Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Presente y futuro de la Lucha Obrera, así como la validez, aciertos y contradicciones de las formas de organización de la Clase Trabajadora. Seguimiento de conflictos laborales, huelgas, etc.
Avatar de Usuario
Suso
Mensajes: 5311
Registrado: 17 Jun 2004, 13:51

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por Suso » 07 Oct 2016, 13:16

A mi me ha resultado un debate aburrido. Creo que Sancho acierta en su comentario.
Teño barca, teño redes, teño sardiñas no mare
teño unha muller bonita
non quero máis traballare.

Avatar de Usuario
Joreg
Mensajes: 7768
Registrado: 17 Dic 2004, 17:45

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por Joreg » 07 Oct 2016, 16:54

Otra aportación:

http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/37151
¿Y si el sindicalismo actual no basta?

Ruymán Rodríguez

He visto que en determinados medios contrainformativos y portales libertarios se ha originado un interesante debate sobre la viabilidad y necesidad del “sindicalismo revolucionario”1, y como precisamente llevo mucho tiempo dándole vueltas a este tema me he decidido, humildemente, a participar. Vaya por delante que mis limitados recursos no me permiten consultar Internet a voluntad, por lo que me disculpo si he omitido alguna de las intervenciones que me preceden.

Además de lo dicho, advierto que no está en el espíritu de este artículo decirle a persona u organización alguna cómo debe organizarse. Es una propuesta basada en mi realidad cotidiana, una realidad (en Canarias) con un 30% de paro y aún más (37%) de exclusión social, con decenas de desahucios diarios, con 140.000 viviendas abandonadas, con una enorme pobreza infantil y con la economía en B como el principal modo de supervivencia de muchas de las familias que ponen cara a estas cifras2. Como doy por sentado que está realidad transciende de las islas, este texto no debe interpretarse como un ataque al sindicalismo revolucionario, sino como un llamamiento, allí donde no crece, se estanca o se ve superado por otras ofertas, a ampliar su campo de acción y abrir el abanico de la intervención sindical, económica y social.



1. Oliver y el pasado.

La revolución de 1936 en el Estado español fue la hostia, lo sabemos todos. Sin embargo, no solamente fue el resultado de un trabajo de hormigas desde 1868: fue el resultado de un contexto y fue, sobre todo, algo que ya pasó. Puede parecer redundante si miramos el calendario y vemos que estamos en 2016, pero merece la pena recordarlo.

Creo honestamente que cierto anarcosindicalismo está afectado de nostalgia y que debe buscar la cura3. La historia me fascina, pero sirve para sacar conclusiones no para revivirla. Esa revolución, con esos actores y circunstancias exactas, no volverá, y hemos de asumirlo, porque como decía Émilienne Morin “no se hace la misma revolución dos veces”4. En el mejor de los casos, si surgen las condiciones propicias y tenemos la capacidad de estar a la altura, nos tocará hacer la nuestra. Debemos por tanto esforzarnos en entender esto: la mentalidad del heredero condiciona; la del generador, aunque dé vértigo, libera.

Sin embargo, hay otras lecciones que sacar de esa época. En las primeras intervenciones (de José Luis Carretero y Pepe Gutiérrez-Álvarez) se habla de ese momento en el que el sindicalismo revolucionario tenía tanta fuerza que podía plantearse si “ir al por el todo” o si colaborar con las instituciones republicanas y fuerzas antifascistas. Para mí la lectura no es cómo volver a tener la fuerza que nos permitió estar ahí, sino cómo evitar interpretar el fenómeno revolucionario en esos términos supuestamente dicotómicos.

Cuando se dice comúnmente en nuestra historiografía que en el famoso Pleno de Locales y Comarcales posterior a las jornadas del 19 de julio se dirimía si “dictadura anarquista” o “contemporizar”, si “hegemonía cenetista/faísta” o “colaboración”, no se está diciendo que se discutía si “revolución” o “guerra”; se está afirmando en realidad, aunque no se quiera reconocer, que se estaba debatiendo si aceptar el poder republicano constituido o crear uno nuevo controlado por las organizaciones que vertieron más sangre en parar los pies a los militares: la CNT y la FAI. Aún en la distancia seguimos siendo bastante miopes al abordar el asunto y no admitimos un hecho consumado: en cuanto más se introducía la cuestión en el terreno del poder más se alejaba del espacio libertario.

Los que proponían colaborar (casi todos salvo Oliver y la Comarcal del Bajo Llobregat) hablaban de la situación internacional, de la poca fuerza del anarcosindicalismo en el resto del Estado y además de no romper la unidad antifascista, de ser “generosos” con los minoritarios. Soterradamente, hablaban también del miedo a una dictadura encarnada por García Oliver. Este último, con todas sus virtudes organizativas y defectos personales, planteaba hacer oficial la superioridad de la CNT/FAI en la calle e “ir a por el todo”. No se sabe si tenía realmente esa aspiración dictatorial o no; si estaba convencido de lo que proponía o si su intención era precisamente atemorizar a sus compañeros y forzarles a votar por la colaboración que a la postre lo haría ministro; si proponía un modelo similar a lo que después sería el Consejo de Defensa de Aragón; o si con su propuesta “radical” pretendía la absolución histórica de la que no dejaría de presumir en El Eco de los Pasos (1978) al ser el único que propuso la “vía revolucionaria”. Desconozco la respuesta. Lo que sé es que el debate se distorsionó y creyendo que se debatía de revolución se estaba haciendo, en puridad, sobre poder.

Esta idea, que siempre me planteé, me alegró verla también ratificada en un artículo escrito por Abel Paz5. En él se nos aclara que el debate se dio efectivamente en términos de poder, y que en su opinión (para mí muy lúcida) el debate de fondo era más complejo y ya se había dado tiempo antes entre quienes defendían el sindicato como germen de la sociedad revolucionaria futura y como estructura gestora de dicho proceso (Isaac Puente y su tesis prevalente en el Congreso de Zaragoza de 1936) o si el sindicato debía disolverse ante el acontecimiento revolucionario y sus militantes dedicarse a organizar las asambleas de barrio, municipio y empresas que gestionarían la sociedad tanto económica como políticamente (Federico Urales). Oficialmente ganó la tesis de Puente. En el Pleno, la de los colaboradores. Pero los militantes, la gente del pueblo, los vecinos y vecinas de Barcelona, tomaron mientras pudieron su propia decisión en las calles y optaron por ocupar las fábricas y socializar los medios de producción sin autorización oficial alguna. En un primer momento organizando asambleas barriales espontáneas que superaban los cálculos de los propios sindicatos, y cuando se encauzó la euforia inicial, usando a estos mismos sindicatos como elementos de vertebración en los que precisamente se ponía en práctica lo aprendido en ellos durante décadas.

