"Moralidad y Revolución"
- Fionn Mac Cumhaill
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"Moralidad y Revolución"
MORALIDAD Y REVOLUCIÓN Por Ted Kaczynski. (Traducción del artículo "Morality and Revolution" publicado en "Green Anarchist" No., 60-61)
“Moralidad y revolución”, por Ted Kaczynski.
(Traducción del artículo “Morality and Revolution” publicado en “Green Anarchist” No. 60-61)*
Publicado por ÚLTIMO REDUCTO en "TEXTOS DE TED KACZYNSKI".
“La moralidad, la culpa y el miedo a la condenación actúan como policías en nuestras mentes, destruyendo nuestra espontaneidad, nuestro carácter salvaje, nuestra capacidad para vivir nuestras vidas plenamente… Intento actuar según mis antojos, mis impulsos espontáneos, sin importarme lo que otros piensen de mí… No quiero restricciones en mi vida; quiero que todas las posibilidades queden abiertas… Esto significa destruir toda moralidad”. Feral Faun en “Los policías en nuestras cabezas: algunos pensamientos sobre la anarquía y la moralidad (“The cops in our heads: some thoughts on anarchy and morality) publicado en “La Búsqueda de lo Espiritual” (The Quest for the Spiritual).
Es verdad que el concepto de moralidad, tal y como suele ser entendido convencionalmente, es una de las más importantes herramientas que el sistema utiliza para controlarnos, y que debemos liberarnos de él.
Pero supón que un día tienes mal humor. Ves a una anciana inofensiva pero muy fea; su aspecto te irrita y tus “impulsos espontáneos” te llevan a derribarla y patearle la cara.
O supón que sientes “algo especial” por las niñas pequeñas, así que tus “impulsos espontáneos” te conducen a coger a una niña de cuatro años, arrancarle la ropa y violarla mientras grita de terror.
Me gustaría suponer que no hay ningún anarquista leyendo esto a quien no le disgusten este tipo de actos, o que no intentara evitarlos si viese que están siendo llevados a cabo. ¿Es esto una mera consecuencia del condicionamiento moral que la sociedad nos impone?
Yo afirmo que no. Defiendo que existe una especie de “moralidad” (nótense las comillas) natural, o una especie de concepción de la conducta correcta que actúa como una trama común a casi todas las culturas y tiende a aparecer en ellas de un modo u otro, aunque frecuentemente puede verse suplantada o modificada por fuerzas específicas de cada cultura en particular. Puede ser que esta concepción de lo que es correcto esté biológicamente programada. Sea como sea, puede ser resumida en los Seis Principios siguientes:
1.- No perjudicar a nadie que no te haya perjudicado a ti, ni te haya amenazado con hacerlo.
2.- Principio de autodefensa y revancha: Puedes perjudicar a otros para anticiparte al perjuicio con que ellos te amenazan, o en respuesta a un perjuicio que ellos ya te han causado.
3.- Un buen acto merece otro: Si alguien te ha hecho un favor, deberías desear hacerle un favor comparable cuando lo necesite.
4.- Los fuertes han de mostrar consideración por los débiles.
5.- No mentir.
6.- Mantente fiel a cualquier promesa o compromiso que hagas.
Voy a dar un par de ejemplos de las formas en que los Seis Principios a menudo son sustituidos por tendencias culturales. Entre los Navajo, tradicionalmente, se consideraba “moralmente aceptable” usar el engaño cuando comerciaban con cualquiera que no fuese miembro de su tribu (W. A. Haviland “Cultural Anthropology” – “Antropología Cultural”- 9ª Edición, pág. 207) aunque esto contraviene los principios 1, 5 y 6. Y en nuestra sociedad mucha gente rechazará el principio de revancha: debido a la necesidad imperiosa de la sociedad industrial de mantener el orden social y al potencial desestabilizador que los actos de venganza personal tienen sobre el mismo, somos entrenados para reprimir nuestros impulsos negativos y dejar cualquier forma seria de revancha (llamada “Justicia”) en manos del aparato judicial.
A pesar de estos ejemplos, yo mantengo que los Seis Principios tienden a la universalidad. Pero, se acepte o no que los Seis Principios son hasta cierto punto universales, no creo equivocarme si asumo que casi todos los lectores estarán de acuerdo con estos principios (con la probable excepción del principio de revancha), de un modo u otro. Por consiguiente los Seis Principios pueden servir cmo base para la presente discusión.
Yo sostengo que los Seis Principios no deberían ser respetados como código moral, por las siguientes razones:
- Primero: Estos principios son tan vagos y pueden ser interpretados de un modo tan diverso que no habrá manera de ponerse de acuerdo a la hora de aplicarlos en casos concretos. Por ejemplo, si Pedro insiste en poner el volumen de su radio tan alto que impide dormir a Juan, y Juan debido a ello destroza la radio de Pedro, ¿es la actuación de Juan un perjuicio infligido a Pedro sin causa alguna, o es un acto de legítima defensa de Juan frente al perjuicio que Pedro le está ocasionando? En esta cuestión es poco probable que Pedro y Juan se pongan de acuerdo. (Sin embargo, también hay límites a la hora de interpretar los Seis Principios. Imagino que sería difícil encontrar a alguien, en cualquier cultura, que interpretase estos principios de tal modo que justificase la brutalidad con las ancianas o la violación de niñas de cuatro años).
- Segundo: La mayoría de la gente estará de acuerdo en que a veces es “moralmente” justificable hacer excepciones a los Seis Principios. Si tu amigo ha destruido equipamiento de tala perteneciente a una gran empresa maderera, y la policía viene preguntándote quien lo hizo, cualquier verdadero eco-anarquista estará de acuerdo en que es justificable que mientas y digas: “no lo sé”.
- Tercero: Los Seis Principios no han sido, por lo general, tomados como si poseyesen la firmeza y rigidez de las verdaderas leyes morales. La gente a menudo viola los Seis Principios, incluso cuando no hay justificación “moral” para hacerlo. Es más, como ya he dicho, los códigos morales de ciertas sociedades con frecuencia entran en conflicto y pasan por encima de esos Seis Principios. Más que leyes, estos principios son sólo una especie de guía, una expresión de nuestros más nobles impulsos que nos llevan a evitar hacer ciertas cosas de las que luego podamos arrepentirnos.
- Cuarto: Considero que el término “moralidad” debería ser utilizado sólo para designar códigos de conducta socialmente impuestos que son específicos de ciertas sociedades, o subculturas. Ya que los Seis Principios, de una u otra forma, tienden a ser universales e incluso bien podrían venir programados biológicamente, no deberían ser denominados moralidad.
Asumiendo que la mayoría de los anarquistas aceptarán estos Seis Principios, lo que el anarquista (o, al menos, el anarquista del tipo individualista) hace es reclamar el derecho a interpretar estos principios por sí mismo en cualquier situación concreta en la que se vea involucrado y a decidir por sí mismo cuándo hacer excepciones a estos principios, en lugar de permitir a cualquier autoridad tomar decisiones por él.
De todos modos, cuando las personas interpretan los Seis Principios por sí mismas, aparecen los conflictos porque los diferentes individuos interpretan los principios de maneras diferentes.
Por esta razón, entre otras, prácticamente todas las sociedades han desarrollado reglas que restringen la conducta de un modo más preciso que lo que lo hacen los Seis Principios. En otras palabras, siempre que un grupo de personas estén juntas por un periodo de tiempo largo, será casi inevitable que se desarrolle cierto grado de moralidad. Sólo los ermitaños son completamente libres.
Esto no es un intento de desprestigiar la idea de anarquía. Aún cuando no exista ninguna sociedad perfectamente libre de moralidad, sigue habiendo una gran diferencia entre una sociedad en la cual la carga de la moralidad sea ligera y otra en la que sea pesada. Los pigmeos de las pluviselvas africanas, según los describe Colin Turnbull en sus libros “The Forest People” (“La Gente de la Selva”) y “Wayward Servants: The Two Worlds of the African Pigmies” (“Sirvientes Díscolos: Los Dos Mundos de los Pigmeos Africanos”) son una muestra de una sociedad que no anda lejos del ideal anarquista. Sus reglas son pocas y flexibles y permiten en gran medida la libertad personal (y aún así, a pesar de no tener policías, juzgados ni cárceles, su tasa de homicidios es virtualmente cero, según Turnbull).
Por el contrario, en las sociedades tecnológicamente avanzadas la mecánica social es compleja y rígida, y sólo puede funcionar cuando el comportamiento humano está altamente regulado. En consecuencia, tales sociedades requieren un sistema de leyes y moralidad mucho más restrictivo (Para los propósitos de este artículo no necesitamos distinguir entre ley y moralidad. Consideramos simplemente la ley como un tipo particular de moralidad, lo cual no es del todo descabellado ya que en nuestra sociedad se considera de forma generalizada que es inmoral saltarse la ley). La gente chapada a la antigua se suele quejar de la falta de moral en la sociedad moderna, y es verdad que en ciertos aspectos nuestra sociedad está relativamente libre de la moralidad. Pero yo más bien afirmaría que la relajación de la moralidad que se da en nuestra sociedad en cosas como el sexo, el arte, la literatura, la vestimenta, la religión, etc., es en gran medida una reacción frente a la severa opresión que genera el control del comportamiento humano en otros ámbitos prácticos de la vida. El arte, la literatura y cosas similares son una válvula de escape para impulsos de rebeldía que podrían ser peligrosos si tomasen una dirección más práctica, y así, formas de satisfacción hedonistas como la exagerada indulgencia en lo referente al sexo o la alimentación, o los modernos entretenimientos intensamente estimulantes, ayudan a la gente a olvidar la pérdida de su libertad.
Sea como sea, está claro que en cualquier sociedad cierto grado de moralidad cumple funciones prácticas. Una de esas funciones es la de prevenir conflictos o hacer posible la resolución de los mismos sin recurrir a la violencia (según Elizabeth Marshall Thomas en su libro “The Harmless People”-“La Gente Inovensiva”-, los bosquimanos de Sudáfrica consideran como una forma de propiedad privada el derecho a recolectar comida en determinadas áreas de la sabana, y respetan estrictamente esos derechos de propiedad. Es fácil ver cómo tales reglas pueden prevenir conflictos en relación con el uso de los recursos alimenticios).
