Contra el ataque a los barrios humildes, por la dignidad de los trabajadores
[Sobre el deterioro de los servicios públicos y la estigmatización de la clase trabajadora en Madrid]
Desde siempre, la estigmatización de las personas humildes de los barrios de Madrid ha sido una constante por parte del poder político y los medios de comunicación. Detrás de esta estigmatización hay ideología, una ideología liberal que se refuerza en base a la separación, categorización, marginación y exclusión de la gente humilde y obrera. Desde el inicio de la pandemia, durante el confinamiento por parte del gobierno central y en la situación que vivimos actualmente, siempre ha habido espacio en los medios de comunicación para que el poder político criminalice y estigmatice a los barrios humildes en general y a los trabajadores en particular; siempre a través de la xenofobia y el clasismo. Sin embargo, la situación social de los barrios obreros es crítica. Y esto es debido principalmente al aumento de la brecha social ya existente y sus consecuencias: la pobreza y la exclusión social. A esto hay que añadir el desmantelamiento de la sanidad pública madrileña y la exclusión de los trabajadores de la misma.
La degradación de los barrios obreros: una cuestión de clase
Los barrios humildes de Madrid sufren una alta tasa de desempleo y riesgo de exclusión social, por la delicada situación social que ya se vivía, por la precariedad laboral, la flexibilidad y el trabajo sumergido o en negro. A esto hay que sumar los ERTE y la destrucción de empleo que dejan a los trabajadores en una total incertidumbre. La crisis actual no ha hecho más que agudizar los efectos de la crisis de 2008, que ni el poder político ni el poder económico pueden ni quieren solucionar. Ante la dramática situación social, en muchos barrios y distritos de Madrid se organizaron redes de apoyo mutuo y solidaridad para cubrir las necesidades básicas de la población, y arropar a personas mayores, dependientes y otros grupos de riesgo. Deber que deberían cumplir los servicios sociales del Ayuntamiento de Madrid y que no hacen, derivando en muchas ocasiones a usuarios a estas redes.
Las nuevas generaciones de los barrios obreros de Madrid están adoptando esa tradición combativa que tuvieron muchos de sus vecinos más mayores. Los cambios estructurales y la mejora de la calidad de vida en los barrios obreros han venido siempre desde la movilización y la presión vecinal, y nunca de las administraciones públicas o de los partidos políticos. Durante el confinamiento salieron a la luz en redes sociales y medios de comunicación alternativos muchas situaciones de violencia, abuso de autoridad y racismo por parte de la policía contra vecinos y trabajadores, que han ocultado los medios de comunicación. Gran parte de esta violencia se ha cebado especialmente con personas migrantes, precisamente uno de los colectivos más precarios, explotados y a la vez criminalizados y estigmatizados por el poder político y los medios de comunicación.
El hecho de que el transporte público de Madrid (tanto el metro gestionado por la Comunidad de Madrid, como el Cercanías gestionado por el Estado) lleve años funcionado de manera nefasta para usuarios y trabajadores, está relacionado íntegramente, al igual que la sanidad, con el proceso de privatización y liberalización. A pesar de la pandemia, ni la comunidad de Madrid ni el estado han hecho absolutamente nada para mejorar la calidad del servicio y facilitar el transporte a los trabajadores. Han preferido criminalizar tanto a los trabajadores como a los usuarios.
Para el poder político y económico, nuestra obligación es el trabajo asalariado, y alrededor de él gira toda nuestra vida. Nos obligan a enriquecer a diario a empresarios y al Estado para satisfacer nuestras necesidades básicas. Sin embargo, a ninguna administración pública parece importarle nuestra salud cuando vamos hacinadas decenas de personas en los vagones del transporte público ya citado. Al igual que a ningún empresario parece importarle nuestra salud cuando nos hacinan en los puestos de trabajo para producir.
La sanidad pública en Madrid: un colapso anunciado
La degradación de la sanidad pública en la Comunidad de Madrid es un hecho. Año tras año se ha producido un constante proceso de privatización de servicios en hospitales, cierre de camas o plantas, aumento de los conciertos, y precarización de los derechos laborales de los trabajadores. Esta situación ha llevado a que prácticamente exista una gestión mínima de estos recursos; una situación muy similar a la gestión que se lleva a cabo en otros recursos sociosanitarios y educativos, como los centros de primera acogida donde se encuentran los mal llamados «MENAS», convertidos en un trastero para aparcar menores.
