La importancia del anarquismo español en el pensamiento de Murray Boockchin

Por Floreal Romero

Este texto es un extracto de la primera parte de un libro que próximamente publicará la editorial La libélula verde. Publicado originalmente en 15/15\15.

Para entender cómo Murray Bookchin consiguió hilar y poner a nuestra disposición uno de los pensamientos revolucionarios más vivos desde el siglo XIX, complejo y a la vez coherente, perspicaz sin ser dogmático, hemos de situarlo histórica y geográficamente, como siempre que queramos conocer el pensamiento de una persona relevante, en cualquiera de los campos tan diversos de la creación humana. Su reflexión se sitúa en el mismísimo corazón del pensamiento más imprescindible hoy en día: la propia supervivencia de nuestra especie, lo que supone en realidad, la realización histórica del auténtico vivir de cada cual junta con las demás y de la sociedad con la naturaleza. Más de 70 años de recorrido militante hacen de él un puente entre los hitos inseparables e ineludibles de las dos flagrantes e íntimas contradicciones del capitalismo: por un lado la antinomia interna y por otro la antinomia externa. O sea por un lado, la brutal desarticulación social en su período de desarrollo y asentamiento para crear e integrar a la clase obrera, con su consiguiente y contundente resistencia popular en la que participó hasta el 1945. Por otro lado, el continuo y máximo saqueo de la naturaleza que denunció, y de la inminente catástrofe ecológica de la que avisó, de no acabar pronto con el desarrollismo a ultranza promovido por la propia e imparable lógica capitalista. Pero a Bookchin nunca le bastaría con analizar y denunciar al entramado de la sociedad desviada por el capitalismo. Para él, la herramienta más adecuada para acabar con el mayor peligro que haya sufrido la humanidad desde su emergencia es el campo político en su sentido original de autogestión de los asuntos de la polis. En política no existe vacío de poder y para Bookchin, hemos de aprender e ir creando palmo a palmo, con esmero y tenacidad, una sociedad comunalista libre y esto supone una reflexión y una labor muy superior a la de pensar que lo conseguiremos con solo arrojar al capitalismo por la borda. Por todo ello, quizás lo que tengamos que recordar de ese fecundo recorrido creativo es la capacidad de Murray Bookchin por encauzar su tenaz empuje vital de forma dialéctica, entre el actuar y el pensar.

Murray Bookchin y la Revolución Social Española de 1936-37
Montaje de Casdeiro, a partir de una foto histórica y de un retrato de Luisa Michel.

I) Su vida, su lucha y su pensamiento

Si bien Bookchin llegaría a dar clases en algunas universidades de Estados Unidos, nada lo predestinaba a ello si lo miramos desde el punto de vista de la normalidad académica. En realidad el sustrato que hizo crecer a Bookchin y que lo propulsó fue un ambiente familiar un tanto caótico y a la vez cargado de preocupaciones y esperanzas revolucionarias en los años 20 y 30 del pasado siglo. Su abuela inmigrante rusa, judía no practicante y revolucionaria, “fuerte y estricta”, fue la que, nada más nacer, se encargaría, de brindarle cariño y dedicación. Así es como sus nanas, a la hora de dormir eran himnos revolucionarios, cantados con énfasis y emoción. A continuación, leería con pasión los escritos de sus héroes como Lenin, Rosa Luxemburgo, Karl Liebnecht y Trotski antes que los de Washington o Lincoln. Como diría Bookchin “Básicamente, mi familia me educó en la revolución”. En plena crisis personal, estalla la otra crisis, la social: la Gran Depresión, con un Partido Comunista en auge y muy combativo. Su misión era guiar a la clase trabajadora sobre los pasos de los trabajadores de la Unión Soviética, “el paraíso de los trabajadores”. Introducido por un joven pionero del partido, encontró en el Partido Comunista la familia que había perdido y en Marx el padre en el que plasmaba la imagen de todo el amor que le otorgaba su abuela. Por lo que Bookchin se vio encaminado en una desbordante actividad militante, como en un río tumultuoso y para el resto de su vida.

1) Militante del Partido Comunista


Símbolo del Partido Comunista de los EE. UU.

Cuando se encontró con apenas recursos económicos para vivir y ayudar a su madre, el PC le ofreció vender prensa, salvándole económicamente por lo menos durante un tiempo. Vendiendo la prensa y escuchando con ansias debates y discusiones en los frecuentes mítines que se daban por doquier, es como empezaría su formación militante. Una formación debidamente reforzada cuando se apuntó como alumno entusiasta a la Escuela de los Trabajadores, con una educación intensiva sobre los fundamentos filosóficos y sociales del marxismo, la economía política y el leninismo. Acabaría siendo director educativo de los Jóvenes Pioneros en 1934, o sea, con quince años.

Pero las vueltas que le daba Stalin a su estrategia internacional se hacían cada vez más contradictorias y unas fisuras de dudas no tardarían en abrirse en su mente sobre todo cuando Stalin optó por las alianzas con los partidos reformistas, otrora denunciados como fascistas. Con la invasión de Polonia, acabarian reventando. Había perdido la fe en el Partido Comunista, pero no en la revolución. Él no desfallecería como muchos otros lo hicieron, sino que ese desconcierto y ese dolor tan penosos le impulsarían para explorar otras vías, empezando por aquellas más próximas: el trotskismo. Así empezó su dialéctica revolucionaria.

2) Trotskista

El encuentro con los anarquistas españoles se hizo por las dudas en cuanto a la veracidad de las informaciones que le llegaban desde España. Así pues llegó a pensar que estaba sucediendo algo más que una guerra civil. La palabra anarquista era para él una incógnita y aún más al estar asociada al proletariado y a la organización, por lo que devoró los libros tanto de G. Orwell, Homenaje a Cataluña como unos cuantos más, escritos en aquella época. Y cuanta más información le llegaba más odiaba a los comunistas que habían sofocado esa revolución y más crecía su admiración por los anarquistas, protagonistas de “la revolución proletaria más importante de la historia”. En 1938, Bookchin seguía apoyando a los trotskistas: el proletariado, cansado de tantas guerras se uniría a ellos y harían la revolución, aunque luego curiosamente Trotski apoyaría la invasión de Polonia y de Finlandia por la Unión Soviética. Para ganarse la vida y seguir la vía de su nuevo partido de organizar a las masas, Bookchin se fue a trabajar en un sector duro de la industria: una fundición, llegando a ser delegado sindical.

3) Disidencia: desilusión y evolución

Muerto Trotski, asesinado por orden de Stalin, en agosto de 1940, la IV Internacional decidió seguir con el programa, pero en 1943 se hicieron patentes las discrepancias y Bookchin se unió a una de las disidencias. En esos antagonismos se dio cuenta de que los trotskistas, en el fondo no eran diferentes de los estalinistas.


Huelga de trabajadores de la Ford, 1945. Fuente: The Windsor Star.

En 1945, de costa a costa, se movilizarían unos 500.000 trabajadores durante 113 días de huelga, pero agotadas las cajas de resistencia, tuvieron que poner fin a la huelga con unos incrementos salariales y unos cuantos beneficios más, reflejados en los contratos. Había ganado la patronal, y en 1948 tomarían medidas para que esto no volviera a ocurrir, integrando a los trabajadores y haciéndoles partícipes de los beneficios de la empresa como cooperativistas. Esta fue, una vez por todas, la demostración para Bookchin, de que el proletariado no era revolucionario y que se había convertido en una pieza más de la maquinaria capitalista. Todo ese mundo que lo que le mantenía de pie, en lucha contra el Capitalismo desde los nueve años de edad, se le vino abajo. Empezó a considerar el marxismo, por lo menos esa parte del marxismo que fundaba su creencia en un proletariado socialista redentor de la humanidad, como una ilusión y una pura falacia.

