Crisis del sindicalismo?

Presente y futuro de la Lucha Obrera, así como la validez, aciertos y contradicciones de las formas de organización de la Clase Trabajadora. Seguimiento de conflictos laborales, huelgas, etc.
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Sancho
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por Sancho » 19 Ago 2014, 11:20

El problema principal de la organización obrera a mi ver, es que se ha dejado comer terreno por el Estado y el Capital. Incluso ha sido desbordada.
Me explico: la organización de clase daba solución a problemas propios tales como la alfabetización, el paro, la vejez, la protección de la infancia, etc. Que se ha conseguido a través del tiempo? Que el capital, el estado e incluso la iglesia! se adaptaran a nuestras necesidades/exigencias haciéndolas propias y vaciándonos de significado y objetivos.
Resultado: colabora o muere. Pero ahora que nos rebajan derechos en medio de una galopante corrupción general, quizás deberíamos replantearnos esa gestión del bien común ya expuesta en nuestros principios, tacticas y finalidades y ponerla en práctica a la par que continuamos la lucha contra cualquer forma de autoridad desde el sindicalismo.
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anenecuilco
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por anenecuilco » 19 Ago 2014, 14:29

El problema principal de la organización obrera a mi ver, es que se ha dejado comer terreno por el Estado y el Capital. Incluso ha sido desbordada.
Me explico: la organización de clase daba solución a problemas propios tales como la alfabetización, el paro, la vejez, la protección de la infancia, etc. Que se ha conseguido a través del tiempo? Que el capital, el estado e incluso la iglesia! se adaptaran a nuestras necesidades/exigencias haciéndolas propias y vaciándonos de significado y objetivos.
Resultado: colabora o muere. Pero ahora que nos rebajan derechos en medio de una galopante corrupción general, quizás deberíamos replantearnos esa gestión del bien común ya expuesta en nuestros principios, tacticas y finalidades y ponerla en práctica a la par que continuamos la lucha contra cualquer forma de autoridad desde el sindicalismo.
Pero según esto no habría solución, es decir si hay clase obrera revolucionaria el Estado capitalista va a ceder en algunos puntos como los que comentas, y entonces se desinflaría la clase y otra vez a empezar en un bucle sin fin.

No digo que eso no pueda pasar a veces pero no siempre. De hecho la historia reciente de Occidente dice lo contrario, cuando el Estado capitalista cede e incorpora los máximos sistemas de protección social hasta entonces es cuando se produce la mayor oleada anticapitalista (la del 68), y tras la reacción neoliberal y la erosión de esos derechos adquiridos fue cuando aumentó la debilidad de la clase.
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Sancho
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por Sancho » 19 Ago 2014, 15:09

Pero según esto no habría solución, es decir si hay clase obrera revolucionaria el Estado capitalista va a ceder en algunos puntos como los que comentas, y entonces se desinflaría la clase y otra vez a empezar en un bucle sin fin.

No digo que eso no pueda pasar a veces pero no siempre. De hecho la historia reciente de Occidente dice lo contrario, cuando el Estado capitalista cede e incorpora los máximos sistemas de protección social hasta entonces es cuando se produce la mayor oleada anticapitalista (la del 68), y tras la reacción neoliberal y la erosión de esos derechos adquiridos fue cuando aumentó la debilidad de la clase.
Lo que quiero decir es que la clase dominante se adapta y por último se infiltra de tal manera que como bien dices "es una bucle sin fin". Entonces... no hay solución? La raza humana es así? Yo creo que si se pueden cambiar las cosas, pero a veces no basta solo con querer, también se tendrá que luchar y para eso hay que ser fuerte entre otras cosas.
De estas, la mas importante quizás es la independencia, la autonomía, la autogestión, el autogobierno... En eso nos dan mil vueltas las élites.
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nazkauta
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por nazkauta » 20 Ago 2014, 09:49

Crisis del sindicalismo? La extincion de los dinosaurios! 8-)

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Alexandra Kollontai
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por Alexandra Kollontai » 20 Ago 2014, 20:45

oh si mastodontes, poderosos y con enormes piernas aplastando todo a su paso cuando se mueve, eso debería ser el sindicalismo, pues a eso chico joder hay que volver a llenar los sindicatos de gente.
De hecho la historia reciente de Occidente dice lo contrario, cuando el Estado capitalista cede e incorpora los máximos sistemas de protección social hasta entonces es cuando se produce la mayor oleada anticapitalista (la del 68
que dius tio, las del 69 en europa fueron principalmente revueltas antiautoritarias de los sectores medios al existir una contradicción entre la cultura organizativa, estetica, sexual, etc y el modelo capitalista del momento. Y después de eso, el capitalismo pop, liquido, horizontal, performans y con mesas de pinpon en las oficinas yupis.

la mayor ofensiva anticapitalista fue todo eso de los años 20 y la milicia armada proletaria durante y despues de la IIGM, epocas en las que el capitalismo tiene que crear medidas niveladoras para evitar la llegada al poder de las rojas.
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por nazkauta » 20 Ago 2014, 21:08

hay que volver a llenar los sindicatos de gente.
Casi, como que estoy mas por vaciar las fabricas...

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Suso
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por Suso » 20 Ago 2014, 22:08

estoy mas por vaciar las fabricas...
Bueno. Eso hoy lo tienes fácil.
Donde yo vivo. Se han vaciado bastante en estos últimos 30 años.
También se ha vaciado el campo, y el mar...

Menos los Centros Comerciales, y los estadios de Futbol, la verdad se está vaciando todo.
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nazkauta
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por nazkauta » 21 Ago 2014, 08:41

Bueno. Eso hoy lo tienes fácil.
Donde yo vivo. Se han vaciado bastante en estos últimos 30 años.
También se ha vaciado el campo, y el mar...

Menos los Centros Comerciales, y los estadios de Futbol, la verdad se está vaciando todo.
Facil no hay nada Suso. Menos aun, cualquier cosa que vaya encaminada a acabar con la exclavitud asalariada. Las fabricas que se vaciaron lo hicieron por orden del capital, lo que lleva en cierta manera a que no hayan sido reocupadas y reanudada la produccion bajo control obrero. El campo por aqui sigue practicamente igual, quienes lo trabajaban antes lo siguen trabajando ahora. Me imagino que con dificultades como en todos lados, quien tiene mucho algo le saca, aun despues de pagar entre otras cosas gasolina y pesticidas. Por otro lado, hasta parques y escombreras se estan "haciendo campo." Aunque tampoco es que este el tema como para tirar cohetes, no nos vamos a engañar.