Lo que me parece interesante de este proceso histórico, en relación al debate sobre sindicalismo revolucionario, es el análisis sobre la importancia que le damos a las estructuras fijas, con andamiaje y nomenclatura definidas en letras de molde, y lo poco que nos interesa flexibilizar, adaptarnos al momento, escuchar las exigencias populares, reciclar lo que no funciona como debería y crear herramientas nuevas. Según Paz, se prefirió salvaguardar la organización sindical y específica a cualquier precio, defender ante todo la pervivencia de las siglas, y no se quiso seguir la propuesta de Urales: hacer que la revolución no fuera ni política ni sindical, sino social. Esta cuestión me permite por fin entrar en lo importante.



2. La crisis de la conciencia de clase.

En muchos de los textos que han intervenido en este debate se ha mencionado, con mayor o menor prolijidad, las modificaciones que ha sufrido la clase obrera y la conciencia que esta tiene sobre sí misma. Se ha hecho este esfuerzo, pero sin calcular completamente sus consecuencias y lo que esto implica (en relación, principalmente, a nuestras propias herramientas). Quizás molesten esas voces cargadas de realismo que nos muestran lo desalentadora que es la situación obrera no sólo a niveles laborales sino de autorrepresentación. Hacer de “pájaro de mal agüero” y decir cosas como las dichas por Alberola en su última intervención quizás no guste y genere aversión, pero es necesario. Es el momento de beberse el cáliz hasta las heces, asumir lo que nos rodea y ver si después de aceptada la realidad tenemos la capacidad de enfrentarla y cambiarla.

La clase obrera no se encuentra en un proceso de reconversión, sino de desintegración. Seguirán siempre habiendo trabajadores y productores, pero ya no con una concepción de estar oprimidos por las clases propietarias ni de ser los legítimos detentadores de los medios de producción. El capitalismo ha aprendido más sobre dominio en los últimos años de lo que hemos aprendido nosotros sobre revolución.

Antes la clase obrera era domada con la ignorancia y no era raro que la alfabetización o al menos la satisfacción de las primeras inquietudes culturales se produjeran en ateneos y sociedades obreras. Hoy la clase obrera es domada de una forma distinta: con sobreinformación manipulada, con un constante bombardeo comercial y mediático del que no escapa nadie, con la escolarización nacional forzosa a edades cada vez más tempranas. La hegemonía educacional capitalista no se siente amenazada y ha llegado hasta la última chabola.

Psicológicamente se pretende que el obrero se sienta más como un consumidor que como un productor, y hasta el asalariado más precario se siente clase media mientras no paren las nóminas. E incluso cuando paran, no hay más intención que reengancharse a la que se presenta como única alternativa posible: la explotación acrítica de su fuerza de trabajo. Lo que ha conseguido la democracia representativa en política es lo que ha conseguido el capitalismo a nivel económico y social: la identificación del oprimido con el sistema que lo oprime. Culturalmente la conciencia de clase ha sido no sólo fragmentada o desfigurada, sino que está directamente en proceso de descomposición.

Y sería un error pensar que esto sólo ha pasado a nivel social y cultural. El propio mundo del trabajo ha cambiado. Si la fábrica y la producción en cadena acabó con gran parte del orgullo artesano y con la conciencia del trabajador de ser artífice de su propio elaboración, no consiguió sin embargo romper el tejido asociativo. Los gremios cambiaron de formato pero la necesidad de unión siguió existiendo. Actualmente el alto nivel de desempleo (ser trabajador ya no es una identidad, es una etapa que con suerte se repite varias veces al año), la precariedad, la proliferación de las ETT's, las subcontratas, han logrado que gran parte de la población no sienta ninguna identificación con la persona que suda y trabaja a su lado. En las empresas estables donde esto es distinto, ya los sindicatos amarillos han fagocitado a las plantillas. Se les puede y debe plantar cara, pero es harto complicado romper esta dinámica allá donde los sindicatos estatales han reducido la intervención sindical a la actividad de una gestora o de una organización meramente asistencial. Creemos por lo general que es por eso, por las deficiencias de estas organizaciones, por su corrupción y desprestigio social, por lo que hay un campo perfectamente abonado para el sindicalismo revolucionario; la realidad es que estas organizaciones ofertan lo que demandan quienes han conseguido cierta estabilidad laboral y económica: conservar dicha estabilidad; evitar cualquier alteración. No se mantienen porque la gente sea tonta o por extraños manejos de una conspiración internacional; lo hacen porque dan lo que piden muchos de esos obreros que han olvidado que lo son, que han sido fabricados a conciencia por el Sistema: conservar su pequeña ración de pienso, lo cual es triste pero muy natural y muy humano.

La situación polarizada entre oprimidos y opresores se mantiene inalterable desde las cavernas. Lo que ha ido cambiando es la percepción que los oprimidos tienen de esta situación y los métodos que los opresores tienen de perpetuarla. A nosotros los revolucionarios, partiendo de que estamos del lado de los oprimidos o que somos oprimidos mismos, nos toca cambiar los métodos de subvertir esta situación si los utilizados hasta ahora no funcionan.

Los métodos del sindicalismo revolucionario al uso pueden estar funcionando en muchos sitios, y en ese caso lo mejor es no tocar nada y seguir esa línea. Pero mentiríamos si creyéramos que esta situación es general. En muchas ocasiones este sindicalismo revolucionario lo es sólo en ideología, deseo y aspiración, pero no en práctica y resultados. En estos casos en los que la metodología clásica ha fracasado, es necesario implementar lo que se hace, modificarlo si fuera menester, o resignarse y hundirse aferrados al lastre de la tradición.

Con una situación laboral, económica y social totalmente degradada, con una clase obrera atomizada y desmantelada, con un paro acuciante y una crisis de subsistencia permanente en determinados barrios y ambientes, no toca a todos replantearnos nuestro trabajo. Tanto a las organizaciones específicas como a las centrales anarcosindicalistas que aspiran a desarrollar un sindicalismo revolucionario. Tenemos que plantearnos si el sindicalismo que ofertamos está llegando a los actores sociales que deben ser los protagonistas del cambio. Si no llegamos, plantearnos si debemos cambiar la oferta. Y si aún así no llegamos, plantearnos si estamos transmitiendo nuestro discurso al público adecuado.