4) La última disidencia marxista: una etapa decisiva de su pensamiento

Por otra parte, el Capitalismo, con las bombas de Hiroshima y Nagasaki, había alcanzado y caído en una barbarie jamás imaginable unos cuantos años antes. A vueltas con la dialéctica, Bookchin no bajaría los brazos. Alentado por unas de las últimas sugerencias de Trotski en la que llegó a decir acertadamente que si la última guerra no acababa con una revolución, habría que “revisar nuestra concepción de la época actual y de las fuerzas motoras”, se juntó con otros disidentes trotskistas para formar un grupo de reflexión.

5) La vuelta a la razón dialéctica

En los años 50 en EE.UU. la sociedad capitalista se había adelantado a la de los demás lugares del mundo. Su industria, lejos de colapsar como muchos marxistas pensaban que iba a ocurrir, estaba en plena expansión y las ciudades no dejaban de crecer.

Partiendo de estas constataciones, había pues que retomar el concepto de razón dialéctica como filosofía de desarrollo orgánico. Aquella que mira tanto hacia el pasado como también hacía el futuro, basándose en la descripción del “proceso de separación e incorporación que impulsa el avance del desarrollo: de aquello que existe, de aquello que lo contradice y del nuevo producto transformado por su interacción que preserva lo que es valioso de ambos.”1Esa era la razón dialéctica, previa a la Ilustración con toda su carga ética para la crítica.

Pero más allá de la crítica, también había que infundir la esperanza, la alternativa a la deshumanización de lo que ahora es, o sea, lo ético que podría ser. Apremiaba ir apostando por la cooperación en contra de la competición, por el fin contenido en los medios, por el fondo por encima de la forma, por la democracia real, el cara-a-cara en contra del espectáculo electoral y su trastienda burocrática. O sea, una vía hacía un socialismo ético en lugar del científico por el que en otros tiempos apostó Marx. Es esa inflexión en el pensamiento de Bookchin la que le llevaría a acercarse al anarquismo por reflexión propia y antes de ahondar en sus teóricos.

6) ¿Ambientalismo o ecologismo?

Este tipo de urbanismo [el de los EE.UU. de posguerra], todo entregado a los medios de transporte y sobre todo a los coches, la separación entre lugar de trabajo y estancia, una arquitectura de acero y cristal volcada hacía vertiginosas alturas, todo ello contribuía al despilfarro y a depender de sistemas energéticos de tamaños proporcionales a esa magnitud, a esa centralización y concentración. No solamente las plantas de energía nuclear suponían un peligro grave para la humanidad por su total inseguridad, sino que la energía fósil concentrada estaba contribuyendo a otro tipo de amenaza planetaria. En un capítulo de su libro dedicado al clima, Crisis in our cities, publicado en 1965 y escrito en 1964, avisaba que a lo largo del siglo XIX, se habían lanzado 260 billones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Con esta cifra venía a alertar, antes de que estuviera de moda, de las consecuencias del “efecto manta” producido por el dióxido de carbono, “a aumentar la temperatura de la atmósfera al interceptar las ondas de calor emitidas por la tierra”. Y “…el aumento en la atmósfera podría incluso a derretir los casquetes polares y a provocar la inundación de los continentes, debido al crecimiento del mar.”

Este gran e innovador hallazgo que Bookchin elaboró hace más de medio siglo, con esmero y dedicación, como todos aquellos a los que accedió, se ha convertido hoy en día en el único gran desafío medioambiental de la humanidad. Una lucha en que todas las personas tenemos que contribuir sin mirar a los lados con las orejeras bien puestas. Así pues, una vez más, todas las personas, a bombo y platillos, ricas y pobres, se ven arrastradas al unísono por los dirigentes del mundo entero en una cruzada ecologista en contra de un supuesto enemigo común: el cambio climático. Un gran paralelismo con la lucha común en contra del terrorismo. De lo que se trata es evitar a toda costa el ir a la raíz común de todos los problemas: las estructuras económicas y sociales del capitalismo. Si alguna vez se pudo asimilar el ecologismo a un movimiento subversivo, como en los años 70 del pasado siglo, no podemos más que constatar su muerte clínica. En primer lugar, la falta de claridad hizo que se confundieran las dos corrientes divergentes de sensibilidad ecologista: la ecologista y la medioambientalista. Así pues, por falta de un riguroso análisis estructural y adhesión a un movimiento radical, fue reducida esta última tendencia a la simple defensa del medioambiente, protección de la naturaleza, auto-reducción de los gastos energéticos y deshechos, reciclaje, uso de energías y tecnologías alternativas, pero no solamente. Las ecotécnicas (small is beautiful) fueron sustraídas de su objetivo inicial descentralizador y de su propósito de ir en contra de las grandes corporaciones energéticas hasta verse asimiladas por ellas y por el Estado. Así como la agricultura ecológica y otras alternativas, se vieron perfectamente asimiladas por la razón instrumental del capitalismo verde que vio en ellas un mercado nuevo, una fabulosa fuente de ingresos y un objeto más para la valorización del valor. La vuelta de tuerca siguiente sería canalizar la otra corriente más radical y convertirla en una fuerza política dentro de las instituciones del Estado, hasta dejarla inoperante como es el caso hoy en día.

II) Su fecundo legado: la esmerada elaboración de la ecología social y el Comunalismo

Pero una vez más Murray Bookchin, gracias a su constante presencia en el terreno de las luchas, su pensamiento dialéctico imbuido de ética, siempre estaba alerta y nunca la crítica había predominado del todo sobre una visión alternativa a esta sociedad altamente destructora, contaminante, simplificadora, centralizadora e uniformadora . A una crítica determinada, le tenía que corresponder una respuesta de lo que tenía que ser y una idea de cómo alcanzar ese propósito, o sea de una estrategia. Así pues, con sus investigaciones y sus reflexiones llegarían a dar con el anarquismo aunque lo absorbería de segunda mano, gracias a las lecturas de las obras de Mumford, quien citaba a menudo a P. Kropotkin. Luego porque, habiendo rechazado la versión mesiánica del proletariado y la filosofía del materialismo histórico de Marx, más se adelantaba en la reflexión y más se acercaba a esa filosofía social, siempre con la mente predispuesta por el impactante recuerdo de sus lecturas sobre la revolución española y el papel predominante de los anarquistas. A diferencia de Lewis Mumford, el reconocido arquitecto de origen alemán E. A. Gutkind, se definía abiertamente como anarquista y fue él quien acuñó el término de ecología social que adoptaría Bookchin. Este autor, como otros muchos fundamentalmente libertarios, le aportaría elementos decisivos para elaborar y afinar lo que llegaría a llamar la ecología social y también, más tarde el municipalismo libertario. Fueron sin duda sus reflexiones en torno a los enormes problemas generados por las megalópolis, las que le llevarían a la conclusión de que una sociedad ecológica no podía serlo si no fuera descentralizada. El crecimiento hipertrofiado de las ciudades despojaba a la naturaleza de su complejidad, de sus ecosistemas simbióticos, simplificándola hasta que ya no pueda sostener ciertas formas de vida, de aquellas más simples. Una sociedad centralizada, autoritaria y conformista es propensa al colapso. Por lo contrario la diversidad promueve, tanto en lo social como en el ámbito natural, estabilidad, resistencia y capacidad de resiliencia2. Así pues Bookchin veía una intensa convergencia entre anarquismo, ecología y filosofía dialéctica. Así es como nació, escrito de la mano de Bookchin en 1964, el primer manifiesto de política ecológica radical: Ecology and Revolutionary Thought.

