“¿La revolución en la crítica de Félix Rodrigo Mora”, o “la reacción en la crítica de Javier Rodríguez Hidalgo?”
I. LAS FORMAS IMPORTAN
“…anuncio desde este mismo momento mi
deseo de que el presente libelo se recuerde
con el nombre de Anti-Félix”.
Javier Rodríguez Hidalgo
"Veo aquí la cólera; pero el fasto no lo veo".
Antístenes
Cuestiones previas.-
Antes que cualquier otra consideración, creo importante dejar muy claro que este escrito se hace bastante desde la indignación, sostengo que es tremendamente injusto con la verdad la inmensa mayoría de las afirmaciones y consideraciones que vierte Javier R.H. en su libelo anti-Félix (como prefiere que se denomine). No obstante, a quien corresponde dar la respuesta más completa ha de ser el propio Félix, en ejecución de un elemental derecho de réplica, de todos modos, él verá si merece la pena.
Otra cuestión, es que Javier R.H., con su libelo, ha situado encima de la mesa un debate interesante que existe en ciertos ambientes cercanos, y no tan cercanos, al mundillo radical. Por ejemplo, yo mismo me muevo en torno a un círculo de gente que conoce los planteamientos de Félix (algo parecido, sin serlo, a uno de esos círculos de estudio, a que hace referencia Javier, con cierta jocosidad), ciertamente variopinto, desde profesores de universidad y titulados varios (Historia, Sociología, Geografía, Economía, Filosofía, etc.), hay también empleados de clase media y algún que otro trabajador manual, gente muy joven, y también algunos ya mayorcitos. Al situarnos geográficamente fuera de la nación española, nos contentamos con la producción de material sensible que existe en la Web de Félix, que no es poco. Y, ciertamente, hay acérrimos refutadotes de sus tesis, como algunos otros que simplemente les suena bastante bien lo que dice, y otros que no se enteran de mucho, y finalmente otros, pocos ciertamente, que estamos muy de acuerdo con lo que dice Félix. Con ello quiero decir que las críticas de Javier ya las habíamos oído y es de agradecer que tuviera el arrojo (o la temeridad) de plantearlo, quitándose plenamente la careta, mostrando abierta y claramente, con total crudeza, sus opiniones sobre el pensamiento de Félix, y lo que es también importante, poniendo en evidencia con ello, su propio pensamiento. Por lo tanto, no creo que el debate deba ser secuestrado por nadie, ya pertenece al colectivo humano con algún interés en el tema y, desde el momento en que se hace público, a todos los que de alguna forma tienen algo que decir, les asiste el derecho a debatir sobre los temas planteados.
Vayamos al grano: Quizás por su edad, la de Cristo, Javier se ha perdido toda la rica experiencia histórica de las luchas sectarias y fraticidas de la llamada izquierda en la transición, básicamente desde el 72 al 82, porque después de ese momento, con el acceso del PSOE al gobierno, y la realización práctica del ideal socialdemócrata, con todas sus variantes extremas, ácrata, nacionalista o españolista, etc., apenas ha quedado nada de todo aquel tinglado. Y ello, por no situarnos en los dramáticos sucesos ocurridos durante la llamada guerra civil española, en que corrió bastante sangre “entre hermanos de lucha”, por cierto. Ahora, interesa hablar mejor de experiencias vivas más recientes, pero claro, en ese periodo, Javier, o no había nacido o tenía únicamente seis añitos y poco podía saber y aprender de todo esto. Pues bien, Javier, es hora de que lo sepas, ¡sigues a pié juntillas la peor de esas tradiciones! No pretendes convencer con tus argumentos, sino destruir al contrincante, mediante la pura descalificación. Ello pone en evidencia dos cosas, un sectarismo ruin, y lo que es aún más importante, la vaciedad de tus afirmaciones. No es posible una descalificación plena de la obra de Félix, al día de hoy, en apenas 35 folios, si no se hace, simplemente, mediante la desautorización formalista, con un reduccionismo que pone en evidencia la pobreza de argumentos. No es admisible decir que “nos limitaremos a resumir muy brevemente lo esencial de su obra publicada hasta el momento dando por hecho que nos dirigimos a conocedores de ésta”. Lo que se afirma es muy grave, y hay que hacer un mínimo esfuerzo por probarlo. Los hachazos irónicos se vuelven en su contra: justo ha escogido aquellos temas que “estima” centrales” en su obra: un análisis catastrofista de la situación actual; la idealización de la experiencia histórica de la sociedad alto medieval; la visión extremadamente draconiana de la Constitución del 78; las limitaciones de las propuestas de acción política; y el utopismo de las consignas de desurbanización o cierta ridiculización de las formas de gobierno del consejo abierto. ¡Casi nada!, y lo resuelve todo de un plumazo, eso si, descalificándolo todo, ¡y ya está! ¿No pretenderá salir airoso de esto? Ahora tendrá que asumir la responsabilidad de lo hecho y dicho.