Ya que los anarquistas dan un gran valor a la libertad personal, presumiblemente querrán mantener la moralidad en su mínima expresión, incluso aunque esto les suponga ciertas desventajas en lo referente a la seguridad personal o a la consecución de ciertos beneficios prácticos. No es mi propósito tratar de establecer aquí dónde establecer el punto de equilibrio entre la libertad y las ventajas prácticas de la moralidad, pero quiero llamar la atención sobre un punto que con frecuencia es pasado por alto: los beneficios prácticos o materiales de la moralidad a menudo son contrarrestados por el coste psicológico que ocasiona reprimir nuestros impulsos “inmorales”. Entre los moralistas es común un concepto de “progreso” según el cual se supone que la raza humana se hace cada vez más moral. Cada vez más impulsos “inmorales” han sido y son suprimidos y reemplazados por un comportamiento “civilizado”. Para esta gente la moralidad parece ser un fin en sí misma. No parecen preguntarse nunca por qué los seres humanos debemos volvernos cada vez más morales. ¿Qué nos proporciona la moralidad? Si el fin de la moralidad es algo así como el bienestar humano, entonces una moralidad cada vez más minuciosa e intensiva sólo puede ser contraproducente, ya que es un hecho que el coste psicológico de suprimir impulsos “inmorales” llegará, en cierto momento, a ser mayor que cualquiera de las ventajas aportadas por la moralidad (si es que no lo es ya). De hecho, está claro que cualquiera que sea la excusa que inventen, el motivo real de los moralistas es satisfacer cierta necesidad psicológica que tienen de imponer su moralidad a otra gente. Tienden hacia la moralidad para mejorar el conjunto de la raza humana.
Esta moralidad agresiva no tiene nada que ver con los Seis Principios del comportamiento correcto. En realidad es incompatible con ellos. Al tratar de imponer su moralidad a otra gente, bien sea a la fuerza o bien mediante propaganda y educación, los moralistas están ocasionando un perjuicio a gente que no les ha causado ningún perjuicio a ellos (ni tampoco ha amenazado con causárselo), contraviniendo el primero de los Seis Principios. Pensemos, por ejemplo, en los misioneros del siglo XIX que hacían sentirse culpables por sus prácticas sexuales a la gente primitiva, o en los modernos izquierdistas que quieren que todos llevemos una dieta vegana.
*Ésto sólo es un fragmento. Me gustaría publicar más, pero no he tenido tiempo de digitalizar el resto del texto. Lo cuelgo para que los interesados puedan leer ya lo que está listo. Colgaré el resto relativamente pronto.
[Las negritas son mías, considero que ayudan a la lectura]
“Moralidad y revolución”, por Ted Kaczynski.
(Traducción del artículo “Morality and Revolution” publicado en “Green Anarchist” No. 60-61)*
Publicado por ÚLTIMO REDUCTO en "TEXTOS DE TED KACZYNSKI".
“La moralidad, la culpa y el miedo a la condenación actúan como policías en nuestras mentes, destruyendo nuestra espontaneidad, nuestro carácter salvaje, nuestra capacidad para vivir nuestras vidas plenamente… Intento actuar según mis antojos, mis impulsos espontáneos, sin importarme lo que otros piensen de mí… No quiero restricciones en mi vida; quiero que todas las posibilidades queden abiertas… Esto significa destruir toda moralidad”. Feral Faun en “Los policías en nuestras cabezas: algunos pensamientos sobre la anarquía y la moralidad (“The cops in our heads: some thoughts on anarchy and morality) publicado en “La Búsqueda de lo Espiritual” (The Quest for the Spiritual).
Es verdad que el concepto de moralidad, tal y como suele ser entendido convencionalmente, es una de las más importantes herramientas que el sistema utiliza para controlarnos, y que debemos liberarnos de él.
Pero supón que un día tienes mal humor. Ves a una anciana inofensiva pero muy fea; su aspecto te irrita y tus “impulsos espontáneos” te llevan a derribarla y patearle la cara.
O supón que sientes “algo especial” por las niñas pequeñas, así que tus “impulsos espontáneos” te conducen a coger a una niña de cuatro años, arrancarle la ropa y violarla mientras grita de terror.
Me gustaría suponer que no hay ningún anarquista leyendo esto a quien no le disgusten este tipo de actos, o que no intentara evitarlos si viese que están siendo llevados a cabo. ¿Es esto una mera consecuencia del condicionamiento moral que la sociedad nos impone?
Yo afirmo que no. Defiendo que existe una especie de “moralidad” (nótense las comillas) natural, o una especie de concepción de la conducta correcta que actúa como una trama común a casi todas las culturas y tiende a aparecer en ellas de un modo u otro, aunque frecuentemente puede verse suplantada o modificada por fuerzas específicas de cada cultura en particular. Puede ser que esta concepción de lo que es correcto esté biológicamente programada. Sea como sea, puede ser resumida en los Seis Principios siguientes:
1.- No perjudicar a nadie que no te haya perjudicado a ti, ni te haya amenazado con hacerlo.
2.- Principio de autodefensa y revancha: Puedes perjudicar a otros para anticiparte al perjuicio con que ellos te amenazan, o en respuesta a un perjuicio que ellos ya te han causado.
3.- Un buen acto merece otro: Si alguien te ha hecho un favor, deberías desear hacerle un favor comparable cuando lo necesite.
4.- Los fuertes han de mostrar consideración por los débiles.
5.- No mentir.
6.- Mantente fiel a cualquier promesa o compromiso que hagas.
Voy a dar un par de ejemplos de las formas en que los Seis Principios a menudo son sustituidos por tendencias culturales. Entre los Navajo, tradicionalmente, se consideraba “moralmente aceptable” usar el engaño cuando comerciaban con cualquiera que no fuese miembro de su tribu (W. A. Haviland “Cultural Anthropology” – “Antropología Cultural”- 9ª Edición, pág. 207) aunque esto contraviene los principios 1, 5 y 6. Y en nuestra sociedad mucha gente rechazará el principio de revancha: debido a la necesidad imperiosa de la sociedad industrial de mantener el orden social y al potencial desestabilizador que los actos de venganza personal tienen sobre el mismo, somos entrenados para reprimir nuestros impulsos negativos y dejar cualquier forma seria de revancha (llamada “Justicia”) en manos del aparato judicial.
A pesar de estos ejemplos, yo mantengo que los Seis Principios tienden a la universalidad. Pero, se acepte o no que los Seis Principios son hasta cierto punto universales, no creo equivocarme si asumo que casi todos los lectores estarán de acuerdo con estos principios (con la probable excepción del principio de revancha), de un modo u otro. Por consiguiente los Seis Principios pueden servir cmo base para la presente discusión.
Yo sostengo que los Seis Principios no deberían ser respetados como código moral, por las siguientes razones:
- Primero: Estos principios son tan vagos y pueden ser interpretados de un modo tan diverso que no habrá manera de ponerse de acuerdo a la hora de aplicarlos en casos concretos. Por ejemplo, si Pedro insiste en poner el volumen de su radio tan alto que impide dormir a Juan, y Juan debido a ello destroza la radio de Pedro, ¿es la actuación de Juan un perjuicio infligido a Pedro sin causa alguna, o es un acto de legítima defensa de Juan frente al perjuicio que Pedro le está ocasionando? En esta cuestión es poco probable que Pedro y Juan se pongan de acuerdo. (Sin embargo, también hay límites a la hora de interpretar los Seis Principios. Imagino que sería difícil encontrar a alguien, en cualquier cultura, que interpretase estos principios de tal modo que justificase la brutalidad con las ancianas o la violación de niñas de cuatro años).
- Segundo: La mayoría de la gente estará de acuerdo en que a veces es “moralmente” justificable hacer excepciones a los Seis Principios. Si tu amigo ha destruido equipamiento de tala perteneciente a una gran empresa maderera, y la policía viene preguntándote quien lo hizo, cualquier verdadero eco-anarquista estará de acuerdo en que es justificable que mientas y digas: “no lo sé”.
- Tercero: Los Seis Principios no han sido, por lo general, tomados como si poseyesen la firmeza y rigidez de las verdaderas leyes morales. La gente a menudo viola los Seis Principios, incluso cuando no hay justificación “moral” para hacerlo. Es más, como ya he dicho, los códigos morales de ciertas sociedades con frecuencia entran en conflicto y pasan por encima de esos Seis Principios. Más que leyes, estos principios son sólo una especie de guía, una expresión de nuestros más nobles impulsos que nos llevan a evitar hacer ciertas cosas de las que luego podamos arrepentirnos.
- Cuarto: Considero que el término “moralidad” debería ser utilizado sólo para designar códigos de conducta socialmente impuestos que son específicos de ciertas sociedades, o subculturas. Ya que los Seis Principios, de una u otra forma, tienden a ser universales e incluso bien podrían venir programados biológicamente, no deberían ser denominados moralidad.
Asumiendo que la mayoría de los anarquistas aceptarán estos Seis Principios, lo que el anarquista (o, al menos, el anarquista del tipo individualista) hace es reclamar el derecho a interpretar estos principios por sí mismo en cualquier situación concreta en la que se vea involucrado y a decidir por sí mismo cuándo hacer excepciones a estos principios, en lugar de permitir a cualquier autoridad tomar decisiones por él.
De todos modos, cuando las personas interpretan los Seis Principios por sí mismas, aparecen los conflictos porque los diferentes individuos interpretan los principios de maneras diferentes.
Por esta razón, entre otras, prácticamente todas las sociedades han desarrollado reglas que restringen la conducta de un modo más preciso que lo que lo hacen los Seis Principios. En otras palabras, siempre que un grupo de personas estén juntas por un periodo de tiempo largo, será casi inevitable que se desarrolle cierto grado de moralidad. Sólo los ermitaños son completamente libres.
Esto no es un intento de desprestigiar la idea de anarquía. Aún cuando no exista ninguna sociedad perfectamente libre de moralidad, sigue habiendo una gran diferencia entre una sociedad en la cual la carga de la moralidad sea ligera y otra en la que sea pesada. Los pigmeos de las pluviselvas africanas, según los describe Colin Turnbull en sus libros “The Forest People” (“La Gente de la Selva”) y “Wayward Servants: The Two Worlds of the African Pigmies” (“Sirvientes Díscolos: Los Dos Mundos de los Pigmeos Africanos”) son una muestra de una sociedad que no anda lejos del ideal anarquista. Sus reglas son pocas y flexibles y permiten en gran medida la libertad personal (y aún así, a pesar de no tener policías, juzgados ni cárceles, su tasa de homicidios es virtualmente cero, según Turnbull).
Por el contrario, en las sociedades tecnológicamente avanzadas la mecánica social es compleja y rígida, y sólo puede funcionar cuando el comportamiento humano está altamente regulado. En consecuencia, tales sociedades requieren un sistema de leyes y moralidad mucho más restrictivo (Para los propósitos de este artículo no necesitamos distinguir entre ley y moralidad. Consideramos simplemente la ley como un tipo particular de moralidad, lo cual no es del todo descabellado ya que en nuestra sociedad se considera de forma generalizada que es inmoral saltarse la ley). La gente chapada a la antigua se suele quejar de la falta de moral en la sociedad moderna, y es verdad que en ciertos aspectos nuestra sociedad está relativamente libre de la moralidad. Pero yo más bien afirmaría que la relajación de la moralidad que se da en nuestra sociedad en cosas como el sexo, el arte, la literatura, la vestimenta, la religión, etc., es en gran medida una reacción frente a la severa opresión que genera el control del comportamiento humano en otros ámbitos prácticos de la vida. El arte, la literatura y cosas similares son una válvula de escape para impulsos de rebeldía que podrían ser peligrosos si tomasen una dirección más práctica, y así, formas de satisfacción hedonistas como la exagerada indulgencia en lo referente al sexo o la alimentación, o los modernos entretenimientos intensamente estimulantes, ayudan a la gente a olvidar la pérdida de su libertad.