II.1) La fuerte influencia del anarquismo español

Conociendo la obra de Bookchin y sus exigencias en cuanto a las necesidades concretas de organización y compromiso, podemos afirmar que los anarquistas españoles han sido la pieza maestra, la piedra de toque de su genial propuesta política ecológica radical. Sobre todo si nos referimos a la organización del Municipalismo Libertario en cuanto a estructura y funcionamiento federal y confederal, partiendo de la autonomía local basada en el compromiso de las individualidades. Y es este ejemplo de anarquismo social organizado en la CNT el que opuso a los comunistas a lo largo de sus frecuentes debates y desde que se salió del trotskismo hasta los últimos maoístas, pasando por los castristas. Esos mismos que trataban al anarquismo de “pequeño-burgués”, igual que la Izquierda en general trataría al incipiente movimiento ecologista, no podían concebir una fuerte organización sin el politburó y su férrea estructura piramidal. Y es que para colmo, al final toda esta organización de “la obediencia y el orden” según las propias palabras de Engels, todo este sacrificio inmolador no fue más que para unas revoluciones modernizadoras, un titánico intento de unas sociedades campesinas para alcanzar a las sociedades industriales.

Aparte de la fuerte capacidad organizativa del proletariado del estado español, le daba mucha importancia a la inmensa tarea de contracultura desarrollada por los anarquistas desde principios del siglo XX hasta los años treinta en los sindicatos, las escuelas racionalistas y los ateneos. Algo que compararía con la que, de alguna manera se estaba desarrollando en su país en esa época de los 60.


Alfonso Martínez Rizo (ca. 1924)

Así pues se acercaría a la Liga Libertaria en Nueva York, donde conoció de primera mano y de manera más íntima a la revolución española por Russell Blackwell, quien llegó a pertenecer al grupo Los Amigos de Durruti. Pero se hubiese entusiasmado y enamorado todavía más de la revolución española de haberse enterado de su desconocido proyecto ecologista radical, tan cercana a la de la ecología social, aunque se la cualificara con otras palabras.

Pues esta propuesta del arquitecto anarquista Alfonso Martínez Rizo y la CNT iba a ser sometida, enriquecida y aprobada por todos los colectivos de usuarios de la ciudad, empezando por Barcelona. Al igual que la Ecología Social, se basaba en la propia contracultura libertaria muy afín a la naturaleza, en las prioritarias posibilidades locales, en el federalismo, en la descentralización de las ciudades, con una arquitectura nueva, una propuesta que veían posible solamente fuera del capitalismo. Las embestidas a la que fue sometida la revolución española por parte de Stalin en el verano de 37 y que Franco remató en 1939, hicieron imposible su realización3.

Luego, Bookchin, a lo largo de toda su extensa vida militante, se dedicaría a afianzar y afinar ese proyecto político ecologista radical, rozándose y debatiendo con las personas afines y las que lo eran menos, cuando todavía las luchas y las potencialidades estaban llenas de esperanza para el movimiento ecologista.

II.2) El compromiso con los Verdes alemanes y sus enseñanzas

a) La imparable ascensión y el éxito

Así fue respecto al movimiento más emblemático de las luchas ecologistas en el mundo: los verdes alemanes, die Grünen. Según el propio Bookchin quien también vivió de cerca los acontecimientos del Mayo francés, die Grünen se convirtieron en el movimiento revolucionario con más ahínco y potencialidades desde la revolución en el estado español. En ese país, allá por los años 70, empezaron a organizarse protestas en torno al racismo, al militarismo, a la familia patriarcal, a las cuestiones medioambientales, la igualdad de género, los derechos a la vivienda, a los transportes públicos y otros servicios. Los grupos autogestionados, organizados localmente, nunca dejaron de tratar estos temas conjuntamente, llegando a crear una auténtica cultura alternativa, con bases teóricas de buen nivel gracias a muchas publicaciones, en contra de las jerarquías y a favor de la cooperación. Las innumerables luchas victoriosas en contra de extensiones de aeropuertos, centrales nucleares y otras contaminaciones les darían un merecido prestigio internacional.

Ese movimiento se disparó en 1979 con la oposición a la instalación de misiles Pershing II. Pero además de estar a favor de la paz, continuaba siendo amplio, polifacético y con estructuras sustentadas en la democracia directa y acciones que también lo eran. Sabía además que todos estos males a los que se oponían no eran más que síntomas de una sociedad enfermiza. O sea, en resumido, un movimiento muy similar al que Bookchin hubiese querido para EE.UU. Más tarde se daría cuenta de que estos movimientos bien organizados se habían desarrollado más bien en ciudades pequeñas, y habían extendido un movimiento juvenil por toda Europa, organizados en redes, en los márgenes de los grandes núcleos urbanos.

Cuando el 6 de marzo de 1983, el partido anti-partido (como lo llamaría Petra Kelly) hace su espectacular y llamativa entrada en el Bundestag, con 26 personas vestidas de colorines y arrastrando pinos muertos por lluvias ácidas, éste se niega a llamarse partido. No era más que el brazo político de un amplio movimiento antinuclear, ecologista y extra-parlamentario. Pero hasta ahí llegaron. ¿Qué circunstancias les habían obligado a pisar una tierra que sabían resbaladiza? Tal vez las terribles represiones de las que habló la periodista Jutta Ditfurth cuando llegó a decir que el movimiento “estaba siendo asesinado por un Estado armado hasta los dientes.” Sea como fuera, tras un largo debate, algunos activistas abogaron por la huida, por la única puerta que para ellos quedaba abierta: tomar parte en el odiado sistema de partidos para, por lo menos cambiar algunas leyes. Este era el espacio político que encontraron, empezando por las pequeñas instituciones locales y provinciales para, mediante plataformas, oponerse a la energía nuclear. Y no es que había sido fácil adoptar tal postura; pues hubieron auténticos y fuertes debates antes que optaran por crear la Lista Verde para Hesse para presentarse al parlamento estatal. Espoleados por la urgencia de hacerle frente a la instalación de nuevos misiles, en enero de 1980 un millar de ecologistas políticos se reunieron en Karlsruhe y fundaron Los Verdes. Un partido sin ideología definida con gente tan dispar como partidarios de una dictadura ecologista, ecofeministas, punks y antropósofos, entre otras. Tres pilares los unirían: “ecología y justicia social, democracia de base y no-violencia”, pero con la cimentación ambigua que más tarde inspiraría a otros partidos: “ni de izquierdas ni de derechas, hacia adelante”.

b) Determinación y doble poder


Otto Schily y Petra Kelly en una conferencia de prensa en el Bundestag en 1983.

Para estas personas recientemente entradas en política con una firmeza templada en las luchas, con una determinación y un posicionamiento inquebrantables, frente a todos los desafíos y tentaciones, les parecía imposible cualquier resbalón o compromiso. Además habían tomado medidas y reglas de gran firmeza de forma que los movimientos de base, estrechamente vinculados, pudiesen directamente y en cualquier momento exigir responsabilidades políticas. Además asegurándose que estas políticas serían decididas por los miembros durante las asambleas y congresos. El mandato era imperativo y para separar nítidamente mandato y cargo, ningún parlamentario podría mantener otro cargo en el partido, como también tenían que rotar, o sea traspasar el escaño a otros miembros del partido. Estas medidas, como unas cuantas más —revertir la mayor parte de los salarios al partido para proyectos y la paridad entre hombres y mujeres— debían asegurar un éxito político rotundo. Y de alguna manera así fue: un auténtico milagro político. Porque si bien las manifestaciones eran útiles y conseguían que retrocediera el poder, éstas no dejaban de ser efímeras. Por otra parte los partidos tradicionales siempre terminaban burocratizándose, domados por la ley de hierro de la oligarquía. Obrando sobre estos dos aspectos a la vez y gracias a sus impresionantes medidas de control, estos parecían haber conseguido articular a las dos funciones. Partiendo de las bases, ¡parecía haberse abierto una era de una tercera vía!

