Siguiendo el hilo del muy interesante artículo "Cambio Climático Global y Cenit del Petróleo (Parte II) de Dale Allen Pfeiffer" que podemos ver en esta web, relativo a la corriente del Atlántico Norte y su probable interrupción en el futuro que provocaría un cambio climático brusco en sólo una década, quiero hacer constar algunas curiosidades que se derivan de la influencia de la corriente del Golfo que viene a traer a Europa la suficiente "calefacción" en invierno para que no suframos los rigores climáticos...
Mirando el mapa, entre Norteamérica y Europa hay un océano que las separa de entre unos 3.500 a 6.000 Kilómetros de agua. Sin embargo, tenemos lo siguiente:
La parte meridional del continente europeo que da al Atlántico (exceptuando las islas Canarias) es la Punta de Tarifa (provincia de Cádiz), situada en la latitud 36º norte. Justo en esa latitud, pero en el continente Americano, se halla el cabo Hatteras (estado federal de Carolina del Norte). Algo más al norte de esa latitud (300 km) se halla, por un lado la ciudad de Lisboa, y por el otro la ciudad de Washington. Ambas ciudades están prácticamente a la misma latitud norte.
Si vemos bien un mapa, los 36º de latitud “cortan” casi simétricamente la costa norte y sur atlántica de los EE.UU., y si seguimos tierra adentro, casi se corresponde (quizá por un grado de diferencia) con la antigua división entre los estados en guerra del norte y del sur. De hecho, la forma de los estados “frontera” tienen el límite cerca de la latitud 36º y dicha característica llega hasta tocar el estado de California. Si cogemos cualquier libro de historia económica, sabemos que en los estados sureños siempre se ha cultivado el algodón debido al clima mucho más templado que el que se daba en los estados del norte: justo más allá de la latitud 36º, además de motivos climáticos, más al norte no podían probablemente haber tantos cultivos de algodón si la mano de obra era libre y no esclava. De ahí que la frontera norte-sur era casi un límite climático, además de político y agrícola. ¿Podríamos suponer entonces que más allá de esa latitud el clima del hemisferio norte era y es más frío? No del todo y no en todas partes…
Sigamos con las dos ciudades escogidas. No hay montañas, ni desiertos, ni accidentes, etc. que pudieran perturbar el clima local de un lugar a otro. Ambas ciudades están cerca del océano Atlántico y semi-rodeadas por él, en el extremo de una larga franja de tierra que se adentra en el océano(una, formada en la desembocadura del río Potomac, en el caso de Washington y otra, formada en la desembocadura del río Tajo, en el caso de Lisboa ).
Pues bien. ¿Qué diferencias climatológicas y de temperatura habrían normalmente entre dos ciudades, de las mismas características en cuanto a la situación y la morfología del terreno, en otro lugar a 100 o 300 kilómetros de distancia una de la otra y situadas en el mismo grado de latitud? Pues seguramente muy pocas, como las pocas que puede haber entre Málaga y Almería. Pero, ¿qué pasa entre Lisboa y Washington? Recuerdo aquí que Portugal es una excelente zona vitivinícola y en sus playas existen balnearios que abren todo el año. En la zona de Washington sería difícil recolectar vino y sumergirse en el agua marina con un río Potomac que vierte su caudal a temperatura de congelación en pleno mes de febrero.
Consultando las temperaturas en un día tal como el 4 de febrero de 2.004 (es decir en pleno invierno del hemisferio norte) y sin estar metidos en grandes olas de frío (o calor), tenemos que:
Lisboa, mínima 7 ºC y máxima 14 ºC.
Washington, mínima -5 ºC y máxima 6 ºC.
Tenemos unas diferencias: mínima 12 ºC y máxima 8 ºC.
Si ahora tenemos en cuenta ciertas previsiones sobre el cambio climático brusco hacia un invierno más crudo en el Atlántico norte (bajones de entre 5 ºC y 10 ºC de media), tenemos que en tal supuesto Lisboa debería disponer de una mínima de entre 2 ºC y -3 ºC, mientras que Washington debería disponer de una mínima de entre -10 ºC y -15 ºC. En cuanto a las máximas, Lisboa tendría entre 9 ºC y 4 ºC, mientras Washington tendría entre 1 ºC y -6 ºC.
Vemos la gran influencia que tiene la corriente del Golfo sobre el continente europeo y lo poco que influye en la costa de Norteamérica. Y he elegido una latitud bastante meridional. ¿Imaginamos otra latitud más septentrional?
Veamos ahora los 50º de latitud norte.
