Acratosaurio Rex

Me escribe la compañera Suplicio. Resulta que ella ha sido la escritora, correctora, editora, maquetadora, distribuidora, contable, empaquetadora y mil cosas más de un libro alternativo de éxito. Resulta que ahora le piden unos compañeros el texto en formato electrónico para poder fotocopiar el libro en el curro de un compañero, graparlo y darlo gratis a la gente que bebe cerveza a fin de que se rediman y entreguen a la Causa. Me pregunta si ha de acceder a esa petición bienintencionada por bien de La Idea. A ello el Acratosaurio responde: no.

Me pregunta la compañera Tormento Portales cuál es la actitud correcta para cambiar el mundo de manera racional e inmediata. Teniendo en cuenta que la empresa es ímproba, creo que es fundamental la educación. Precisamente he tenido un conflicto doméstico hace poco por haber enseñado un himno de Astrid Lindgren a los hijos de tres de mis sobrinas. La música ha calado hondo en sus espíritus. Ahora las criaturas se niegan a ir a la guardería y a la escuela, a comer fruta y a lavarse la cara.

Camaradas, la primera pregunta me llega desde Asturias donde Tránsito Pérez, una joven compañera vegana, me dice que está metida en colectivos que no levantan cabeza por las peleas sobre lo que se debe y no se debe comer. ¿Cuál es la causa de estas disputas? Compañera, tienes que saber cuando te organizas, divides el mundo en dos grupos: el de quienes están en tu organización (seis o siete personas), y el de quienes no están en tu organización (miles de millones). Eso hace que haya dos tipos de problemas: los que suceden dentro, y los que suceden fuera.

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