Sobre la era de las prisas. Entrevista.

Para el debate en torno a la higiene ética en el comportamiento anarquista, y la ética y moral del Anarquismo. Filosofías de vida, cuestiones morales, vida sana, etc.
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Piti
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Sobre la era de las prisas. Entrevista.

Mensaje por Piti » 15 Nov 2008, 16:17

Os dejo esta interesantísma entrevista sobre la era de las prisas que vivimos,vamos, toda la vida que nos estamos dejando por el camino en la funcionalidad al orden existente. Un pequeño homenaje a los que, por una cosa u otra,vivimos stressados y no sabemos como acabar con ello.


«En esta era de las prisas no hay tiempo para disfrutar de nada»

Olga MARTÍNEZ, Doctora en Sicología
Nacida en Etxarri-Aranatz, doctora en Sicología por la UPV y «terapeuta transpersonal», Olga Martínez ha dado varias charlas en Iruñea sobre «El arte de vivir», junto al también sicólogo Santiago Elso. A su juicio, el trepidante ritmo que llevamos a diario nos impide disfrutar más y mejor de nuestra vida.
El ritmo de vida al que la sociedad se ha acostumbrado es trepidante. Estamos en la era de las prisas, en la que apenas tenemos tiempo para disfrutar de nada. Ésta es una de las ideas que transmite Olga Martínez.

Es evidente que el ritmo de la sociedad actual es cada vez más trepidante. ¿A qué se debe?

Yo creo que es debido a una insatisfacción interior. Conectamos muy poco con quienes somos en realidad. Dedicamos muy poco tiempo al autoconocimiento, a conectar con nosotros mismos, con lo que sentimos, lo que queremos, lo que pensamos. El ritmo en que nos hemos metido es una especie de defensa para no conectar con nuestro interior. Ya lo decía una inscripción colocada en el templo de Delfos: «Conócete a ti mismo y conocerás el mundo». Hacemos un montón de cosas a la vez, no tenemos tiempo para interiorizar, para relajarnos ni para tener relaciones de verdad. Vivimos totalmente desconectados de nosotros mismos.

Trabajar más para tener cada vez más. ¿También esto nos influye en el ritmo de vida?

Sí, pero yo pienso que es porque nos basamos en el tener y no en el ser. Es decir, basamos quiénes somos en lo que tenemos. Tendemos a vivir de cara a la galería y le damos más valor a tener un coche imponente que a nuestro propio ser.

Estamos en la era de las prisas para todo. ¿Ha habido antes en la historia de la humanidad algún periodo similar, o es algo que se da por primera vez?

La verdad es que no lo sé, pero creo que nunca ha habido un precedente así, sino que esto de las prisas es algo que hemos inventado nuestra generación. Nuestros padres y abuelos no vivían con tantas prisas. El recuerdo más bonito que yo tengo es la costumbre de sacar las sillas a la puerta de casa, en las tardes-noches de verano, y tener todas las horas del mundo para charlar. Mi madre me cuenta que su bisabuelo, como entonces no había televisión, les contaba cuentos alrededor del fuego. Creo que debemos intentar que esto no se pierda.

¿En qué se manifiesta nuestro ritmo de vida tan apresurado?

Sobre todo en irritabilidad, en ansiedad, e incluso en depresión. También hay mucha somatización. No tenemos tiempo para escucharnos a nosotros mismos, para plantearnos si realmente nos gusta nuestra vida, si estamos haciendo lo que queremos o si nos gustan nuestras relaciones. Y eso se manifiesta en todas las adicciones que tenemos. No hay más que darse una vuelta por los centros de salud o por los servicios de urgencias de los hospitales para ver cómo están.

Comida rápida, sexo ocasional, ocio rápido, conversaciones escasas y superficiales... ¿Cómo escapar de esta tendencia?

En primer lugar, dándonos cuenta de ello. Los budistas dicen que para efectuar un cambio lo primero que tenemos que hacer es darnos cuenta. Vivimos en un ritmo tan trepidante que ni siquiera somos conscientes de ello. Nos estamos acostumbrando a la comida basura, al sexo rápido, al «aquí te pillo, aquí te mato». Cada vez tenemos menos tiempo para quedar con nuestros amigos y mantener una conversación con ellos. Yo he estado varias veces en La Habana, haciendo cursos, y lo que más me gusta son las conversaciones interminables en las hamacas, con los cafecitos y el ron. Eso es una maravilla. Aquí tenemos que aprender a disfrutar de las relaciones, de las personas, y a escucharnos unos a otros.

¿Cuál es el precio que pagamos por tantas prisas

Entre otras cosas, no disfrutamos de la vida, incluso enfermamos. Y sobre todo, obviamos la muerte. No queremos enterarnos de que estamos aquí de paso, que tenemos un tiempo y que después esto se acaba y nos vamos. Si realmente nos diéramos cuenta de que nuestra existencia tiene un tiempo, y de que algún día nos llegará la muerte, seríamos de otra manera. Nos trataríamos con mucho más amor y respeto a nosotros mismos y a los demás, construiríamos un mundo distinto.

