LluÃs Cabrera Sánchez (socio de la SGAE número 45164)
Presidente de la Fundación Taller de Músics
La piel de los miembros de las cúpulas de las sociedades de gestión, durante el último mes del pasado año, se ha visto salpicada por una especie de sarpullido que les ha desfigurado buena parte de su discurso. La guinda del pastel, el canon por la copia privada, ha estado a punto de irse al traste debido al juego de equilibrios polÃticos existente en el Congreso de los Diputados.
Apelar a que en Europa hace más de 40 años que se protege a los creadores, mediante la compensación por copia privada, ruboriza al menos sanguÃneo de los humanos. Parece ser que nuestros vecinos realizaron el pase del analógico al digital en los años sesenta, cuando de analogÃas digitales, en aquellos tiempos, ni aquà ni allá, se habÃa inventado Internet y la revolución que el nuevo sistema ha comportado.
La tozuda defensa del canon digital, liderada por la SGAE, la sociedad de gestión de derechos de autor que más recauda, se ha encontrado enfrente a un hueso duro de roer, las asociaciones de internautas y otro tipo de agrupaciones que se plantaron bajo el lema “todos contra el canonâ€?, aglutinando un millón y medio de “contrariosâ€? que con su firma realizaron una fuerte oposición presionando asà a las distintas fuerzas polÃticas parlamentarias.
El PSOE, CiU e IU salvaron al canon, impuesto que se extenderá a nuevos aparatos reproductores al principiar el 2008. En el trasiego parlamentario, Senado y Congreso, la gigantesca SGAE ha salido mal parada del trance. Todos los grupos, excepto el PSOE, exigieron transparencia en su gestión y solicitaron que los derechos los administre una sociedad pública.
Colgaban del candelero muchos millones de euros como para que los potentes grupos económicos que se dan cita a través de la SGAE se quedaran quietos. A los jefes de esta sociedad y a sus acólitos, los que generan la parte del león por derechos de autor, se les llena la boca de cultura, creación, asistencia y otros apelativos echando mano del interés social general de la ley para paliar las pérdidas que sufren los artistas debido al trasvase de música que posibilitan los avances tecnológicos de la sociedad de la información.
Lo que ocurre es que suponer que el conjunto de la ciudadanÃa española es por naturaleza proclive a delinquir, es mucho suponer y atenta contra la presunción de inocencia. Gravar con un impuesto generalizado, mediante el canon por copia privada, a todo aquel que adquiera un aparato que permita copiar obras de creación, evitando la compra de soportes originales, no es de recibo y ofrece carta de naturaleza delictiva al pagar la pena antes de infringir la ley, antes del juicio y sin tener posibilidad de abogado defensor.
La SGAE reparte entre sus asociados de forma piramidal el cómputo total generado por derechos de autor. Quien más aporta a la caja común más remuneración ingresa en su cuenta corriente. Es probable que a partir de esta premisa, la fórmula de reparto del canon por copia privada se rija por el mismo sistema. Sin embargo, en las proclamas aparecidas en la prensa -ideadas por los altos directivos de las ocho sociedades de gestión actuantes en España, destacando la hegemonÃa de los socios de la SGAE, auténticos fenómenos de masas-, a favor de la supervivencia de la cultura y en defensa del canon digital por copia privada, al lado del nombre de cada artista, no figura su posición en la pirámide, ni los votos sindicados que cada uno posee en las asambleas de socios. La propiedad del número de votos de cada asociado es proporcional al montante económico que cada cual genera. Y ya se sabe que la propiedad no se comparte.
Los anuncios publicados en los medios de comunicación mantienen la siguiente estructura: primero aparece el reclamo, la frase que llama la atención; después el redactado justificativo del derecho de los autores al cobro del canon; a continuación el centenar de creadores relevantes, los cercanos al vértice de la pirámide; abajo, sosteniendo la base una lÃnea antológica, “y miles de autores, artistas, productores y demás trabajadores de la cultura, cuyos intereses y derechos se están viendo gravemente perjudicadosâ€?. Una arenga, un alegato directo dirigido a remover conciencias y tocar la fibra sentimental de la población. Una frase que intenta convencer a las buenas almas españolas de que el posible perjuicio por la supresión del canon afectarÃa por igual al conjunto de los que se mueven en el ámbito de la cultura. Pura demagogia y exaltación de los instintos más primarios.