No me cabe duda que tanto en la CNT como en CGT, hay gente honesta y que su intencion puede ser entre otras acabar con la "crisis del sindicalismo" para que este sea verdaderamente una herramienta util en la emancipacion de los trabajadores. Otros sin embargo, pretenden revivir a los dinosaurios para volver a dejar a la clase obrera en la estacada. Tambien, si se yerra en gran medida en el analisis, planteamientos... de poco sirven las buenas intenciones. Por mi parte intentare sumar donde se plantee una buena organizacion, con altas dosis de imaginacion y espontaneismo.

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Suso
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por Suso » 21 Ago 2014, 11:36

No me cabe duda que tanto en la CNT como en CGT, hay gente honesta
Alguna hay. A mí tampoco me cabe duda que fuera de ellas tambien hay mucha gente honesta.

Pero aquí de lo que se trata es de si el sindicalismo es malo "per se" o no. Y logicamente yo opino que no. Que es una herramienta como lo pueda ser las organizaciones vecinales, las ecologicas, o las informales..... Cada uno utiliza la que puede o cree.

Evidentemente si a ti no te gusta, no voy a intentar convencerte de lo contrario. Pero como me gusta el debate, si quieres puedes darme las razones por las que crees que desde el anarcosindicalismo no se pueda combatir al Capital. Lo digo porque partimos de que nuestra lucha es económica y no política, y por tanto nos organizamos en organismos de esa índole.

Saludos,
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por anenecuilco » 21 Ago 2014, 17:01

que dius tio, las del 69 en europa fueron principalmente revueltas antiautoritarias de los sectores medios al existir una contradicción entre la cultura organizativa, estetica, sexual, etc y el modelo capitalista del momento.
esa es la versión de telecirco y el país, el 68 (no sólo ese año, la oleada de esos años) fueron las minorías raciales y pacifistas y estudiantes en EE UU, los universitarios en México, la guerra de Vietnam, las luchas en China, 10 millones en huelga en Francia, la agitación obrera en Italia, The Troubles en Irlanda del Norte, la liberación nacional en África, la invasión de Checoslovaquia, el Cordobazo en Argentina, el feminismo... Bueno no está mal, hasta diría que cualquier día de esos años tuvo más ofensiva anticapitalista que los 35 años siguientes juntos.
la mayor ofensiva anticapitalista fue todo eso de los años 20 y la milicia armada proletaria durante y despues de la IIGM, epocas en las que el capitalismo tiene que crear medidas niveladoras para evitar la llegada al poder de las rojas.
Sí claro esa fue más grande, no te lo discuto. Es que cada oleada va siendo más pequeña según pasa el tiempo.
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_nobody_
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por _nobody_ » 22 Ago 2014, 09:26

La de ahora fue el 15M y el movimient Occupy. Y ya acabó :)
...vive como piensas o acabarás pensando lo que vives...

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nazkauta
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por nazkauta » 24 Ago 2014, 22:16

Pero aquí de lo que se trata es de si el sindicalismo es malo "per se" o no.
El sindicalismo es un cadaver viviente, un zombi. A dia de hoy, esto, creo que lo vienen a reconocer hasta los tertulianos que participan del programa que modera y dirige P. Iglesias. Luego estaria el anarcosindicalismo... Pues, entre otras cosas, tengo mis dudas de que desde una extricta y rigurosa legalidad se pueda combatir al capital. Creo en la organizacion de los trabajadores, de la clase obrera, pero no en la organizacion de esta en sindicatos.

Ya que se habla de sindicalismo, de su "crisis" y de como reflotarlo... Ademas, de si el anarcosindicalismo es una herramienta util para combatir al capital, me parece que no estan demas los siguientes parrafos que voy a pegar a continuacion. Tienen ya unos 30 años creo, y es posible que sigan estando de actualidad en gran medida.
La lucha de clases niega por su esencia a la sociedad burguesa. Esto implica un sistema de conducción de la lucha, es decir, unas vías de la inteligencia práctica, unas formas positivas del empleo de fuerzas, en el que el proletariado no se deje subyugar por las formas y medios que la sociedad burguesa ha construido para sus propios fines, los partidos y los sindicatos. Implica un tipo de lucha donde la iniciativa esté en manos del proletariado. A consecuencia del declive de la sociedad burguesa, la acción espontánea de los trabajadores asume una dirección revolucionaria en las asambleas. Las asambleas no son propiamente un arma defensiva, sino que indican que el proletariado ha entrado en una fase de lucha, consecuencia de la correlación de fuerzas con sus enemigos y de su experiencia, en la que combate a la burguesía y el Estado con métodos propios.

Los trabajadores deben evitar que la burguesía les coloque en situación defensiva. En situaciones defensivas el proletariado está obligado a parlamentar, a reconocerse débil. Pero incluso si como consecuencia de una derrota del movimiento, un freno, desgaste o rotura de la ofensiva, se ven obligados a llevar a cabo una lucha de posiciones, entonces tienen que preparar la defensiva de tal
manera que la iniciativa táctica quede siempre en sus manos y que los ataques de la burguesía resulten desventajosos para ella misma.

En la fase ofensiva de la lucha no sólo la burguesía y los estratos sociales guiados por ella son los que se encuentran agrupados contra el proletariado, sino las organizaciones nacidas durante el período actual con el objeto de reducirle a la defensiva: los partidos y los sindicatos. La crítica ya no debe dirigir sus golpes en primera línea contra la burguesía -ésta ya ha sido juzgada por la historia-, sino contra los partidos y los sindicatos, la quinta columna del movimiento obrero, sin cuya ayuda el capitalismo no tendría hoy en país alguno la mínima posibilidad de superar -aun temporalmente- su propia crisis.
La soberana impotencia de los sindicatos, que iba más allá de la propia lucidez de los trabajadores, se debía a la situación anormal en la que se encontraban, pues al estar atados por sus pactos con la burguesía, no podían cumplir siquiera lo único que les justificaba, la lucha por las reformas sociales. Su acción conducía directamente al empeoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera.
La relación de la corriente seudoasambleísta -de los independientes, de los grupúsculos, los sindicalistas minoritarios- con las asambleas, no había sido nunca apasionada; era un matrimonio de conveniencia. Las necesitaban pero sin que pensasen compartir con ellas los días resplandecientes y los sombríos. Al suscribir la actitud antisindical de las asambleas no tomaban de ellas más que lo que les convenía: la neutralización de los sindicatos mayoritarios, sus rivales.

