VIRICAHablando del tiempo con un vecino tuve acceso a un nuevo argumento en defensa de los toros. Mejor dicho, en defensa de la tortura de una animal hasta la muerte. Es el argumento que sustenta un tal Savater, antaño “filósofo” y ahora metido a política, labor mucho más sustanciosa. La idea defendida por el tipo en cuestión apunta la falta de moral – incapacidad moral- de los animales.
Sin entrar en el debate de ¿qué es la moral? sirva evidenciar que un bebé tampoco posee capacidad moral, como no la tiene una persona con severas incapacidades mentales o un anciano con demencia senil. Y, por lo pronto, ello no nos autoriza a desangrarlos y darles la puntilla en un ruedo.
Resulta que el bebé o el anciano son miembros de “nuestra” especie y por tanto, están a parte del trato que se puede dar a un toro en el ruedo, aunque no tengan ni idea de ética, moral, principios o derechos. Ese es el argumento real que desea adornar Savater con el cuento de la moral. Al margen de cualquier otra disquisición, como la inteligencia (Platón o Aristóteles, por ejemplo, justificaban las jerarquías en virtud de la razón), independencia (capacidad de autogestión y libertad) o relación con los congéneres, etc. basta con estar dentro o fuera de la convencional línea que delimita las especies para usar varas distintas de medir.
Un gato con tres meses posee más cualidades para la independencia, relación con los congéneres y simple y llana supervivencia en el medio que el cachorro de un Ser Humano con la misma edad, sin embargo, el segundo es objeto de protección y el primero puede ser ahorcado sin problema alguno.
La cuestión no es quién está dentro y fuera del grupo privilegiado. La clave es… ¿Por qué no extender los derechos que se arrogan los de dentro al resto, en la medida de sus intereses?. ¿Por qué un animal no humano, por el hecho de serlo, debe de someterse a los caprichos del Ser Humano?.
Aun vive quién en el centro de Europa sufrió la esclavitud. Tiempos en que la pertenencia a un grupo convencional, como la raza, era argumento más que suficiente para borrar de un plumazo todos los derechos de una persona. O que decir del machismo, que aun campa a sus anchas por el mundo en las más terribles manifestaciones contra las mujeres. Ante este panorama no es extraño que una inmensa mayoría de personas, que aun conserva prejuicios racistas o sexistas, más o menos soterrados, apenas preste atención al sufrimiento de los animales.
Es el mismo argumento en todos los casos: la pertenencia a un grupo, sea la raza, el sexo, la especie o cualquier otro, el que justifica el trato deleznable, sin más. No hablamos de equiparar un ratón a un Ser Humano adulto en la plenitud de sus capacidades. Tampoco hablamos de extender la libertad de expresión a los loros, hablamos de respetar los intereses de cada ser vivo. Y todos los seres vivos, cuanto menos, tienen un interés básico: el de no sufrir, no sentir dolor.
A pesar de lo que dice Savater, que los animales carezcan de capacidad moral es sólo una excusa para distanciarse del simple y llano especismo, otro prejuicio como el racismo o el machismo, con los mismos argumentos y consecuencias. En otras palabras, el bebé está libre de la tortura porque pertenece a la especie humana, al grupo privilegiado, tenga o no capacidad moral, mayor o menor inteligencia o cualquier otro parámetro – que sin duda, también es arbitrario como límite a la defensa de los intereses individuales de cualquier ser vivo -.
Para mi gusto, entre todas las chorradas que sueltan los taurinos, el “argumento” más curioso en defensa de la tortura animal hasta la muerte es el que menta que el toro prefiere morir en la plaza antes que en el matadero. Algo así como el famoso dicho: “Prefiero morir de pie que vivir de rodillas”.
Me cuesta imaginar a un sujeto preguntando al toro cómo desea morir y más me cuesta imaginar que el toro le responda. No me resulta tan difícil, por ende, pensar que el toro prefiere vivir en el campo, dándose el palo todo el tiempo que pueda, con buenas yerbas que pastar y morir tranquilo, de viejo. Tal vez no me resulte difícil porque considero que la Evolución no crea los animales al servicio del Ser Humano. Lo se, los creacionistas opinan distinto.
Al caso, lo atractivo del argumento, es que el defensor de la muerte y la tortura humaniza al toro. Lo dota de virtudes propias entre los humanos – algunos humanos – como el valor o la nobleza, el orgullo, la pasión y la bravura. El taurino, que posee una percepción ajena a la realidad, ve en las reacciones del toro frente al dolor que inflige el acero manifestaciones humanas, por supuesto, guerreras. Un animal humanizado al que el torero no tiene problemas en torturar hasta la muerte y el aficionado en admirar hasta el paroxismo. Si el toro fuera una tranquila vaca, sin bravura, sin nobleza, etc. etc. no sería tan atractivo.
Esta relación resulta inquietante.
Si el taurino es capaz de infligir tanto sufrimiento a un ser humanizado, como es el toro en la plaza, por el simple hecho de que el animal no es objeto de protección convencional – legal, moral o de cualquier otra índole-… ¿A quién resulta difícil imaginar el mismo trato por un humano a otro humano con la misma desprotección del toro?. En otra palabras, ¿es difícil imaginar que un Ser Humano pueda vaciar de protección a otro Ser Humano – por ejemplo, judíos, mujeres, negros, gays, ancianos, etc- y hacerlo objeto de las mayores perversiones?.
No hace falta imaginarlo, la historia no es parca en ejemplos. Si la moral taurina es esa ¡líbrenme de los toros morales!.
Salud.