La SGAE, locomotora del tren donde viajan las entidades de gestión, es una de las empresas más potentes de España. Su inmenso poder económico ofrece conexiones y complicidades con el poder polÃtico. Los dirigentes de la SGAE mantienen relaciones privilegiadas y magnÃficos amarres con los dos buques (PSOE y PP), que se disputan cada cuatro años la supremacÃa polÃtica. Por eso desafinaron las palabras, que parecÃan anunciar amenaza, dirigidas desde la SGAE al Partido Popular, cuando los directivos de la sociedad de gestión avisaron: “tomaremos nota de los que voten en contra del canon digital en el Congreso de los Diputadosâ€?.
Si viviéramos en una sociedad de compartimentos estancos, el millón y medio de personas que firmaron en contra del canon, también podrÃan haber tomado nota de la postura que cada fuerza polÃtica adoptó en la votación. En ese caso ya sabrÃamos por adelantado el resultado de las elecciones del próximo 9 de marzo. La enmienda presentada por Jordi Guillot, senador de la Entesa Catalana de Progrés y destacado dirigente de ICV, sólo obtuvo el apoyo del PP, que votó no al canon por estar en la oposición, desgastar al gobierno del PSOE y porque con anterioridad ya habÃa tomado nota del “todos contra el canonâ€?. Para satisfacción de los ciudadanos y para la salud democrática de los partidos polÃticos que los representan, no vivimos en una sociedad rÃgida estancada en compartimentos. Al contrario, la sociedad actual es lÃquida, la densidad se ha diluido y los vasos comunicantes fluyen.
Los directivos de la SGAE se deben a sus accionistas mayoritarios. Por este motivo, unos y otros, reivindican públicamente leyes que protejan sus intereses. Esta simbiosis empieza a resquebrajarse. De un tiempo a esta parte la imagen corporativa de la sociedad ha empeorado. Diversos diarios han informado en profundidad sobre aspectos internos que en otros tiempos no se aireaban. La SGAE ya no dispone de patente ni de bula, tampoco es capaz de amordazar a periodistas de linaje. Gabinetes jurÃdicos de contrastada valÃa, que no hace tanto se cortaban los dedos por defender a la sociedad en el racimo de litigios que mantiene con diversos colectivos, en la actualidad dan esquinazo y prefieren mantenerse al margen.
La amalgama de dirigentes que componen la cúpula de la SGAE (Fundación Autor, Portal Latino, Iberautor, Sdae), debido a la gruesa cantidad de dinero que no se reparte, la que procede de un porcentaje del canon, ha escogido transitar por una carretera de baches y excesivos cambios de rasante: un peaje con inversiones y movimientos de capital con una fuerte carga de riesgo.
La compra de la antigua sala de fiestas Scénic en Barcelona, del teatro Arriaga de Bilbao, del Lope de Vega en Sevilla o del cine California de Madrid, son una muestra del poderÃo económico de la SGAE, que en vez de situarse al lado de los agentes que desarrollan su trabajo en salas de conciertos, teatros y cines, prefiere adquirir terreno, que pronto se convertirá en competencia del tejido empresarial del mundo de la cultura. Un matiz que no debe olvidarse en esta polÃtica vendida en el interior de la pirámide como un fortalecimiento patrimonial de la sociedad, es que en todos los casos, los locales deberán someterse a reformas de adecuación, gasto que hay que sumar al coste inicial. Una polÃtica en consonancia con el modelo de desarrollo imperante en España: si prosperan las empresas constructoras la burbuja crece, el paro no aumenta y a vivir que son dos dÃas. La cultura de los bloques envueltos de cemento y arena suele acarrear los peores compañeros de viaje para el sector de la cultura y la creación. Y si no, al tiempo.
