Una propuesta para el debate sobre la transformación social y el anarquismo planteado por Alasbarricadas

Por Jose Luis Carretero Miramar

Un revolucionario, para merecer tal título, debe dominar la economía, la dialéctica, la política y la estrategia; cargarse de paciencia; defenderse con la ironía y emplear la acción a su debido tiempo
Abraham Guillén. Desafío al Pentágono

Una estrategia revolucionaria es una estrategia que apuesta por el cambio acelerado, por una transformación social que vaya más allá de las tendencias evolutivas, por la apertura de un proceso que encauce las mutaciones que vive nuestra economía y nuestra política en la dirección deseada por los revolucionarios.

La izquierda española no tiene un proyecto de ese tipo. Y el anarquismo ibérico, ahora mismo, tampoco. Las distintas sectas y grupúsculos del mundillo alternativo vegetan en la adoración acrítica de unas tradiciones idealizadas y, con ello, arrancadas de todo lo que les daba vida y pegada. Si el marxismo se ha convertido en un marasmo indistinguible de la socialdemocracia y el podemismo ha llevado a la oleada de luchas del 15M a su naufragio, el municipalismo no sabe muy bien adónde dirigirse ante la agresividad demostrada por los nuevos mandarines institucionales de la izquierda y el movimiento libertario se difumina en una miríada de propuestas autorreferenciales que basculan entre la pura repetición burocrática de lo mismo de siempre y la adoración de lo estrafalario, el vértigo de la imposible involución que se pretende hacer pasar por ecologismo o el sectarismo más estrecho y asfixiante.

¿Caben alternativas? ¿Hay propuestas revolucionarias para el día de hoy, en pleno siglo XXI, en un mundo cada vez más multipolar y más acosado por la aceleración de las transformaciones productivas, tecnológicas y culturales? ¿Es el pensamiento libertario un antídoto posible al transhumanismo, al ultraliberalismo, al ecofascismo y al nuevo feudalismo ultraderechista que ganan adeptos cada día que pasa?

Trencemos propuestas. Debatamos como salir de este impasse. Aunque para ello tengamos que salir de la crisálida de nuestra propia comodidad. Hay un gran enemigo del pensamiento revolucionario: esa sensación de sentirse “muy como en casa”. En la casa del ghetto alternativo y en la casa del tradicionalismo sindical. Sin someterse a la corriente de la vida, a la suciedad y la humedad de la tierra, a las contradicciones, al calor del sol y a la brusca inmediatez de la helada.

Hagamos una propuesta, pues. Y veamos hasta donde nos lleva. Una propuesta para ser debatida. Una propuesta que no necesariamente respeta las fronteras de eso que llamamos anarquismo (o quizás sí, si concebimos de verdad la pluralidad que nos trajo la historia). Una propuesta que no es La Verdad ni la Línea Correcta, pero sí un intento de que lo libertario se plantee las necesidades estratégicas del momento. Estrategia, esa “mala palabra”. O esa necesidad irrenunciable. Veamos la propuesta:

– La clase trabajadora es la palanca del cambio. Ya sé que suena extraño tras tanto posmodernismo. Pero precisamente ahora empezamos a barruntar colectivamente (algunos lo tenían claro desde el inicio) que precarios y parados son también trabajadores. Que hay una cuestión de clase en los recortes sociales. Que la sociedad de “clase media” no era más que un espejismo. Que la proletarización acelerada de quienes se creían al margen de todo eso es un hecho incontrovertible. Como afirma Beverly Silver la clase trabajadora se redefine y reconstruye en el seno del proceso de acumulación capitalista:

Aquellos que durante las pasadas décadas han estado anunciando la muerte de la clase obrera y de los movimientos obreros tienden a fijarse únicamente en aquella parte del proceso de formación de la clase que implica descomposición. Pero si trabajamos desde la premisa de que las clases obreras mundiales y los movimientos obreros están constantemente formándose, descomponiéndose y reformándose, entonces tendremos un poderoso antídoto contra esa tendencia a pronunciarnos prematuramente sobre la muerte de la clase obrera cada vez que una clase obrera específica se descompone. La muerte del movimiento obrero ya se pronunció prematuramente a comienzos del siglo XX, conforme el ascenso de la producción en masa minaba la fuerza de los obreros-artesanos; y de nuevo se enunció prematuramente a finales del siglo XX.

La clase obrera ha mutado, se ha precarizado, ha sido arrastrada por el capital fuera de la camisa de fuerza del Derecho del Trabajo, ha proliferado en nuevas formas de trabajo colaborativo, en zonas grises y ambiguas como el trabajo-formación o los falsos autónomos. Pero está ahí, alimentando nuevas luchas.