La llamada «colaboración público-privada», de la que se enorgullece la presidenta de la Comunidad de Madrid, no es más que la continuación del modelo de Esperanza Aguirre. Los conciertos en la sanidad salen siete veces más caros que la gestión directa, y la gestión privada es de mucha peor calidad. Ya en 2010, la Comunidad de Madrid tuvo que rescatar seis hospitales semiconcertados a punto de colapsar. Este aumento de los conciertos y privatizaciones desequilibra la balanza en detrimento de la sanidad pública, colapsada del todo.
Durante la pandemia, se abrió un hospital en el IFEMA en detrimento de los ambulatorios. Muchos de estos se cerraron para dar cobertura al IFEMA y así proteger los intereses de la sanidad privada, la cual reclama dinero al gobierno por prestar camas a pacientes con el virus. A día de hoy la cosa puede repetirse, ya que la Comunidad de Madrid se niega a contratar más personal sanitario, y abrir y poner a disposición de los madrileños las plantas y las camas cerradas. Si la precariedad laboral o el paro hacen mella en las personas, el hecho de que se nos deniegue algo tan básico como la sanidad, no solo aumenta drásticamente la brecha social, sino que precariza nuestra vida y aumenta la exclusión social.
Ante la estigmatización, la precariedad y el miedo, recuperar nuestra dignidad
Las redes sociales, las apps de mensajería instantánea, los medios de comunicación, etc., nos bombardean constantemente con multitud de imágenes y mensajes: dialéctica de confrontación y tensión entre partidos políticos, bulos, interpretaciones seudocientíficas en torno al virus, noticias contradictorias, lenguaje militarista, etc. Este bombardeo constante, además de la presencia y violencia policial en la calle, nos produce incertidumbre y angustia, nos lleva al bloqueo, al miedo, y todo ello a la sumisión, al control, a la dependencia y servilismo. Sin embargo, a empresarios, propietarios, defraudadores y otros parásitos del trabajo de los demás no dudan en salir a la calle arropados por los partidos políticos que representan y defienden sus intereses y privilegios de clase, mimados por el gobierno y aupados por los medios de comunicación y las redes sociales.
La solidaridad y el apoyo mutuo son intrínsecos al ser humano, una característica esencial que nos ha permitido evolucionar en el tiempo y adaptarnos al medio que nos rodea. Y es a través de la solidaridad y el apoyo mutuo como se han conseguido a lo largo de los siglos las mejoras en las condiciones de trabajo y en la calidad de vida de los trabajadores. Como la jornada laboral de 8 horas, que es uno de los logros más importantes en cuanto a derechos de los trabajadores y a lucha de clases. Es necesario organizarnos y sindicarnos para frenar la brecha social, parar la ola de despidos que vendrán cuando las empresas dejen de socializar las pérdidas, para exigir mejoras en medidas de seguridad y salud, y frenar el crecimiento de precariedad laboral.
Es necesario que nosotros, los trabajadores, nos apoyemos socialmente para frenar la degradación de los barrios y nuestros entornos, para frenar los desahucios de nuestros compañeros, para crear redes de solidaridad y apoyo mutuo, para frenar el racismo y la represión. En definitiva, para actuar entre todos para frenar el miedo y superar el discurso hegemónico del poder económico y del poder político. Solo así podremos recuperar nuestra dignidad y los derechos que nos roban ante esta ofensiva neoliberal que están llevando a cabo aprovechando el virus.
El peor virus que ataca a la humanidad y nos asola como especie y al planeta es el capitalismo. Nuestra dignidad como trabajadores y nuestra vida no pueden ni deben estar maniatadas por los caprichos y vaivenes del mercado capitalista. Es por ello necesario acabar con la mercantilización del trabajo. Y solo a través de la solidaridad y el apoyo mutuo podremos construir una sociedad con un orden socioeconómico federalista y controlada por nosotros, los trabajadores.
Por la anarquía
- Inicie sesión o regístrese para comentar
- Imprimir
- 1843 lecturas
- Enviar a un amigo