En barrios con un paro del 70%, ¿llega un discurso exclusivamente obrerista? Allí donde gran parte de la población sobrevive a través de trabajos ilegales o alegales, percibiendo ingresos en B, ¿llega un sindicalismo que no la incluye en sus cálculos ni estrategias? Por otro lado, la aspiración de controlar los medios de producción, ¿debe ser incompatible con trabajar por controlar los bienes de consumo? ¿Por qué esta aspiración de tomar los medios de producción deja en manos de otro tipo de sindicalismo la ocupación de tierras? ¿Qué pasa con bienes como la vivienda y el alimento? ¿Estamos convencidos de que no es ese el terreno del sindicalismo? Creo que hay que dar obligada respuesta a estas cuestiones.



3. El sindicalismo social.

Antes de abordar este asunto, que puede ser malinterpretado, me gustaría aclarar algunas cosas. En primer lugar he leído que en algunas de las intervenciones del resto de compañeros se habla del sindicalismo social, considerándolo limitado y alejado de ofrecer una solución, como sinónimo de un sindicalismo imbricado con los movimientos sociales. Vaya por delante que no es esa mi concepción del sindicalismo social.

Por otra parte, el término puede levantar una lógica y natural animadversión si entendemos que hace referencia a lo que han sido algunos sindicatos durante años: grupos de lectura, cenáculos cerrados para debatir de ideología, clubes de amigos, peñas de convencidos. Este “sindicalismo”, ajeno totalmente a la realidad circundante, al barrio, a la calle, es precisamente lo contrario a lo que yo defiendo. Un sindicalismo que solo tiene nombre, siglas y banderas pero que vive de espaldas al sufrimiento de los obreros y de los que ha sido excluidos de esta denominación porque ni siquiera tienen acceso a un trabajo regular, no me interesa.

Señalo además que cuando hablo de sindicalismo revolucionario, no le estoy diciendo a ningún sindicato concreto lo que debe hacer. Es una iniciativa que creo debe y puede darse desde el sindicalismo y con ese formato, pero no sé si usando las estructuras existentes (que me parece lo más lógico) o creando otras nuevas. No es tampoco una férula teórica lanzada contra la actividad de los otros, pues en la propia FAGC ha surgido el debate sobre si debemos o no reconvertirnos en un Sindicato de Inquilinos.

Aclaro también que mi propuesta no es incompatible con el sindicalismo revolucionario plasmado en algunas de las intervenciones de este debate. Lo defendido por ejemplo por Lluís Rodríguez Algans creo que no es excluyente de lo expresado en este humilde texto. Entiéndase más como una ampliación de la práctica que como una refutación. No pretendo por tanto, pues sería ridículo y un oxímoron, que el sindicalismo no intervenga en el mundo laboral, que no trate de arrinconar a los sindicatos amarillos, que abandone las empresas, que no sea una herramienta inminentemente laboral; lo que digo es que con eso no basta. Pretendo que se entienda el carácter diferenciado del sindicalismo que se formula como revolucionario; que se comprenda que este ha crecido cuando ha interpretado que su dimensión era mucho más integral que la de un sindicalismo netamente empresarial y que se ha enraizado en los barrios y entre las clases populares cuando ha creado tejido social y redes solidarias; que se asuma que el crecimiento de determinados colectivos se debe a que existe una demanda en este campo que antes suplía el sindicalismo revolucionario, y que si este no ha manifestado ese considerable crecimiento es porque ya no ofrece nada en ese aspecto.

La primera objeción a este planteamiento se suele emitir con una sonrisa socarrona de superioridad mientras se afirma con rotunda seguridad que el terreno del sindicalismo ha sido, es y será siempre, sin salvedades, el terreno del trabajo. Tanta nostalgia del 36 y se desconocen los pormenores de cómo se fueron colocando los cimientos de esa revolución. Ante la estrechez y la cerrazón uso la historia para lo único que sirve: sacar lecciones y de paso plantársela en la cara a los que la sacralizan. En los textos libertarios se repiten mucho los logros de las grandes huelgas revolucionarias, pero parece ignorarse cómo se pudo crear el apoyo social que las sostenía.

En una época en la que la educación se limitaba entre la clase trabajadora a los primeros lustros de vida y en la que dicha educación estaba controlada por la Iglesia, los anarcosindicatos de la CNT ofrecían, con sus escuelas libres, clases nocturnas, bibliotecas y ateneos, otra forma muy distinta de acceder al conocimiento. La gente sin recursos enviaba a sus hijos a los sindicatos a formarse. El ocio y la cultura también se vehiculaban a través del sindicato. Las representaciones teatrales, el senderismo, las comidas comunes, etc., iban dirigidas a ofrecer esparcimiento y crear vínculos entre la militancia joven.

Hoy, aunque se hacen algunas cosas notables en estos campos, sería irreal no reconocer que el Estado se ha adueñado de la educación tal y como el capitalismo lo ha hecho del ocio. Sin embargo, la gente no sólo se acercaba al sindicato para estas cuestiones extralaborales concretas, lo hacía también para un tema tan apremiante como el de la vivienda. Los primeros Sindicatos de Inquilinos en el Estado español fueron promocionados, a veces en solitario y otras junto a la UGT, por la CNT e incluso hasta por la FAI. En los años 30, de Barcelona a Tenerife, hubieron sindicatos de vivienda, huelgas de alquileres, piquetes antidesahucio, realojos, ocupaciones, boicots (hoy los llamaríamos “escraches”) y reclamaciones que iban desde la bajada de los alquileres hasta la completa eliminación de los mismos6. La lucha por la vivienda no es un invento de la PAH ni del Movimiento Okupa, tanto en el Estado español, como en el argentino o el chileno, está íntimamente ligada desde su nacimiento con el anarcosindicalismo y las organizaciones obreras.

De la misma manera, era la CNT la que en plena II República promocionaba lo que Felipe Aláiz llamaba “la expropiación invisible”, que definía José Peirats como “invasión de fincas de mano muerta a pesar del espantajo de la Guardia Civil”7 y también la que impulsaba “revueltas del hambre” como la de la ciudad de Inca (Mallorca) de 1918-1919. La ocupación de tierras incultivas y la toma de suministros básicos de forma directa no es tampoco un invento del SAT, era algo común entre la filiación y militancia del anarcosindicalismo de la primera mitad del siglo.