La finalidad de esta corriente sin principios, era asegurarse su existencia, y si para alcanzarla no rehuían la lucha asamblearia, en la elección de aliados y en su táctica no se dejaban llevar por el menor escrúpulo de principio. Su último intento de envergadura la coordinadora de empresas en crisis de Vizcaya, durante noviembre y diciembre del 77, se hundió porque las grandes centrales le negaron su ayuda. Estas esquivas características de estos aliados temporales de las asambleas tienen hondas raíces en el pasado histórico de la burocracia obrera. Necesitaban a las asambleas para entrar en las comisiones negociadoras, pero una vez dentro coqueteaban con los sindicatos que se servían de ellos para que las propuestas radicales no prosperasen en las asambleas, o tuviesen una mayoría insuficiente, lo que se traducía en una marcha de continuas indecisiones que permitían a los sindicatos el sabotaje cómodo de las huelgas.

Asequibles a toda clase de tentaciones y sobornos, contentos de su miniexistencia, no veían que lo que los sindicatos mayores les daban con una mano se lo quitaban con la otra. Al pagar el precio de ser reconocidos como negociadores con la venta de las asambleas, incrementaban las prácticas comunes y las normas en vías de legalidad, encaminadas a combatir la acción asamblearia, la base única de su fuerza.

Una mención especial merece esa corriente ecléctica, llamada a sí misma pro-autoorganización de la clase, o por la autonomía obrera, desaparecida a mediados del año pasado, con las revistas en que se expresaba, Lucha obrera, Emancipación, Negaciones, Palante, Teoría y Práctica; no a causa de su importancia -nunca fue otra cosa que un puñado de grupúsculos- sino porque fue el único intento de construcción de una ideología asamblearia no sindical y porque su rápido fracaso, por encima de su mucha ineptitud, demuestra hasta qué punto los tiempos no permiten ya las ideologías revolucionaristas. Desde luego el proletariado no perdió nada perdiéndolos a ellos.

Esta corriente se consideraba a sí misma como la expresión más avanzada del movimiento de las asambleas y no como un subproducto. Afirmando el punto de partida -la autoorganización- creían tener el final, y proclamando dos o tres generalidades seudocríticas sobre el movimiento obrero, flotando en un mar de confusiones, creían que ya habían expresado sus necesidades prácticas. Si repasamos toda esa rapsodia impresa en pésimo lenguaje, no nos asombraremos en descubrir que el fondo es digno de la forma, que lejos de resolver en sentido revolucionario cualquier cuestión teórica, recogían todos los tópicos y mentiras de la izquierda política: la unidad sindical, el nacionalismo, el feminismo, la ecología, el Tercer Mundo, los países «socialistas», etc., expuestos con ese tono heroico del que sabe que interpreta los prejuicios vulgares de moda, o los mitos de la vieja burocracia.

Toda esa literatura, confusionista y maniquea, era la expresión más acabada de ausencia de pensamiento crítico que jamás se encontró cerca de los medios obreros. Explotadores de todo lo que había de retardatario en las asambleas, se acomodaban con sus apariencias más tranquilizadoras (la negociación responsable, manifestaciones pacíficas, comunicados a la prensa, festivales de recogida de fondos, la autogestión...), tanto que se podía decir que lo que les acercaba a ellas eran sus defectos, de los que el proletariado debía alejarse. La definición misma que hacían del término «autonomía obrera» traicionaba las intenciones de su empleo.

En un texto publicado por la más infame de todas esas revistas, Emancipación (Interrogantes para una coordinación de los autonomistas, E. núm. 6, abril 78) se disipaban dudas sobre el filisteísmo autonomista y su grado móvil de contubernio con la burocracia política y sindical: «¿Quién es “verdadero autonomista” y quién no lo es? ¿cuál es el criterio que define los contornos del área de la autonomía obrera? Hay en efecto grupos autonomistas que en su día defendieron la entrada en Coordinación Democrática (...) hay grupos autonomistas que defienden la necesidad de construir un partido no sustituista -esto es, cuya relación con las masas sea cualitativamente distinta a la de los partidos clásicos- (...) hay grupos autonomistas que estando en contra de cualquier clase de partido defienden la necesidad de una vanguardia de nuevo tipo (...) hay grupos autonomistas que esperan que la  llegue a ser la organización de la clase (...) hay autonomistas que intentan trabajar desde  o  por la autonomía (...) pienso que lisa y llanamente todos ellos son autonomistas (...) autonomista es todo aquel que defiende -de palabra y de hecho- la retención por la clase de todos los poderes de discusión, decisión y gestión sobre los asuntos que le conciernen, sean de cualquier nivel (económico, político) en cualquier ámbito (estatal, local, de fábrica o barrio) y en cualquier etapa del proceso de liberación (desde ya hasta la mismísima extinción del Estado obrero). Para mí todo el que guía su práctica por ese criterio es autonomista, independientemente de que esté o no en partidos, vanguardias o antivanguardias, de que participe o no en Coordinación Democrática o en procesos electorales, de que espere o no convertir a algunos de los sindicatos existentes en la organización de clase.»

Y así pues, la clase obrera puede conquistar su autonomía en condiciones que la destruyen, porque según la lógica de nuestro cretino la autonomía obrera no es incompatible con nada. Una opinión así sólo puede darla un burgués filántropo o un indecente burócrata. Tan pronto como esta seudoautonomía se volviese práctica aparecería como una aceptación de lo existente, y pondría en evidencia su carácter reaccionario y su charlatanería. Los autonomistas, como tantos burócratas, confundieron al proletariado con su organización en un momento determinado; no veían en el proletariado sino el espectáculo del proletariado, por eso eran asambleístas. Pero las formas de organización proletarias son pasajeras y pueden abandonarse si no expresan de modo preciso las necesidades de la lucha de clases, o si el proletariado no es capaz de asumirlas.

