Que Nardy Barrios desaparezca del entorno

Por diversos motivos reproduzco el siguiente artículo aparecido en varios medios de comunicación.
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Un anarquista del siglo XIX (Proudhon) venía a decirnos que impedir que un hombre andara por los caminos y que pudiera acostarse, aunque sólo fuera sobre un terrón de tierra, era igual que asesinarlo. Hoy, en el cibernético y tecnológico siglo XXI, lo que se le niega a un hombre es que deambule por las calles y repose en un banco público. La Sra. Nardy Barrios ha querido poner en funcionamiento a las fuerzas policiales para que un ser humano, una de esas criaturas que sienten calor, frío, miedo e incluso alguna vez alegría, no siga afeándole las vistas en la calle Luis Doreste Silva de la capital gran canaria.

Ese ser humano al que hacemos referencia no tiene techo ¡Crimen de lesa humanidad! Según recalca insistentemente la Sra. Barrios es además de pigmentación negra ¡Crimen de lesa estética! El Sr. al que hacemos referencia ha cometido los dos pecados más graves que pueden cometerse en esta sociedad: ser pobre y llevar una existencia discorde con la de la monolítica mayoría. En un sistema como el nuestro es suficiente para despertar la rabia de quienes te denuncian; el interés y la sevicia de una concejala; y el seguimiento y persecución de una patrulla policial.

En este mundo puedes encarecer los precios, desahuciar a una familia, especular con el pan ajeno, congelar las pensiones, exprimirle los jugos a un obrero y meter la mano en la caja; pero lo que no puedes hacer es echarte un sueño en un banco si antes no has demostrado que tienes en los bolsillos algo más que agujeros.

Otro escritor anarquista, Rafael Barrett, decía que el racismo sirve para “facilitar la caza”, y efectivamente, la Sra. Barrios afina su puntería gracias al color de la presa. Ella misma ha reconocido que el croma del sujeto facilita su “diferenciación”… En puridad, lo que a la Sra. Barrios le molesta es primero una contradicción y luego un simple y grosero prejuicio. La contradicción reside que se opone a que use un asiento público y gratuito quien más necesita de él (es decir, quien no tiene otro sitio para sentarse); parece ser que los bancos públicos, como los créditos, son sólo para el disfrute de quienes pueden demostrar que no los necesitan. El prejuicio que la corroe, repugnante donde los haya, es que según parece el color del usuario no concuerda con el del entorno, con el de la “urbe nívea” que la concejala de Fomento se imagina, con el de una ciudad (y aquí reaparece la paradoja) que curiosamente está a pocos kilómetros de África. Sí, la Sra. Barrios es racista y xenófoba, pero como vomita odio con la elegancia suficiente como para regurgitarlo sobre los más pobres es muy posible que algún día le sea concedida una medalla o cruz al mérito civil. Sólo esperamos que si optan por la cruz sepan concederle la gamada.

Por otra parte la excusa está servida: los vecinos se quejan. A los hipotéticos señores y señoras que levantan la voz yo les interpelaría: es completamente lícito que ustedes reclamen su derecho al ocio, pero ¿es más importante reclamar un banco con fines lúdicos que hacerlo con fines vitales? Si yo reclamo un espacio por imagen, por esparcimiento, y otro porque no tiene dónde caerse muerto ¿prima mi prerrogativa hedonista sobre la necesidad material de un semejante? Quienes se quejan están en la misma situación en la que estaría un hombre sobrealimentado que quisiera quitarle las sobras a uno famélico. Esto en el mejor de los casos, pues muchos de los que presumiblemente se han hecho oír (si no responde todo a la megalomanía de la Sra. Barrios) lo habrán hecho por las filisteas razones que todos suponemos. En un mundo en crisis, donde el trabajador está cada vez más asfixiado, la gente no protesta contra quienes les desangran, contra políticos y empresarios, sino que berrean contra quienes están en el escalón de abajo. El racismo y el clasismo son inasequibles a la lógica.

Quizás aduzcan: “dicho Sr. sin hogar es conflictivo”… En un ambiente como en el que vivimos, hastiados de los que nos rodea, si nos viéramos abandonados, desprovistos de techo y alimentos ¿nos quedaría acaso otro recurso más que levantar la voz e increpar al sistema que nos ha orillado? Si fuéramos consecuentes entenderíamos que lo extraño es que quien así vive sólo ofrezca gritos e improperios. Si la gente fuera consciente de su situación llegaría a la conclusión de que a la ciudad hay que prenderle fuego… Regocíjense al pensar en lo “civilizados” que son los que sufren: se conforman únicamente con aullar.

En definitiva, sólo podemos hacer nuestro el deseo que la Sra. Barrios le dedicaba al usuario del banco en la carta que dirigía a la policía, pero en nuestro caso proyectándolo contra la aludida: ¡qué Nardy Barrios desaparezca del entorno y con ella toda la clase política que nos asola!... Son ellos los únicos que sobran.

Por nuestra parte, en lo que concierne a nuestro papel litigante, llegamos a la conclusión de qué triste es el mundo en el que no reclamamos para un individuo una vivienda, y sí un banco.