Entremos por lo tanto, en cuanto a las formas, a delimitar los campos… dos tazas. Pues bien, si Javier se permite parafrasear al sabio de Tréveris, me puede permitir a mí hacer lo propio con un alumno aventajado del mismo, buen Timonel, por cierto, muy de aplicar al caso: a la pregunta de cómo tratar los problemas y las diferencias dentro de campo de los amigos de la revolución, dice: “tratar la enfermedad para salvar al paciente”. Justamente, lo que no hace Javier, no existe la más remota intención de ejercer una crítica constructiva o una opinión en el ámbito del pueblo, para mejorar el elemento consciente que pueda aportar algo a un movimiento revolucionario realmente debilitando que ahora estamos sufriendo (si ese fuera su objetivo, claro). No, lo que hace Javier es tratar de hundir completamente toda la obra de Félix, desprestigiarla, aniquilarla. Las palabras tienen un problema, a veces, cuando quedan escritas, -y a Javier le ha pasado-, sucede como aquel que escupe para el aire… le puede caer encima. ¿Cómo se atreve a criticar a Félix por el “tono despiadado…fuerte virulencia, mala fe, soberbia egocéntrica”? Realmente la cataplasma de la abuela, que a Javier le parece su propia crítica, se ha convertido en una enorme escupitina que lo ha bañado a él, por completo. Cierto es que grandes marinos han sucumbido ante las tempestades de la Historia, pero indudablemente nos dejan sus enseñanzas, dentro de ellas, sus aciertos y sus errores, como conocimiento de un experiencia que ha de ser reflexionada. Y no es un procedimiento correcto para avanzar en el desarrollo de un proyecto político que tenga pretensiones de cambio real, utilizar el subjetivismo, el sectarismo, la imprudencia, esas son las lecciones del pasado que hay que aprender a no utilizar. Y son actitudes propias de gente individualista y pequeño-burguesa, que esconde en su interior un pequeño déspota. Esto que nos recordaba ese marino, también nos lo ha enseñado la Historia, sobre todo, la de nuestros fracasos.
Javier, personalmente no te conozco, pero como si te hubiera parido, que se dice en mi tierra. Las formas importan, y mucho, y este tipo de actitudes, expresiones y bajezas, los latiguillos de corte personal, etc., toda esta carga de subjetivismo no es admisible entre camaradas, compañeros de lucha, colegas, etc., ni siquiera se utilizan con enemigos irreconciliables, porque ello es propio de plumíferos al servicio del Estado, de liberales vergonzantes, reconvertidos ideológicos, resentidos, y de algún que otro fascista. Siempre será más importante para acercarnos a la verdad el debate de fondo, que la descalificación, por muy aderezada que esté de motes y chistitos tan clasistas, sexistas y racistas como el de las señoronas pijas de Sevilla. Si el deseo de Javier era hacernos reír, pues lo tenía fácil, seguro que lo contratan como guionista en algún bodrio televisivo rosa del corte “sálvame” o “gran hermano”. Hacer la “revolución”, eso que tu no entiendes, eso que para ti es abstracto y retórico (Nota 4, de la Introducción de textos de los Amigos de Ludd), no es escribir un libro, plantar un árbol o tener un niño, no, ni muchos menos, trabajar por la revolución requiere inteligencia, esfuerzo constante, convicción, generosidad, alegrías pocas y sufrimiento mucho, siempre ha sido así, salvo que lo pretendido sea hacer cosquillas al poder del Estado con fiestitas lúdico-críticas. Cada cual es libre de hacer y luchar por lo que cree, pero sin engañar a nadie. Hay millones de personas que entienden como el objetivo de la vida, asimilable a la felicidad, tener trabajo y ser tonto, como decía G. Benn, pero también los hay, muy pocos -por desgracia- que prefieren otro camino, ser inteligentes y cumplir una tarea, aunque ello suponga una conciencia de desgracia en un contexto alienante. Que cada cual se ponga del lado que prefiera, pero que no se trate de confundir a nadie con fuegos artificiales para escamotear su verdadera opción. Entiendo que siempre quedará más bonito aparentar ser un pope del mundillo radical anti-algo, antes que un simple plumífero reaccionario (lamento el adjetivo, pero es que no hay otra expresión más objetiva).
12 de abril de 2011
Salud, Karlos.
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