Del mismo modo que el agua no tiene forma estable, no existen en la guerra social condiciones permanentes que aseguren un determinado tipo de organización. Cuando las asambleas iban decayendo y el espectáculo debilitándose, la «unidad», o sea el espectáculo del proletariado, podía todavía mantenerse por la ayuda de los sindicatos, por eso se pronunciaban por «la unidad sindical». La confusión de origen les llevó a sobreestimar las posibilidades de los sindicatos minoritarios -sobretodo  y - y a creerse el asambleísmo de circunstancias de , que no era más que una concesión a la realidad de las luchas, que sería desechada tan pronto como éstas remitiesen.

Su himno a las asambleas se volvió un himno a los sindicatos, en los cuales sin pena ni gloria se disolvieron la mayoría de sus efectivos. La escuela autonomista, que en origen no era más que la reedición con algunas aberraciones ideológicas de más, del obrerismo obtuso y apartidista de los años 70-75 (el de los , las comisiones obreras autónomas, las plataformas anticapitalistas), muestra en su quiebra, el fin de la ideología asamblearia, el fin pues de todo modernismo edificado sobre la lucha de clases, por no proporcionar ésta cimiento sólido que mantenga siquiera por un tiempo sus castillos de arena.
Es una peculiaridad de los periodos de fuerte tensión social, el que figuren al lado de los revolucionarios, personajes de otra naturaleza. Unos, supervivientes de revoluciones pasadas que conservan su devoción a las formas que representaron o se supone que representaron al movimiento obrero de una época ya caduca; otros, simples intrigantes fracasados en anteriores aventuras políticas que ven en la explotación de viejos mitos un medio de agenciarse una reputación que les permita medrar, a la sombra de la confusión reinante; finalmente, una masa de charlatanes, fanáticos y seguidores de modas, que buscan esconder su insignificancia personal bajo el manto escénico de un «revival» heroico. En la medida que pueden, entorpecen la verdadera acción de la clase obrera; constituyen un mal inevitable, que con el tiempo se le quita de en medio. Y la clase obrera dispone de tiempo.

En el alumbramiento de la  repetida se ha citado toda esa antítesis grotesca de un pasado trágico, y como la comedia sucede a la tragedia, ese renacimiento no ha podido ser más que una parodia. La resurrección de los muertos pues, sirve en esta lucha a parodiar las revoluciones antiguas, no a concebir las nuevas, a poner en circulación el fantasma, no a encontrar su espíritu. Alejada de las luchas precedentes del proletariado, en las que no tomó parte siquiera como mistificación, la  ha debido conformarse en un papel de relleno, no estando en condiciones de apropiarse de una mayor porción de la representación alienada de los trabajadores.

Plantearse una crítica del anarcosindicalismo como una tarea pendiente de los revolucionarios de hoy equivale a querer pasar un ejercicio escolar por un trabajo teórico y, a falta de metal puro, vivir con moneda falsa. Tal crítica fue hecha en su tiempo por los revolucionarios de entonces, en el fragor de las batallas del primer asalto proletario contra la sociedad de clases, y la verdad de las luchas es fácil de descubrir dada la cantidad de material publicado al respecto que la rescataron de la falsificación que sufre en las revoluciones perdidas. Los libros de Munis, Morrow, Nin, Orwell, Molins, Bolloten, Richards, etc., son fáciles de obtener; las publicaciones radicales, El Amigo del Pueblo, Guerra di clase, Nosotros, La Batalla, Libertad, etc., son más o menos asequibles. Un nuevo estudio del proyecto revolucionario clásico en España, no tendrá nada que ver con la seudopolémica respecto a los sindicatos mantenida en el interior o en los alrededores de la , no menos que con un deseo de erudición o con una actividad especializada tan cara a las revistas y editoriales del medio libertario, sino con el objetivo de servir a la formación del nuevo movimiento
revolucionario, mediante un examen de la historia pasada que favorezca la comprensión de los signos que anuncian el retorno de la revolución social.

El sindicalismo, del que el anarcosindicalismo no sería hoy más que una variante ideológica, como lucha por la organización del mercado de la fuerza de trabajo, hace mucho tiempo que mostró su incapacidad en dar forma concretamente revolucionaria a la conciencia de los trabajadores; su papel ha sido juzgado por la historia. Hoy como retorno de la parte vencida del proyecto proletario es una fuerza doblemente reaccionaria, pero ha perdido su poder de ilusión; queda menos criticarle que conocerle en sus menores detalles a fin de debilitarle, acecharle, encerrarle en sus contradicciones y finalmente batirle. La  reconstituida, se ha debatido entre una agresividad oratoria, propia de todos los sindicatos minoritarios o una participación reducida, o sea sin peso en las decisiones, en las acciones y maniobras de los sindicatos mayoritarios.

En la medida que pudo actuar como un sindicato, no se distinguió en nada del resto de ellos, y en cuanto a su asambleísmo, basta comprobar cómo varias veces asoció su postura a la de la , el enemigo más declarado de las asambleas. Nadie puede tomar en serio las afirmaciones redentoristas de la ; no son hechos, «la más popular, la más poderosa y la más irresistible de las propagandas» (Bakunin), sino frases, desempolvadas de un pasado en el que la  se comprometió. La verdadera  murió entregada a desesperados esfuerzos por reconstruir un aparato sindical clandestino en la época terrorista del franquismo. Pero esa heroica e inútil muerte no la podrá aliviar de su responsabilidad histórica en la peor derrota que haya sufrido el proletariado ibérico, sólo comparable con la que sufrió el proletariado alemán a manos de la socialdemocracia, o el ruso durante la contrarrevolución de Lenin y Trotsky.

