¿Crisis? Miedo y Clase Media

Estamos en crisis. La pregunta es, ¿qué tipo de crisis estamos sufriendo?.

Si hacemos caso a los medios de comunicación, estamos en un periodo de dificultad económica con consecuencias sociales graves y que nos obliga a  “apretarnos el cinturón” para superarla y volver a la situación anterior. Es decir, vivimos un periodo de escasez causado por la maldad de los mercados financieros y la avaricia de los bancos que ha desestabilizado la economía global.

 

Esto es una gran mentira. No estamos viviendo una crisis económica coyuntural, causada por decisiones concretas en situaciones determinadas (fondos de alto riesgo) y que terminará a finales de este año, o dentro de dos o dentro de diez. No, estamos asistiendo a un cambio de escenario en la esencia misma del sistema y por lo tanto no terminará hasta que no lo destruyamos.

 

Desde la revolución industrial la sociedad ha sufrido un proceso de individualización (o atomización) y ruptura de los lazos sociales que servían para cohesionar a la población y que eran el motor del desarrollo humano. La gente trabajaba y producía no solo para asegurar su subsistencia y evitar la escasez. La producción tenía un componete social de relación con l@s otr@s, a la vez que definía a la propia persona, no solo con un oficio, sino con un conjunto de conocimientos y habilidades especiales para desarrollar sus trabajo. La sociedad, era el marco de relación en el que estos conocimientos se ponían en común bajo el mando de la clase dominante. A pesar de ser un escenario autoritario, existían unas relaciones entre personas  que producían la idea colectiva de que había una dimensión pública  de la vida (familia, barrio, pueblo), donde la gente se relacionaba con sus iguales, que servía para reconocerse, relacionarse y actuar como miembro de un grupo social más allá de uno mismo. De esta experiencia, como demuestra E.P. Thompson, nace durante la revolución industrial la clase obrera, el sujeto revolucionario por excelencia del siglo XX.

 

Con el final de la II Guerra Mundial, la popularización de la producción en serie, y el desarrollo de las sociedades consumistas, se crea una sensación de abundancia infinita en el mundo occidental; la relación con los iguales no es necesaria para garantizar la subsistencia, ese papel pasa a jugarlo el mercado. Todo esta en venta, cualquier necesidad humana puede ser cubierta a cambio de una cantidad de dinero, por lo tanto, no es necesario desarrollar relaciones sociales de ayuda y cooperación. No es necesaria la idea de grupo humano ya que hay un marco de relación externo e impersonal que garantiza la supervivencia de la sociedad  y del individuo. El sistema científico-industrial.

 

A su vez, la mecanización convierte casi todos los trabajos en penosas actividades repetitivas deshumanizadas, ya que no es necesario tener conocimientos previos, cualquier trabajo se puede realizar con un cursillo de 30 horas de formación.

 

De este modo , desaparece toda relación profunda que pueden crear unidad y aumentando las relaciones basadas en estereotipos esteriles. Un claro ejemplo sería el “patriotismo futbolero” caracterizado por la unión entre extraños, que no tienen nada en común más que un referente externo, ya sean los colores de un equipo o los de una bandera.

 

Este sistema, consigue la lealtad de sus miembros en forma de trabajo canjeandola por bienes de consumo para el tiempo de “ocio”: yo te ofrezco mi vida en forma de trabajo, si tu me dejas ir una semana al año a la Rivera Maña y me compras un coche. Pero ha surgido un problema imposible de resolver. Para que la gente consuma hay que producir, y para producir se necesitan materias primas. Mientras el dinero para comprarlas es infinito, al fin y al cabo no es más que una entelequia humana que nosotr@s la sociedad crea, pero los recursos naturales son bienes tangibles y reales y por tanto finitos y limitados. Por ello han nacido en los últimos tiempos gran cantidad de teorías apocalípticas o reformistas que pretenden “avisarnos” de la grave situación a la que nos enfrentamos. (solo es necesario ver la cartelera de cine en los últimos cinco años para darse cuenta) Para solucionar este problema que el propio sistema a creado, se plantean reformas absurdas como el capitalismo verde (sic) basado en el consumo responsable, es decir hay que seguir consumiendo por que es la mejor forma de sumisión al sistema, pero hay que hacerlo sintiéndose culpable y de manera sostenible.

Resulta obvio que esta nueva estrategia verde no es más que una nueva cortina de humo que no puede funcionar: por muy verde que sea el consumo, sigue necesitando materias primas limitadas, así que la solución tiene que ser más radical. Reducir, hasta casi eliminar el consumo de las clases sociales bajas para garantizar la persistencia del consumo en las clases altas.

 

Esta es la verdadera cara de la crisis, crear un clima de miedo social donde justificar una reducción de consumo generalizada sin que la población abandone su fe en el sistema.

