Terrorismo ultraderechista, estado y medios de comunicación
En vista de la poca repercusión en los medios de comunicación “oficiales” de la manifestación del 11 de Noviembre en Madrid en recuerdo de Carlos Palomino, asesinado por un soldado ultraderechista el año pasado, y pudiendo observar el sesgo informativo que estos mismos medios están dando a la noticia, quisiera comentar algo.
No tiene sentido que el gobierno haya aprobado una ley de Memoria Histórica para reconocer y compensar a las víctimas del franquismo y que ahora cierre los ojos ante un problema actual, real y grave como son las agresiones y asesinatos por parte de neonazis.
Es ilógico que no se esté considerando como terrorismo los atentados de estos sujetos cuando superan en número de muertes al resto de víctimas producidas por grupos terroristas en el país, y por supuesto superarlos con creces en número de agresiones y a utílizar en multitud de ocasiones técnicas comparables a otros grupos terroristas, tener un respaldo político enmarcado en las actividades, objetivos e ideología de la ultraderecha, etc
Este terrorismo de ultraderecha es uno de los principales problemas de seguridad ciudadana en nuestro país, pero el estado parece tener cierto interés en ignorarlo, en otorgarle el beneficio de la impunidad y darle prioridad a otros asuntos de seguridad de menor repercusión para el ciudadano común.
Parece que para el gobierno la diferencia radica en las víctimas de estos asesinatos, lo que parece indicar que al igual que hay ciudadanos de primera y de segunda, también hay muertos de primera y de segunda categoría. Los últimos parecen no merecer homenajes de ningún tipo por parte del estado.* Las víctimas de la ultraderecha: prostitutas, homosexuales, representantes de pequeños partidos y sindicatos de izquierda, anarquistas, toxicómanos, inmigrantes, indigentes, parecen no importar a ningún representante del poder, pero lo cierto es que estas víctimas representan a una gran parte de la población, o al menos reciben el apoyo y la solidaridad de una gran parte, a pesar de la vergonzosa poca atención que reciben de los estados. De ahí la gran respuesta de los colectivos sociales ante un ataque fascista. No es este un problema entre bandas como se ha repetido hasta la saciedad en los media massa y pediría desde aquí a los medios de comunicación que dejasen de difundir esta idea, que a la larga, cuando la realidad se vuelva obvia, será contraproducente para los mismos medios que se han encargado de propagarla, ya que ni se sostiene por los hechos en sí ( en realidad tanto en el mundo judicial como en ciencia, las opiniones cuentan bastante poco, se trabaja con hechos contrastables y constatables) ni pasarían, ni siquiera con un triste aprobado un curso de ética periodística. Es posible que algunos militantes antifascistas estén en alguna banda callejera, pero es evidente que la gran mayoría de los individuos que luchan día a día contra el fascismo no lo están y se sienten ofendidos por ser etiquetados burdamente por los medios de comunicación que deberían encargarse precisamente de aclarar estas diferencias en vez de embrollar el asunto para intentar inculcar una opinión muy concreta, tendenciosa y partidista en el público. Los medios de comunicación tienen el deber de informar y saben perfectamente que la información que se oculta también puede modificar la opinión de la gente. Ante una cantidad limitada de datos, la mente humana solo puede llegar a un número limitado de conclusiones, y no a todas las conclusiones posibles ni a las de mayor complejidad y veracidad. Estos mismos medios saben perfectamente que una mentira repetida mil veces se convierte por efecto de la costumbre en una verdad. Pero en este caso no va a ser así.
Es vergonzoso incluso el sentido peyorativo que se le ha intentado dar a la palabra “antifascismo”, cuando representa una lucha a favor de la libertad, contra el autoritarismo y los crímenes contra la humanidad cometidos por los regímenes totalitarios durante la historia reciente. Es como intentar buscar un sentido peyorativo en la palabra “pacifismo” o “ecologismo”
Deberíamos plantearnos en caso contrario si acciones judiciales como las que está llevando a cabo el Juez Garzón contra el franquismo son tambien un problema entre bandas callejeras, y si este juez apoya alguna de dichas bandas. Obviamente caeríamos en un sinsentido porque las implicaciones políticas de estas acciones judiciales son las mismas implicaciones que han llevado a la búsqueda de los nazis responsables del exterminio de miles de republicanos españoles en el campo de exterminio de Mauthausen y las mismas que han llevado a la calle a miles de personas a recordar el asesinato de Carlos Palomino.
El problema de la lucha contra el fascismo y el terrorismo neonazi tiene raíces profundas en otros ámbitos mucho más complejos. Es de sobra conocida la tendencia de la ultraderecha a insertarse en posiciones o cargos sociales que les otorguen algún tipo de poder: jueces, militares, cuerpos de seguridad, obispos, empresarios, banqueros, etc. Quizás de ahí la poca disposición de ningún gobierno a solucionar este asunto de forma eficiente, ya que el hecho de intentar una depuración de este tipo de psicópatas entre los altos cargos del estado puede conllevar el riesgo de que se posicionen contra ellos con toda la fiereza y tiranía de la que se saben capaces. El miedo, el terrorismo fascista también ha conseguido coartar lo que debería ser el normal funcionamiento de una sociedad supuestamente democrática.
Ante todo esto sólo cabe apoyar la admirable valentía de todos los que día a día luchan contra el fascismo conscientes de la importancia de esta lucha y que contando sólo con sus propios medios ejerce esta labor, sin importarle la opinión o las artimañas de unos medios de comunicación que con sus manipulaciones, consciente o inconscientemente permiten la impunidad de este singular tipo de terrorismo.
Anónimo.
* Quien quiera información sobre las cifras anuales de víctimas y su tipología, solo tiene que consultar el informe RAXEN publicado por el Movimiento contra la Intolerancia.
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