Dicha latitud justo toca el extremo sur de las islas británicas (condado de Cornualles, Reino Unido). Tenemos cerca (a unos 300 Km más al norte de esta latitud) la ciudad de Londres. Todos conocemos las islas británicas: una miríada de población ocupa desde Cornualles (latitud 50º) hasta el norte de Escocia (latitud 58º) el territorio en donde se fraguó la Revolución Industrial. Multitud de ciudades y actividad humana en un territorio no muy grande unido a otra isla: Irlanda, también con ciudades. Decenas de millones de personas (sólo Londres tiene más de 8 millones de ciudadanos) habitan el conjunto de islas que conforman ambos países. Laboran la tierra y sacan cosechas gracias a las lluvias generosas, a la tierra y al clima constante que año tras año no llega nunca a ser extremo. Y, sin embargo, la latitud en la que viven, trabajan y, según el verano, toman el sol en las playas del sur de las islas, es extremadamente septentrional. ¿No debería aquí haber unas condiciones de vida mucho más duras para la existencia de cualquier población humana?
Vayámonos ahora al otro lado del océano Atlántico. A Canadá.
Pregunta: ¿Qué tenemos en la costa canadiense del Atlántico, más arriba de la latitud 50º (Cornualles), hasta la latitud de 58º (norte de Escocia)?
Respuesta: NADA… Sólo hay que mirar el mapa y darse uno cuenta de la desolación de la costa canadiense entre esas latitudes: Ni una sola ciudad grande, ni mediana, ni pequeña. Quizá, eso sí, algún que otro pueblo pesquero… Ni agricultura, ni industrias, ni gente tomando el sol en verano. Sólo la pesca, alguna que otra explotación maderera y minera, el turismo esporádico… pero siempre esperando al riguroso invierno que paralizará toda actividad. Es una de las zonas más despobladas del planeta.
Consultando las temperaturas en un día tal como el 4 de febrero de 2.004 (es decir en pleno invierno del hemisferio norte) y sin estar metidos en grandes olas de frío (o calor), tenemos que:
Londres, mínima 3 ºC y máxima 9 ºC.
Dublín, mínima 6 ºC y máxima 11 ºC.
Vamos a escoger Montreal por ser una ciudad conocida (de las escasas que hay en la zona), pero teniendo en cuenta que está 450 Kms. más al sur de la latitud 50º (Cornualles). Es así porque no dispongo de datos de otras zonas más al norte.
Montreal (a 46º de latitud, más al sur), mínima -6 ºC y máxima 0 ºC.
Tenemos unas diferencias entre Londres y Montreal: mínima 9 ºC y máxima 9 ºC.
Ambas ciudades están cerca de la desembocadura de ríos: el Támesis y el San Lorenzo. Ambas están rodeadas de planicies, sin desiertos ni montañas que pudieran de otro modo perturbar el clima al hacer la comparación entre una y otra.
Si ahora tenemos en cuenta ciertas previsiones sobre el cambio climático brusco hacia un invierno más crudo en el Atlántico norte (bajones de entre 5 ºC y 10 ºC de media), tenemos que en tal supuesto Londres debería disponer de una mínima de entre -2 ºC y -7 ºC, mientras que Montreal debería disponer de una mínima de entre -11 ºC y -16 ºC. En cuanto a las máximas, Londres tendría entre 4 ºC y -1 ºC, mientras Montreal tendría entre -5 ºC y -10 ºC.
Vemos de nuevo aquí la gran influencia que tiene la corriente del Golfo sobre el continente europeo y la gran influencia que tiene por otro lado la corriente del Labrador (agua fría) que baja desde el Ártico y Groenlandia, ambos lugares helados todo el año.
Llegado el caso de un cambio brusco de clima en una década, ¿podría la población de las islas británicas (esas millones y millones de personas hacinadas en un territorio no muy grande y sin "zonas alternativas") soportar la climatología semejante a la que ahora hay en los inviernos de la costa canadiense del Atlántico? Me temo que ni la gente, ni la agricultura, ni cualquier tipo de actividad que presuponga demandas elevadas de energía y alimentos, podrían sobrevivir tal como ahora lo hace por mucho tiempo.
Ni en las islas británicas, ni probablemente en todo el norte de Europa podría la gente soportar el cambio de clima brusco. En cuanto a Portugal y la Europa meridional, el problema sería también semejante: grandes masas de aire frío chocarían con grandes masas de aire caliente formado en el Mediterráneo (mucho más caliente y más si cabe debido al calentamiento climático), ocasionando copiosas borrascas de nieve en las costas desde Portugal y España, Francia, Italia, hasta Grecia y Turquía.
Puede que en la Costa del Sol, en la Costa Brava o en la Costa Azul la nieve llegue a ser algo muy habitual...
Un saludo
Víctor