Una buena noticia: el movimiento libertario ibérico, pese al vértigo posmoderno, nunca se ha desligado del todo de la clase trabajadora y sus necesidades. El sindicalismo libertario sigue siendo fuerte en nuestros países. Hay que reforzarlo más. La clase trabajadora es el pivote del cambio. La fuerza social capaz de hacer moverse al edificio del capital por su masividad, por su creciente ausencia de ataduras en un mercado cada vez más precarizado, por su necesidad real y material de un cambio, por su siempre incompleta domesticación y su tradición de lucha. La hegemonía del movimiento revolucionario, pues, debe estar en manos de la clase que nos aúna a todos, a la que pertenecemos la mayoría pese a nuestras cambiantes y quebradas identidades de grupo. La política de clase, el sindicalismo revolucionario, es el único antídoto global al capital.

– Dentro de la clase trabajadora hay una nueva pobreza. Hay un 20 % de la población que se mueve entre la miseria y la precariedad más extrema. Working poors que pese a tener un empleo no salen de la pobreza, trabajo feminizado y precarizado, subcontratación y ETTs, contratación temporal y trabajo a tiempo parcial no deseado, desempleo de larga duración y jóvenes expulsados del mercado de trabajo, trabajo sumergido…Los auténticos perdedores de la crisis que pueblan barrios degradados y sin apenas servicios públicos, que están permanentemente amenazados por los desahucios, la no renovación de los contratos, la violencia creciente de ciudades que no están hechas para los pobres.

Un movimiento revolucionario debe hacer especial hincapié en la autoorganización y autodefensa de esos sectores. En el empoderamiento de sus barriadas, en la articulación y coordinación de sus experiencias de lucha. En convertirles en los principales agentes del cambio que nadie necesita más que ellos y ellas.

– Y desde la clase trabajadora y los precarios, levantar una gran alianza del 80%. Una alianza interclasista que implique a la clase trabajadora, los precarios, la juventud insurrecta, la clase media en proceso de proletarización, los intelectuales descontentos e incluso, sectores de la pequeña burguesía profesional, los trabajadores autónomos o la explotación agraria y comercial familiar y de pequeña dimensión. Una alianza del 80% de la población, bajo la hegemonía discursiva y organizativa de la clase trabajadora, y con un programa básico de enfrentamiento al neoliberalismo, de defensa de la soberanía popular, monetaria y alimentaria, de transición ecosocial, de confrontación con el racismo y el patriarcado, de profundización hacia la democracia directa y de ensayo de formas de socialismo de autogestión, mediante la cooperativización creciente de la economía, la cogestión mediante nuevas formas de Derecho del común y de participación vecinal de los servicios públicos y la construcción de una Banca de la Participación que financie el desarrollo de un nuevo modelo productivo sustentable ecológicamente y capaz de solventar las necesidades reales de toda la población.

Un alianza porque el enemigo es muy fuerte y no somos bastantes en una economía dependiente como la de los pueblos ibéricos. Porque el capitalismo y el neoliberalismo son enemigos de toda la humanidad. Pero no cualquier alianza. Sólo la alianza que ponga como prioridad inmediata la construcción de las bases materiales, culturales y ecológicas para el avance hacia una sociedad postcapitalista.

No se hacen dos revoluciones con la misma política. Lo decía Abraham Guillén. Y lo repito porque sé que todo esto le sonará muy extraño a muchos. El anarquismo y el anarcosindicalismo, bien entendidos, tienen una gran ventaja: la idea de apertura, de antidogmatismo. Pero para hacerla efectiva hay que pasar de la palabra a la acción (también en esto). El sectarismo no nos conduce a ninguna parte. En las filas revolucionarias caben los anarquistas, por supuesto, pero también los marxistas revolucionarios, los populistas consecuentes, los cristianos de base, los ecologistas, las feministas…Si el pensamiento libertario es consecuente y ha sido construido mediante el debate colectivo no le ha de temer a la libre discusión. Sólo unos puntos básicos deben de ser las barreras de entrada: socialismo de autogestión en lo económico, democracia directa en lo político, libertades civiles para el individuo y nuevas garantías para las minorías, igualdad efectiva a todos los niveles para el 50 % dela población tradicionalmente discriminado (las mujeres).

– El activismo es una cosa buena. La tendencia revolucionaria es el Partido de la Acción. Toda idea que fomente la pasividad e impotencia en el pueblo es contrarrevolucionaria. El activismo puede volverse ciego si no viene acompañado de la reflexión. Así ha sido en las últimas décadas. Pero una idea sin dientes es una idea que no puede morder, que no tiene efectividad material, real. No basta con tener la razón: hay que construir las condiciones sociales efectivas para su triunfo material. Y hay que hacerlo colectivamente empezando desde hoy, aprendiendo en la práctica. Dialéctica entre praxis y pensamiento (el pensamiento alimenta la acción, la acción permite pensar sobre la práctica).Lo decía Proudhon:

Una fuerza de justicia, y no solamente una noción de justicia. Fuerza que, al incrementar la dignidad, la seguridad y la felicidad del individuo, asegure asimismo al orden social contra las malversaciones del egoísmo. Eso busca la filosofía social. Sin esto no hay sociedad.