Para Bookchin, de alguna manera admirado, no dejaba de pensar que si querían Los Verdes seguir siendo un movimiento de base y de democracia directa, debían reclamar la devolución del poder a las bases, a las asambleas populares de cada población. De lo contrario terminarían siguiéndole los pasos al ahora convencional partido de sus vecinos bien conocidos del Norte, el RCM (Rassemblement de Citoyens et Citoyennes de Montréal) en Quebec4.

c) Retorno a la normalidad. El desesperado intento de Bookchin

Un millón y medio de personas se manifestaron con fuerza en contra el despliegue de los misiles Pershing el 22 de octubre de ese mismo año, 1983, en el que entraron de Los Verdes al Parlamento. Se podía, pues, esperar una rotunda victoria parlamentaria por parte del brazo parlamentario del movimiento pacifista más potente del mundo, el 22 de Noviembre en el Bungdestag, al votar la resolución sobre el despliegue de las armas nucleares. Fue un fracaso, perdió el no y las armas fueron instaladas en menos de una semana. De nada había servido formar parte de la política institucional del Estado.


Bookchin en 1984

En 1984 Bookchin se dirigiría personalmente a Alemania a entrevistarse con Jotta Diffurth para entender con más claridad la evolución del partido y esta le hizo un recorrido histórico y de cómo todo empezó en Hesse. Cuando en las elecciones de septiembre de 1982, viendo que a solas no sacaban suficientes votos, Fischer, como buen oportunista y renegando de su pasado anarquista, formaría un grupo dentro de Los Verdes para instar que Los Verdes que dieran el paso a la realidad. Terminaron convenciendo a cientos de militantes a que le dieran la espalda a esos fundis que basaban su estrategia en “murmullos, balbuceos del pasado”. Y es así como, por mayoría, entraron en la realidad de la política por la gran puerta abierta del Bundestag, aceptando sus reglas, como no podía ser de otra manera. Cada vez que tuvieron reveses políticos culparon a los fundis y esos fracasos electorales, a la vez, les servían de coartada para sus alianzas electorales con los social-demócratas del SPD. Y quien dice alianza, dice trapicheo: te doy esto a cambio de lo otro, o sea toleráis dos centrales nucleares y renunciamos a tal aeropuerto, por poner un ejemplo.

Pero la lucha seguía dentro de Los Verdes entre las dos tendencias. Los fracasos electorales y los principiantes juegos electorales con sus degradantes compromisos podían dar pie a que reaccionaran los militantes de las bases. En una gira por varias ciudades alemanas, Bookchin, estimulado por la capacidad de los militantes y acompañado de Jutta, trató de demostrar y convencer a las activistas del error de entrar en el juego electoral y que “un partido parlamentario siempre desmoralizará y viciará al movimiento extra-parlamentario que lo impulsó”5.

La historia nos muestra que no lo conseguirían y que la excepcionalidad alemana de Los Verdes se allanaría hasta la vulgaridad partidista de siempre. Y los partidos Verdes de los demás países, al imitarles, no hicieron más que conseguir una mala copia,como así reconoce el exministro de medio ambiente francés Yves Cochet.6

II.3) Bookchin y los anarquistas

a) El difícil dialogo. Dogmas y tabúes


Portada del primer número de la revista ‘Green Anarchist’ (1984). Ilustración: Richard Hunt

Pero no fue por falta de implicación por parte de Bookchin. En sus giras buscaría el apoyo de los anarquistas, intentando convencerles de que entraran en Los Verdes y participaran en la radicalización de ese partido. No tanto en este país como en los demás, los anarquistas acabarían por decepcionar a Bookchin. Previamente a su gira alemana, en el encuentro de Venecia en 1984 (Ciao anarchici) que reunió a unos tres mil jóvenes del mundo entero, desplegó todo su carisma y su capacidad oratoria en un discurso que luego se publicaría con nombre de “Nosotros los verdes, nosotros los anarquistas”. Les instó a participar en la esfera política y llegado el momento, presentarse a las elecciones municipales. Pero en las filas anarquistas, presentarse a las elecciones era casi una blasfemia pero por si fuese poco, un icono, casi un tabú quedaba de pie sobre todo en los más ancianos, el anarcosindicalismo7. Y Bookchin les decía que el sujeto revolucionario ya no podía ser el proletariado ya muy domesticado e integrado en los mecanismos de la sociedad capitalista. Además desconfiaban de él por su pasado marxista y los residuos que en su pensamiento afloraban como, por ejemplo, el elogio a la tecnología que según muchos de ellos no podía más que descansar en el principio básico del centralismo. A lo que Bookchin, quien había abrazado el anarquismo con entusiasmo y del que tenía un profundo conocimiento8, hasta considerarse heredero de Kropotkin, como pionero de la tradición eco-anarquista, solía contestar: “Si los anarquistas no aprenden nada de Marx y Hegel, entonces están condenados a seguir estando bastante empobrecidos teóricamente”. Así pues, tras muchos debates e intentos de convencer a los anarquistas llegaría a la conclusión de que éstos, por lo general, en Europa, estaban enlozados en el pasado. Demasiado centrado en el siglo XIX y principios del XX, para él, el anarquismo se había convertido en un auténtico mausoleo.


Portada del libro de Bookchin sobre el auge del anarquismo en el Estado Español.

La acción directa se solía aplicar solo en protestas pero no en la construcción de “formas de libertad” duraderas. Todo lo relacionado a acción política, para la gran mayoría de anarquistas, tenía una connotación peyorativa, así como una traición a la “cuestión social”. Para Bookchin, sin embargo, era todo lo contrario. Tenían que haber rehusado de su aversión por el campo político y haberlo considerado en total oposición al dominio del Estado, de su parlamentarismo con sus inherentes pactos, sus negociaciones y compromisos, sus jerarquías y su dominación. Por lo contrario tenían que haberlo abrazado, haberlo hecho suyo y haberlo desarrollado en el ámbito local, vecinal y comunitario. En realidad, si hubiesen tenido un debido conocimiento histórico, los anarquistas de nuestros tiempos recordarían que en los primeros tiempos del anarquismo, y más todavía en el estado español, los primeros anarquistas habían optado por el municipalismo aunque luego fuera eclipsado de las memorias por el preeminente anarcosindicalismo. Pero ahora la clase obrera había demostrado ya no ser revolucionaria. El tiempo de la ecología había llegado conjuntamente con la aparición de otros y múltiples movimientos sociales dentro de la ciudad. La gran mayoría de los anarquistas veían la propuesta de Bookchin como algo nuevo y sin embargo, Bookchin le devolvía al campo político su sentido original helénico de “un ciudadano activo que gestiona sus propios asuntos”. Empezando por la polis griega, esa tradición se perseguiría pasando por las comunas medievales y renacentistas, esas tan alabadas por Kropotkin, hasta llegar a la tradición anarco-comunalista. Por lo cual, Bookchin lo que se proponía, era volver a revitalizar esa tradición anarco-comunalista, con la adopción del municipalismo libertario. Sin embargo difícilmente podían los anarquistas rehusar sus propuestas, pues Bookchin las asentaba en sus propios teóricos como Bakunin cuando afirmaba que tras la revolución “la unidad básica de toda organización política” debería de ser “las comunas totalmente autónomas.” Y para rematar, tampoco este teórico veía tan descabellada la participación en las elecciones municipales9.