Visto esto, ¿seguimos pensando que el sindicalismo revolucionario nunca actuó fuera de los margenes estrictamente laborales? Lo dicho nos demuestra que el crecimiento y la implantación de un sindicato como la CNT no sólo se debía a su potencia laboral, sino también a su amplitud de miras en lo social. Porque a su capacidad de presentar conflictos laborales y ganarlos, se sumaba su disposición a articular luchas relacionadas con otras necesidades obreras que no se encontraban necesariamente en la fábrica o el taller. Implicarse en luchas como la de la vivienda no es algo novedoso o que se me esté ocurriendo a mí ahora; es parte de la esencia misma del sindicalismo revolucionario desde sus orígenes. Realmente no importaría mucho que no fuera así, pero es importante destacarlo para informar a los que creen que el sindicalismo revolucionario nunca tocó más palos que los del trabajo convencional.

Por otra parte, el sindicalismo revolucionario hoy debe aceptar implicarse en luchas y reivindicaciones que vinculadas con lo laboral tienen un aspecto mucho más amplio en terrenos como el social y el cultural, como por ejemplo el feminismo. ¿Puede rehuir el sindicalismo revolucionario tomar partido en este campo simplemente porque la lucha contra el patriarcado no se dirime exclusivamente en el terreno laboral? Siguiendo con otro ejemplo, ¿puede hoy cualquier sindicato, amarillo o revolucionario, abstenerse de organizar sus propios sindicatos de estudiantes a pesar de que estos, por ahora, no sean estrictamente trabajadores? Si el sindicalismo no tiene más campo que el empresarial, ¿qué hace llamando a los estudiantes a unirse a sus filas antes de que se hayan convertido en asalariados? La CNT también promovió en el pasado la creación de cooperativas de trabajadores que, vinculadas fuertemente con el mundo del trabajo, no tenían como intención plantear y ganar conflictos, sino crear estructuraras solidarias fuertes y mejorar la vida de los trabajadores. Hoy se entiende esta idea cuando se propone desde dentro de los propios sindicatos la creación de cooperativas de consumo, ¿por qué no se ha podido hacer lo mismo con los Sindicatos de Inquilinos?

Plataformas como la PAH o sindicatos relacionados con partidos políticos como el SAT han adelantado al anarcosindicalismo por la izquierda, y lo han hecho en un terreno que era el suyo y usando sus mismas armas. Entiendo que no se quiera tocar un tema como el de la vivienda allí donde funcionan bien las plataformas locales. Pero donde no es así o no se tocan determinados temas como el del alquiler, ¿dónde está el problema? Si hay un prurito por no rivalizar con lo existente, la propia CNT nunca se hubiera fundado, pues en 1910 podía estar “invadiendo” el terreno de la UGT fundada en 1888. Lo importante en la lucha es la estrategia que se lleva a cabo y las repercusiones que esta tiene en la vida de la gente; no es una cuestión de primogenituras.

Lo que necesitamos, por tanto, es que el sindicalismo revolucionario entienda que su naturaleza es bastante más amplia que la de cualquier sindicato al uso, que la gente se puede acercar a él si ve que es mucho más que un sindicato. Y el terreno es fértil para ello. Muchas personas en el espectro de la vivienda no encuentran una herramienta a su alcance si su caso es de alquiler (hablamos siempre de alquileres de multirentistas, inmobiliarias, etc., y no del cansino mito del pequeño rentista de 99 años, con una quedara mal, que da mucha pena). Cuando se enfrentan a desalojos masivos por parte del Estado, fondos buitres, gestoras privadas de vivienda pública o incluso bancos, su arsenal es muy limitado, pues debemos tener en cuenta que por ahora nadie (salvo aquí en Canarias) ha planteado una huelga de alquileres. El asunto llama la atención si tenemos en cuenta que estas huelgas nos han resultado bastante fáciles de ganar y que tienen un coste cero, a diferencia de las laborales. La gente tiene planteado el conflicto habitacional porque dentro de poco no podrá pagar, porque ya adeuda varias mensualidades o porque directamente va a ser desahuciada por impago. En este caso el hecho del impago es algo consumado o a punto de consumarse, sólo falta darle a ese acto involuntario y fatalista un recubrimiento de acción consciente y de reivindicación política. En una huelga laboral el trabajador se expone a perder dinero por cada día de huelga. Si esto se suple con cajas de resistencia, lo más común es que la huelga se prolongue tanto como dure el dinero de la caja. Pierden dinero obrero y empresario, pero a veces se impone la proporcionalidad y es el primero el que más se resiente. En una huelga de alquileres sólo pierde dinero el casero. Si se consiguen demorar los plazos de una posible orden de lanzamiento, que la cuestión no vaya por la vía del desahucio exprés al tener que dirimirse irregularidades contractuales; si se consigue afinar una buena batería legal que torpedee el proceso, hay muchas posibilidades de victoria. Por no hablar de las medidas de presión directa, muy fáciles de aplicar porque se ataca al enemigo desde dentro. Por otra parte, no es lo mismo un desahucio aislado que vaciar uno o varios bloques, sea vivienda por vivienda (lo estipulado salvo en casos de ocupación) o de forma masiva, pues cada desahucio será un pulso contra la resolución judicial y el rentista. Es un campo donde se puede crear mucho tejido social y que hay que seguir explorando.

La mayoría de anarcosindicatos tienen una secretaría de Acción Social, pero en la práctica se entiende que la función principal de esta es denunciar los abusos cometidos en campos como el del medio ambiente, la migración o los derechos de la mujer. ¿Por qué no puede ser su labor, aparte de esa, crear desde ahí los Sindicatos de Inquilinos? Lo población migrante y las mujeres en riesgo de sufrir feminicidio a lo mejor no se acercan al sindicato por una elaborada campaña con charlas y cartelería contra la violencia machista o la xenofobia, pero sí lo hacen cuando se toca el tema de garantizar su techo y su pan, su refugio y su supervivencia. Si desde ese lugar se pueden plantear cooperativas, ¿porque no secciones sindicales de vivienda o sindicatos propiamente dichos?

Se ha planteado también en un texto como el de Martín Paradelo la paulatina toma de los medios de producción. ¿Por que no contemplar entonces la toma directa, sin plazos, de los bienes de consumo? De hecho bien podría ser lo segundo la antesala de lo primero. Autogestionar medios de producción o empresas delicadas como hospitales y demás, puede parecer en un primer momento, a pesar de ejemplos tan actuales como el de Grecia, una tarea compleja y ardua, pero hacerlo con el techo, tal y como se produce a diario a través de la ocupación, está al alcance de la mano. Desgraciadamente, lo que suele motivar esta expropiación es la pura desesperación, y aún en aquellos casos en los que está motivada por fines reivindicativos no consigue articularse con un discurso político revolucionario que no tienda tanto (o al menos solamente) a la regularización de la ocupación del inmueble como a la ocupación sistemática como forma de socialización masiva. Es ahí donde hay que incidir y dotarlo de una narrativa revolucionaria propia. Por otra parte hay medios de producción cuya ocupación es directa y no requiere de etapas intermedias de duración indefinida. Gran parte del suelo agrícola, al menos en Canarias, está abandonado. Ocuparlo, exigir el derecho a hacerlo productivo, alimentarse de él, crear cooperativas que distribuyan el alimento (incluido el excedente si lo hubiera), enrolar en la actividad a todos los trabajadores agrícolas y desempleados dispuestos que se hayan acercado al sindicato, y prepararse para resistir, supone una política revolucionaria sindical de hechos consumados. Cuando en el anarconsidicalismo se habla de cooperativas8 en realidad puede entenderse por algo así, la idea ya está en el aire, pero falta que las ponencias transciendan, que sean una práctica cotidiana al alcance de los afectados y que se entienda que estos van más allá de los arquetipos decimonónicos.

