Mensaje
por El Errabundo » 25 Nov 2016, 13:24
Creo que hay que quitarse rápido de encima las ideas preconcebidas sobre lo que son las cosas o pueden llegar a ser. Tal y cómo está el panorama cualquier iniciativa debe ser bienvenida y que sea el tiempo, y no juicios a priori, los que marquen la funcionalidad de un proyecto.
Estamos acostumbrados a pensar según unas estructuras cerebrales fijas, sin darnos cuenta de que a lo mejor son incapaces de abarcar la realidad que nos rodea. Efectivamente, en muchos sitios, como las ciudades dormitorio, donde la gente tiene mínimo contacto con el lugar donde vive si no es para dormir, no tendría sentido un sindicalismo de barrio o comunitario. Pero esa es sólo una cara de la realidad obrera y social, y esta es poliédrica. Hay otras profesiones, como vendedor ambulante, cuidador, etc., donde tu implicación laboral se produce en una calle o una serie de viviendas próximas. En ese caso una sección sindical de empresa al uso es lo que no tiene sentido. Por otra parte seguimos viendo el trabajo según categorías mentales estáticas. El trabajo está hoy desfragmentado y atomizado, con subcontratas y trabajo temporal, con obreras que no saben a veces ni para quién trabajan ni qué compañeros tendrán hoy ni cuáles mañana, ahí el tejido asociativo en el tajo es una quimera (es uno de los objetivos de este modelo capitalista, no sólo explotar y precarizar). En ese caso el sindicalismo tiene la obligación de adaptarse y reinventarse, de ofertar otras cosas. Lo contrario es el tradicionalismo, el anquilosamiento, el olor rancio que fija lo que algo “no es, nunca fue, ni puede ser”. Quizás nunca se creyó que se pudieran crear sindicatos de presas, de prostitutas, de inquilinas, como en otro tiempo no se creyó que fuera posible hacerlo de estudiantes, paradas y jubiladas, pero se están formando al margen de las organizaciones clásicas porque nuestra mentalidad sigue anclada a un pasado que ya no existe ni volverá o a una realidad muy parcelada (a veces de difusa clase media) que no es la de los barrios cada vez más numerosos y más marginados.
La obrera es una unidad, que produce, consume y vive. Crear sindicatos que aborden cada una de esas facetas, actualizar el concepto (también si no se quiere crear sindicatos, y son alternativas de formación y autocapacitación como la que proponen las compas de la “Red de Autodefensa Laboral” o muchos otros ejemplos), es parte de los biorritmos sociales, de las herramientas de las que un informe movimiento obrero tiene que ir dotándose según cambian los tiempos.
En los años 30, en Tenerife, había un sindicalismo portuario bastante potente cercano a CNT. Pero la situación que empezó a alarmar fue la de la subida de los alquileres con las que se intentaba desplazar a la población e ir recluyéndola al interior (gentrificación vieja escuela). La CNT de entonces podía decir: “el lugar del sindicato es el trabajo. No salgamos de los muelles que es donde somos fuertes. Sindicalismo y vivienda son un oxímoron”. Pero en vez de eso se arremangó y se metió en los barrios. Lanzó la propuesta de un Sindicatos de Inquilinos donde rápido se metió la UGT. Y durante todo el 33 fue el hito más emblemático y radical de la lucha popular del archipiélago. Si la UGT trataba de ponerle freno y limitarse a la línea legalista, los elementos de la CNT advertían en su ponencia sobre inquilinato presentada al Comité Regional de Canarias (CNT) y a su Federación Obrera: “resistencia colectiva a que sea lanzado a la calle ningún inquilino y caso de que esto no pudiera evitarse por aglomeración de fuerzas públicas, una vez retirada ésta volver a poner al inquilino en posesión de su vivienda”. Acabaron entrando en la casa de los desahuciadores y destrozándoles el mobiliario. A esa gente no le importaba saltarse la línea pura y crear sindicatos que no eran estrictamente laborales, pero que estaban perfectamente imbricados con el mundo del trabajo. No es casual que por la misma época se dieran las mismas iniciativas en Barcelona. Como no es casual hoy el auge de las PAH's mientras las anarquistas creemos que sólo nos toca unirnos acríticamente o aplaudir como espectadores, aún cuando queda un campo muy amplio sin abarcar en cuanto a alquileres y conflictividad social con las instituciones en temas como vivienda pública. Y digo esto en un momento donde hace más falta que nunca que el “apartidismo” deje de ser una consigna hueca y falaz y se convierta en una verdadera oposición contra lo institucional que remarque la total independencia de los colectivos sociales de cualquier partido político, con independencia del color.
Para mí, humildemente, hay mucho trabajo que hacer y toda iniciativa que abra brecha es bienvenida. Si no paran de salir iniciativas como estas, sindicatos autónomos de precarios, como las Kellys, los manteros, etc., es porque el mundo del trabajo está cambiando, la realidad social también, y la del sindicalismo, aún con resistencias iniciales, debe hacerlo.
"Me asombraba la estupidez de mi especie que no se alzaba como un solo hombre y se sacudía unas cadenas tan ignominiosas y una miseria tan insoportable. En cuanto a mí, decidí, –y jamás he desviado el pensamiento de esta decisión– zafarme de esa odiosa situación, y no asumir jamás ni el papel de opresor ni el de oprimido".
William Godwin