SE LOCALIZAN CUARENTA ESPECIES TROPICALES EN EL MEDITERRÁNEO DEBIDO AL CAMBIO CLIMÁTICO
Investigadores del Centro Oceanográfico de Baleares del IEO, con sede en Palma de Mallorca, han constatado importantes cambios en la composición de la fauna piscícola del mar Mediterráneo, debido al aumento de la temperatura del agua durante la segunda mitad del siglo XX.
El proceso ha traído consigo la localización de hasta 38 nuevas especies, casi todas exóticas, provenientes sobre todo del océano Atlántico pero también del Índico. Además se ha constatado que las especies autóctonas del Mediterráneo han sufrido cambios en sus poblaciones: mientras que especies termófilas como el pez limón (Seriola lalandei) aumentan en ciertas zonas, las especies boreales como el chanquete (Aphia minuta) están en clara regresión.
Estos resultados aparecen reflejados en un capítulo escrito por Enric Massutí, María Valls y Francesc Ordines en el recién publicado libro Fish invasions of the Mediterranean sea: change and renewal.
Ecologistas en Acción ha solicitado a la Secretaría General del Mar (Ministerio de Medio Ambiente) un plan de acción contra esta tropicalización de la biodiversidad marina mediterránea. “El estrecho de Gibraltar es la puerta de entrada de estos organismos y la vía suele ser el agua de lastre que llevan grandes buques para estabilizar la carga (ver Quercus 217, págs. 28 y 29), aunque no es la única”, explica Jorge Sáez, coordinador de medio marino de Ecologistas en Acción.
de http://www.quercus.esLa fenología estudia los eventos naturales recurrentes en relación al clima. Es decir, fenómenos tales como la floración, la salida de las hojas o la fructificación de las plantas, la aparición de los insectos o la llegada y emigración de las aves. Los cambios detectados en estas pautas confirman que nuestro planeta está inmerso en un proceso de calentamiento global.
Los sucesos biológicos que se repiten año tras año definen mucho mejor el paso de las estaciones que el calendario astronómico y basta echar un vistazo al refranero para comprobar que han llegado a formar parte de nuestra cultura (Cuadro 1). Este hecho también se refleja en la larga tradición de estudiar los eventos naturales recurrentes, cuyos registros más antiguos se remontan al siglo IX y aluden a la floración de los cerezos en Japón. En Europa, los primeros datos conocidos están fechados en 1736 y se deben a Robert Marsham, un terrateniente inglés que comenzó a anotar las fechas en que brotaban y florecían diversas especies de plantas en sus propiedades, así como la fecha en que llegaban las golondrinas, cantaba el cuco o croaban las ranas. Su afición se fue heredando de padres a hijos durante siete generaciones, dando lugar a un increíble registro de 211 años de duración (1).
Poco después, a mediados del siglo XVIII, Linneo publicó la primera metodología para llevar a cabo observaciones fenológicas, lo que impulsó la recogida sistemática de datos en algunas localidades suecas, varias de las cuales siguen con esta labor hasta el día de hoy (2). En esencia, los métodos propuestos por Linneo son los mismos que se siguen usando actualmente en fenología.