Quedémonos finalmente con el análisis de otro anarquista del XIX (Stirner), que nos demostró que el desprecio y el linchamiento es plato de buen gusto en todos los lugares y en todos los tiempos; sobre todo en las mesas burguesas:

“La burguesía se reconoce en su moral, estrechamente ligada a su esencia. Lo que ella exige ante todo, es que se tenga una ocupación seria, una profesión honrosa, una conducta moral. […] El burgués experimenta por [las] gentes sin costumbres la más viva repulsión. Lo que les falta a todos es esa especie de derecho de domicilio en la vida que da un negocio sólido: medios de existencia seguros, rentas estables, etc.; como su vida no reposa sobre una base segura, pertenecen al clan de los individuos peligrosos […]. Se podría reunir bajo el nombre de vagabundos a todos los que el burgués considera sospechosos, hostiles y peligrosos. El vagabundo desagrada al burgués, y existen también vagabundos del espíritu, que, ahogándose bajo el techo que abrigaba a sus padres, van a buscar lejos más aire y más espacio. En lugar de permanecer en el rincón del hogar familiar removiendo las cenizas de una opinión moderada, en lugar de tener por verdades indiscutibles lo que ha consolado y apaciguado a tantas generaciones anteriores, saltan las barreras que encierran el campo paterno y se van, por los caminos audaces de la crítica, adonde los lleva su invencible curiosidad de duda. […] La miseria que se amontona en las calles a su alrededor, no turba al verdadero ciudadano hasta el punto de solicitarlo a hacer algo más que congraciarse con ella, echándole una limosna o suministrando el trabajo y la pitanza a algún buen muchacho laborioso. Pero siente vivamente la turbación de sus apacibles goces por los murmullos de la miseria descontenta y ávida de cambios, por esos pobres que no sufren ni penan ya en el silencio, sino que comienzan a agitarse y a desatinar. ¡Encerrad al vagabundo! ¡Arrojad al perturbador en los más sombríos calabozos! ¡Quiere atizar los descontentos y derribar el orden establecido! ¡Apedreadlo! ¡Apedreadlo!”.

Fdo: El Orden de la Anarquía
ordenanarquista@wanadoo.es

Comentarios

 Nardy Barrios: «Que este señor desaparezca del entorno»
Gonzalo H. Martel
Las Palmas de Gran Canaria
Canarias7.es
 
La concejal de Fomento de la capital grancanaria, Nardy Barrios, ha pedido a la Policía Local que patrulle «durante unos días» la zona frecuentada por «un indigente de raza negra» en la calle de Luis Doreste Silva, que según expresa, está provocando «graves problemas al sentarse en unos bancos» de esa vía.

La reclamación de Nardy Barrios va dirigida al concejal de Seguridad y Movilidad Ciudadana, Jesús González Dumpiérrez, que le ha dado curso a través del jefe accidental de la Policía Local sin objeciones de ningún tipo. El escrito, de apenas seis líneas, reclama la presencia de una patrulla policial en la zona que frecuenta el «indigente de raza negra», «para que este señor desaparezca del entorno del barrio», porque «los vecinos me piden que mantenga los bancos».

El tono del escrito ha destapado los recelos de los sindicatos policiales, que rechazan el «tono xenófobo» de la petición. Según algunos portavoces de los agentes, la concejal «podría estar incurriendo en un delito tipificado en el Código Penal, por dispensar un trato denigrante a una persona en función de su raza», por lo que están valorando el traslado de la orden a la Fiscalía, «para que aclare si se ajusta a la legalidad». Barrios apuntó ayer que envió la carta «porque ya no sé que hacer ante las quejas de los vecinos, que están atemorizados, en especial algunas señoras mayores que ya no se atreven a salir porque este indigente insulta con toda clase de improperios». «Señalé que es de raza negra con todo el respeto del mundo, sólo para que lo reconozcan», matizó. 
 

Y sigue esta señora (Nardy Barrios) con su safari de cacerias de indigentes e inmigrantes:

 

Nardy Barrios quiere calles y bancos sin indigentes

La edil cree que un grupo de personas "con sus facultades mentales afectadas" está ocasionando "la quiebra de la convivencia".

 

 
Esta es la respuesta que le dan al artículo exculpatorio y “filantrópico”:
De:
Amadeo
Se ilustraría mejor la noticia si publicaran la joya de "ternura social" que contiene la carta dirigida por Bernarda Barrios al Concejal de Seguridad Ciudadana (Policía Local) con fecha del pasado 14 de mayo, y que transcribo seguidamente con fiel literalidad: “Está existiendo graves problemas con un indigente de raza negra, al sentarse en unos bancos situados en la calle Luis Doreste Silva nº 44. Los vecinos me piden que mantenga los bancos, pero que por favor te comunique que durante unos días una patrulla haga su ronda por la zona, para que este señor desaparezca del entorno del barrio.” Sin entrar en cierto excusable error gramatical, me llama la atención la discriminación racial de Bernarda con la descripción que hace de "un indigente de raza negra"; puede que si fuera de "raza caucásica" no causaría esos graves problemas. Menos mal que concluye su corta misiva llamándole "este señor", algo es algo. Sin embargo, en lugar de reclamar remedios sociales no se corta un pelo Bernarda y pide a la Policía que "desaparezca del entorno del barrio", No sé si lo que reclama es que se le haga desaparecer entre los tetrápodos de la cercana Avenida Marítima. Qué cosas dice Bernarda.
 
Por cierto, me llama la atención que el único “colectivo social” que haya levantado la voz, a parte de esta columna individual del Ruymán epater, sean los del O.A.

Compas, hay que ponerse las pilas, le digo a los compañeros de CNT y a los autónomos de la provincia (que también sé que tendrán muchos frentes abiertos), que los sin techo también son compañeros de clase y sufrimientos.

Lo último de este personaje: "Soy casi tan conocida como la Virgen del Pino".

(http://www.laprovincia.es/dominical/2010/06/27/conocida-virgen-pino/309497.html)

Sí, igual de conocida e igual de útil. :) :)

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