La luchas de los obreros domiciliarios en la Argentina
Marina Kabat
Los obreros domiciliarios lucharon por dos vías diferentes contra la tercerización del trabajo bajo la modalidad de trabajo a domicilio. Por un lado, por medio de movimientos huelguísticos demandaron –y en ciertos casos obtuvieron- la concentración del trabajo en las grandes fábricas. Por el otro, promovieron una legislación que equiparara las condiciones laborales de los obreros internos y externos de un establecimiento, transformando a la vez, al dador de trabajo en responsable solidario del tallerista. Esto es exactamente lo que establece la ley 12.713, de 1941. El cumplimiento de esta ley desestimulaba el trabajo a domicilio, puesto que éste perdía para el empresario sus ventajas económicas.
Las huelgas por la concentración del trabajo en las fábricas cobran fuerza en el ciclo de ascenso de las luchas obreras, que va de 1916 a 1921. La organización de los trabajadores domiciliarios no es sencilla, pero se logra y en las firmas más importantes se obtiene la concentración del trabajo, como en la fábrica Grimoldi.
No es casual que en este contexto surja la primera legislación sobre la materia, la ley 10.505 que crea mecanismos para fijar salarios mínimos para el pago de los obreros domiciliarios. Sin embargo, fuera del círculo del Partido Socialista, la ley no genera demasiado entusiasmo, porque los obreros no querían reglamentar el trabajo a domicilio, sino eliminarlo. Por ello, un funcionario estatal se queja de que los obreros ven en los grandes talleres “el paladium a sus reclamaciones” [1].
Dentro de la patronal, quienes más firmemente se opusieron a la concentración del trabajo fueron los talleristas, que cuestionaban a las firmas más grandes por conceder éstas y otras ventajas a sus obreros. Una nueva muestra de que el pequeño capital es más regresivo e impone peores condiciones laborales a los obreros.