Y es que hay otro cariz en lo del sindicalismo social. Ya en tiempos de la Transición, Luis Andrés Edo hablaba de la necesidad de crear un “sindicalismo integral” que incluyera a los excluidos9. Visto cómo está el panorama económico-laboral, muchos trabajadores han perdido la condición de tales, pero no sólo a niveles de conciencia por la búsqueda compulsiva del estándar capitalista, sino a unos niveles mucho más prosaicos por encontrarse en una situación de constante precariedad. Hablamos de obreros que lo son, pero a los que nadie les da esta categoría y a los que casi ningún sindicato abre los brazos u ofrece una herramienta. Me refiero a los desempleados de larga duración, a los vendedores ambulantes, a los cuidadores, a los limpiadores por cuenta propia, a los chatarreros, a los amos de casa, a los obreros que viven de hacer chapuzas, a los presos y un largo etcétera. Me refiero a toda esa gente que en algunos barrios son mayoría, que no han cotizado en su vida, como no lo hicieron sus padres ni lo harán sus hijos; que no saben lo que es una nómina pero que sí saben lo que es trabajar, lo que es ser perseguidos, lo que es no obtener una justa retribución por su trabajo y a los que no llega una propaganda de obrerismo fabril. En muchos casos puede ser complicado plantear ciertos conflictos sin perjudicar al afectado y también hay que tener en cuenta el enfrentamiento con la negativa legal a que algunos de ellos se sindiquen, pero como ya han demostrado los pocos pero representativos sindicatos de esta naturaleza (sean autónomos como el Sindicato de Manteros10 en Catalunya o como el IWOC11 en EE.UU., que es una sección sindical de presos de la IWW que ha protagonizado las últimas huelgas carcelarias) puede ser una buena vía para visibilizar su situación precaria, denunciar a la administración pública e iniciar una hoja de ruta que puede buscar, dependiendo del caso y de la actividad profesional, desde la mejora de las condiciones laborales, la regularización o si se prefiere: reivindicar el derecho a vivir al margen de la legalidad sin ser perseguidos. Mucha de esa población activa que engrosa las listas del paro y que ya no recibe subsidio alguno sigue viva y comiendo (cuando puede), y sería ingenuo pensar que no es la economía sumergida la que garantiza su supervivencia. La legalidad siempre será un problema, pero precisamente por eso es necesario el sindicato, para dotar de cobertura a quienes entre la clase trabajadora se encuentran en la situación de mayor vulnerabilidad. Hay barriadas enteras que sobreviven con la economía en B, lugares donde ningún sindicato amarillo está interesado en hacer una campaña de captación. En esos sitios hay que arremangarse y ser conscientes de que la actual coyuntura nos aboca cada vez más a esta situación; o nos adaptamos, junto a nuestras herramientas, y empezamos a trabajar en ese campo, o acabaremos buscando defender los derechos de una clase obrera idealizada que ya no existe. Sí, debemos luchar por preservar los derechos laborales de los que aún los conservan, pero no nos olvidemos de los que ya los perdieron y especialmente de los que nunca llegaron a tenerlos.

Puede que después de lo leído alguien acabe coincidiendo, pero objete la falta de medios y conocimientos para dedicarse a eso y se agarre a ese refrán según el cual “quien mucho abarca poco aprieta”. Me parecería una pobre excusa. Eso es algo que de forma más bien intuitiva e improvisando, sin un chavo y siendo literalmente cuatro mataos, hemos podido hacer en Gran Canaria, sin casi estructura. Es la experiencia la que me ha enseñado que eso está al alcance de cualquiera. La formación en vivienda no es en absoluto más compleja que la laboral, y la necesidad de recursos es bastante menor. La negativa vuelve a demostrar que se ve el terreno de las necesidades básicas, el techo, la ocupación de tierras, la exclusión, como una dimensión distinta a la del trabajo, cuando en realidad la conexión no puede ser más estrecha.

Repito para finalizar que no se pretende con este texto plantear un sindicalismo sin trabajadores, pues la urgencia social no deja mucho tiempo para plantear estupideces. Interpretar este texto así equivale a tratar de reducirlo al absurdo para evitar tener que digerirlo. Lo que se pretende es que se entienda que las necesidades económicas de los trabajadores son múltiples y que cabe la posibilidad de incidir en las más urgentes como son techo, abrigo y comida ampliando el marco de actuación del sindicalismo revolucionario allí donde su actividad rigurosamente laboral no baste, no le permita crecer ni llegar a la gente o allí dónde no exista nada funcional en ese aspecto. Si el sindicalismo se pretende revolucionario debe serlo más que por el nombre, sin aferrarse a la creencia de que la mera actividad sindical al uso le permitirá llegar a controlar los medios de producción. Las victorias parciales dan experiencia y ejercitan el músculo subversivo preparándonos para el futuro, pero no suponen la revolución misma ni tampoco necesariamente su antesala. La propia Comunidad “La Esperanza” no es la revolución, es por ahora una victoria parcial (seguimos evitando que sea, si finalmente se produjera el desalojo, una derrota parcial), donde aprendemos mucho y nos ejercitamos, pero el acontecimiento prerrevolucionario es otra cosa. El sindicalismo si quiere ser revolucionario debe diferenciarse, aspirar a la integralidad de acción y abordar aquellos campos de transformación revolucionaria que estén a su alcance. Crear sindicatos de trabajadores en B y de inquilinos es parte de esta capacitación revolucionaria, pues son estas demandas, de vivienda, de comida, de autodefensa de los excluidos, las que llegan a una importante parte de la población a la que hoy se ignora; las que de resolverse con un trabajo certero pueden sentar las bases de un salto cuantitativo y cualitativo; y las que permiten acceder a un territorio actualmente muy poco explorado, por lo menos desde la práctica revolucionaria y sindicalista. Toca abrirse paso entre la maleza y avanzar fuera de la zona de confort.