 

Por esta razón desde el principio de la crisis, los propios gerifaltes del sistema, en lugar de intentar disimular los problemas, los han exagerado. De este modo han creado un clima de pánico donde esta siendo fácil aprobar todo tipo de leyes restrictivas sin oposición. Si el 11-S sirvió para aprobar leyes restrictivas en lo social, la crisis esta sirviendo para aprobarlas en lo económico. Durante el periodo de vacas gordas, las condiciones económicas de los obrer@s no mejoraron, solo se les permitió endeudarse para aumentar su capacidad de consumo sin embargo, en los periodos malos, si que se empobrecen.

 

De este modo, la crisis esta cumpliendo una doble función, no solo reduce el salario de los pobres y por tanto su consumo, sino que crea un nuevo tipo de lealtad. La obediencia por miedo. Desde que empezó la crisis, la televisión y los periódicos se han llenado de artículos de fondo sobre familias embargadas, ancianos desahuciados, etc. , que tienen como finalidad acojonar a la población; desde ahora trabajar es un lujo, si quieres levantarte a las 6 de la mañana y dar tu vida en tu maldito puesto de trabajo, tendrás que mostrar agradecimiento al mercado financiero internacional, tendrás que estar dispuest@ a bajas de salario, y sobre todo a la calidad del mismo. Desde ahora, trabajar es un privilegio.

 

Sin embargo, hay algo que no acaba de encajar, ya que según las fuentes oficiales, tan dramáticas para todo lo demás, el numero de personas que viven en Europa por debajo del umbral de la pobreza no ha aumentado, es decir, la gente que de verdad tiene problemas para alimentarse y pagar una vivienda son los mismos parias que eran antes, entonces... ¿que es lo que de verdad esta ocurriendo?  Muy sencillo, el sistema esta poniendo a prueba a sus verdaderos creyentes, la clase media.

 

La clase media es un grupo difícil de definir económicamente ya que es grupo sociológico, basado en la mentalidad y no en las relaciones de producción. Por ello, todos los seguidores del nefasto Marx han negado su existencia durante siglos, pero creo que ha llegado el momento de que se haga la luz, y todos los vampiros post-marxistas, corran a esconderse.

 

La situación social actual, obligará a la población a tomar decisiones cotidianas con un calado ideológico importante, y será aquí donde se descubra la implantación de la mentalidad de clase media en la sociedad y especialmente en la clase trabajadora. Esta mentalidad se caracteriza por el miedo a perder la situación social y económica que se ha adquirido ya que se percibe que “hay mucha gente peor que yo” y por lo tanto se identifican los intereses con los de la clase dominante y por tanto con la lógica del sistema. En la Alemania de 1930, el voto al partido Nazi no se lo dieron los parados, sino las personas que tenían empleos medios o negocios propios y temían un cambio radical en el sistema que les hiciese perder su estatus. De la misma manera, en estos momentos toda la clase media (a pesar de su situación económica) se esta identificando con el Estado, de un modo similar al Patriotismo-Futbolero, y esta dispuesta a todo por salvar al sistema consumista, siempre cuando este prometa mantener su estatus de esclavos privilegiados. Vamos la metáfora del Tío Tom, el esclavo negro que vive tan cerca del amo y en mejores condiciones que el resto de esclavos que  acaba creyéndose parte de la familia del amo y olvida su verdadera realidad, dando la espalda a los otros negros. De este modo es curioso ver como las situaciones económicas individuales pasan a un segundo plano y todo el mundo usa un razonamiento para demostrar lo bueno (o poco malo) que es su puesto de trabajo, (trabajo poco ,o cobro mucho ,o tengo buen horario ,o puedo robar....) y cada vez más la gente esta dispuesta a asumir recortes en su vida y en su autonomía con tal de poder seguir formando parte de algo, malo, pero conocido.

 

Frente a esta realidad, el “movimiento libertario”, esta intentando ser un referente para aglutinar el descontento e intentar que este trascienda los limites de la barra del bar y la cola del mercado, pero no lo esta consiguiendo. Aunque nuestra ideología calase, algo que no esta ocurriendo, daría igual ya que no hay un discurso claro de oposición al sistema; en el fondo compartimos algunos objetivos comunes con la clase media (cuando no directamente todos) como la idea de “calidad de vida” basada en la comodidad, o la “mejora del mundo laboral y productivo” aumentando los salarios. En el fondo, aceptamos la realidad que el sistema  ha creado y solo aspiramos a hacernos un hueco más cómodo ya que no vemos en realidad este mundo como invivible sino simplemente como ”injusto”, “precario”, etc... es decir, en el fondo somos parte de esa clase media que nunca se va a atrever a hundir el sistema por miedo a perder sus estatus.

 

Para cambiar esto, sería necesario replantear nuestra ideología desde la base, posiblemente volviendo a las raíces del anarquismo del siglo XIX, para crear un discurso real de oposición al sistema en todos los aspectos de la vida y abandonando las dañinas influencias de ideologías marxista y post-marxistas (situacionistas, insurreccionalistas, etc). Necesitamos un discurso real que se adapte a nuestras vidas en el día a día y no un conjunto de anécdotas encadenadas que únicamente nos sirve para diferenciarnos de la “masa” y demostrar lo “especiales” que somos. (No cambiaremos el mundo siendo vegetarianos/veganos y montando en bici)

 

Profesor Moriarty.

 

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