Otra muestra de la deriva o la miopÃa de la actual dirección de la SGAE la tenemos en el intento por crear en Barcelona un proyecto de teatro musical autóctono para después exportarlo a Europa. Fue hace muy pocos años cuando la Fundación Autor se embarcó junto a BSM (empresa municipal), al ICIC (Generalitat de Catalunya) y a la promotora privada Focus, para vestir la buena nueva, la que debÃa ser la gallina de los huevos de oro, una suma de fuerzas que catapultarÃa internacionalmente la marca Barcelona Teatre Musical. La fallida produjo grandes pérdidas a diestro y siniestro. El agujero hizo saltar las alarmas en algunos socios relevantes de la SGAE y creó desconfianza hacia unos empleados con sueldos de alto nivel que no supieron explicar, en su momento, el descalabro económico de una operación mal planteada desde el principio. El mantón de las buenas intenciones a los (socios) accionistas mayoritarios no les sirve de cobijo. Personas con mucho peso dentro de la SGAE y que se codean con la cúpula, en ausencia de ésta, comienzan a dudar y a colocar interrogantes donde antes habÃa certezas.
Los promotores musicales españoles andan reflexionando sobre si el 10% de los ingresos (cuota SGAE) de cada concierto es ajustado o no. Los informes en poder del colectivo soplan en otra dirección: sus homólogos europeos pagan entre un 2 y un 4%, bastante menos que el porcentaje que se aplica en España.
Para acabarlo de arreglar, la SGAE enciende la mecha a las escuelas españolas de música moderna, al elegir la polÃtica de tierra quemada, la que cree a pies juntillas que no existe ningún centro de prestigio y que hay que empezar desde la nada. Asà la teorÃa se convertirá en práctica con la creación en Valencia de la Torre de la Música, contando con el beneplácito del ayuntamiento de dicha ciudad y del gobierno de la Generalitat Valenciana, instituciones públicas en manos del PP. La SGAE pone sobre la mesa 100 millones de euros para la construcción de la escuela, acordando con las dos instancias oficiales la cesión gratuita de 70.000 m2 de suelo público. Acuerdo ligado a la burbuja inmobiliaria y con un contingente de capital muy grande, hecho que podrÃa comportar el recelo de algunas vacas sagradas de la pirámide SGAE.
La SGAE en el Congreso de los Diputados obtiene el apoyo del PSOE, CiU e IU para la continuidad y ampliación del canon de la copia privada. En cambio, en Valencia son las instituciones gobernadas por el PP las que le sirven en bandeja a precio cero un extenso solar para que la Torre ejerza de competidora de los centros pedagógicos españoles, un buen puñado con una antigüedad de 30 años, dedicados a la enseñanza de la música moderna y popular.
Al principio del escrito se hacÃa referencia a la comparación con Europa. Referencia a la que apelaba la SGAE para defender el canon digital. Ahora será el que firma el que echará mano del espejo europeo. La Ley de Propiedad Intelectual vigente en Alemania y Francia, norma que regula la actividad de las sociedades de gestión de derechos de autor, asà como el canon y otros reglamentos, obliga a estas entidades a colaborar económicamente con las escuelas de música de sus respectivos paÃses, sin olvidar las bolsas de estudio y becas destinadas a los estudiantes de las mismas.
No es una acertada elección agujerear y enfrentarse a segmentos situados en la base de la pirámide. Lo mÃnimo exigible serÃa respeto al trabajo hecho, consenso y acuerdo antes que provocar conflictos. Si la SGAE continúa por el sendero actual, atropellando como elefante en cacharrerÃa, utilizando su poder a la contra de estamentos que aglutinan a una cantidad considerable de sus propios socios, aunque no sean los que generan mayor economÃa, nos veremos abocados a la confrontación y a engrosar el campo de la alianza “todos contra el canonâ€?. La arrogancia y la prepotencia son virtudes inherentes a los que construyen torres con cimientos de arena, edificios que el viento se encarga de derrumbar, casas sin contenido, palacios faltos de pasión y armonÃa.
Mientras exista el impuesto del canon exigiremos a nuestros trabajadores de lujo un uso acorde con las necesidades de la base de la pirámide. Sin apertura de miras no daremos paso a los nuevos talentos, no fomentaremos la creatividad y estaremos favoreciendo la compuerta que pondrá a los jóvenes músicos en la picota. Los artistas situados alrededor del vértice de la pirámide tendrÃan que ejercer el estÃmulo solidario con los que pronto cogerán el ascensor. El arte estancado, el que por su endogamia aparta la frescura y espontaneidad de los más nuevos, acaba girando al compás de una noria que chirrÃa por no tener engrasados los ejes. Los movimientos de rotación y traslación son necesarios y los más interesados en que se produzcan deberÃan ser los que disponen de mayor experiencia.