No fue la realización de la ideología cenetista -la extensión de su modelo sindical a toda la vida social- lo que condujo a la  a la burocracia y al Estado. La burocracia la creó un crecimiento rápido que originó necesidades de control del aparato a los viejos militantes, sus propietarios. Desde 1931 se desarrolló la lógica burocratizante en el seno de los sindicatos, y con ella una tendencia moderada, los treintistas, cuyos miembros fundadores ya habían roto el apoliticismo de la  colaborando con la burguesía republicana en la caída de la monarquía, deseosa de que la  tuviese la valentía de ser lo que era, como hubiera dicho Berstein y que abandonase los métodos «peliculeros» de la tendencia opuesta, los faístas. La escisión duró hasta la unificación del Congreso de Zaragoza, donde la ideología se reconciliaba con su realidad burocrática en una delimitación de competencias, no sin que los treintistas descontentos fundasen el Partido Sindicalista. Con el contraalzamiento proletario del 19 de julio, que impidió la negociación de los militares insurrectos con el gobierno republicano, la , que ya había demostrado que la máxima intransigencia verbal puede ir acompañada de una gran propensión al compromiso, no se decidió a hacer progresar la revolución para ganar la guerra, y renunció a todo menos a sí misma, entrando en el gobierno de la burguesía republicana y de los socialistas «caballeristas», y colaborando en el desarme de los trabajadores.

Efectivamente, la  disolvió o ayudó a disolver todos los organismos revolucionarios que los proletarios levantaron tras su victoria del 19 de julio a cambio de su participación en el Estado a todos los niveles. Así pues, desde sus puestos en el Gobierno republicano y en la Generalitat, votó a favor de cuantas medidas sirvieron a la burguesía y sus aliados estalinistas para arrebatar a los trabajadores sus conquistas: los decretos de disolución de todos los comités revolucionarios que surgieron el 19 de julio como emanación de las aspiraciones revolucionarias del proletariado (comités de milicianos, comités de gestión locales, etc.), el restablecimiento de la censura en la prensa, llevado hasta prohibir las críticas al régimen estalinista de la ; los decretos de desarme de los obreros en la retaguardia, el decreto que disolvía las patrullas de control y las milicias de la retaguardia; el reforzamiento de las fuerzas represivas en manos del gobierno como la policía, la guardia de asalto, la guardia nacional, los carabineros; para terminar disolviendo las milicias del frente en un ejército regular cuya dirección escapaba ya a la clase obrera.

Consecuente con su política de colaboración de clases, tenía que parar la reacción de los proletarios con la política de hechos consumados, decidiendo la alta jerarquía sin consulta a la base en ningún momento, apartando a quienes se mostraban contrarios a esos métodos, silenciando en su prensa toda crítica de cualquier aspecto de esa política y toda información de las provocaciones policiales y estalinistas que alertasen a los trabajadores. Bajo un gobierno con participación anarquista, la policía y la  asesinaron a Berneri, Martínez y tantos otros, y centenares de militantes libertarios dieron con sus huesos en la cárcel. Una vez preparado el terreno, el golpe de gracia de la contrarrevolución no se hizo esperar, y cuando los trabajadores le hicieron frente en las barricadas de mayo del 37, la burocracia cenetista llamó al cese de la lucha y llegó hasta denunciar como provocadores a los militantes irreductibles (como la Agrupación de los Amigos de Durruti), lo que significaba entregarlos a la policía. Después de este último servicio, la burguesía y los estalinistas ya no tuvieron necesidad de la  para acabar con las colectividades, masacrar al , y aplastar los focos postreros de resistencia obrera, preparando así la victoria de Franco.

El anarcosindicalismo en la nueva época democrática del capitalismo español no tiene ideales a realizar pero sí algo que vender. En principio, la  podía ser un contrapeso sindical a , presentable perfectamente por televisión o por Cambio 16; de ahí la inclinación a la  y la  de los comienzos, cuando la tendencia puramente sindicalista, en la cual se hallaban viejos colaboradores del vertical, colocó a sus hombres -Edo, Gómez Casas- al frente de la organización. Pero para mostrar todas las apariencias de una organización implantada tuvo que abrirse a los estudiantes, que crearon los sindicatos de la enseñanza y oficios varios, e introdujeron los primeros modernismos.

La creciente capacidad de convocatoria desplegó un poder de seducción hacia todos los burócratas errantes, hacia los grupúsculos obreristas aislados formados en las últimas luchas, hacia los izquierdistas defraudados; la  se convirtió en el vertedero de todos esos escombros. El caos funcional favorecía la independencia de las federaciones locales entre sí y aun entre los sindicatos de una misma localidad, y daba una gran libertad de acción dentro de la solidaridad con la misma mentira. Y mientras unos alegremente acariciaban la idea de crear una  modernista valiéndose de la confusión reinante y del descontrol del aparato, otros recomponían un servicio policial interno, irónicamente llamado «Fai» para poner la cosa en su sitio, es decir, cuarenta años atrás, a la vez que la idea de un sindicato reformista quedaba en minoría.

La coexistencia pacífica entre las tendencias «históricas» y las modernistas duraría mientras las acciones de ambas siendo de corto alcance no se enfrentasen, y el «federalismo» -que así es como llamaban a la organización imperante- las aislase unas de otras. Se estaba colmando un vacío del espectáculo: el de la seudocontestación apolítica. La unidad que cimentaba la organización podía conseguirse a nivel ideológico sumario. Cada fracción reivindicaba su parte de ideología, sus mitos indiscutibles, y procuraba suavizar las tensiones internas y las contradicciones que refluían imposibles de ocultar. Funcionaban de alguna manera asociadas, defendiendo con igual fe la organización; pues si bien una organización revolucionaria debe poner deliberadamente en juego su existencia ante cada cuestión crucial para el movimiento obrero, una organización burocrática debe defender ante todo su existencia como tal.

