8 de marzo. Otra vuelta de tuerca
CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL TRABAJO
COMITÉ NACIONAL
Secretaría de Prensa y Comunicación
Sevilla, 7 de marzo de 2006
8 DE MARZO. OTRA VUELTA DE TUERCA
El día 8 de Marzo se recuerda a aquellas obreras textiles de Nueva York
que se encerraron en la fábrica para reivindicar mayor seguridad y
salubridad en su lugar de trabajo, en un año ya lejano de 1909. El dueño
cierra las puertas para que no se puedan comunicar con las mujeres
sindicalistas que están fuera. Su lucha y su muerte es lo que recordamos
este día 8 de Marzo.
Este es un día de Solidaridad y de denuncia por la situación de desamparo
y explotación que sufrimos las mujeres trabajadoras de todo el planeta. En
nuestro mundo globalizado conviven otros pequeños mundos alejados de una
supuesta sociedad próspera y desarrollada, a veces a nuestro lado. La
desigualdad de género, la discriminación y la violencia son, en la mayoría
de las sociedades, la norma y no la excepción. Esta situación no significa
solamente una vulneración de los derechos de las mujeres, sino que además
supone una barrera infranqueable para el desarrollo de una sociedad mejor.
Quien sufre y padece la opresión, hambre, miseria y una casi total
ausencia de perspectivas somos todos y todas los trabajadores y
trabajadoras, pero se acentúa gravemente en el caso de las mujeres y de sus
hijas e hijos. Las cifras cantan: dos tercios de los 300 millones de niños y
niñas que carecen de acceso a la educación son del sexo femenino, y dos
tercios de los 880 millones de adultos analfabetos son mujeres. Una de cada
tres mujeres en el mundo padece algún tipo de maltrato o abuso, y no lo
decimos las gentes de la CNT sino la ONU, y una cuarta parte sufre maltrato
en el embarazo. Al año se producen en el mundo alrededor de 50 millones de
abortos, de los que el 20% son practicados en condiciones peligrosas, y gran
número de ellos son selectivos e inducidos por la propia sociedad patriarcal
y por el Estado. No vamos a entrar en el infanticidio o abandonos en función
del sexo pues estamos al tanto de lo que significa ser mujer en muchos
países. La mirada de género constata que el capitalismo se ceba en los más
vulnerables de forma salvaje: millones de mujeres (niñas y niños las más de
las veces) entran a trabajar en las fábricas de ropa que consumimos en el
llamado "primer mundo", con jornadas de trabajo agotadoras, sin educación ni
infancia, bajo la más completa explotación capitalista. ¿Que sucede cuando
estes millones de seres humanos caen enfermos ? Simplemente el capital busca
a otras mujeres y niños que ocupen su lugar en la cadena.
Cada año más de 2.000.000 de niñas son enviadas en el comercio del sexo
(que ocupa el tercer puesto de rentabilidad en el mundo del capital después
de la industria de guerra y la farmaceútica) y 4.000.000 de mujeres y niñas
son vendidas o compradas para un prometedor futuro: matrimonio, prostitución
o escravitud.
El desempleo de las trabajadoras es casi el doble que el de los
trabajadores. Durante los años de crisis económica esas distancias aumentan
y cómo no la discriminación y la desigualdad de oportunidades es una
constante, provocando que la media salarial femenina sea un 30% menos que la
masculina. Todo lo dicho anteriormente demuestra varias cosas: que el empleo
generado para las mujeres es de menor cualificación y que es más eventual.
En el estado español muchos miles de mujeres (la mayoría del mundo rural
o inmigrantes) trabajan para otros en el "trabajo doméstico", sin derechos
plenos como trabajadoras y al arbitrio del patrón (que en este caso muchas
veces es patrona) y a pesar de las promesas que se hacen una y otra vez,
siguen sin ser reconocidas como iguales en derechos. La situación de
indefensión laboral de este colectivo de mujeres dedicadas al
llamado "servicio doméstico" pone en evidencia de que aparte de una mirada
de género, es necesaria una mirada de clase.
Desde CNT pensamos que esas dos miradas (de género y de clase) son
imprescindibles para que podamos crear con nuestra lucha, con nuestra
solidaridad, unas relaciones sociales diferentes que nos hagan avanzar cara
a un mundo nuevo. Tenemos que reivindicar a eses millones de mujeres que nos
han precedido en la lucha por nuestros derechos y nuestra emancipación.
Tenemos que sentir orgullo de ser mujeres y trabajadoras, y plantarle cara
a este mundo capitalista e insolidario que nos lleva de la mano como eternas
niñas y nos explota salvajemente en todo el planeta.
La violéncia de género no se soluciona con leyes sino con la solidaridad
de todas y todos para con las víctimas. Si en las "Casas de Acogida"
estuvieran los maltratadores y no las maltratadas daríamos un gran paso
adelante. En sociedades que son llamadas "primitivas" el castigo a estes
elementos sería el "aislamiento social", cosa que no se está produciendo en
este momento, sino que el apoyo a estas mujeres es meramente asistencial y
no de concepto. El abuso, acoso o maltrato supone el ejercicio del poder más
absoluto, negando la identidad del otro, sometiendo a la otra persona,
anulándola. En definitiva la violencia de género supone un abuso de poder y
sólo la solidaridad de los trabajadores y trabajadoras y el apoyo social
puede producir la salida del grupo del maltratador y su aislamiento social.