Sea como sea, está claro que en cualquier sociedad cierto grado de moralidad cumple funciones prácticas. Una de esas funciones es la de prevenir conflictos o hacer posible la resolución de los mismos sin recurrir a la violencia (según Elizabeth Marshall Thomas en su libro “The Harmless People”-“La Gente Inovensiva”-, los bosquimanos de Sudáfrica consideran como una forma de propiedad privada el derecho a recolectar comida en determinadas áreas de la sabana, y respetan estrictamente esos derechos de propiedad. Es fácil ver cómo tales reglas pueden prevenir conflictos en relación con el uso de los recursos alimenticios).
Ya que los anarquistas dan un gran valor a la libertad personal, presumiblemente querrán mantener la moralidad en su mínima expresión, incluso aunque esto les suponga ciertas desventajas en lo referente a la seguridad personal o a la consecución de ciertos beneficios prácticos. No es mi propósito tratar de establecer aquí dónde establecer el punto de equilibrio entre la libertad y las ventajas prácticas de la moralidad, pero quiero llamar la atención sobre un punto que con frecuencia es pasado por alto: los beneficios prácticos o materiales de la moralidad a menudo son contrarrestados por el coste psicológico que ocasiona reprimir nuestros impulsos “inmorales”. Entre los moralistas es común un concepto de “progreso” según el cual se supone que la raza humana se hace cada vez más moral. Cada vez más impulsos “inmorales” han sido y son suprimidos y reemplazados por un comportamiento “civilizado”. Para esta gente la moralidad parece ser un fin en sí misma. No parecen preguntarse nunca por qué los seres humanos debemos volvernos cada vez más morales. ¿Qué nos proporciona la moralidad? Si el fin de la moralidad es algo así como el bienestar humano, entonces una moralidad cada vez más minuciosa e intensiva sólo puede ser contraproducente, ya que es un hecho que el coste psicológico de suprimir impulsos “inmorales” llegará, en cierto momento, a ser mayor que cualquiera de las ventajas aportadas por la moralidad (si es que no lo es ya). De hecho, está claro que cualquiera que sea la excusa que inventen, el motivo real de los moralistas es satisfacer cierta necesidad psicológica que tienen de imponer su moralidad a otra gente. Tienden hacia la moralidad para mejorar el conjunto de la raza humana.
Esta moralidad agresiva no tiene nada que ver con los Seis Principios del comportamiento correcto. En realidad es incompatible con ellos. Al tratar de imponer su moralidad a otra gente, bien sea a la fuerza o bien mediante propaganda y educación, los moralistas están ocasionando un perjuicio a gente que no les ha causado ningún perjuicio a ellos (ni tampoco ha amenazado con causárselo), contraviniendo el primero de los Seis Principios. Pensemos, por ejemplo, en los misioneros del siglo XIX que hacían sentirse culpables por sus prácticas sexuales a la gente primitiva, o en los modernos izquierdistas que quieren que todos llevemos una dieta vegana.
*Ésto sólo es un fragmento. Me gustaría publicar más, pero no he tenido tiempo de digitalizar el resto del texto. Lo cuelgo para que los interesados puedan leer ya lo que está listo. Colgaré el resto relativamente pronto.
[Las negritas son mías, considero que ayudan a la lectura]
Última edición por Fionn Mac Cumhaill el 23 Jul 2009, 14:32, editado 2 veces en total.
El tiempo se hunde en decadencia
como una vela consumida,
y a las montañas y bosques
les llega el día, les llega el día;
pero tú, amable turbamulta antigua
de los estados del ánimo nacidos del fuego,
tú no desapareces.
W. B. Yeats, 1893
* * * * * * * * *
como una vela consumida,
y a las montañas y bosques
les llega el día, les llega el día;
pero tú, amable turbamulta antigua
de los estados del ánimo nacidos del fuego,
tú no desapareces.
W. B. Yeats, 1893
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- Diskoteque
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Re: "Moralidad y Revolución"
Che, yo si no me enseña las tablillas en las que le han entregado esos mandamientos, no los voy a cumplir.
"Detrás de los muros de los Centros Sociales Okupados, está la playa".
Re: "Moralidad y Revolución"
El tema de la falsa "moralina" y de como los poderes se valen de ella para "blokear" el libre albredío en la sociedad no es algo q nos vaya a descubrir Kazinsky, ya lo trataron desde Kropotkin hasta Faure.
Otra cosa es q no vallamos a reconocer q la "humanidad" nos diferencia del resto de animales, y por lo tanto, en cuanto q nos seguimos considerando poseedores de una Psikis superior a ellos, también debemos ser consecuentes con esto.Lo contrario sería volver a la antropofagia prehistórica.
Otra cosa es q no vallamos a reconocer q la "humanidad" nos diferencia del resto de animales, y por lo tanto, en cuanto q nos seguimos considerando poseedores de una Psikis superior a ellos, también debemos ser consecuentes con esto.Lo contrario sería volver a la antropofagia prehistórica.
- Fionn Mac Cumhaill
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Re: "Moralidad y Revolución"
Kront, para debatir sobre canibalismo, abres otro tema. El canibalismo ha sido llevado a cabo por civilizaciones muy avanzadas (administración centralizada, burocracia, prisiones...), no es sinónimo de "salvajismo", sino de escasez de recursos proteínicos animales. También lo han practicado grupos de un alto componente anárquico en sus relaciones. Si te vas a fundamentar en tu propia moral acerca del canibalismo (porque imagino que te refieres a la práctica de la "antropofagia" entre humanos), para juzgar si una sociedad es válida o no, primero infórmate.
Ahora cuelgo la siguiente parte del texto (una vez comprobemos que es el mismo que se ha publicado en el nuevo libro de Ted Kaczynski, lo colgaré en el hilo de las traducciones), todavía falta bastante pero iré haciéndolo poco a poco, ya que no dispongo de mucho tiempo:
La moralidad a menudo también es antagónica con los Seis Principios de otras maneras. Por poner sólo unos pocos casos:
La moralidad de la sociedad moderna nos dice que hay que evitar el suicidio, si es necesario interviniendo por la fuerza. Esto no siempre es una violación de los Seis Principios. En algunos casos una persona puede verse empujada al suicidio por cierta melancolía temporal que pronto se le pasará, y, por tanto, si impides que se mate te lo agradecerá después. Pero hay otros casos en los que una persona tiene buenas razones para suicidarse – para escapar a un sufrimiento prolongado, por ejemplo, o porque en ciertas situaciones la muerte ser la única alternativa compatible con la dignidad individual. Bajo estas circunstancias, impedir que una persona cometa suicidio puede ser extremadamente cruel y una violación del primer principio de lo que es correcto (compárese esto con la actitud hacia el suicidio de algunos esquimales, tal y como los describe Giotran de Poncins en su libro “Kabloona”).[2]
En nuestra sociedad la propiedad privada no es lo mismo que lo que es para los bosquimanos –un mero instrumento para evitar conflictos acerca del uso de los recursos-. Por contra, aquí es un instrumento mediante el cual ciertas personas u organizaciones se arrogan el control sobre inmensas cantidades de recursos que usan para ejercer el poder sobre otra gente. Con esto violan el primero y cuarto de los principios de lo que es correcto. Al exigirnos que respetemos la propiedad, la moralidad de nuestra sociedad ayuda a perpetuar un sistema que está claramente en conflicto con los Seis Principios.
Se espera que los militares maten o se abstengan de matar siguiendo ciega y obedientemente las órdenes del gobierno, se espera que los policías y jueces encarcelen o liberen a personas obedeciendo mecánicamente la ley. Se consideraría algo “contrario a la ética” e “irresponsable” que los soldados, los jueces o los policías actuasen según su propia noción de lo que es correcto en lugar de hacerlo de acuerdo con las reglas del sistema. Un juez moral y “responsable” enviará a un hombre a prisión si la ley le dice que lo haga, incluso si el hombre es inocente según los Seis Principios.
Apelar a la moralidad a menudo sirve como tapadera para ocultar lo que de otro modo estaría claro que es una imposición de la propia voluntad sobre otra gente. Así, si una persona dice: Voy a impedirte cometer un aborto (o practicar el sexo, o comer carne, o cualquier otra cosa) por el mero hecho de que me resulta personalmente ofensivo que lo hagas”, este intento de imponer su voluntad sería visto como una muestra de arrogancia y sería considerado injustificado. Pero si dice tener una base moral para lo que hace y te dice: “Voy a impedirte abortar porque es inmoral”, entonces su intento de imponer su voluntad parece adquirir cierta legitimidad, o al menos tiende a ser más respetado que si no apela a la moral.
La gente que está fuertemente apegada a la moralidad de su propia sociedad a menudo no presta ninguna atención a los principios de la conducta correcta. El profundamente moral y cristiano hombre de negocios John D. Rockefeller utilizó métodos deshonestos para conseguir el éxito, según su admirador Allan Nevins admite en la biografía del magnate. Hoy, es casi inevitable en cualquier empresa financiera a gran escala joder a otra gente de un modo u otro. La distorsión voluntaria de la verdad, lo suficientemente grave como para aproximarse mucho a la mentira, es en la práctica considerada como un comportamiento aceptable entre los políticos y periodistas, a pesar de que muchos de ellos indudablemente, se consideran a sí mismos personas morales.
Tengo frente a mí un folleto de propaganda enviado por una revista llamada “The National Interest” (“El Interés Nacional”).
En él leo lo siguiente:
“En tus manos está la responsabilidad de defender nuestros intereses nacionales en el extranjero y conseguir apoyo para ellos en casa.
Tú no eres ningún ingenuo, ni mucho menos. Crees que, para bien o para mal, la política internacional exige, esencialmente, el uso de la fuerza –o sea que como Thomas Hobbes dijo, cuando no hay acuerdo entre estados, siempre pintan bastos.”[3]
Esto es una defensa descarada del comportamiento maquiavélico [4] en lo referente a asuntos internacionales. A pesar de que es casi seguro que la gente responsable de este folleto que acabo de citar son firmes defensores de la moralidad convencional dentro de los Estados Unidos. Considero que para esta gente la moralidad convencional sirve como “sustituto” de los Seis Principios. Al identificarse con la moralidad convencional obtienen un sentido artificial de la virtud que les permite desdeñar los principios de la conducta correcta sin sentir malestar alguno.