Pero la tregua imperante terminó cuando los choques interiores de intereses se convirtieron en una lucha por el control de los comités, por el poder, al adquirir fuerza suficiente conforme se tejían sólidamente los hilos burocráticos de la organización. Los viejos burócratas supervivientes resucitaban sus viejas posiciones como herederos que defienden la memoria de sus antepasados para hacer valer sus derechos a la herencia; para estos mártires de la tradición no había más tarea que reconstruir una  tradicional, que en la actualidad significaba una central sindical sin diferencia fundamental con las otras, y en eso confluían con las tendencias sindicalistas que se esforzaban en expresar la opinión del cenetista medio y afectaban ser sus fieles instrumentos: «La  es escenario de una lucha aún no resuelta entre quienes recogen la tradición, tratando de adaptarla, y los que quieren hacer borrón y cuenta nueva» dirá uno de ellos (Saida, 7-2-78). En Madrid, donde los modernistas tenían más fuerza -poseían prensa propia, en la que se ejercitaban los píndaros del asambleísmo sindical (Bicicleta) y los anarcojurisprudentes (Punto y Aparte)-, y las primeras elecciones internas les habían favorecido, la lucha estalló primero, sorda en sus inicios, a gritos después. Cada tendencia se fortificó en los sindicatos que controlaba y comenzó a relegar en ellos a sus opositores. De las murmuraciones pasaron a las amenazas, y de ahí a las violencias y expulsiones.

En un manifiesto de los modernistas madrileños que circuló el verano del 78 (A todos los trabajadores, a todos los anarquistas) se precisaba que «no hay solamente dos tendencias enfrentadas, hay varias tendencias que tienen como punto de convergencia el interés de que  se convierta en una organización reformista y burocrática, tendencias que manipulan la información constantemente y que aprovechan que sectores de la organización tratan de permanecer al margen (...) las diversas tendencias que en el interior de , tratan de controlar el aparato y que van desde los sindicalistas puros, los cincopuntistas que no han dejado de hacer guiños al gobierno, “Solidaridad” que trata de recuperar a otras corrientes que hoy se manifiestan con fuerza en , pasando por los “faistas” y los “anarcoestalinistas”...» Las tendencias sindicalistas deseaban una central sindical de masas amorfas, dominada por una burocracia estable y segura que se repartiera más o menos democráticamente los cargos y puestos responsables, y controlase las modalidades de pensamiento y discusión de la ideología, abasteciendo interpretaciones autorizadas, diligentemente creadas por especialistas de confianza.

Como sindicalistas, eran enemigos de toda forma de expresión directa de los trabajadores, y en primer lugar de las asambleas. Y por reacción enemigos de las innovaciones heterodoxas, sobretodo de los tópicos modernistas: el feminismo, el ecologismo, etc.; en consecuencia las consideraban ajenas a la , y a sus portadores intrusos cuyo poder en la organización les exasperaba. La vieja cornucopia Peiró llegó a definirlos como un «aluvión de individuos que durante las horas difíciles habían brillado por su ausencia, y que tránsfugas del maoismo, guevarismo, castrismo, anarcoleninismo, marxismoleninismo, folklorismo anarquista y otras hierbas que ni Dios sabe dónde plantan sus raices, haciendo irrupción en la  con la desmedida pretensión de imponer sus exóticas concepciones revolucionarias... un puñado de insensatos que tras haberse adueñado del templo, lo han convertido en un campo de Agramante».

Los modernistas representan en la vieja religión cenetista una suerte de protestantismo. Más cerca de las luchas obreras presentes, eran partidarios de un sindicalismo de apoyo a las asambleas, frente a sus opositores que más cerca de las maniobras sindicales del momento, eran partidarios de un asambleísmo de apoyo a los sindicatos. Pero ninguna tendencia era más reaccionaria que laotra. Los modernistas aplaudían todas las mistificaciones retrógradas por poco que fuesen revestidas de un ropaje novedoso y seudocontestatario, como por ejemplo el nacionalismo. No se trataba de poner en causa la mentira sino de la manera de mentir. La inclinación de la balanza en esa lucha de camarillas obedecería en todo caso a quien supiera sacar más partido de la masa de afiliados indiferentes. Y con el fin del movimiento de asambleas, los modernistas habían terminado como tendencia burocrática ascendente. Al ganar la mano en las fábricas los sindicatos a las asambleas, se decidía indirectamente la línea que finalmente dominaría en la .

En efecto, los cenetistas entraban en las comisiones negociadoras sindicales con mayor facilidad, desde luego, que cuando entraron en el gobierno republicano, pese a las protestas fariseas de algunos disconformes: « no puede hablar de la asamblea como órgano decisorio cuando por otra parte está apoyando comités intersindicales con las burocracias reformistas y por qué no verticalistas, salidas de las elecciones sindicales» (Solidaridad Obrera, Mayo 78). El centro de gravedad de la  se desplazó a Barcelona, donde con pragmatismo administrativo se impuso por encima de las tendencias una solidaridad de aparato que guardase de la publicidad las disensiones. La posible escisión quedaba soslayada en el alejamiento sine die de la celebración del congreso nacional. De todos modos la actitud sindical a seguir no podía ser otra que la que llevaban las demás centrales contra la autonomía de los trabajadores, encaminada a mantener el protagonismo de los sindicatos.

En el dictamen sobre estrategia sindical elaborado en la 1ª sesión del pleno nacional de regionales queda fijado que «debemos potenciar la asamblea de trabajadores en los centros de producción y en los ramos, siempre que de ellas no surjan organismos cuyas actividades sean las que les deben corresponder a los sindicatos... (...) en caso de conflicto en la empresa, en asamblea de centro y a mano alzada se elegirá un comité de huelga, al que se incorporará un miembro por cada sindicato presente en la factoría, el sindicato que lo desee. A partir de ese momento, será el comité de huelga al que corresponderán todas las tareas técnicas de preparación y extensión del conflicto en colaboración estrecha con las centrales sindicales».

De modo general el anarcosindicalismo de la  se reduce a un sindicalismo de burócratas disfrazado con frases ideales. No altera la cosa en sí pero idealiza su expresión. Es precisamente su fraseología hueca lo que le lleva a ignorar los límites reales de su sindicalismo y a codiciar pretensiones fantásticas. ¿Cómo el cenetista va a poder ver en sus sindicatos, vulgares sindicatos? El idealismo, la ideología le obstaculiza la visión. Pero este idealismo vacío, sentimental y liviano tras el que se esconde un mezquino patriotismo de partido, alcanzó el momento en que necesariamente tenía que traicionar su secreto. Ahora bien al modo «libertario».