La trabajadora es explotada por ser trabajadora, mas también por ser
mujer. Está claro que hay muchos trabajadores en precario, sin contrato, sin
derechos, muriendo por miles en accidentes laborales, pero para la mujer
sólo por su sexo se añade una injusticia diferencial que no podemos ignorar.
Tenemos el caso de compañeras despedidas simplemente por ejercer su derecho
a la maternidad y no son casos extraordinarios. Otra forma de ejercer el
capital la discriminación en contra de las mujeres es el invento de
categorias A para determinados trabajos y B para otros, dentro de un
convenio colectivo por ejemplo. Hay casos de convenios de limpieza (otro
sector donde lo femenino es mayoritario) donde limpiar cristales es A
(masculino) y fregar suelos B (femenino). Quien hizo la ley, hizo la trampa.
Nos prometen leyes que "amparen" a las mujeres para conciliar vida familiar
y vida laboral; taxas para igualar en número y categoría laboral a hombres y
mujeres; cuotas de participación. En definitiva nos "arropan" pero no nos
liberan de la carga: tenemos nosotras que conciliar la vida laboral y
familiar; tenemos que esforzarnos para ser "alguien" en la empresa; tenemos
que ser sumisas y aceptar lo que nos dan.
No nos dejemos engañar por cantos de sirena. En este siglo XXI las
mujeres trabajadoras somos explotadas doblemente: por ser trabajadora y por
ser mujer. En este siglo XXI todavía las mujeres realizan la mayor parte del
trabajo de la casa. En este siglo XXI las mujeres llevan la mayor carga en
cuanto al cuidado de hijos e hijas. En este siglo XXI, no nos engañemos, se
hace más necesario que nunca la unión, la solidaridad, el apoyo mutuo y
sobre todo la organización de las mujeres trabajadoras, para que un día
podamos vivir sin estereotipos ni modelos sociales que nos opriman, para que
algún día podamos vivir sin explotación, y ese nuevo mundo lo conseguiremos
entre todas y todos con nuestra lucha diaria. La emancipación social no será
posible si nosotras seguimos siendo esclavas.
8 de Marzo, Orgullo de mujer
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Comentarios
la mentira del 8 de marzo.
Buenas compas, aqui va la historia de como los sucesos del 8 de marzo de New York nunca ocurrio.
un puñado de historiadoras curiosas han limpiado la prensa y las historias americanas del siglo XX; en ninguna parte han encontrado ni rastro de un 8 de marzo en el que hayan sucedido todas esas cosas terribles. No que no pudieran haber ocurrido, entiéndanme, pero es que no ocurrieron, simplemente. ¿Cuándo surge este mito recurrente de los orígenes americanos de esta conmemoración que hoy celebramos?
Pues entre 1945 y 1955, como producto de la propaganda comunista, deseosa de anclar el 8 de marzo en una tradición obrera internacional que pintara con los tintes más negros el capitalismo americano. Era lo que mejor cuadraba a la época y venía muy bien para enmascarar los problemas que siempre habían tenido los partidos de izquierda con su actitud declaradamente antifeminista. Precisamente, son esos problemas y los enfrentamientos entre mujeres dentro de ellos los que establecieron esa fecha del 8 de marzo para celebrar el día de la mujer trabajadora. Las feministas de principios de siglo acusaban a los socialistas, organizados ya en un poderoso entramado obrero internacional, de repetir los esquemas tradicionales frente a la mujer y de no interesarse por sus derechos ni, por supuesto, por los de la mujer trabajadora.
Por su parte, los socialistas acusaban a las feministas de “burguesas” y desconfiaban de las sufragistas. No sólo fue en España donde Victoria Kent y sus muchachos consideraron que si las mujeres votaban lo harían a la derecha, también lo pensaban sus colegas franceses, alemanes e italianos. La extensión del sufragismo internacional también es un hecho y de ellas surge la idea de celebrar un día anual en el campo para celebrar la causa.
La II Internacional socialista sigue en sus trece: no admitirán a las sufragistas ni a las “feministas burguesas”. Pero las mujeres socialistas también quieren luchar por el voto. Se produce, pues la escisión, y las americanas fundan la Women National Socialista Union. Aquí volvemos a Chicago, donde un grupo de sufragistas independientes organizan un mitin el 3 de marzo de 1909, mientras que las socialistas de Nueva York lo hacen el 8 de marzo.
Empieza entonces una lucha de fechas: las socialistas proponen el último domingo de febrero, las alemanas el 19 de marzo y en Suiza el 1 de mayo.
El 8 de marzo se fijará después de la revolución soviética. La III Internacional comunista crea un secretariado internacional dirigido por Alexandra Kollontaï (feroz antagonista de las feministas al principio) y Clara Ztekin. Lo que se conmemora es la manifestación de las mujeres de Petrogrado reclamando pan y la vuelta de los soldados, que se produjo el 23 de febrero de 1917 según el calendario juliano y el 8 de marzo para los occidentales.
Pero esta fecha no cuajó tan deprisa, aún hubo sus peleas entre socialistas (partidarias del último domingo del mes de febrero) y comunistas, partidarias del 8 de marzo. La cuestión quedó zanjada con la eclosión de los partidos comunistas a raíz de la Segunda Guerra Mundial.