_________________________________

1 Que yo sepa por ahora han intervenido José Luis Carretero, Pepe Gutiérrez-Álvarez, Lluís Rodríguez Algans, Octavio Alberola y Martín Paradelo. Pongo este enlace del foro de Alasbarricadas.org porque creo que en él se recogen a su vez los enlaces de todas las intervenciones que han ido surgiendo: viewtopic.php?f=20&t=61290. Aclaro, por cierto, que al menos cuando yo hablo de “sindicalismo revolucionario” no me refiero concretamente a la teoría de Georges Sorel o Pierre Monatte (que veían en el sindicalismo también la estructura que organizaría la sociedad posrevolucionaria). Lo hago de una forma mucho más general para referirme a aquel sindicalismo que no sólo busca objetivos a corto plazo, sino que tiene como finalidad subvertir revolucionariamente el estado de cosas existente.

2 Son datos extraídos de la EPA, el BOC y otros medios oficiales y también de los informes de ONG's como Cáritas o Save The Childrens.

3 Me ha parecido interesante que Octavio Alberola, siendo el interviniente de más edad, sea también el que parece tener menos morriña cuando hay que evocar las glorias del pasado.

4 En El corto verano de la anarquía (1972) de Hans Magnus Enzensberger.

5 Paz, “Contra la democracia y el «liderismo natural»” (en Historia Libertaria), marzo-abril de 1979.

6 Precisamente es García Oliver el que en un carta a Abel Paz (22 de noviembre de 1972) le dice que el gran mitín organizado por la CNT ante el Palacio de Bellas Artes con motivo del 1º de Mayo de 1931 “no era de afirmación anarquista ni sindicalista, ni de protesta por los mártires de Chicago. Simplemente se trataba de un acto de afirmación, reclamando la anulación de los alquileres de los domicilios. En cuyo asunto trabajaban Arturo Parera, 'Barberillo' y Castillo desde antes de proclamarse la República”.

7 Peirats, Los anarquistas en la crisis política española, 1962.

8 Como en este caso: http://www.cnt.es/xcongreso/accion-sind ... ion-social

9 Edo, “Syndicalisme Révolutiannaire” (en Anarcho Syndicalisme et Luttes Ouvrieres), 1985.

10 Menos conocido como Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona.

11 Aquí su web: https://iwoc.noblogs.org/
Lo que se gana en velocidad, se pierde en potencia. Lo que se gana en potencia, se pierde en velocidad.

Avatar de Usuario
Nemo20000
Mensajes: 2180
Registrado: 04 Ene 2011, 21:16

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por Nemo20000 » 08 Oct 2016, 15:55

He compilado todos los artículos que hasta el momento ha producido el debate en un documento PDF para quien no quiera leérselo en pantalla.
Lo podéis bajar aquí:
https://mega.nz/#!cwFR2CqB!mt31ZQU5g0Q0 ... 7azP3dQUzI
¿Quién apretó todos los tornillos de la Torre Eiffel?

Avatar de Usuario
Super8
Mensajes: 2791
Registrado: 10 Sep 2014, 16:45

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por Super8 » 08 Oct 2016, 16:16

Nemo20000 escribió:He compilado todos los artículos que hasta el momento ha producido el debate en un documento PDF para quien no quiera leérselo en pantalla.
Lo podéis bajar aquí:
https://mega.nz/#!cwFR2CqB!mt31ZQU5g0Q0 ... 7azP3dQUzI
¡Gracias!

Avatar de Usuario
Super8
Mensajes: 2791
Registrado: 10 Sep 2014, 16:45

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por Super8 » 09 Oct 2016, 07:18

Otra aportación: Favorecer la unión de fuerzas que apuesten por el cambio
Sobre la mesa quiero poner la necesidad de dotarnos de un lenguaje simple y cotidiano que penetre fácilmente en el consciente colectivo. Mi experiencia sindical me muestra que nuestro lenguaje directo confunde e incluso compruebo un día tras otro como la mentira gana adeptos por un móvil y causa irrefutable: el miedo. También el narcisismo que desgaja a la clase obrera debe combatirse, más allá de demostrar que existe una guerra de clases entre explotados y explotadores.

Debiéramos quizás, contrastar más los casos de experiencias represivas para dar respuestas conjuntas y cohesionadas para aprovechar el tirón inicial que da cualquier acierto en nuestras luchas. Con pasos claros sobre el terreno, asumiendo riesgos en lo novedoso, respondiendo rápido en lo conocido, es posible avanzar mostrándonos efectivos y por tanto creíbles. Acompañar nuestros actos con un lenguaje apto para todos los públicos también lo creo necesario.

Avatar de Usuario
Rorschach
Mensajes: 277
Registrado: 27 Oct 2008, 18:41

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por Rorschach » 09 Oct 2016, 21:13

El debate de EKO creo que tiene las claves por donde tirar, en base a lo que cuentan CCOO y UGT.
Me llama la atención que se tiren el pegote de que su negociación sectorial es lo que protege a los trabajadores de PYMES y microempresas, diciendo que no hay fuerza entre los trabajadores de microempresas para andar con negociaciones de empresa ni nada parecido.

Viendo el debate veo que el fuerte del "sindicalismo revolucionario" del que esta hablando aquí, es hacer sindicalismo de confrontación y unitario frente al de estos. En el caso de las Pymes creo que deberíamos de tener algo de tablas los que andamos desde hace años en sindicatos únicos, de oficios varios o como los queramos llamar (incluso redes de solidaridad hay quién las lo llama ahora). Está claro que el modelo de sección sindical se está desarrollando con relativo éxito, pero en los sectores precarios que de los que tanto se habla, lo que se necesita es el sindicato como punto de encuentro, fuera del centro de trabajo. Desde ahí es desde donde se puede tirar a las microempresas, a los temporales y a toda la gente que no tiene sectores fijos y donde se puede tener fuerza en esas negociaciones de sector con las que se ponen la medalla CCOO y UGT.
Un ejemplo es todo lo que he oido de la sección de titiriteros de CNT en Madrid. Sector hiperprecario, haciendo curro desde el sindicato y con buenos resultados.

Sin embargo, veo que los textos que siguen saliendo van hacía las ramas. Y como detalle, a la espera estamos de un texto escrito por alguna mujer.

