Cuando surgen protestas que buscan ser efectivas e ir más allá de una performance simbólica, periodistas, tertulianos y políticos abren el debate sobre la violencia. Una violencia que identifican básicamente en quien protesta o, como mucho, con el hecho de la protesta en sí. De esta manera se relaciona la protesta (que pretende ser efectiva, es decir, que sirva para algo) con la palabra violencia. Una palabra que se asimila a situaciones muy determinadas y que estas mismas tribunas suelen demonizar.