b) Los anarquistas de nuevo cuño. El imposible diálogo

Pero lo peor de todo para Bookchin es que los nuevos supuestos teóricos anarquistas, sobre todo estadounidenses, no hacían más que sembrar todavía más confusión como la auto-denominada anarquista Susan Brown promoviendo su libro con una frase de la Thatcher: “No existe una cosa denominada ‘sociedad’, solo hay hombres, mujeres…”. Otro, el editor de A journal of Desire Amed, Jason McQuinn llegaría a defender el revisionismo al afirmar que los nazis solo mataron a unos centenares de judíos. El teórico del primitivismo anarquista, el extremista Zerzan, denunciaría como forma de opresión, no solamente todo tipo de tecnología, sino también el lenguaje. Así pues, se lamentaba Bookchin hasta el punto de darle casi la razón a Marx quien tachó a los anarquistas de “individualistas pequeño-burgueses”. Para él lo grave es que el anarquismo se iba deshaciendo de su “esencia social y su objetivo colectivista” para ostentar el individualismo de esencia liberal, el irracionalismo y el extremismo10. No se lo podía creer. Así pues, Bookchin se “opondría a esta deriva con cada fibra de su ser”, pero además de esos desmanes, tenía que hacer frente a los incesantes ataques de ciertos declarados anarquistas que criticaban sus propuestas, invalidando por ejemplo su propuesta de la toma de decisiones por mayoría, equiparándola a dictadura. Le llegaron a tratar de “no-anarquista” o le tacharon de “totalmente desubicado”, de que el municipalismo libertario era en realidad la “búsqueda del poder”, etc…

c) Su renuncia al anarquismo

En esa misma década de los 90, en reacción a esa retirada y esos ataques, y para mantener la integridad de su ser, escribiría The Third Revolution, el gran proyecto de la última fase de su vida: escribir la historia de las personas y los movimientos significativos y ejemplares en los que figuran en primer plano los anarquistas españoles, tan admirados por Bookchin.

Bookchin, enfermo, cansado y decepcionado de esas batallitas improductivas, viéndose mayoritariamente desaprobado por los anarquistas, aprovechó una conferencia en el año 1997, en Plainfield (Vermont) para romper oficialmente con el anarquismo, sin por ello renunciar a su proyecto emancipador. Definitivamente había roto primero con el marxismo, por las razones anteriormente expuestas, y ahora con el anarquismo, aunque, eso sí, quedándose con lo mejor de cada cual y sintetizándolo en su propuesta comunalista de la que resaltaremos a continuación las principales características.

III. Las raíces de la ecología social y el comunalismo en el estado español

III.1) Las semillas y el terreno

Pero primero conviene hacer un recorrido histórico por la Península Ibérica. Importa insistir sobre la gran similitud de las propuestas anarco-comunalistas y su urbanismo social dentro del anarquismo e incluso el anarcosindicalismo con su organización confederal, en el estado español y en Cataluña en particular, por una parte, y por otra la ecología social y el municipalismo libertario propuestos por Murray Bookchin.


Barricadas de la Comuna de París, abril de 1871.

El comunalismo no fue propuesta de ningún teórico destacado en particular, y menos en el estado español, que nunca contaría con relevantes teóricos, pero sí de militantes comprometidos, de mucho sentido común y aficionadas al debate. Y supieron ir a por los elementos que necesitaban, tanto los de Marx en cuanto al análisis del capitalismo, como en las propuestas de los teóricos del anarquismo, en particular de Proudhon, Bakunin, Kropótkin y Eliseo Reclus. El comunalismo se fue elaborando al calor de los fuertes conflictos surgidos a raíz del rapto de los pueblos por parte del capitalismo para usarlos en su naciente industria y el hacinamiento de los obreros en las grandes urbes que se expandían en toda Europa, de forma caótica. Este primer proletariado no se aceptaba como tal y ofreció una gran resistencia a formar parte del capitalismo. No querían ser reducidos a simples asalariados, o sea, a vender su fuerza de trabajo simplemente para no morir de hambre. Para ellos este cambio brutal significaba una conversión forzada a la esclavitud. Por ello rápidamente se fueron organizando en sociedades de resistencia que más tarde se llamarían sindicatos, con la vista puesta en oponerse a la miseria y a las condiciones extremas de explotación en la que se vieron obligados. En sus debates, se dieron cuenta de que el capitalismo no tenía arreglo y que no quedaba otra que destruirlo o ser aniquilados por este. Y destruirlo significaba también tener una propuesta alternativa y poco a poco, al calor de los lazos de lucha y fraternidad de clase, la convivencia en los barrios, con la nostalgia y el recuerdo todavía puestos en sus pueblos y en la relativa autonomía que en ellos gozaban, se fueron elaborando visiones de futuro con claras referencias al Municipio Libre. Unas visiones colectivas a las que participaron las experiencias y las visiones de los proletarios de los demás países a los que se unieron con la creación de la Internacional. En el seno de esta última se fueron dibujando y al final separando, después de la Comuna de París, las dos tendencias del proletariado organizado, la autoritaria, en torno de Marx y la anti-autoritaria representada por Bakunin. Y fue con ésta ultima, con la que mayoritariamente el recién constituido proletariado del estado español se identificaría. Las largas luchas continuas, incesantes en todo el país, en contra de las clases dominantes que hundían el pueblo en la miseria, las enfermedades y el hacinamiento, y sus consiguientes represiones violentas y sangrientas no impedirían imaginar y dibujar la sociedad anhelada, por parte de los anarquistas, sino que al contrario, estimularían el proyecto emancipador.

III.2) Las raíces: el urbanismo social

Uno de los elementos problemáticos que dio mucho que pensar fue el urbanismo. Con la Real Orden de 1897 y su agregación forzosa de los municipios colindantes con la gran ciudad de Barcelona, se desataría una amplia oposición a esa extensión galopante de la ciudad. Tal vez la primera manifestación socio-ecológica, por ser los opositores plenamente conscientes de las devastaciones sin límites causadas por la economía y el urbanismo capitalista. Así pues se desarrollaría, a partir de 1901 hasta 1937, un fecundo pensamiento urbano-ecologista gracias a que el arquitecto Cebriá de Montoliu introdujera las bases del movimiento cultural anglo-sajón pre-Rafaelísta inspirado por Ruskin y William Morris, nada más empezar el siglo XX. Estas ideas fueron ampliadas por los urbanistas Ebenezer Howard y el polifacético e innovador planificador urbanístico, Patrick Geddes. Este último, amigo y colaborador del geógrafo anarquista Eliseo Reclus y amigo de Pedro Kropotkín les aportaría valiosos elementos para pensar un urbanismo ecológico, este último a su vez retomado por el movimiento anarquista en Cataluña en una proyección comunalista. Así pues en las revistas culturales ácratas, como en los ateneos se persiguen las reflexiones en torno a esta cuestión estructural arquitectónica y urbanística de mayor importancia. Después de que se apaciguaran los debates apasionados entre anarquistas colectivistas y anarquistas comunistas a favor de estos últimos, y se adoptara el comunismo libertario en el congreso de la CNT en 1919, la temática urbanística y arquitectónica figura como uno de los temas esenciales de los debates. Si bien es cierto que la CNT, como sindicato, vertebra el conjunto del movimiento libertario, ateneos, escuelas racionalistas, etc., el debate sigue vivo en cuanto a las estrategias a adoptar para conseguir ese comunismo libertario. Grosso modo, aunque tampoco las tendencias estarían tan zanjadas, dos corrientes se enfrentan. La tendencia más sindicalista, (¿más realista?), apoyada en su fase final por una figura como Diego Abad de Santillán, a partir de 1932, tiende cada vez más a integrar los valores del trabajo, de la fábrica, del productivismo y de la industrialización capitalistas11.

