El problema es que cuando pones a alguien en un pedestal, es cuando te cae encima y te arrastra hacia abajo. Siempre pasa, porque siempre cae.
Creo que propones demasiadas variantes y complejizas demasiado la situación. Para mí, es algo más sencillo: esa pareja, matrimonio o lo que fuese buscaba la autorrealización personal mediante la práctica de la caridad interclasista, es decir, su forma de solidarizarse con los problemas que para ellos sufrían las capas de la sociedad menos privilegiadas, una forma de relación social que evidentemente tiene sus límites (el servilismo). Y ellos lo podían hacer porque de sus quehaceres domésticos diarios se ocupaban otras personas. Lo más anarquista que podrían haber hecho es ocuparse de su tiempo de la forma más justa posible, y esto sí tiene relación con lo que dices, con sus problemas de tiempo y conflictos domésticos, con sus límites, los cuales, por cierto, dejan de ser un obstáculo cuando se pueden permitir el lujo de sortearlos a costa del sacrificio de los demás (clasismo). Si ellos no lo aceptan así, entonces empiezan las concesiones por parte de vosotros.Joreg escribió: ↑12 Dic 2024, 10:16Pero yendo al caso. A ver. ¿Hubiera sido más normal que solo uno trabajase, y la mujer se ocupase de la crianza y limpieza y logística general del "hogar"? Que eso lo he visto siempre y no ha habido despotrique ni exclusiones. O mejor aún: ¿hubiera sido de mayor ética, que la mujer trabajase en la calle, más logística, y el marido/pareja (antitrabajo) no hiciese ni el huevo, se dedicase a tocar la guitarra, a tener hijos por doquier, y a fumar hachís? Que eso también ha pasado y pasa. O incluso llegar uno borracho al local, despotricando de todo, afirmando que Shakespeare escribió el Fausto, amenazando a diestra y siniestra, y ¿los colegas reírle la gracia? O algo normal, celebrar un convite, y ver a las tías en la cocina preparando potingues, otras en la alberca vigilando los niños, y los tíos tomando cerveza y pegando risotadas... En fin, que por lo menos yo he visto de todo, y nadie se echa las manos a la cabeza, salvo que le toque personalmente o se ponga a pensar en ética... Y hay casos muy, pero que muy complicados...
Yo, en general, lo único que no soporto, es el acoso, maltrato o violencia contra compañeras. O que en una asamblea alguien se líe a leches con otro compañero. Ahí sí creo que hay que poner a quien sea en la puerta. Lo demás, prácticamente, no me meto. Recuerdo que una vez me encontré en el local, ¡en horas de oficina! a una pareja chingando sobre la bandera confederal, en la pared un retrato de Durruti, y no dije ni pío.
Ah, y otra cosa. Reuniones a las que se convoca para un lío laboral, y van siete de siempre, y en otra se va a hablar de que alguien se quedó con la hucha del teléfono... Aparecen cuarenta y dos. A la gente, es que le gustan mucho las tragedias y lo juicios. Tal vez por las pelis gringas de juicios.
Lo que pretendían era limpiar su conciencia ante sí mismos, aligerar un poco su carga clasista y ya de paso, mostrar su superioridad moral de cara a la galería ante sus colegas profesionales. Quienes iban de éticos y justos eran ellos, porque era lo que buscaban, por eso entraron por la puerta del local... Y por eso se buscaron a los que supongo considerarían como los más éticos dentro de su imaginario militante, a los anarquistas. Y para eso os usaron, buscaban la expiación y vosotros se la disteis en bandeja... Doy por hecho que luego entrarían en las listas de algún partido político, y ahí es cuando se os caerían del pedestal... Siempre igual. Seguro, seguro, seguro que en sus estantes de casa bien limpios e impolutos conservan aún el libro “La peste” de Camus, (así, en acento francés, como seguro que lo pronuncian) de cuando lo compraron en la transición y estaban ávidos y deseosos de hacer “algo” por el cambio y la justicia social.