Voltairine de Cleyre
Mensajes: 156
Registrado: 08 May 2008, 15:48

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por Voltairine de Cleyre » 09 Oct 2016, 22:10

Mientras pensemos que hablar de necesidades básicas, como el techo, es algo ajeno al sindicalismo y al mundo del trabajo, que es "irse por las ramas", el sindicato no sé si podrá entrar en las empresas pero desde luego no lo hará en los barrios. No deben despacharse textos que quizás señalen carencias con tanta gratuidad.

Y coincido en que falta la voz de una mujer. En la cuenta de la FAGC también se han quejado de eso.

Avatar de Usuario
_nobody_
Mensajes: 10703
Registrado: 12 May 2002, 13:28

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por _nobody_ » 10 Oct 2016, 10:22

Sección de titiriteros ?? :lol: :lol:

Será sección de actores Figurantes de CNT Gráficas
...vive como piensas o acabarás pensando lo que vives...

Avatar de Usuario
Sancho
Mensajes: 916
Registrado: 29 Mar 2010, 03:59
Ubicación: Barcelona

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por Sancho » 10 Oct 2016, 13:52

Otro mas:
LA CONSTRUCCIÓN DEL PODER OBRERO PARA LA CREACIÓN DE UN SINDICALISMO REVOLUCIONARIO
per Miguel Gómez | 10 - 10 - 2016 | Sindical | 0 |

El símbolo del llamado «poder obrero» es el de unos obreros que levantan sus puños y los juntan formando un puño gigante. Así pues el concepto poder obrero viene a significar «la fuerza que consiguen los trabajadores a través de la unidad y la acción colectiva». Para quienes defendemos la utilidad del concepto «poder popular» hablar de «poder obrero» es un sinónimo: lo que construye la clase trabajadora en su lucha. La diferencia es que «popular» hace referencia a «pueblo» mientras que «obrero» nos transporta automáticamente a las luchas laborales.
¿Porqué es necesario para construir sindicalismo revolucionario? Vayamos por partes. En primer lugar el concepto «sindicalismo revolucionario» no tiene nada que ver con que un sindicato haga «vivas» a la revolución. Es revolucionario por que pretende que la sociedad socialista post-revolucionaria se vertebre gracias a los sindicatos. Y éstos, por tanto, tendrán que ser las unidades elementales que la construyan. Por esto se entiende que existieran sindicatos para otros tipos de luchas sociales como los sindicatos de inquilinos o los sindicatos de jubilados.

Para construir esa idea de sindicalismo debe poder crearse dos cosas: por un lado la idea de un «gran sindicato», es decir, sindicatos con conciencia para asumir la gestión de la economía y que éste tenga una cierta fuerza numérica; y por otro lado una auto-conciencia de fortaleza, de capacidad para conseguirlo, que es el «poder obrero». Todo ello se retroalimenta.

Así pues, en los años 70, por poner un ejemplo, en la prensa de la CNT había sindicalistas que hablaban a las claras de que los sindicatos tenían que poder gestionar la Seguridad Social. Otros hablaban de que habría que conseguir el control sindical del INEM. Nos podemos retrotraer a los años 30 cuando los sindicatos firmaban las «bases» (unos convenios colectivos de la época) con la patronal y les imponían cláusulas como que los sindicatos querían participar en la gestión de la empresa. La aspiración al socialismo de los sindicatos de CNT (tanto faístas como treintistas) era evidente. Se podía ver en cada periódico. Cada huelga era una muestra de fuerza, un ejemplo de poder obrero. Entonces se llegaba al caso de poder ganar huelgas antes de convocarlas, por no querer la patronal entrar en un conflicto de grandes dimensiones con unos sindicatos dispuestos a todo. Eso es «poder». Era un símbolo muy potente de lo que pretendía el anarcosindicalismo o el sindicalismo revolucionario, que no era otra cosa que el control de la economía.

Pero aquel poder tuvo que comenzar por el principio, y por ello tuvieron que librar probablemente la mayor de las batallas sindicales, que se desarrollo entre 1919 y 1920, cuando se jugaban el reconocimiento legal del sindicato como representante de los trabajadores, cosa a la que la patronal se negaba con todas sus fuerzas. Gracias a una lucha titánica se ganó.

Hoy en día cuando algún empresario echa la persiana por miedo a los piquetes en las huelgas estamos edificando poco a poco esa legitimidad para nuestros sindicatos. Sabemos perfectamente que sin la acción de los piquetes muchas empresas seguirían abrirían coaccionando a su plantilla. Y luego que hablen de «libertad para trabajar». La gente que lucha se empodera y puede conseguir muchas cosas. Y esas luchas cotidianas crean un imaginario de poder colectivo que se conoce como poder popular, poder obrero o poder sindical, o en Estados Unidos durante los años 60 también como «poder negro», en aquellas comunidades afroamericanas que luchaban por sus derechos y se habían autoconstituido como sujeto político autónomo.


Ninguno de estos «poderes» colectivos son otra cosa que la auto-conciencia de que juntas derrotaremos a la opresión. Son las personas oprimidas quienes tienen en sus manos el derrotar a las opresoras. Y eso lo harán a través de su empoderamiento como individuos y la toma de conciencia como sujetos colectivos. En este caso el sindicalismo contribuyó mucho a generar una conciencia de clase, de personas oprimidas que se organizaban y conseguían victorias. Y esta conciencia ayudó a crear un objetivo en el cual la gente de abajo tendría el control de los medios de producción, el socialismo. La virtud del sindicalismo revolucionario fue instalar una coherencia entre el objetivo (el socialismo), los principios (los del anarquismo) y la estrategia (el sindicato). Entonces es obvio que cuando ya ganas los conflictos casi sin disputarlos y cuando aquellos que disputas se convierten en un tema de debate público nacional, tienes los objetivos del sindicalismo revolucionario cerca. Lo has construido en base a la lucha cotidiana.
Si bien hoy en día recrear aquello de la misma forma no tiene mucho sentido, debemos darnos cuenta de la necesidad de la lucha colectiva para construirnos como sujeto político. En nuestro tiempo esta lucha la vertebraremos a través del sindicato, de la comunidad estudiantil, del barrio, del empoderamiento de la mujer, de la juventud, de la gente veterana, de las comunidades inmigradas, etc. La multiplicidad de sujetos es producto de la destrucción de la conciencia de clase que hace décadas las podía agrupar a todas. Pero también tenemos que evolucionar y adaptarnos a esta circunstancia reforzando cada uno de estos sujetos y haciendo que colaboren unos con otros para llevar a cabo luchas que empoderen a toda la comunidad a la vez. Eso sería lo que algunos libertarios llamamos «poder popular».
[CASTELLANO] http://lasoli.cnt.cat/10/10/2016/cast-c ... ucionario/
[CATALÀ] http://lasoli.cnt.cat/10/10/2016/cat-co ... lucionari/
Entre tod@s lo sabemos TODO.