«Vivo más lentamente, vivo más intensamente». Éste es el título del ciclo en que han participado. ¿Es ésta la clave para disfrutar más de la vida?

Yo creo que sí. Vivimos todo tan deprisa que no nos damos el gusto de parar, observar y disfrutar de la vida. En las charlas que hemos dado, les puse a los asistentes una música de relajación, con un río, y luego les enseñé unas respiraciones. Eso es lo que más les impactó. Se trata de utilizar la relajación y la respiración como forma de empezar a vivir de otra manera. El secreto está en la respiración. A través del ritmo respiratorio podemos ver la realidad de otra manera. La mayoría de la gente respira con un tercio de su capacidad pulmonar, y encima la respiración buena no es la pulmonar, sino la abdominal. Respiramos muy mal. El diafragma, que es el músculo de la respiración, lo tenemos totalmente bloqueado. Si respiramos bien, oxigenamos el cerebro. Si no llega suficiente oxígeno al cerebro, tenemos una visión distorsionada de la realidad. Es decir, estamos mucho más emocionales, más tristes, más ansiosos.

¿Qué es lo que le ha ayudado a usted a plantearse la vida de un modo más tranquilo?

A mí me ha ayudado mucho tener otra visión de la divinidad. Desde pequeños, la religión nos ha presentado un dios castrador, castigador. Todo eso nos ha hecho desconectarnos de algo muy importante, y es saber que somos seres espirituales. Yo tengo claro que provenimos de una luz, de una energía, y si nosotros mismos conectáramos con esa fuente, viviríamos de otra manera. La Iglesia católica ha hecho mucho daño, porque le ha convenido. Si somos conscientes de que la divinidad está dentro de nosotros, no nos comportaremos como esclavos, como personas a las que otras pueden manejar.

(GARA, 17 de junio del 2007)

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Potlatch
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Re: Sobre la era de las prisas. Entrevista.

Mensaje por Potlatch » 16 Nov 2008, 02:39

Buen texto, La verdad es que en la sociedad de masas cada vez nos comunicamos menos y sin embargo, hay más medios tecnológicos para hacerlo que nunca. Los gestos, las miradas, las sonrisas, los llantos, las pasiones se han olvidado, ahora utilizamos Internet y el móvil para poder digerir un asilamiento entre nosotros y los demás. No hay ni contacto, ni calor un humano, las distancias es lo que nos obliga a movernos frenéticamente, a recorrer grandes distancias para consumir y trabajar, lo cuál nos hace dependientes del estilo de vida del automóvil.

Cada vez, hay más estrés y más ansiedad, y más ofuscamiento, ya que no aprovechamos ni las calles, ni las plazas, ni los lugares sociales para reencontrarnos para abrazarnos y acariciarnos para acabar con la masificación, los atascos y uniformización en los actos y en los valores humanos.

La principal tarea que nos fijaremos los revolucionarios será la de amar, amar porqué sí, para sentirnos otra vez en paz, para dejar de ser autómatas y para disfrutar del tiempo, gozarlo sin trabas. Ese será el principal impulso de las revoluciones venideras, porque en cuanto te paras y miras alrededor y haces balances, te das cuenta que el 85% de tu vida la has dedicado a todo menos a tu pareja, a tus amigos y compañeros.
Y aquí saltan las contradicciones, el mundo del espectáculo-mercantil, nos ha robado nuestro tiempo, ha puesto valor monetario al placer y a la sexualidad para erradicar cualquier atisbo de juego, espontáneo, sin reglas, ni jueces, como el de los niños pequeños, sin competitividad.
Así es, el juego es contrario al trabajo y al estilo de vida frenético que impone el capital, en tanto en cuanto, sus ritmos de movilidad se asemejan a un péndulo, ese péndulo lo hemos interiorizado nosotros y ahora su rutina no ceja de marcarnos las horas de descanso, de actividad, de consumo diario, de sexo. Se hace todo con la mirada fija en el reloj, al estar todo mediado, no queda tiempo para el juego, para acariciar para volver a amar. La verdad es que nada más que haya un disidente a sus métodos, estos ya empiezan a ser imperfectos, a tambalearse, porque la revolución es algo inherente a nosotros, sólo hace falta un impulso para que despierte y sea algo cotidiano, algo que este presente siempre. Y eso el sistema lo sabe, la gente es peligrosa si le da por pensar, si le da por encontrar la verdad sin la necesidad de acudir a ellos.
Si hallamos la felicidad y la paz entre nosotros, sin recurrir ni a mercancías, ni a sucedáneos, entonces, el sistema tendrá sus días contados. Hay que llevar siempre la esperanza de un nuevo amanecer latente, así el contagio cada vez será más grande… Y de alguna manera, ya no habrá vuelta atrás. Un saludo y gracias por colgar este textto, que me ha hecho mucho reflexionar. :wink:
"Un adulto es un niño que se ha traicionado, como premio a su traición gana el poder, y un profundo sueño de olvido" Christiane Rochefort

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