencia y el socialismo, entre otras prioridades, llegarían en determinados plazos. Hace poco se ha vuelto a aplazar a una década. ¿Seguro?
El que la Izquierda Abertzale practique en su forma oficial actual una manera socialdemócrata de hacer las cosas, no quita para que su lógica filosófica y política, o la de su sector mayoritario, históricamente se asiente en una especie de leninismo de cartilla que se apoya en un marxismo de baratillo. De ahí la necesidad de poner plazos para reevaluar cíclicamente el fracaso estratégico.
Otra cosa es que a estas alturas quede alguien que se crea que pueda haber plazos sin que haya movimiento. Constatamos cómo se ponían plazos alrededor de las Conversaciones de Argel, durante el proceso de Lizarra-Garazi... Los libertarios no tenemos ese problema, la autodeterminación y la ayuda mutua, que es la forma básica de socialismo, se ejercen todos los días y en todos los ámbitos. En el tiempo distópico que nos toca vivir los únicos plazos los pone la incertidumbre. ¿Quién sabe si en tres o cuatro décadas nos habremos ido a la mierda como civilización o estaremos autogestionando independentemente los resíduos que quedan tras la catástrofe? Lo que sí sabemos es que a la independencia estatal llegamos tarde y que no lo van a poner fácil, visto lo vivido durante largas décadas en Euskal Herria y lo sucedido recientemente en Catalunya.
Hay una frase del multimillonario estadounidense Warren Buffet que dice algo así como que estamos en una lucha de clases, y “mi clase (millonarios, capitalistas, neoliberales) estamos ganando la partida”. ¿Qué deberíamos de hacer para que no ocurra de esa manera?
Pues organizarnos y luchar, no hay otra. Pero lo que hay que revisar en profundidad es si las organizaciones existentes, construidas para dar respuesta a situaciones sociales pretéritas, son las adecuadas para enfrentar el cúmulo de contradicciones sociales, políticas, culturales y ecológicas sobre las que se asienta el modelo neoliberal del tardocapitalismo.
Volviendo a alguno de los puntos importantes del manifiesto de AnarkHerria, se decía “Defendemos la Asamblea frente a la élite política y burocrática separada del pueblo. El batzarre como institución vasca soberana de decisión democrática de base y como legítimo gobierno histórico de nuestro pueblo. Y el auzolan como expresión productiva de solidaridad y ayuda mutua e institución básica de nuestro pueblo”. ¿Por qué la élite controla casi todo y los políticos, salvo casos muy aislados, y los gobiernos caen en sus tentáculos? ¿Qué falla?
Falla la conciencia y la consciencia de la población como resultado de la estratificación social y de los modelos educativos y comunicativos impuestos sobre dicha estructura para modelarlas en función de los intereses de las élites del sistema capitalista; y lo demás, como el sistema de partidos, es inherente a la mediación y a la corrupción del modelo mismo.
¿Qué reflexión puedes hacer respecto al auge institucional de la ultraderecha y que, incluso, apoya a gobiernos autonómicos?
Si partimos de la base de que el fascismo es una solución de modelo capitalista para periodos de crisis, miseria y guerra podemos entender el porqué de su actual auge institucional y lo que es más peligroso su manifestación como movimiento de movimientos. Los fascistas se financian y se cultivan y el trumpismo putschista ha sido un buen ejemplo de ello, pero sería un error pensar que esto sólo se da en el plano global y no en el local. En los momentos de excepción los fascistas siempre cuentan con una óptima financiación y una disuasión política, mediática y judicial que juega a su favor en todo nivel. En el estado español la nueva extrema derecha de momento se ha comido a la derecha extrema clásica, pero no ha conseguido todavía imponerse como espacio político y social hegemónico para la mayor parte de la población, a pesar de la enorme degradación social y cultural a la que ésta se halla sometida. El trabajo antifascista también da sus frutos y es momento de redoblarlo en previsión de lo que pueda venir.
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