III.3) Las raíces del Municipio Libre, Federación y Confederación de Municipios Libres


Joan Montseny i Carret, alias Federico Urales.

Mientras que la otra tendencia más desapercibida, dentro de la propia CNT, defendida por Federico Urales, por ejemplo, es partidaria de organizar la vida a partir del lugar donde se vive, a partir de las formas asociativas de los barrios, con una cultura imbuida de lazos directos y emotivos, o sea del Municipio Libre12. Estas tendencias se fueron polarizando con el tiempo a partir de los años 30, la más sindicalista ganándole terreno a la otra. Pero en un principio las diferencias no fueron tan sustanciales ya que, por ejemplo, la estructura social propuesta por Joan Peiró o el anarcosindicalista francés, Pierre Besnard, aunque más elaborada que la de Urales o Bruno Lladó, se basa en el Municipio Libre, la Federación Regional de Municipios, la Confederación Nacional de Municipios y por último la Asociación Internacional de Municipios. Las dos propuestas coincidían en que el primer eslabón decisivo y organizativo partiría de las asambleas populares soberanas en cada comunidad o Municipio Libre. Ambas corrientes veían la imperiosa necesidad de proceder a la descentralización de las ciudades13, una vez desarticulado el capitalismo y su herramienta social, el Estado. Las dos corrientes siguen codo a codo en una continuidad analítica hasta el Congreso de la CNT de Zaragoza en Mayo de 1936 en el que se adopta oficialmente la ponencia de Isaac Puente sobre el Comunismo Libertario. Y en esa ponencia se contempla la descongestión urbana, así como la simbiosis campo-ciudad y un estudio detallado de la bio-region. Y la crítica a la megalópolis, más aguda de su tiempo y que el propio Bookchin de haberlo conocido, hubiese aprobado 30 años más tarde, se encuentra en el elaborado proyecto que presentó el ingeniero y maestro racionalista Alfonso Martínez Rizo, vicepresidente del sindicato de obreros intelectuales de la CNT. Partiendo de la crítica al capitalismo que por esencia conlleva a un crecimiento ilimitado, demuestra que las urbes devoran muchas energías: “lo que tiene que gastar cada ciudad para cada uno de sus habitantes es tanto mayor cuanto más de éstos tiene”. La metrópoli ocasiona pérdida de tiempo, en “un innecesario movimiento de personas” y ocasiona un gran volumen de transporte, ya que sus habitantes dependen de los transportes públicos por culpa del emplazamiento suburbano de los grandes núcleos dormitorios. También ve como el divorcio entre campo y ciudad pone esta última en un estado de total dependencia del primero. De lo que deduce que “el complicado mecanismo de cambio y la distribución puede ocasionar el hambre en una gran ciudad”. De este análisis deducían los anarquistas que fuera indispensable una alianza fuerte entre los obreros de la ciudad y del campo, sobre todo en ese período de transición, hasta que los resultados de las medidas descentralizadoras no se complementaran y que la ciudad no alcanzara cierta autonomía como cuerpo biológico integrado al medio-ambiente. Pero no solamente se pensaba en términos energéticos, ecológicos en general sino que también en términos políticos, los anarquistas acusaban a la ciudad de regir la insolidaridad debido a que esta “…es la obra típica y característica del capitalismo. Siendo “el dinero el rey y el amo del mundo y los políticos son sus servidores…” (Revista Estudios, 1935), la vida en las ciudades es insolidaria como reflejo mismo del sistema de relaciones sociales impuesto por el capitalismo especulador y por el centralismo político.

Las grandes ciudades, como la de Barcelona, que para alcanzar esa autonomía, ese espacio agradable y sano, esa integración biológica y a la vez esa funcionalidad democrática y autogestionaria de Municipio Libre, según sus cálculos, debían ser reducidas a menos de cien mil habitantes. A partir de la revolución de Julio de 1936 el proyecto se estaba afianzando. Pero después de un largo forcejeo con los comunistas a la orden de Stalin, estos supieron desactivar el gran potencial revolucionario de los anarquistas, atrayéndoles en las redes de la política de Estado. Habiendo perdido la partida después del mes de mayo del 37, los anarquistas ya no tuvieron la posibilidad de plasmar ese proyecto revolucionario.

III.4) El municipalismo como forma de lucha y estructura política alternativa

Los innegables logros de la revolución del 36 en el estado español, fueron cualificados de “impresionantes” por Bookchin, pero no se quedaba en la admiración y pretendía sacar todas las posibles lecciones de este único y apasionante episodio revolucionario, aunque le faltaran los elementos anteriormente evocados.

Podemos entrar en matices en cuanto a la incipiente deriva industrial productivista por parte del sector más sindicalista del anarquismo en el estado español que se fue afianzando principalmente a partir de 1932, antes de los imprescindibles esfuerzos para mantener una productividad armamentística durante la guerra.

Esa deriva a la que se hizo alusión anteriormente, Bookchin la consideraría como el “destino histórico del socialismo proletario”. Un “destino histórico” del proletariado en general, del que, sin embargo, se libró el proletariado en el estado español. Y su explicación es que el proletariado en este país todavía no estaba formado como tal. Mayoritariamente campesino, seguía imbuido de sus valores rebeldes y esa tendencia al “ascetismo productivista” reclamado y promovido por la tendencia sindicalista representada por Abad de Santillán, para él no era más que fruto de una sociedad que no había superado el umbral de la escasez material14.

Luego, lo que Bookchin sí consideraría un fallo, es que los anarquistas se dejaran arrastrar por el campo político estatal, teniendo en sus manos todo el poder en Cataluña, como así reconoció el propio presidente Companys, una vez sofocado el golpe militar en Cataluña. Esa incongruencia la achaca a varios factores pero principalmente al tradicional rechazo del ámbito político por parte de los anarquistas. Bookchin pensaba que si en ese momento los anarquistas hubiesen tenido un planteamiento político propio y anteriormente preparado, no hubiesen sucumbido a las sirenas del poder del Estado que ya estaba carcomido por el P.C. Los mayores esfuerzos de los anarquistas, antes del conflicto, fueron encausados en la lucha y la organización de los sindicatos. El Municipio Libre, su Federación y Confederación de alguna manera tenía una vocación política no confesada pero relegada a después de la revolución y no se llegaría a contemplar como herramienta política, como alternativa a la política estatal, salvo en Aragón.

III.5) El Consejo de Aragón como primicia de una Federación de Autonomías Ibéricas15

Lo que más se asemejaría a esa alternativa política sería el Consejo de Regional de Defensa de Aragón. Esta estructura de expresión popular fue fundada el 6 de Octubre de 1936 ante el vacío político y para invertir el papel secundario que les asignaba una Cataluña directora de la guerra y de la organización social. Hasta la agresión y ocupación de las tropas comunistas de Líster en el verano de 1937, existieron tres niveles diferentes de poder. En primer lugar, cuatrocientos delegados de los Consejos Municipales formaron el Consejo de Aragón. Luego, la Federación de Colectividades encargada de estructurar las relaciones locales y comarcales referentes a la agricultura y el comercio y por como último escalón de poder, la propia estructura anarcosindicalista de la C.N.T.. Esta, en algunas ocasiones con su red de sindicatos ejercería de árbitro entre los dos anteriores niveles de poder político. Pese a ser convertida en región autónoma avalada por la República y la integración de fuerzas políticas socialistas y comunistas, el Consejo de Aragón, nacido como una puesta en práctica de los planteamientos federales libertarios, no dejó opción a que se restableciese la estructura republicana anterior al golpe de estado. Pese a ciertas renuncias anarquistas, el Consejo de Aragón, con su entramado esencialmente autogestionario, siguió con su inmensa tarea de organización de la vida política y social. Todo ello hasta su violenta disolución en agosto de 1937 por las tropas comunistas y el consiguiente deterioro de la vida social, política y económica en Aragón.