Con un pudor casi cristiano. Niega la burocracia al mismo tiempo que la constituye. Y antes de asumir la práctica burocrática la enmascara de frases ideales. El burócrata cenetista es ideólogo antes que burócrata. Tiene miedo de explicarse de las cosas demasiado perversas que suceden en los aparatos; los trapos sucios se quedan en casa. Se cansa de que le hablen de asambleas porque ponen en cuestión sus castillos de naipes; Sebas, el prototipo más acabado de filisteo libertario, dirá ingenuamente: «Si nos cuestionamos el que los sindicatos sirvan para la negociación, debemos cuestionar la razón de ser de las secciones sindicales y los otros órganos sindicales. La asamblea cubre el espacio de la unidad de acción, pero hay que defender la estructura del sindicato como organización de lucha» («» 17 agosto 78). Teme hablar del interés privado de la  y habla del peligro del asambleísmo porque efectivamente en él peligra: «Si los sindicatos no sirven, habría que buscar otra forma de organización que podría ser el asambleísmo, pero esto me parece muy peligroso
» (ibid.), dirá el bonzo Marcos. Reparemos en el cinismo franco y abierto, clásico, con el que las burocracias socialdemócratas y estalinistas edificaron sus aparatos y combaten las asambleas, y comparémoslo con el comportamiento del burócrata cenetista que se pone hipócritamente triste con «el reformismo» e intenta hacer creer que el sindicato cambia de naturaleza cuando su personal muda de piel, por el método sencillo de negar la contradicción con una afirmación contradictoria: «No existe ninguna contradicción entre el fomento de secciones sindicales y el fomento del asambleísmo. No sólo no hay ninguna contradicción sino que ambos conceptos son complementarios. Las secciones sindicales cenetistas deben ser un instrumento básico para promover asambleas generales unitarias y decisorias» («», 16 julio 78).

La burocracia clásica habla en prosa y la cenetista en verso. Si el filisteo libertario quiere labrarse un futuro prestigioso en la sociedad del espectáculo tiene que justificarse con una ideología que dignifique sus aspiraciones. Los burócratas clásicos combaten las aspiraciones revolucionarias de los trabajadores porque ese es su trabajo en esta sociedad de clases y asi lo admiten. Pero el burócrata cenetista necesita una interpretación espiritual de esa función. Su sindicalismo nada tiene que ver con el sindicalismo profano de los estalinistas y socialdemócratas. Sin embargo, lo que hace la  no es más que lo que hacen sin frases , ,  o . Nunca le pasará por la mente que no hay otro tipo de sindicalismo que el que hay ¿son culpables  o  por no embellecer literariamente su práctica? Los cenetistas dejan la realidad tal como está y alteran simplemente su expresión. Y como buenos burócratas no critican una práctica reaccionaria, el sindicalismo; critican la falta de ideología de esa práctica, censurando a los burócratas de las otras centrales por ser como son, por expresar su propio ser sin cubrirlo. La  ha llegado a la escena de la lucha de clases post festum. Sobre su mísera realidad no puede acrecentar más que sus ilusiones y su verborrea. Su misma ideología admite difícilmente nuevos desarrollos, es demasiado conservadora del pasado. Y tampoco le es dado progresar burocráticamente puesto que el desarrollo de la burocracia obrera está casi concluido en España.

Así la  conocerá su decadencia sin haber llegado nunca a ver sus días de esplendor. Si hubiese hecho falta una prueba del nueve del sindicalismo de pacotilla de la , ésta hubiera sido proporcionada por la huelga de las gasolineras de la provincia de Barcelona, en septiembre. Ahí dio una justa medida de sí misma, perdiendo estrepitosamente en un juego protegido sólo con faroles. Ese ha solido ser el fin de los fanfarrones que de ordinario vienen a fracasar donde creyeron que habían de encontrar el triunfo. Como los recuperadores no conciben los conflictos sino espectacularmente, la huelga fue anunciada a los cuatro vientos como si quisiesen convercerse de que bastaría tocar la trompeta para derrumbar las murallas de Jericó.

Se esperaba que la huelga lanzase a la  como sindical responsable y negociadora, a la vez que defendiese su espacio en el sector, que había sido ocupado por  y  al firmar un convenio nacional que caducaba el provincial firmado por . Pero la huelga no era sólo una cuestión de prestigio sindical. Era una cuestión de supervivencia. La  quería hacer olvidar su dudosa actuación en la pasada huelga de transportes y distraer la atención de sus militantes de los enfrentamientos internos que la desgarraban. Siendo las consecuencias de la huelga bastante importantes, era de prever la militarización del servicio. No sólo lo recordaban pasadas huelgas como las de Renfe, Correos y Metro de Madrid, , o la de los basureros de Cádiz, o la huelga de los Transportes Urbanos de Huelva que tenía lugar en esos momentos, sino ya el propio anuncio del Gobierno Civil.

Para rebasar ese obstáculo en tiempos anteriores de la lucha de clases, los obreros recurrían a la más eficaz práctica del sabotaje y sus variantes. Pero para el sindicalismo palabrero de la  que quería una huelga simpática a la opinión pública, no había lugar más que para las fanfarronadas; y mientras decía que respondería «a nivel nacional con todos los medios a su alcance», no ponía siquiera sólo en Barcelona a su alcance ningún medio. La huelga estuvo perdida antes de empezar. Podían decir con un optimismo de fachada el primer día que «la huelga es un éxito total», mientras que los empresarios gracias a la policía y a Campsa garantizaban el perfecto funcionamiento del suministro de combustible. A fuerza de ser señalada como un peligro por la prensa, de oír a sus barítonos emitiendo grandes frases para deslumbrar, la  había perdido toda la noción de las cosas, cegándose con sus cohetes de feria. «Lo realmente peligroso, volátil, inflamable y preñado de riesgos es más bien la ; que eviten por favor jugar con ella» decía el editorial de Solidaridad Obrera (7-9-78).