– Construir alternativas. Iluminar el futuro. La generación de experimentos autogestionarios, de proyectos reales de transición ecosocial, de laboratorios de la nueva sociedad es, también, de una importancia estratégica. Fábricas recuperadas, cooperativismo consecuente, cooperativas integrales, vivienda colectiva bajo cesión de uso, monedas sociales, etc, permiten iluminar aspectos de la vida social que el sistema capitalista trata de mantener en la penumbra: que el futuro ya está aquí, que es una tendencia real, no una maquinación abstracta de alguna mente calenturienta, que hay otra forma de vivir. Su importancia es innegable y deben de ser potenciados por el nuevo movimiento. Generar nuestra propia economía “en los poros del sistema” como hizo la burguesía bajo el Antiguo Régimen. Sabiendo también que la lucha en el frente (los movimientos sociales) necesita una retaguardia que le inspire y le de valor, así como esta (las experiencias autogestionarias) necesita que las luchas le abran nuevos espacios y quiebren las costras y los cuellos de botella que impiden su desarrollo.

– Inventar una filosofía y una estética de la acción revolucionaria. Frente al anunciado fin de las grandes narraciones, frente al gran bostezo posmoderno y el academicismo estéril, el relativismo deshonesto, hay que aplicarle Foucault a Foucault. El discurso postmoderno también ha sido un discurso con voluntad de poder, una agencia de enunciación desde un lugar social específico: el de las clases medias primermundistas enamoradas de su propia pasividad y de su propia verborrea, que buscan el poder en todas partes para no oponérsele en la acción en ningún lugar. Las contradicciones no se resuelven cambiándoles el nombre, inventando conceptos siempre nuevos y en inglés, sino por la vía de la acción. Algunos ya hemos vivido toda nuestra vida política bajo la hegemonía de lo postmoderno y hemos visto sus efectos: tendencias disolventes, anti-organizativas, fomento de la pasividad y de la impotencia…la flexibilidad laboral, la precariedad, la miseria, tienen mucho que ver con la indefensión inducida en la juventud trabajadora por este nuevo pirronismo de la élite universitaria.

Sólo nos queda, pues, saludar la emergencia de un nuevo debate, el planteado por los compañeros de Alasbarricadas, de una confrontación de ideas que demuestra que algo sigue vivo en el movimiento libertario. Después de haberos presentado esta propuesta permitidme que os haga una confesión: no quiero ser seguido sino escuchado. Esta es una propuesta individual y el pensamiento fuerte es siempre colectivo. Es la hora de que debatamos en serio pero sin sentirnos heridos. Desde los cuidados mutuos y con la sonrisa franca del que sabe que también puede no tener razón, porque, como decía Joseph Dejacque en El Humanisferio.

El hombre es un ser revolucionario. No sabe inmovilizarse en un lugar. No vive la vida de los límites, sino la vida de los astros.

José Luis Carretero Miramar

Comentarios

Un buen artículo que resume las "Taréas Pendientes de la Revolución Libertaria". Pero creo que la cuestión no es el "qué hay que hacer", algo que todxs tenemos más o menos presente, si no "cómo", la cuestión estratégica, como se indica. Veamos:

La estrategia sindical funcionó desde sus inicios en el SXIX y sobrevive. Estable, pero parece estancada.

El comunalismo de 1871 la lio muy parda, pero tampoco triunfo.

El cooperativismo fue desterrado a finales del SXIX y solo se recupero durante el breve tiempo de revolución en los 30.

En los 70 llegó el insurrecionalismo, cuyo impacto para mi fue escaso, aunque sobrevive en muchas ciudades y regiones por encima del sindicalismo.

En los 80 fue el plataformismo, impulsado por los sindicatos (CGT), el cual tuvo éxito limitado; ahora ya neutralizado.

En los 2000 fue con todos los peros el "Confederalismo Democrático" en Rojava, una mezcla de Comunalismo, Municipios Libres y Paridad.

En mi humilde y personal opinión, si tuviera que apostar por una estrategia apostaría por "Los Tres Frentes", planteada en plena Revolución Española. Basada en la integración de tendencias y puras necesidades. La síntesis, entre sindicato-cooperativa-cultura: usando el sindicato como nucleo central y motor de las cooperativas, porque es lo que ha funcionado siempre y se mantendrá cuando el resto de proyectos fallen; la cooperativa para organizar la economía e incorporar trabajadores a proyectos libertarios; y culturalmente promocionar a la juventud, que es la fuerza y la cantera, apoyando sus proyectos y logrando que se mantengan económicamente.

¿Esto qué supone para el sindicato? Que una secretaría, la tesorería, tiene que ser parte activa y no pasiva en la economía, y organizarse con cooperativas y no explotaciones. 

Hasta que no tengamos un modelo económico estable el proyecto seguirá cojo. Esto no es opinión, estoy seguro.

Salud. PHkl/tctca

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