Otra forma en la cual la moralidad de una sociedad es antagónica respecto a los Seis Principios es el hecho de que a menudo sirve como excusa para el maltrato y la explotación de personas que han violado el código moral o las leyes de esa sociedad. En los Estados Unidos, los políticos promocionan sus carreras “siendo duros con el crimen” y defendiendo la imposición de fuertes condenas a aquellos que se hayan saltado la ley. Los fiscales con frecuencia buscan ventajas personales siendo todo lo duros que la ley les permite con los acusados. Esto además satisface ciertos impulsos sádicos y autoritarios del público en general y apacigua el miedo que las clases privilegiadas tienen al desorden social. Todo esto tiene poco que ver con los Seis Principios de la conducta correcta. Muchos de los “criminales” condenados a fuertes penas –por ejemplo, por poseer marihuana- no han violado en modo alguno los Seis Principios. Pero incluso si los condenados han violado los Seis Principios las duras condenas que soportan no vienen motivadas por ningún sentido de lo que es correcto, ni siquiera de la moralidad, sino por las ambiciones personales de políticos y jueces o por los apetitos sádicos y punitivos del público. La moralidad es una mera excusa.
En resumen, cualquiera que observe honestamente la sociedad moderna verá que, a causa de todo este énfasis en la moralidad, ésta en realidad cumple los principios de la conducta correcta de un modo muy pobre. En realidad bastante menos de lo que lo hacen muchas sociedades primitivas.
Salvo algunas excepciones, el principal propósito de la moralidad en la sociedad moderna es facilitar el funcionamiento del sistema tecnoindustrial. Funciona así: Nuestra concepción tanto de lo que es correcto como de la moralidad está fuertemente influenciada por el interés propio. Por ejemplo, yo creo sincera y profundamente que es perfectamente correcto, para mí, destruir el equipamiento de cualquiera que esté talando el bosque. Y uno de los motivos por lo que lo creo así es que la perpetuación de la existencia del bosque permite la satisfacción de mis necesidades personales. Si yo no tuviese una relación personal con el bosque puede que lo viese de otro modo. De forma similar, la mayoría de la gente rica probablemente crean sinceramente que las leyes que protegen su propiedad son correctas y morales; y que las leyes que restringen los modos en que ellos pueden usar su propiedad son incorrectas. No hay duda de que, a pesar de lo sinceros que puedan ser, estos sentimientos están motivados en gran medida por el interés propio.
La gente que ocupan posiciones de poder en el sistema tienen interés en promover la seguridad y la expansión del mismo. Cuando esta gente percibe que ciertas ideas morales refuerzan el sistema o lo hacen más seguro, entonces, bien sea por intereses propios abiertamente reconocidos, bien porque sus sentimientos morales están influidos inconscientemente por el interés propio, ejercen presión sobre los medios de comunicación y sobre los educadores para promover esas ideas morales. Así, las exigencias de respeto hacia la propiedad, y de un comportamiento ordenado, dócil, respetuoso con las reglas, cooperante… se han convertido en valores morales en nuestra sociedad (a pesar de que esas exigencias pueden entrar en conflicto con los principios de lo que es correcto) porque son necesarias para el funcionamiento del sistema. De modo similar, la armonía e igualdad entre las distintas razas y grupos étnicos es un valor moral de nuestra sociedad ya que los conflictos interraciales e interétnicos entorpecen el funcionamiento del sistema. El trato equitativo para todas las razas y grupos étnicos puede ser también un deber según los principios de lo que es correcto, pero no es por esta razón por lo que es un valor moral en nuestra sociedad. Si es un valor moral en nuestra sociedad es porque es bueno para el sistema tecnoindustrial. Las restricciones tradicionales en lo referente al comportamiento sexual se han suavizado, porque la gente que tiene poder ha visto que estas restricciones no son necesarias para el funcionamiento del sistema y que seguir manteniéndolas provoca tensiones y conflictos que son perjudiciales para el mismo.
Particularmente instructivo es el caso de la prohibición moral de la violencia en nuestra sociedad. (Por “violencia” entiendo los ataques físicos hacia seres humanos o la aplicación de fuerza física contra seres humanos). Hace varios siglos, la violencia no era considerada inmoral, en sí misma, en la sociedad europea. De hecho, bajo determinadas condiciones, era admirada. La clase social más prestigiosa era la nobleza, que precisamente por aquel entonces era una casta guerrera. Incluso en los albores de la Revolución Industrial la violencia no era considerada el mayor de los males, y se creía que ciertos otros valores –como, por ejemplo, la libertad personal- eran más importantes que evitar la violencia. En Estados Unidos[5], ya bien entrado el siglo XIX, las actitudes públicas de la policía eran negativas, y se tendía a mantener las fuerzas policiales en estado de precariedad e ineficiencia ya que eran consideradas una amenaza para la libertad. La gente prefería ocuparse ellos mismos de su propia defensa y aceptar así un alto grado de violencia en la sociedad antes que arriesgarse a perder su libertad personal.
Desde entonces, las actitudes hacia la violencia han cambiado profundamente. Hoy en día los medios de información, los centros de enseñanza y todos aquellos comprometidos con el sistema nos lavan el cerebro para que creamos que la violencia es algo que, por encima de cualquier otra cosa, jamás debemos cometer. (Por supuesto, cuando al sistema le resulta conveniente usar la violencia –por medio de la policía o del ejército- para obtener sus propios fines, siempre pueden encontrarse excusas para justificarlo).
A veces se afirma que esta moderna actitud hacia la violencia es el resultado de la influencia apaciguadora del cristianismo, pero esta afirmación es absurda. El periodo a lo largo del cual el cristianismo fue más poderoso en Europa, la Edad Media, fue una época especialmente violenta. Ha sido durante la Revolución Industrial y sus consiguientes cambios tecnológicos cuando las actitudes hacia la violencia se han visto alteradas, y precisamente durante este mismo intervalo de tiempo la influencia del cristianismo se ha visto marcadamente debilitada. Está claro que no ha sido el cristianismo el que ha cambiado las actitudes hacia la violencia.
Es necesario para el funcionamiento de la sociedad industrial moderna que la gente coopere con ella de un modo rígido, como si fueran máquinas, obedeciendo reglas, siguiendo órdenes y horarios, llevando a cabo procesos preestablecidos. Por consiguiente el sistema requiere, sobre todo, docilidad en los seres humanos y orden en la sociedad. De todos los comportamientos humanos, la violencia es el más dañino para el orden social y de ahí que sea el más peligroso para el sistema. A medida que la Revolución Industrial progresaba, las clases poderosas, percibiendo que la violencia era cada vez más contraria a sus intereses, cambiaron su actitud hacia la misma. Y debido a que su influencia era predominante a la hora de determinar lo que era publicado en la prensa y enseñado en las escuelas, gradualmente fueron transformando la actitud de la sociedad entera, así que hoy la mayoría de la gente de clase media, e incluso la mayoría de quienes se consideran a sí mismos rebeles contrarios al sistema, creen que la violencia es el mayor de los pecados. Creen que su oposición a la violencia es la expresión de la toma de una decisión moral por su parte, y en cierto sentido lo es, pero esa decisión está basada en una moralidad que ha sido diseñada para servir a los intereses del sistema y que ha sido inculcada por la propaganda. En realidad, sencillamente, esta gente sufre un lavado de cerebro.
Ahora cuelgo la siguiente parte del texto (una vez comprobemos que es el mismo que se ha publicado en el nuevo libro de Ted Kaczynski, lo colgaré en el hilo de las traducciones), todavía falta bastante pero iré haciéndolo poco a poco, ya que no dispongo de mucho tiempo:
La moralidad a menudo también es antagónica con los Seis Principios de otras maneras. Por poner sólo unos pocos casos:
La moralidad de la sociedad moderna nos dice que hay que evitar el suicidio, si es necesario interviniendo por la fuerza. Esto no siempre es una violación de los Seis Principios. En algunos casos una persona puede verse empujada al suicidio por cierta melancolía temporal que pronto se le pasará, y, por tanto, si impides que se mate te lo agradecerá después. Pero hay otros casos en los que una persona tiene buenas razones para suicidarse – para escapar a un sufrimiento prolongado, por ejemplo, o porque en ciertas situaciones la muerte ser la única alternativa compatible con la dignidad individual. Bajo estas circunstancias, impedir que una persona cometa suicidio puede ser extremadamente cruel y una violación del primer principio de lo que es correcto (compárese esto con la actitud hacia el suicidio de algunos esquimales, tal y como los describe Giotran de Poncins en su libro “Kabloona”).[2]
En nuestra sociedad la propiedad privada no es lo mismo que lo que es para los bosquimanos –un mero instrumento para evitar conflictos acerca del uso de los recursos-. Por contra, aquí es un instrumento mediante el cual ciertas personas u organizaciones se arrogan el control sobre inmensas cantidades de recursos que usan para ejercer el poder sobre otra gente. Con esto violan el primero y cuarto de los principios de lo que es correcto. Al exigirnos que respetemos la propiedad, la moralidad de nuestra sociedad ayuda a perpetuar un sistema que está claramente en conflicto con los Seis Principios.
Se espera que los militares maten o se abstengan de matar siguiendo ciega y obedientemente las órdenes del gobierno, se espera que los policías y jueces encarcelen o liberen a personas obedeciendo mecánicamente la ley. Se consideraría algo “contrario a la ética” e “irresponsable” que los soldados, los jueces o los policías actuasen según su propia noción de lo que es correcto en lugar de hacerlo de acuerdo con las reglas del sistema. Un juez moral y “responsable” enviará a un hombre a prisión si la ley le dice que lo haga, incluso si el hombre es inocente según los Seis Principios.
Apelar a la moralidad a menudo sirve como tapadera para ocultar lo que de otro modo estaría claro que es una imposición de la propia voluntad sobre otra gente. Así, si una persona dice: Voy a impedirte cometer un aborto (o practicar el sexo, o comer carne, o cualquier otra cosa) por el mero hecho de que me resulta personalmente ofensivo que lo hagas”, este intento de imponer su voluntad sería visto como una muestra de arrogancia y sería considerado injustificado. Pero si dice tener una base moral para lo que hace y te dice: “Voy a impedirte abortar porque es inmoral”, entonces su intento de imponer su voluntad parece adquirir cierta legitimidad, o al menos tiende a ser más respetado que si no apela a la moral.
La gente que está fuertemente apegada a la moralidad de su propia sociedad a menudo no presta ninguna atención a los principios de la conducta correcta. El profundamente moral y cristiano hombre de negocios John D. Rockefeller utilizó métodos deshonestos para conseguir el éxito, según su admirador Allan Nevins admite en la biografía del magnate. Hoy, es casi inevitable en cualquier empresa financiera a gran escala joder a otra gente de un modo u otro. La distorsión voluntaria de la verdad, lo suficientemente grave como para aproximarse mucho a la mentira, es en la práctica considerada como un comportamiento aceptable entre los políticos y periodistas, a pesar de que muchos de ellos indudablemente, se consideran a sí mismos personas morales.