III.5) Conclusión

Por todo ello, por sus logros y también sus debilidades, el mayor movimiento revolucionario del siglo XX, en todas sus facetas de las que también destaca su vertiente feminista libertaria organizada en Mujeres Libres16, constituye una importante contribución en la propuesta teórica de Murray Bookchin. El Comunalismo incluye la ecología social y el municipalismo libertario y es denominado hoy día por los revolucionarios kurdos en Rojava, Confederalismo Democrático.


Milicianas del YPJ. Foto: Bijikurdistán (Fuente: Wikimedia Commons)

Cuando por las razones anteriormente expuestas, Bookchin rehúsa denominarse anarquista, este se propone definir con todavía más nitidez su última propuesta política en El Proyecto Comunalista17. En este proyecto se mostrará muy crítico y le restará mucha relevancia a la ideología anarquista, (aunque menos al anarcosindicalismo por su compromiso social y su forma organizativa) más cercana y acorde, según él, a los arrebatos individualistas del liberalismo que a una práctica colectiva socialista. Cabe preguntarse si se trata por parte de Bookchin de la lógica evolución de su pensamiento o si más bien estamos en presencia de un desengaño amoroso al ver rechazadas sus teorías en su propia familia ideológica. O bien si se trata de otro planteamiento dialéctico, esta vez inconsciente, que, al apoyarse en estos dos elementos, le llevaría a plantear el Comunalismo. Sin embargo, no podemos dejar de pensar que el anarquismo social18 que alcanzaría su máxima expresión en el estado español, como bien hemos puesto de manifiesto, le aportaría unos elementos importantes —por no decir básicos y determinantes— a la hora de estructurar sus propuestas ideológicas tanto para la ecología social como para el municipalismo libertario.

IV. El Proyecto Comunalista19


Murray Bookchin en 1999 (Fuente: Wikimedia Commons).

Fuera de estas consideraciones y sin dejar de ratificar muchas de sus críticas tanto al anarquismo como al marxismo, al que no obstante alaba, y con razón, en sus pertinentes análisis desde sus primeros y originales escritos, el Proyecto Comunalista constituye un texto de gran relevancia. Tras un exhaustivo recorrido histórico y balance de la evolución del capitalismo predador (dinámico y extremadamente creador) que nos lleva hacía un siniestro “fin de la historia”, revela la incapacidad de los radicales sociales para hacerle frente. En realidad estamos en presencia de una total inadecuación de las ideologías y de los métodos pasados, nacidos de la primera revolución industrial, para analizar a la modernidad capitalista. Incluso “el marxismo, brillante teoría de las pre-condiciones materiales al socialismo se olvida de las convicciones ecológicas, cívicas y subjetivas o de las causas profundas que podrían incitar a la humanidad a comprometerse en un movimiento revolucionario para el cambio social. Al contrario, durante cerca de un siglo el marxismo se ha estancado teóricamente. Sus teóricos han sido a menudo perplejos de cara a evoluciones que les habían dejado pasados de moda y, desde los años 1960, han mecánicamente añadido ideas medioambientales y feministas a su perspectiva obrerista convencional.”

Mientras entramos en el siglo XXI, sostiene que los radicales sociales necesitan de un socialismo libertario y revolucionario que no se limitara a querer resucitar el marxismo, el anarquismo o el sindicalismo revolucionario para dotarles de una “inmortalidad ideológica”. Para no caer en ese obstáculo se necesita desarrollar un movimiento radical apropiado capaz de abordar y analizar todas las cuestiones de una manera sistemática y reunir gran parte de la sociedad en la oposición al capitalismo siempre cambiante y en evolución.

El término comunalismo sería elegido por Bookchin con cocimiento de causa y en memoria de la Comuna de Paris de 1871, donde, por primera vez, los habitantes en armas de la capital francesa levantaron barricadas, no solamente para defender al municipio parisino y sus estructuras administrativas, sino también para crear una confederación de pueblos y ciudades en el país entero para reemplazar al Estado-nación republicano. Al escoger este calificativo, Bookchin no piensa hacer tabula rasa de las demás ideologías. De hecho dice recoger “lo mejor del marxismo y del anarquismo, más precisamente en la tradición socialista libertaria”, a la vez que ofrece una visión más amplia y pertinente de nuestra época. “Extrae del marxismo el proyecto fundamental de elaborar un socialismo racional, sistémico y coherente que integre la filosofía, la historia y la política. Explícitamente dialéctico, intenta infundir la teoría con la práctica. Del anarquismo, saca su compromiso por el anti-estatismo y por el confederalismo, así como el reconocimiento de la jerarquía como problema fundamental que solo puede ser superado por una sociedad socialista libertaria.” Así que no es poco lo que su propuesta comunalista le debe al anarquismo. Pero al separase de este, el Comunalismo como ideología se quita la mancha del individualismo y antirracionalismo a menudo explícitos dentro del anarquismo. Y tampoco lleva a cuestas el peso histórico del autoritarismo del marxismo, encarnado por el bolchevismo. Tampoco se queda con el proletariado industrial como principal sujeto histórico, o bien el pueblo de tipo medieval como colectividad libre del futuro.

Para su proyecto retoma literalmente la definición que le da el American Heritage Dictionary of the English Language: “una teoría o sistema de gobierno en el que las comunidades locales casi autónomas están libremente vinculadas entre ellas en una federación.”

El Comunalismo intenta reapropiarse la política en el sentido más amplio y emancipador del término, para realizar el potencial histórico de la municipalidad como campo de crecimiento del espíritu y del discurso.

Uno de los temas que han impedido la adhesión de muchos anarquistas es su polémica propuesta de participar en las elecciones municipales. Es cierto que lo recomienda y que forma parte integrante de la estrategia de su proyecto comunalista. Argumenta que participar es conocer y que no se trata de elegir a alguien para que figure por figurar, sino para darle visibilidad al proyecto. Tampoco se trata de elegir un “buen” gobierno municipal, mediante “la elección de candidatos ilustrados. Este tipo de dirección reformista neutraliza los esfuerzos de del movimiento de crear y aumentar las asambleas ciudadanas, y su principal objetivo: transformar la sociedad”20. Eludiendo esta posibilidad, también aparta de hecho la “teoría del doble poder”, esa propuesta que fracasaría estrepitosamente en Alemania, pese a tener el movimiento asambleario más potente y estructurado que se ha dado en Europa hasta el presente. Lo que importa para él, es crear pueblo, conciencia y capacidad política colectiva, es decir, dinamizar las asambleas municipales de todo tipo, crear institución comunalista propia hasta, alcanzada una relación de fuerzas favorable, asaltar a la institución del Estado y reemplazarla por la nueva.

Ello significa por tanto que el Comunalismo no acepta la municipalidad moderna tal y como existe hoy en día, impregnada de de numerosas características del estatismo y que funciona generalmente como un agente del estado-nación, arrinconadas a no ser más que epifenómenos de las relaciones económicas más fundamentales. En su programa municipalista libertario, el Comunalismo se esfuerza en eliminar las estructuras estatales y reemplazarlas por instituciones políticas libertarias, asambleas democráticas populares basadas en los barrios en las ciudades y en los pueblos. En ellas se toman decisiones políticas por democracia directa y cara a cara, concretando el ideal de una sociedad humanista y racional. Luego las municipalidades democratizadas se unirían en una federación y hasta una confederación para todo aquello que vaya más allá de sus límites. Constituirían un entorno en donde se puedan expresar los conflictos de clase y donde poco a poco se puedan eliminar esas clases. Claro que todo ello no se realizará sin fuertes tensiones entre las nuevas confederaciones municipales de cariz popular y asambleario y el estado-nación, así como contra los intereses económicos siempre puesto por delante. Pero es en esas tensiones en las que la humanidad siempre ha sido capaz de demostrar una imaginación creadora. Ahí, en este largo camino es donde descubrimos nuestras capacidades alentadas por sus realizaciones por una labor colectiva y útil que no solamente transforma nuestro entorno sino que también nos lleva a la auto-formación y al auto-conocimiento.