No obstante, las amenazas de estos sindicalistas de pega sólo eran intentos de intimidar al adversario, y cuando se vieron metidos en el atolladero tanto como para verse obligados a ejecutar sus amenazas, lo hicieron de modo equívoco, evitando sobretodo los medios que llevaban al fin propuesto y buscando pretextos de derrota. Tan pronto como había que romper el juego, la estrepitosa obertura que anunció la lucha se perdió en un pusilánime refunfuñar, se les dejó de tomar en serio y la huelga se derrumbó lamentablemente, como un globo pinchado por una aguja. A una vulgar detención de unas horas, se le llamó «intento de desmantelamiento de la central», y siguiendo con la misma ridícula demagogia llamaban a «las autoridades» a que presionasen a la patronal o a las centrales grandes a que «se replanteen el caso» ante una posible «radicalización» que ellos mismos ni creían ni querían. Y esa huelga que un increíble cretino desde las páginas de la «Soli» atribuía «unas posibilidades extraordinarias con respecto a la crítica del consumo-despilfarro de energía, del automóvil y de la mercantil sociedad... idónea para arremeter contra todos: capital, Estado, aparatos represivos, organizaciones reformistas... y contra todo: capitalismo, autoridad, represión, consumo...» (20-9-78) no buscaba más medios de salir airosa que «una actuación pacífica de los trabajadores» o una denuncia de la Administración a la . Comprendiéndolo todo espectacularmente, a base de carteles y comunicados a la prensa, se dirigían a un proletariado espectador pidiéndole una solidaridad abstracta. Y menos al proletariado que a su representación alienada, los partidos y sindicatos. Mal instruidos sobre la técnica de una huelga de servicios públicos, pretendían desordenar la circulación y seguir en la legalidad. Y en lugar de actuar rápidamente se contentaban con la minivictoria del primer día. Los empresarios comprendieron que si la huelga no triunfó durante los primeros días, su fuerza iría decreciendo, y si los huelguistas ocultaban tan mal sus deseos de negociar, era porque no tenían confianza en su éxito. Por lo tanto podían negarse a negociar cómodamente, mientras la  se aferraba a ese recurso que es el expediente normal de los débiles: lamentarse. A los veinte días, pese a las cifras imaginarias dadas por el comité de huelga, la huelga no era más que un desorden de vencidos.

Felizmente no han decepcionado a nadie porque nadie tenía ilusiones salvo ellos. El proletariado asiste con la mayor indiferencia (sólo los estudiantes y los periodistas se apasionan en esto) a la descomposición asintótica del montaje cenetista. Ya no hay lugar en el mundo para la ideología revolucionarista, por muy descompuesta que sea. Los proletarios no tienen necesidad de educadores ni de apoyos sindicalistas. Estos pretendidos representantes del proletariado no han representado más que sus derrotas. Su función es organizar el espectáculo de la lucha de clases, a fin de disimular el aspecto verdadero de la misma, que donde se halla, como en las huelgas asamblearias, está también contra ellos.

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Sancho
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por Sancho » 25 Ago 2014, 02:41

Entre todos la mataron y ella sola se murio. Pues vaya, habría que preguntar a los más viejos como se consiguió acabar con la jornada de 48 horas (los sábados eran considerados laborables desde el franquismo) y que derrota hubo en que a pikolos y milikos les obligasen ha hacer lo que los trabajadores se negaban. Y aún así la peña no achantaba. Continuaba pinchando ruedas y peleando.
Luego estaban los que hablaban plepla... y que mas da! Acaso eran los unicos, los imprescindibles? Y suerte que no cobraban, al menos de forma directa
Entre tod@s lo sabemos TODO.

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Sancho
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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por Sancho » 25 Ago 2014, 03:47

Felizmente no han decepcionado a nadie porque nadie tenia ilusiones salvo ellos
Colorín colorado este cuento se ha acabado.
Quien es este tío? De donde ha salido? Ven cómeme el coco y muestrame la verdad... ( te pongo música, nazkauta :wink: )

Quien escribe, al hacerlo, expresa ilusiones, sueños, ideas... pero también expresa miedos, entre otras cosas. Lo mismo al hablar. No todo el mundo militante está preparado para el cambio. Quien si lo está debe transmitir confianza. Nunca miedo o rencor...
Entre tod@s lo sabemos TODO.

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Re: Crisis del sindicalismo?

Mensaje por nazkauta » 25 Ago 2014, 09:25

Entre todos la mataron y ella sola se murio.
¿De pena o de que? :( Sos un catxondo Sancho :lol: jijijiji :wink:

Esto no lo pillo...
... y que derrota hubo en que a pikolos y milikos les obligasen ha hacer lo que los trabajadores se negaban.
Y esto menos...
Luego estaban los que hablaban plepla...
En fin, al Paramos ultimamente lo tengo vetado, pa mi que algun dia de estos le va a pasar lo mismo que al Rotten la ultima vez que estuvo por aqui, que le estrellaron un telefono portatil en toda la cara en pleno concierto. Mejor, ponme musica de esta Sancho...
yo lo que propongo es un proyecto serio y libertario, que avale la CNT, por lo que seria interesante fuera integrado por afiliados a la CNT. De esta forma nos saltariamos el debate teorico y todo lo relacionado con la normativa del mismo al asumir los acuerdos del sindicato. yo apuesto por una organizacion por ramos y enfocado el proyecto desde el punto de vista laboral. La financiacion economica seria por la CNT en su inversion inicial y centrarnos en la producción ganadera, maderistica, agricultora.... dependiendo del interes, cualidades y capacidades asi como del entorno y sus posibilidades.
Igual no se ve lo que plantea catielles (o algo parecido...), no es factible, viable, posible, ya lo hay y mas no se puede, esta fuera de lugar o vete a saber. En el foro no parece que haya causado mucho furor... Quizas internamente o por privados se esta exprimiendo un poco mas el tema. Personalmente me atrae lo que propone catielles mucho mas (y mas todavia en plan CNT-ZADs, o CAT-ZADs, Confederacion Autonoma de ...) que ver debatir a ceneteros con pablemos en el Fuerte Apatxe. Que no todo sea matar por matar, cortar cabelleras, y ala... Ya esta muerta.

Vamos dejando pasar, nuestra alegre juventud...

https://www.youtube.com/watch?v=goX9rQiDYgs

SeNtIr BaJo VuEsTrOs PiEs ArDeR nUeStRa GaSoLiNa ! :wink:
Última edición por nazkauta el 25 Ago 2014, 09:53, editado 4 veces en total.

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