Tengo frente a mí un folleto de propaganda enviado por una revista llamada “The National Interest” (“El Interés Nacional”).
En él leo lo siguiente:
“En tus manos está la responsabilidad de defender nuestros intereses nacionales en el extranjero y conseguir apoyo para ellos en casa.
Tú no eres ningún ingenuo, ni mucho menos. Crees que, para bien o para mal, la política internacional exige, esencialmente, el uso de la fuerza –o sea que como Thomas Hobbes dijo, cuando no hay acuerdo entre estados, siempre pintan bastos.”[3]
Esto es una defensa descarada del comportamiento maquiavélico [4] en lo referente a asuntos internacionales. A pesar de que es casi seguro que la gente responsable de este folleto que acabo de citar son firmes defensores de la moralidad convencional dentro de los Estados Unidos. Considero que para esta gente la moralidad convencional sirve como “sustituto” de los Seis Principios. Al identificarse con la moralidad convencional obtienen un sentido artificial de la virtud que les permite desdeñar los principios de la conducta correcta sin sentir malestar alguno.
Otra forma en la cual la moralidad de una sociedad es antagónica respecto a los Seis Principios es el hecho de que a menudo sirve como excusa para el maltrato y la explotación de personas que han violado el código moral o las leyes de esa sociedad. En los Estados Unidos, los políticos promocionan sus carreras “siendo duros con el crimen” y defendiendo la imposición de fuertes condenas a aquellos que se hayan saltado la ley. Los fiscales con frecuencia buscan ventajas personales siendo todo lo duros que la ley les permite con los acusados. Esto además satisface ciertos impulsos sádicos y autoritarios del público en general y apacigua el miedo que las clases privilegiadas tienen al desorden social. Todo esto tiene poco que ver con los Seis Principios de la conducta correcta. Muchos de los “criminales” condenados a fuertes penas –por ejemplo, por poseer marihuana- no han violado en modo alguno los Seis Principios. Pero incluso si los condenados han violado los Seis Principios las duras condenas que soportan no vienen motivadas por ningún sentido de lo que es correcto, ni siquiera de la moralidad, sino por las ambiciones personales de políticos y jueces o por los apetitos sádicos y punitivos del público. La moralidad es una mera excusa.
En resumen, cualquiera que observe honestamente la sociedad moderna verá que, a causa de todo este énfasis en la moralidad, ésta en realidad cumple los principios de la conducta correcta de un modo muy pobre. En realidad bastante menos de lo que lo hacen muchas sociedades primitivas.
Salvo algunas excepciones, el principal propósito de la moralidad en la sociedad moderna es facilitar el funcionamiento del sistema tecnoindustrial. Funciona así: Nuestra concepción tanto de lo que es correcto como de la moralidad está fuertemente influenciada por el interés propio. Por ejemplo, yo creo sincera y profundamente que es perfectamente correcto, para mí, destruir el equipamiento de cualquiera que esté talando el bosque. Y uno de los motivos por lo que lo creo así es que la perpetuación de la existencia del bosque permite la satisfacción de mis necesidades personales. Si yo no tuviese una relación personal con el bosque puede que lo viese de otro modo. De forma similar, la mayoría de la gente rica probablemente crean sinceramente que las leyes que protegen su propiedad son correctas y morales; y que las leyes que restringen los modos en que ellos pueden usar su propiedad son incorrectas. No hay duda de que, a pesar de lo sinceros que puedan ser, estos sentimientos están motivados en gran medida por el interés propio.
La gente que ocupan posiciones de poder en el sistema tienen interés en promover la seguridad y la expansión del mismo. Cuando esta gente percibe que ciertas ideas morales refuerzan el sistema o lo hacen más seguro, entonces, bien sea por intereses propios abiertamente reconocidos, bien porque sus sentimientos morales están influidos inconscientemente por el interés propio, ejercen presión sobre los medios de comunicación y sobre los educadores para promover esas ideas morales. Así, las exigencias de respeto hacia la propiedad, y de un comportamiento ordenado, dócil, respetuoso con las reglas, cooperante… se han convertido en valores morales en nuestra sociedad (a pesar de que esas exigencias pueden entrar en conflicto con los principios de lo que es correcto) porque son necesarias para el funcionamiento del sistema. De modo similar, la armonía e igualdad entre las distintas razas y grupos étnicos es un valor moral de nuestra sociedad ya que los conflictos interraciales e interétnicos entorpecen el funcionamiento del sistema. El trato equitativo para todas las razas y grupos étnicos puede ser también un deber según los principios de lo que es correcto, pero no es por esta razón por lo que es un valor moral en nuestra sociedad. Si es un valor moral en nuestra sociedad es porque es bueno para el sistema tecnoindustrial. Las restricciones tradicionales en lo referente al comportamiento sexual se han suavizado, porque la gente que tiene poder ha visto que estas restricciones no son necesarias para el funcionamiento del sistema y que seguir manteniéndolas provoca tensiones y conflictos que son perjudiciales para el mismo.
Particularmente instructivo es el caso de la prohibición moral de la violencia en nuestra sociedad. (Por “violencia” entiendo los ataques físicos hacia seres humanos o la aplicación de fuerza física contra seres humanos). Hace varios siglos, la violencia no era considerada inmoral, en sí misma, en la sociedad europea. De hecho, bajo determinadas condiciones, era admirada. La clase social más prestigiosa era la nobleza, que precisamente por aquel entonces era una casta guerrera. Incluso en los albores de la Revolución Industrial la violencia no era considerada el mayor de los males, y se creía que ciertos otros valores –como, por ejemplo, la libertad personal- eran más importantes que evitar la violencia. En Estados Unidos[5], ya bien entrado el siglo XIX, las actitudes públicas de la policía eran negativas, y se tendía a mantener las fuerzas policiales en estado de precariedad e ineficiencia ya que eran consideradas una amenaza para la libertad. La gente prefería ocuparse ellos mismos de su propia defensa y aceptar así un alto grado de violencia en la sociedad antes que arriesgarse a perder su libertad personal.
Desde entonces, las actitudes hacia la violencia han cambiado profundamente. Hoy en día los medios de información, los centros de enseñanza y todos aquellos comprometidos con el sistema nos lavan el cerebro para que creamos que la violencia es algo que, por encima de cualquier otra cosa, jamás debemos cometer. (Por supuesto, cuando al sistema le resulta conveniente usar la violencia –por medio de la policía o del ejército- para obtener sus propios fines, siempre pueden encontrarse excusas para justificarlo).
A veces se afirma que esta moderna actitud hacia la violencia es el resultado de la influencia apaciguadora del cristianismo, pero esta afirmación es absurda. El periodo a lo largo del cual el cristianismo fue más poderoso en Europa, la Edad Media, fue una época especialmente violenta. Ha sido durante la Revolución Industrial y sus consiguientes cambios tecnológicos cuando las actitudes hacia la violencia se han visto alteradas, y precisamente durante este mismo intervalo de tiempo la influencia del cristianismo se ha visto marcadamente debilitada. Está claro que no ha sido el cristianismo el que ha cambiado las actitudes hacia la violencia.
Es necesario para el funcionamiento de la sociedad industrial moderna que la gente coopere con ella de un modo rígido, como si fueran máquinas, obedeciendo reglas, siguiendo órdenes y horarios, llevando a cabo procesos preestablecidos. Por consiguiente el sistema requiere, sobre todo, docilidad en los seres humanos y orden en la sociedad. De todos los comportamientos humanos, la violencia es el más dañino para el orden social y de ahí que sea el más peligroso para el sistema. A medida que la Revolución Industrial progresaba, las clases poderosas, percibiendo que la violencia era cada vez más contraria a sus intereses, cambiaron su actitud hacia la misma. Y debido a que su influencia era predominante a la hora de determinar lo que era publicado en la prensa y enseñado en las escuelas, gradualmente fueron transformando la actitud de la sociedad entera, así que hoy la mayoría de la gente de clase media, e incluso la mayoría de quienes se consideran a sí mismos rebeles contrarios al sistema, creen que la violencia es el mayor de los pecados. Creen que su oposición a la violencia es la expresión de la toma de una decisión moral por su parte, y en cierto sentido lo es, pero esa decisión está basada en una moralidad que ha sido diseñada para servir a los intereses del sistema y que ha sido inculcada por la propaganda. En realidad, sencillamente, esta gente sufre un lavado de cerebro.
El tiempo se hunde en decadencia
como una vela consumida,
y a las montañas y bosques
les llega el día, les llega el día;
pero tú, amable turbamulta antigua
de los estados del ánimo nacidos del fuego,
tú no desapareces.
W. B. Yeats, 1893
* * * * * * * * *
como una vela consumida,
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Re: "Moralidad y Revolución"
Ya, pa tí la perra gorda, ¿x q como has abierto tú el hilo?....; si pretendiese centrarme en el canibalismo, como dices, no necesitaría remontarme a la prehistoria. Si lo he hecho;"antropofagia prehistórica", ha sido para resaltar q los avances en nuestras relaciones sociales también vienen dadas x el desarrollo de nuestra Psikis en relación al humanismo, la ética y en cierto modo a una "moral", aunq esta misma haya sido instrumentalizada en ciertos ámbitos con intereses nada "humanistas".
Por lo demas, me he molestao en leer la parrafada de Kazinsky y alguna otra anterior(te asombraría la de txorradas, o no, q dan tiempo a reflexionar estando preso); y por eso he ditxo en el post q lo de el trtamiento q lxs libertarios debemos hacer del tama "moral" es algo q ya tratarón mutxos otros antes, y x lo tanto no veo x q su visión "personal" del tema (inducido hasta cierto punto x su situación), a de ser vista x nadie como novedosa.
En fín, a modo de aclaración.Sigue con el tema;...y a mí no me corteis...;
Por lo demas, me he molestao en leer la parrafada de Kazinsky y alguna otra anterior(te asombraría la de txorradas, o no, q dan tiempo a reflexionar estando preso); y por eso he ditxo en el post q lo de el trtamiento q lxs libertarios debemos hacer del tama "moral" es algo q ya tratarón mutxos otros antes, y x lo tanto no veo x q su visión "personal" del tema (inducido hasta cierto punto x su situación), a de ser vista x nadie como novedosa.
En fín, a modo de aclaración.Sigue con el tema;...y a mí no me corteis...;
- turiferario
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Re: "Moralidad y Revolución"
Fionn, me permito recordarte que la gente de Último Reducto expresan claramente que sus fanzines no deben ser reproducidos en Internet.
“Todo el problema con el mundo es que los tontos y los fanáticos siempre están tan seguros de sí mismos, y la gente inteligente tan llena de dudas.”