Por supuesto muchas cuestiones quedan en el aire, y no solamente por falta de espacio. El abanico de las preguntas y sus respuestas se irá abriendo y ampliando a medida que vayamos integrando el proyecto más personas, de horizontes cada vez más diversos. Iniciativas en el mundo entero se van abriendo paso y si bien es cierto que Bookchin al final de su vida se encontraba amargado por su cansancio físico debido a la enfermedad y por esas incesantes querellas, a menudo sin sentido, tal vez una luz de esperanza todavía se le encendiera.

Bookchin muere en el 2006 pero poco antes de su fallecimiento, Öcalan, desde la cárcel, consiguió comunicarle que se consideraba como un ecologista social y como uno de sus excelentes alumnos. El PKK abogaría por el Confederalismo Democrático y su asamblea le rendiría un homenaje, escribiendo un “emotivo memorial anunciando su intención de crear la primera sociedad que hubiese habido nunca, basadas en las ideas de Bookchin”.21

La mejor manera de respaldar a esta valiente sociedad en marcha en los márgenes del capitalimo —ahí en el Rojava, luchando, respaldándonos de los terrorismos— es que nosotras por nuestra parte, consigamos que fragüe un movimiento de ecología social y comunalismo, en esta zona peatonal del capitalismo.

  • 1. Idem, p. 126.
  • 2. Según el anarquista Herbert Read “El progreso se mide por el grado de diferenciación de la sociedad”.
  • 3. Esto se tratará en la última parte del libro de próxima aparición, del que formará parte este texto.
  • 4. Propulsado al ayuntamiento por un potente movimiento cooperativista autogestionario y descentralizado, a partir de los años 60, el RCM fundado en 1974 acabaría siendo un partido más, sin más. Progresivamente, se fue integrando a la normalidad política tras su victoria electoral en 1986. Para más información, el interesante el libro de Marcel Sévigny: Trente ans de municipalisme, Ed. Ecosociété.
  • 5. Ecología o catástrofe, p. 501
  • 6. “Hace 33 años nacían Los Verdes en Francia… Hasta hoy en día, los representantes de este partido, y luego los de su sucesor EE-LV, han ejercido casi todos los tipos de mandatos de las funciones electivas de la instituciones republicanas. Más o menos, para nada.” http://www.liberation.fr/debats/2017/08/23/de-la-fin-d-un-monde-a-la-ren... Existe traducción al castellano publicada en esta misma revista: Del fin de un mundo al renacimiento en 2050
  • 7. “La extrema résistance que j’ai rencontré de la part des anarchistes traditionnalistes et ‘puristes’ sur cette question a pratiquement interdit toute possibilité de développement d’une politique libertaire, participative, municipaliste et confédérale aujourd’hui comme partie de la tradition anarchiste”, Deep Ecology, Anarcho-syndicalism, p. 55, 1992.
  • 8. En 1971 Bookchin publicó Post scarcity Anarchism. Traducido al castellano como El anarquismo en la sociedad de consumo, lo editó Kairós en 1974, y Los Anarquistas españoles fue editado en inglés en 1977 y por primera vez en castellano por Grijalbo en 1980.
  • 9. “La gente (…) posee un práctico y saludable sentido común cuando se trata de asuntos comunales. Están bien informados y saben discernir a los que están más capacitados de entre ellos. Bajo tales circunstancias es posible mantener un control efectivo, ya que la gestión de los asuntos públicos se realizan bajo la mirada de los ciudadanos, y dicha gestión afecta de manera vital y directa a su vida cotidiana. Esta es la razón por la que las elecciones municipales son las que mejor reflejan siempre los auténticos deseos y actitudes de la gente. Los gobiernos provinciales y nacionales, incluso cuando son elegidos mediante un sistema de democracia directa, son en sí menos representativos de la población.” Citado por Janet Biehl en Ecología o catástrofe, p. 491, sacado de un libro de Sam Dolgoff: Bakunin in Anarchy, Knopf, Nueva York, 1972, pp. 218-223. En castellano Obras completas de Bakunin, Ed. La Piqueta 1971.
  • 10. Murray Bookchin escribiría en 1995 un librito al respecto: Social Anarchism or Lifestyle Anarchism: an Unbridgeable Chasm. En castellano tardaría varios años en publicarse: Anarquismo social o anarquismo personal, Ed. Virus, 2012
  • 11. Véase el libro Atreviéndonos a poder…, p. 73 a 83, de Floreal M. Romero, Ed. La libélula Verde, 2017. Es también en nombre del realismo que la CNT.
  • 12. Esta última tendencia es la que prevalecería en las colectividades agrarias de Aragón durante la revolución, donde se consiguieron los logros mas significativos de una auténtica revolución anarco-comunista
  • 13. …”Si pudiera lograse y con el tiempo se logrará que no hubiera poblaciones agrícolas y poblaciones industriales, sino que un mismo pueblo fuese agrícola e industrial, sería un gran bien…” Federico Urales, 1932 citado en Urbanismo y ecología en Cataluña, Ed. Madre Tierra.
  • 14. Recurriendo una vez más a la dialéctica, Bookchin señala en primer los efectos perversos del productivismo capitalista, pero argumenta que gracias al desarrollo de las fuerzas productivas, gracias a la tecnología, la humanidad, por primera vez puede salir de la escasez. Esa adquisición histórica, utilizada en una sociedad racional ecológica consistiría una de los requisitos imprescindibles para que la humanidad pueda dedicarse a las nobles actividades políticas y culturales. Ver para ello: Post-scarcity anarchism (en castellano: El anarquismo en la sociedad de consumo).
  • 15. Esta obra de Felipe Aláiz que ya hemos citado, es como una culminación del proyecto municipalista anarquista, llegándose a ver, por parte de algunas personas, como una propuesta anarquista a poner en marcha en el estado español en cuanto fuese derrumbado el gobierno de Franco, después de la segunda guerra mundial.
  • 16. Es importante resaltar la importancia de los movimientos de liberación de la mujer, pues los movimientos revolucionarios en las que destaca esta componente nos dan la medida de la voluntad y capacidad auténticamente libertadora de ese movimiento revolucionario. Esta componente destacó durante la revolución en el estado español, como así destaca también en Chiapas y en el movimiento pro Confederalismo kurdo.
  • 17. No conozco versión castellana, catalana o en euskera. En Inglés: The Communalist Project
  • 18. “una sociedad anarquista, lejos de ser un ideal inalcanzable, se ha convertido en una pre-condición para la práctica de los principios ecológicos.” Bookchin, “Ecology and Revolutionary Thought” en Post Scarcity Anarchism. New York 1970 (ya citado)
  • 19. Advierto de que la traducción de los párrafos citados puede contener algunos errores al haber sido traducidos de una traducción francesa. Véase en www.Ecologiesociale.ch
  • 20. Murray Bookchin, citado en Atreviéndonos a poder de Floreal M. Romero, Ed. La libélula verde.
  • 21. Janet Biehl. Ecologismo o Catástrofe, op. cit.
Enlaces relacionados / Fuente: 
https://www.15-15-15.org/webzine/2017/12/14/la-importancia-del-anarquismo-espanol-en-el-pensamiento-de-murray-boockchin/
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