Voltairine de Cleyre
Mensajes: 156
Registrado: 08 May 2008, 15:48

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por Voltairine de Cleyre » 10 Oct 2016, 16:00

De la cuenta de la FAGC de twitter:

Entender el sindicalismo revolucionario como Sorel, Monnatte o Puente es algo superado. El sindicato como gestor del futuro es estaticidad.


El sindicalismo es revolucionario si este es el fin de su actividad y los medios coinciden. No por ser la matriz de la nueva sociedad.



Eso es hipotecar nuestro futuro a una organización que tal vez no necesitemos. ¿Por qué el sindicato y no asambleas de trabajadoras/vecinas?


Los sindicatos de inquilinos son tan revolucionarios como lo sea su estrategia, fines y medios. Igual que uno estrictamente laboral.


El sindicalismo no es revolucionario por aumentar su pegada o ganar más conflictos. Necesita crear las redes que hagan posible la revolución


Esas redes pueden estar en las empresas, pero también están en los barrios. Entre los que tienen nómina y entre los que no.


Ver la realidad desde una óptica de clase media empobrecida nos hace ignorar a las que no han tenido su oportunidad histórica: las excluidas

https://twitter.com/FAGC_Anarquista/sta ... 40?lang=es

mastuerzo
Mensajes: 70
Registrado: 09 Ene 2016, 17:00

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por mastuerzo » 10 Oct 2016, 16:48

Lo que dice la FACG es una soberana tontería. Como slogan ya lo llevamos oyndo todos cuarenta años.EL problema es que la realidad no se reduce al slogan.

Avatar de Usuario
_nobody_
Mensajes: 10703
Registrado: 12 May 2002, 13:28

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por _nobody_ » 10 Oct 2016, 17:03

La gracia del sindicalismo revolucionario era que se basaba en el sindicalismo. Es de perogrullo. Y el sindicalismo ya existía. Eran las mismas sociedades obreras que llevaban funcionando desde 1840 en adelante. La FRE, la FTRE, la FSORE, Solidaridad Obrera o la CNT no eran más que federaciones de sociedades obreras que ya existían.

El gran handicap de CNT es que trata de montar el sindicato desde cero. Por tanto ni siquiera tiene fuerza o capacidad de llegar a confluir con otros tipos de sindicalismo social hasta que no logre un número de militantes que lo haga posible. Rizando el rizo, se podría hablar de cómo puede CGT o ELA hacer sindicalismo revolucionario, dado que realmente hacen un sindicalismo
...vive como piensas o acabarás pensando lo que vives...

Avatar de Usuario
Sancho
Mensajes: 916
Registrado: 29 Mar 2010, 03:59
Ubicación: Barcelona

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por Sancho » 10 Oct 2016, 17:39

_nobody_ escribió:La gracia del sindicalismo revolucionario era que se basaba en el sindicalismo. Es de perogrullo. Y el sindicalismo ya existía. Eran las mismas sociedades obreras que llevaban funcionando desde 1840 en adelante. La FRE, la FTRE, la FSORE, Solidaridad Obrera o la CNT no eran más que federaciones de sociedades obreras que ya existían.

El gran handicap de CNT es que trata de montar el sindicato desde cero. Por tanto ni siquiera tiene fuerza o capacidad de llegar a confluir con otros tipos de sindicalismo social hasta que no logre un número de militantes que lo haga posible. Rizando el rizo, se podría hablar de cómo puede CGT o ELA hacer sindicalismo revolucionario, dado que realmente hacen un sindicalismo
Se puede decir más alto, pero no más claro.
Entre tod@s lo sabemos TODO.

Voltairine de Cleyre
Mensajes: 156
Registrado: 08 May 2008, 15:48

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por Voltairine de Cleyre » 10 Oct 2016, 17:41

mastuerzo escribió:Lo que dice la FACG es una soberana tontería. Como slogan ya lo llevamos oyndo todos cuarenta años.EL problema es que la realidad no se reduce al slogan.
Gracias, sin este análisis el debate se hubiera atascado. Decir que es un slogan lo que las compañeras están contrastando todos los días en su práctica diaria es cuanto menos atrevido. De muchas cosas se podrá acusar a la FAGC pero no de no trabajar en lo que predica.

Por algún motivo las sociedades obreras de tejedores de 1840 creaban sociedades de socorros mutuos, por algo hacían en el siglo XX cooperativas como la de vidrieros de Mataró, por algo clases nocturnas, por algo creaban sindicatos de inquilinos. Si con la actividad exclusivamente de reivindicación laboral hubiera bastado nunca hubieran abierto su campo de acción.

Si eso era lo que pasaba cuando había grandes masas obreras compactas, ¿cómo vamos a rehuirlo con una clase obrera desmantelada donde sólo quedan intactas las necesidades básicas? Pero sigamos mirando hacía otro lado. El crecimiento de la PAH es suerte o una profecia de Nostradamus. Nada que ver con que hayan intervenido en un campo con gran demanda social y en el que no ha habido intervención popular desde que el sindicalismo dijo que el obrero no era una unidad y que su necesidad de cobijo era "una soberana tontería".

Voltairine de Cleyre
Mensajes: 156
Registrado: 08 May 2008, 15:48

Re: Interesante debate sobre sindicalismo revolucionario

Mensaje por Voltairine de Cleyre » 10 Oct 2016, 17:48

Sancho escribió:
_nobody_ escribió:La gracia del sindicalismo revolucionario era que se basaba en el sindicalismo. Es de perogrullo. Y el sindicalismo ya existía. Eran las mismas sociedades obreras que llevaban funcionando desde 1840 en adelante. La FRE, la FTRE, la FSORE, Solidaridad Obrera o la CNT no eran más que federaciones de sociedades obreras que ya existían.

El gran handicap de CNT es que trata de montar el sindicato desde cero. Por tanto ni siquiera tiene fuerza o capacidad de llegar a confluir con otros tipos de sindicalismo social hasta que no logre un número de militantes que lo haga posible. Rizando el rizo, se podría hablar de cómo puede CGT o ELA hacer sindicalismo revolucionario, dado que realmente hacen un sindicalismo
Se puede decir más alto, pero no más claro.
El sindicalismo social, por ser social, no deja de ser sindical ni de intervenir en el terreno laboral. Solo aumenta su campo de intervención. Si es que todo va cojonudo tal y cómo está me callo. De no ser así habrá que plantearse si cambiar la táctica. No se pueden obtener resultados distintos si siempre hacemos lo mismo. Si lo consigue avisen.

Responder