- Bertrand Russell (A Word a Day)
- Bertrand Russell (A Word a Day)
Re: "Moralidad y Revolución"
Creo que hay muchas partes del texto de Kazcynski que son muy cuestionables y deribarian en discuciones eternas. Igualmente, lo que plantea es algo que ya menciono en otro texto y que es completamente logico... ¿"se puede atacar al sistema en los terminos de sus propios valores"?. La moral del sistema nunca atenta contra aquellos valores que sostienen su estructura. La violencia es mala, la destruccion de propiedad privada es mala, robar es malo (sobre todo robar a un rico), no ser donante de organos es malo... todo lo que altere al sistema es malo. ¿pero es esto algo revelador y nuevo?
En este sentido, hay "revolucionarios" que consideran que tan solo con alejarse del sistema tecno-industrial lo estan combatiendo (lo cual es cierto), y se limitan a no transgredir los valores que imperan en la sociedad tecnologica. Asi se escuchan frases como:
"No me parece bien destruir una empresa electrica construida con el riguroso trabajo de las personas".. "¿cuantas personas quedarian sin trabajo?"
"No es correcto destruir lo que no es mio"
"¿Como voy a destruir un auto que a una persona compro con los ahorros de una vida de trabajo?"
"¿Cortar cables electricos?... "no es para nada correcto dejar a la gente sin luz, podrian ser victimas de robos o violencia"
Este tipo de pensamientos, representan una muralla a la revolucion, y son completamente ingenuos.
Cabe destacar en este sentido, que la mayoria de las personas que se consideran moralmente buenas, tienen a engañarse y no pensar, ya que de otro modo, su moral seria hipocrita e infantil. Por ejemplo... una mujer ve a un niño de 5 años viviendo en la calle y le da ropa y comida, sientodese satisfecha y realizada. Por otro lado esta misma mujer consume cigarrilos, cuyo tabaco es obtenido de plantaciones del norte argentino en donde se esclavizan a familias enteras para su produccion. A su vez, con el consumo de cigarrilos, se beneficia la multinacional capitalista que los produce, y que genera pobreza en los paices perifericos, obligando a niños de 5 años a vivir en la calle.
De modo que el sistema tecno-industrial, impone y difunde una moral que es completamente estupida e imposible de cumplir dada las relaciones que se mantienen entre los habitantes que lo ponen en funcionamiento. Es imposible ser moralmente correcto viviendo en el sistema tecno-industrial, ya que el mismo obliga a la contradiccion. Queda para otro momento analizar cual es el ataque psicologico que realiza el sistema, sobre la base de la culpabilidad, impotencia e insignificancia de los actos de las personas. El mensaje es claro "El mundo no se puede cambiar.. y si no puedes contra la corriente, pues, unete a ella".
Por el momento no voy a decir mucho mas, ya que al igual que el texto de Kazcynski sobre el Anarcoprimitivismo, no se presentaron en su totalidad... y si hay algo que aprendi, es a no analizar las ideas por partes, sino en su conjunto.
En este sentido, hay "revolucionarios" que consideran que tan solo con alejarse del sistema tecno-industrial lo estan combatiendo (lo cual es cierto), y se limitan a no transgredir los valores que imperan en la sociedad tecnologica. Asi se escuchan frases como:
"No me parece bien destruir una empresa electrica construida con el riguroso trabajo de las personas".. "¿cuantas personas quedarian sin trabajo?"
"No es correcto destruir lo que no es mio"
"¿Como voy a destruir un auto que a una persona compro con los ahorros de una vida de trabajo?"
"¿Cortar cables electricos?... "no es para nada correcto dejar a la gente sin luz, podrian ser victimas de robos o violencia"
Este tipo de pensamientos, representan una muralla a la revolucion, y son completamente ingenuos.
Cabe destacar en este sentido, que la mayoria de las personas que se consideran moralmente buenas, tienen a engañarse y no pensar, ya que de otro modo, su moral seria hipocrita e infantil. Por ejemplo... una mujer ve a un niño de 5 años viviendo en la calle y le da ropa y comida, sientodese satisfecha y realizada. Por otro lado esta misma mujer consume cigarrilos, cuyo tabaco es obtenido de plantaciones del norte argentino en donde se esclavizan a familias enteras para su produccion. A su vez, con el consumo de cigarrilos, se beneficia la multinacional capitalista que los produce, y que genera pobreza en los paices perifericos, obligando a niños de 5 años a vivir en la calle.
De modo que el sistema tecno-industrial, impone y difunde una moral que es completamente estupida e imposible de cumplir dada las relaciones que se mantienen entre los habitantes que lo ponen en funcionamiento. Es imposible ser moralmente correcto viviendo en el sistema tecno-industrial, ya que el mismo obliga a la contradiccion. Queda para otro momento analizar cual es el ataque psicologico que realiza el sistema, sobre la base de la culpabilidad, impotencia e insignificancia de los actos de las personas. El mensaje es claro "El mundo no se puede cambiar.. y si no puedes contra la corriente, pues, unete a ella".
Por el momento no voy a decir mucho mas, ya que al igual que el texto de Kazcynski sobre el Anarcoprimitivismo, no se presentaron en su totalidad... y si hay algo que aprendi, es a no analizar las ideas por partes, sino en su conjunto.
Re: "Moralidad y Revolución"
Creo que en el tema de la moralidad Kazcynski se está dirigiendo a una parte de su "audiencia potencial" que tiene muy en cuenta los asuntos morales. No creo que se esté dirigiendo a toda su audiencia potencial, sino solo a una parte de ella que puede llegar a tener "conflictos morales", nada más. Un mecanismo muy implantado en el inconsciente colectivo es, como alguien ya ha indicado, que es inmoral hacer según que cosas que podrían dañar al sistema por lo tanto supongo que prentende liberar a potenciales revolucionarios de sus conflicots morales.
Sobre la originalidad o no originalidad de Kazcynski. Él explica en "poscript to the manifesto" que realmente es irrelevante para el mundo si sus ideas son originales/novedosas o no lo son. Dice que con toda probabilidad haya habido otras personas que hayan expuesto las mismas ideas que él con anterioridad y que lo único en lo que se cree genuino es en promover una revolución contra el sistema tecnologico (aproximadamente dice eso).
Sobre la originalidad o no originalidad de Kazcynski. Él explica en "poscript to the manifesto" que realmente es irrelevante para el mundo si sus ideas son originales/novedosas o no lo son. Dice que con toda probabilidad haya habido otras personas que hayan expuesto las mismas ideas que él con anterioridad y que lo único en lo que se cree genuino es en promover una revolución contra el sistema tecnologico (aproximadamente dice eso).
Un viaje de mil millas se empieza con un solo paso.
Confucio
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- Fionn Mac Cumhaill
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Re: "Moralidad y Revolución"
Gracias, turiferario, pero no necesito un recadero. Esta tarde colgaré otro fragmento de éste texto, que por cierto, no es más que una traducción por parte de Último Reducto de otro texto. Si tú crees que me estoy excediendo, avisa a la Exjae.
El tiempo se hunde en decadencia
como una vela consumida,
y a las montañas y bosques
les llega el día, les llega el día;
pero tú, amable turbamulta antigua
de los estados del ánimo nacidos del fuego,
tú no desapareces.
W. B. Yeats, 1893
* * * * * * * * *
como una vela consumida,
y a las montañas y bosques
les llega el día, les llega el día;
pero tú, amable turbamulta antigua
de los estados del ánimo nacidos del fuego,
tú no desapareces.
W. B. Yeats, 1893
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Re: "Moralidad y Revolución"
1 me invento una moral sexual rígida.
2 pese a que existan otros modelos sexuales este es el natural.
3 este modelo no precisa de justificación, es el natural.
4 la innaturalidad de los otros modelos tampoco se justifica, todo lo demás es una artificialización, una perversión en la cual la cultura se inmiscuye a la naturaleza, es el innatural.
5 es por ese argumento, (queremos seguir siendo naturales) que debemos creer en esa moral sexual.
6 sustentado en esto no debemos crear ningún precepto sobre sexualidad dado que todo está escrito en nuestro ser y sería reprimirnos demasiado, de tal manera que no merece crear una moralidad sexual.
a mi parecer no se puede hablar de un exceso de moralidad. tanto si digo debemos matar a los extranjeros como si digo debemos cooperar con los extranjeros estoy enunciando un precepto moral.
toda sociedad precisa de unos principios de conducta que pueden ser definidos o no, pero la sociedad sabe cuales son: la relación con la vida y la muerte, las relaciones familiares y sexuales, las relaciones extrafamiliares, la relación con los extranjeros, con la naturaleza, y sus conjugaciones en distintos modelos de moral.
no creo que pueda hablarse de un nivel excesivo de moral, ello sería reducirnos.
Sí pienso, sin embargo, que podemos hablar de un excesivo autoritarismo a la hora de aplicar los avances de la ciencia y la cultura, de hecho esta ciencia y esta cultura necesitan aplicar sus autoritarismos para que ésta le sea útil y no se le escape excesivamente de las manos y para su propia perpetuación. Pero crear preceptos morales es muy bueno, imponerlos es lo nocivo para las personas.
El fragmento sobre la evolución de la moralidad sobre violencia me parece muy bueno.
2 pese a que existan otros modelos sexuales este es el natural.
3 este modelo no precisa de justificación, es el natural.
4 la innaturalidad de los otros modelos tampoco se justifica, todo lo demás es una artificialización, una perversión en la cual la cultura se inmiscuye a la naturaleza, es el innatural.
5 es por ese argumento, (queremos seguir siendo naturales) que debemos creer en esa moral sexual.
6 sustentado en esto no debemos crear ningún precepto sobre sexualidad dado que todo está escrito en nuestro ser y sería reprimirnos demasiado, de tal manera que no merece crear una moralidad sexual.
a mi parecer no se puede hablar de un exceso de moralidad. tanto si digo debemos matar a los extranjeros como si digo debemos cooperar con los extranjeros estoy enunciando un precepto moral.
toda sociedad precisa de unos principios de conducta que pueden ser definidos o no, pero la sociedad sabe cuales son: la relación con la vida y la muerte, las relaciones familiares y sexuales, las relaciones extrafamiliares, la relación con los extranjeros, con la naturaleza, y sus conjugaciones en distintos modelos de moral.
no creo que pueda hablarse de un nivel excesivo de moral, ello sería reducirnos.
Sí pienso, sin embargo, que podemos hablar de un excesivo autoritarismo a la hora de aplicar los avances de la ciencia y la cultura, de hecho esta ciencia y esta cultura necesitan aplicar sus autoritarismos para que ésta le sea útil y no se le escape excesivamente de las manos y para su propia perpetuación. Pero crear preceptos morales es muy bueno, imponerlos es lo nocivo para las personas.
El fragmento sobre la evolución de la moralidad sobre violencia me parece muy bueno.
Re: "Moralidad y Revolución"
Este es el texto de Wolfi L. (Feral Faun), Los policías en nuestras cabezas, citado por Ted Kaczynski.
Es evidente que no son contrarios en lo que sostienen, ya que ambos cuestionan cualquier tipo de moralidad rígida impuesta sobre el individuo; sin embargo, mientras Ted sugiere como un peligro no realizar una discusión racional sobre lo que entendemos como aceptable e inaceptable, Wolfi augura que nada se puede predecir ni mantener, ni si quiera la anarquía. Para tomar en cuenta.
Es evidente que no son contrarios en lo que sostienen, ya que ambos cuestionan cualquier tipo de moralidad rígida impuesta sobre el individuo; sin embargo, mientras Ted sugiere como un peligro no realizar una discusión racional sobre lo que entendemos como aceptable e inaceptable, Wolfi augura que nada se puede predecir ni mantener, ni si quiera la anarquía. Para tomar en cuenta.
Los policías en nuestras cabezas
Algunos pensamientos sobre anarquía y moral.
En mis viajes durante los meses recientes, he hablado con algunos anarquistas que entienden la anarquía como un principio moral. Algunos incluso hablan de la anarquía como si fuese una deidad ante la cual ellos se han entregado – reforzando mi intuición de que quienes realmente quieran experimentar la anarquía talvez necesiten divorciarse del anarquismo.
Las más frecuentes de las concepciones morales de la anarquía que he escuchado se basan en el principio de rechazar el usar la fuerza para imponer la voluntad propia sobre otros. Esta concepción tiene implicaciones que no puedo aceptar. Implica que la dominación es principalmente una cuestión de decisiones morales personales en lugar de roles y relaciones sociales, que todos nosotros estamos en la misma posición para ejercer la dominación y que necesitamos ejercer la autodisciplina para prevenir esto. Si la dominación es un tema de roles y relaciones sociales, este principio moral es absolutamente absurdo, siendo solamente una forma de separar lo políticamente correcto (lo elegido) de lo políticamente incorrecto (lo condenado). Esta definición de anarquía pone a los rebeldes anárquicos en una posición de mayor debilidad en la lucha, que de por si es complicada, contra la autoridad. Todas las formas de la violencia en contra de la gente o la propiedad, huelgas generales, el robo o inclusive actividades más ligeras como la desobediencia civil constituyen un uso de fuerza para imponer la voluntad propia. Rechazar la utilidad de la fuerza para imponer la voluntad propia es convertirse totalmente en un sujeto pasivo – convertirse en un esclavo. Esta concepción de la anarquía impone una regla para controlar nuestras vidas, y eso es un oxímoron.
El intento de convertir la anarquía en un principio moral distorsiona su significado original. La anarquía describe una situación particular, en la cual la autoridad no existe o su poder para controlar es negado. Este tipo de situación no garantiza nada – ni siquiera la continua existencia de esa situación, pero si abre la posibilidad para cada uno de nosotros para comenzar a crear nuestras vidas por nosotros mismos en términos de nuestros propios deseos y pasiones en lugar de aceptar los roles sociales o las demandas del orden social. La anarquía no es el objetivo de la revolución; es la situación que hace el único tipo de revolución que me interesa – el levantamiento de los individuos para crear sus vidas por si mismos y destruir lo impide su camino. Es una situación libre de cualquier implicación moral, presentándonos a cada uno de nosotros el reto amoral de vivir nuestras vidas sin constreñimientos.
En tanto la situación anárquica es amoral, la idea de una moral anarquista es altamente sospechosa. La moralidad es un sistema de principios que definen lo que constituye el comportamiento correcto o incorrecto. Implica algún concepto absoluto separado de los individuos a partir de los que va a definirse una comunalidad entre todas las personas que hacen ciertos principios aplicables para todos.
No quiero ocuparme en el concepto de la “comunalidad de todas las personas” en este artículo: Mi punto actual es que cualquier moralidad siempre está fuera, y por encima, del individuo viviente. Ya sea basándose en la moral de algún dios, la patria, la humanidad en común, las necesidades de producción, la ley natural, “la tierra”, la anarquía, o inclusive “el individuo” como principio, siempre es un ideario abstracto que manda sobre nosotros. La moral es una forma de autoridad y ha de ser erosionada por la práctica anárquica, tanto como cualquier otra autoridad, si perdura esta situación.
La moral y el juicio van de la mano. La crítica – inclusive la que es dura y cruel- es esencial para afilar nuestro análisis y práctica rebelde, pero el juicio necesita ser erradicado. El juicio categoriza a la gente como culpable o inocente – y la culpa es una de las más fuertes armas de represión. Cuando nosotros juzgamos y condenamos, a nosotros mismos o a otros, estamos reprimiendo la rebelión – ese es el propósito de la culpa. (Esto no significa que “no deberíamos” odiar, o desear matar a alguien – sería absurdo generar una “moralidad amoral”, pero nuestro odio necesita ser reconocido como una pasión personal y no ser definida en términos morales.) La crítica radical se genera con las experiencias reales, actividades, pasiones y deseos de individuos y perspectivas para liberar la rebeldía. El juicio se genera de principios e ideales que están sobre nosotros; esclavizándonos a estos ideales. Cuando las situaciones anárquicas han aparecido, el juicio a menudo ha desaparecido temporalmente, liberando a la gente de la culpa – como en ciertas revueltas donde personas de todo tipo saquearon juntas en un espíritu de alegría a pesar de, toda su vida, haber sido inculcadas a respetar la propiedad. La moralidad necesita la culpa; la libertad, de su eliminación.
Un dadaísta dijo alguna vez, “El ser gobernados por la moral ha hecho imposible que seamos insumisos frente a la policía; esta es la fuente de nuestra esclavitud”. Ciertamente, la moralidad es fuente de la pasividad. He escuchado sobre el desarrollo de situaciones de considerable experimentación pasional pero, en cada una de ellas, la energía fue disipada y la mayoría de los participantes regresaron a la no-vida que vivían antes de la revuelta. Estos eventos muestran que, a pesar del control social que se impone en nuestras vidas cuando estamos despiertos (y, en gran parte de nuestra vida, cuando dormimos), podemos salir de estas situaciones. Pero los policías en nuestras cabezas -la moralidad, la culpa y el miedo- tienen que ser enfrentados. Todo sistema moral, sin importar lo que diga en contra de algo, impone límites en posibilidades disponibles para nosotros, límites sobre nuestros deseos; y estos límites no están basados en nuestras capacidades reales, sino en ideas abstractas que nos impiden explorar la extensión total de nuestras capacidades. Cuando las situaciones anárquicas han aparecido en el pasado, los policías en las cabezas de las personas -el miedo cimentado, la moralidad y la culpa- los asustaron, manteniéndolos lo suficientemente sumisos para regresar a la seguridad de sus jaulas, y la situación anárquica desapareció.
Esto es significativo debido a que las situaciones anárquicas no aparecen de la nada –aparecen de las acciones de gente frustrada con su vida. Es posible para cada uno de nosotros, en cualquier momento, crear ese tipo de situaciones. A menudo esto sería tácticamente tonto, pero la posibilidad está presente. Sin embargo, parece que todos esperamos pacientemente que las situaciones anárquicas caigan del cielo – y cuando estas explotan, no podemos hacer que continúen. Inclusive algunos de nosotros que concientemente rechazamos la moral nos encontramos dudando de nosotros mismos, parando para examinar cada acción, con miedo a la policía hasta cuando no existen policías reales a nuestro alrededor. La moralidad, la culpa y el miedo de la condena actúan como policías en nuestras cabezas, destruyendo nuestra espontaneidad, nuestro salvajismo, nuestra habilidad para vivir nuestras vidas plenamente.
Los policías en nuestras cabezas continuaran suprimiendo nuestra rebeldía hasta que aprendamos a tomar riesgos. No quiero decir que tengamos que ser estúpidos – la cárcel no es una situación anárquica o liberadora, pero sin riesgo no hay aventura, no hay vida. La actividad motivada por nosotros mismos -actividades generadas por nuestras pasiones y deseos, y no de intentos por adaptarnos a ciertos principios e ideales o para encajar en algún grupo (incluyendo el de los “anarquistas”)- es lo que puede crear una situación de anarquía, lo que puede abrir un mundo de posibilidades limitadas solo por nuestras capacidades. Aprender a expresar nuestras pasiones libremente -una habilidad que se aprende sólo con la experiencia- es esencial. Cuando sentimos aversión, ira, alegría, deseo, tristeza, amor, odio, necesitamos expresarlo. No es fácil. Muy a menudo, me encuentro cayendo en un rol social apropiado para situaciones donde quiero expresar algo diferente. Voy a la tienda sintiendo aversión por todo el proceso de relaciones económicas y, de todas formas, cortésmente agradezco al empleado por ponerme dentro de ese mismo proceso. Si lo estuviera haciendo concientemente, como una forma de disimular el robo en la tienda; sería divertido, usando mi ingenio para obtener lo que quiero; pero es una respuesta social sedimentada – un policía en mi cabeza. Estoy mejorando; pero tengo un largo camino por delante. Cada vez más, trato de actuar según mi voluntad, y mis impulsos espontáneos, sin que me importe lo que otros piensen de mí. Esta es una actividad auto motivada – por nuestras pasiones y deseos, de nuestra imaginación, de nuestra creatividad. Seguramente, siguiendo nuestra subjetividad de este modo, viviendo nuestras vidas por nosotros mismos, cometamos errores, pero nunca errores comparables al error de aceptar la existencia zombi que es la obediencia a la autoridad, la moral, las reglas o lo que los poderes superiores crean. La vida sin riesgos, sin la posibilidad de errores, no es vida para nada. Solo tomando el riesgo de desafiar toda la autoridad y vivir por nosotros mismos llegaremos a vivir la vida plenamente.
No quiero límites en mi vida; quiero la apertura de todas las posibilidades para que pueda crear mi vida para mi mismo – en cada momento. Esto significa romper todos los roles sociales y destruir la moralidad. Cuando un anarquista o cualquier otro radical comienza a predicarme sus principios morales -ya sea la no-coerción, la ecología profunda, el comunismo, el militantismo o hasta el requerimiento ideológico del “placer”- escucho a un policía o a un sacerdote, y no tengo deseo de tratar con personas como policías o sacerdotes, con la excepción de desafiarlos. Estoy luchando para crear una situación en la cual pueda vivir libremente, siendo todo lo que deseo ser, en un mundo de individuos libres con los cuales poder relacionarme en términos de nuestros deseos, sin límites. Ya tengo suficientes policías en mí cabeza -así como los que están en las calles- como para también querer enfrentarme con policías de moralidad “anarquista” o radical. La anarquía y la moralidad están opuestas entre si, y cualquier oposición efectiva a la autoridad necesitara oponerse a la moral y erradicar a los policías que habitan en nuestras cabezas.
La esencia de lo que hemos perdido no es el control sobre los medios de producción o de la riqueza material; son nuestras vidas mismas, nuestra capacidad para crear nuestra existencia en términos de nuestras propias necesidades y deseos.
- Judge_Destiny
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Re: "Moralidad y Revolución"
Me pregunto si esta subida del post (casi 1 año) tiene alguna relación con la traducción que acabo de realizar en el tema "The Road to Revolution, Ted Kazcynski" del punto "moralidad y revolución".
Acabo de observar este tema, y por lo visto aquí se ha proporcionado la traducción contenida en Green Anarchist, de 1999. Actualmente existe una edición hecha por el mismo Kaczynski "profundamente revisada" que puedes encontrar en el hilo citado anteriormente.
___________
El texto que citas como tu bien dices, es del cual se extrae la cita de inicio del texto siguiente (apuntada en la nota [1]) :
"No quiero límites en mi vida; quiero la apertura de todas las posibilidades para que pueda crear mi vida para mi mismo – en cada momento. Esto significa romper todos los roles sociales y destruir la moralidad."
Me parece una cita interesante. Parece que como también apuntas ha tenido una cierta influencia en la obra.
Me gustaría conocer, no obstante la fuente del texto, con la finalidad de guardarlo.
Acabo de observar este tema, y por lo visto aquí se ha proporcionado la traducción contenida en Green Anarchist, de 1999. Actualmente existe una edición hecha por el mismo Kaczynski "profundamente revisada" que puedes encontrar en el hilo citado anteriormente.
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El texto que citas como tu bien dices, es del cual se extrae la cita de inicio del texto siguiente (apuntada en la nota [1]) :
"No quiero límites en mi vida; quiero la apertura de todas las posibilidades para que pueda crear mi vida para mi mismo – en cada momento. Esto significa romper todos los roles sociales y destruir la moralidad."
Me parece una cita interesante. Parece que como también apuntas ha tenido una cierta influencia en la obra.
Me gustaría conocer, no obstante la fuente del texto, con la finalidad de guardarlo.
Apenas veo el cielo con el humo de las fábricas,
ni oigo a mi conciencia con el ruido de las máquinas...
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- raskolhnikov
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Re: "Moralidad y Revolución"
En "Textos de Ted Kazcynski" de Último reducto* hay un fragmento final texto que no es el que aparece en la versión revisada de "The road to the revolution" pero lo juzgo lo suficientemente importante para copiarlo. Por otra parte considero necesario, aunque esta parte no salga en el libro de "The road to the revolution" copiarlo junto al texto revisado (yo creo que perfectamente puede encajar con el texto revisado o si no se copia añadiendo que este es un final de texto alternativo) para que la gente pueda tener un mayor acceso a él.
*Último reducto dice que sus fanzines no deben ser copiados a medio informático, pero creo que siendo un texto de Ted Kazcynski, alguien que admite que puede ser usada la tecnología contra el sistema, y pensando que no todo el mundo puede tener un fanzine de Ultimo reducto he decidido copiarlo, además en respeto a los autores de Último reducto no he copiado nada que sea de ellos, ni notas, ni aclaraciones ni nada, puro Kazcynski todo.
*Último reducto dice que sus fanzines no deben ser copiados a medio informático, pero creo que siendo un texto de Ted Kazcynski, alguien que admite que puede ser usada la tecnología contra el sistema, y pensando que no todo el mundo puede tener un fanzine de Ultimo reducto he decidido copiarlo, además en respeto a los autores de Último reducto no he copiado nada que sea de ellos, ni notas, ni aclaraciones ni nada, puro Kazcynski todo.
Como ya he señalado anteriormente, cualquier grupo de personas desarrollará inevitablemente cierto grado de moralidad. Y dado que el movimiento revolucionario desarrollará una moralidad propia, deberíamos preguntarnos qué forma debería tomar dicha moralidad.
La tendencia natural será prescribir para el movimiento revolucionario una moralidad que sea compatible con el tipo de sociedad que los revolucionarios esperan que sustituya a la que están tratando de destruir. Pero voy a dar dos argumentos en contra de esto.
Primero, aunque los revolucionarios puedan ser capaces de destruir la sociedad existente, no serán capaces de controlar el desarrollo de la nueva sociedad que la sustituya, ni de guiar la evolución de la moralidad de la nueva sociedad. La nueva moralidad no será determinada por los deseos de los revolucionarios sino por las circunstancias y por fuerzas sociales incontrolables y variará de acuerdo con las condiciones locales. Así que resultará inútil tratar de decidir de antemano la moralidad de la nueva sociedad.
Segundo, cualquier intento de prescribir la moral de la nueva sociedad conducirá a invertir esfuerzos en reforzar esa nueva moralidad, y por tanto, probablemente, a la creación de nuevas estructuras sociales para dicho refuerzo. Tales estructuras serían equivalentes a un nuevo Estado y, para incrementar su efectividad, requerirían infraestructura técnica, así que pronto nos encontraríamos con que habríamos vuelto directamente a la misma esclavitud tecnoindustrial de antes, sólo que con unos nuevos amos y una nueva ideología.
Por estas razones, como mínimo hay que señalar que los revolucionarios deberían negar todo intento de preestablecer la moralidad que haya de prevalecer tras la revolución (1), y sin embargo, deberían desarrollar para sí mismos una moralidad exclusivamente revolucionaria, diseñada sólo para ayudarles a echar abajo el sistema tecnoindustrial.
Indudablemente, la mayoría de los revolucionarios querrán que su moralidad choque lo menos posible con los Seis Principios de lo que es correcto. Pero es obvio que cualquier forma de revolución que tenga éxite violará los Seis Principios. La eliminación del sistema tecnoindustrial conducirá a una situación de desorden social. Y si esto no es peor que lo que ocurrió durante La Revolución Rusa, podremos considerarnos muy afortunados. Es ineludible que mucha gente resulte dañada , tanto físicamente como de otros modos, o sencillamente muerta. Parte de esta gente (la actual élite) se habrán ganado a pulso lo que les suceda, pero, inevitablemente, muchos de esos damnificados serán, desde cualquier punto de vista, víctimas inocentes. Esto es algo que los revolucionarios tendrán que aceptar si quieren deshacerse del sistema.
De todos modos, desearemos respetar los Seis Principios en la medida que hacerlo no se interponga en el curso de la revolución, y plantearé a continuación cómo el hecho de cumplir (tanto como sea posible) los Seis Principios será realmente ventajoso en términos prácticos.
La cuestión más importante de nuestra época - incluso la más importante de la historia de la humanidad- es si el sistema tecnoindustrial sobrevivirá o será destruido (2). Si se está de acuerdo con esto, entonces de ello se deduce que la moralidad revolucionaria debería centrarse en torno a una meta. Su principio básico debe ser que aquello que conduce a la destrucción del sistema tecnoindustrial es correcto, y lo que ayuda al sistema a sobrevivir es incorrecto.
Un principio subordinado a éste, será que cualquier cosa que promueva la efectividad del movimiento revolucionario, y ayude a mantenerlo centrado en su objetivo de destruir el sistema, es correcto, lo contrario es incorrecto.
Las reglas concretas que pueden derivarse de estos principios generales son algo abierto a discusión. Pero voy a hacer unas pocas sugerencias, que, lo admito, son bastante obvias.
a) El revolucionario debería mostrarse leal a sus compañeros revolucionarios, ayudarles en lo que necesiten y evitar tener conflictos innecesarios con ellos.
b) El revolucionario debe mantener su boca cerrada. Dar información que interfiera en la buena marcha de las actividades revolucionarias, o que pueda provocar que compañeros revolucionarios sean arrestados o perseguido, es algo inaceptable y muy grave.
c) El revolucionario debería intentar reducir al mínimo su utilización y su dependencia del sistema tecnoindustrial y de la tecnología en que éste se basa. Hay una excepción: es perfectamente aceptable usar la tecnología moderna para atacar el sistema. Por ejemplo, los revolucionarios no deberían usar Internet para su propia satisfacción, pero podrían usarlo para extender sus ideas revolucionarias o para organizar actos revolucionarios.
d) Mientras no entre en conflicto con la meta revolucionaria de destruir el sistema, el revolucionario debería mantenerse fiel a los Seis Principios del comportamiento correcto, tanto en su vida personal como en sus actividades revolucionarias. Debería esforzarse todo lo posible por evitar dañar a personas que no perjudiquen a otras, siempre y cuando tales esfuerzos no impidan la actividad revolucionaria; debería mostrar una extremada moderación al invocar el principio de revancha cuando lo haga por razones personales en lugar de por motivos revolucionaros; debería devolver los favores con generosidad; nunca debería mentir o romper promesas solemnes salvo si lo justificasen motivos revolucionarios ( y sostengo que mentir nunca es ventajoso desde un punto de vista revolucionario salvo cuando la mentira es de un tipo muy concreto y sólamente aplicada a un tipo específico de conflicto con el sistema. Por ejemplo, el revolucionario podría mentir a la policía cuando sea necesario para evitar su propio arresto o el de otros revolucionarios).
La regla (d) es un idal al que tender; poca gente conseguirá vivir completamente de acuerdo con él. Pero cumpliendo los Seis Principios, tanto como sea posible, los revolucionarios obtendrán el respeto de los no revolucionarios, conseguirán mejor gente para la revolución, incrementarán la autoestima del movimiento revolucionario y fortalecerán su "espirit de corps" y su dedicación a la causa común.
En este ensayo he señalado al lector varios libros en referencia a ciertos hechos. Dado que estoy preso, no tengo acceso a los libros en cuestión y he tenido que fiarme de mi memoria a la hora de citar esos hechos. Han pasado muchos años desde que leí esos libros, así que es posible que me falle la memoria en algún caso y quizá alguna de mis afirmaciones sean imprecisa. Pido disculpas por ello, pero en estas circunstancias no me es posible hacer mucho más al respecto.
NOTAS DEL AUTOR:
1) Una posible excepción: Los revolucionarios pueden establecer como una ley moral permanente el principo de que la tecnología moderna es mala. Puede dudarse de si hacerlo servirá para algo, pero al menos no es un principio que nos lleve de nuevo a la esclavitud tecnoindustrial.
2) Doy por hecho de que la destrucción del sistema tecnoindustrial se producirá en algún momento -o sea, dentro de los próximos mil años más o menos- dado que todas las civilizaciones humanas del pasado se han derrumbado antes o después. Así que, dicho de un modo más preciso, la cuestión es cuando el sistema tecnoindustrial se destruirá. Si dura demasiado, no quedará nada más tras su derrumbe.
"Perseguís a la gente de quien dependéis, preparamos vuestras comidas, recogemos vuestras basuras, conectamos vuestras llamadas, conducimos vuestras ambuláncias, y os protegemos mientras dormís, así que no te metas con nosotros."
Tyler durden
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