UNA ACLARACIÓN PREVIA: Este texto alude principalmente al llamado mayday-sur que se celebra en Sevilla. Aún así, esperamos que la crítica sea aplicable en mayor o menor medida a otros “procesos” similares. Para la elaboración de este texto se ha recurrido deliberadamente a una cierta amalgama. Así, se cuestionan reivindicaciones y planteamientos que no aparecen directamente en el citado mayday-sur, pero son sostenidos por la misma “Red precari@s en movimiento” que organiza éste, o por personas y entidades que se sitúan, sin duda alguna, en su misma onda. Este procedimiento de amalgama es cuestionable en sí mismo y no sólo en sus resultados, y lo hacemos notar por honestidad. Pero dado que ésta es una contribución provisional a una crítica que debe corregirse y ampliarse, nos parecía necesaria -y aún inevitable- para comenzar a centrar el debate y poner de relieve algunas cuestiones importantes.
1. El mayday aspira a “visibilizar” una serie de problemáticas englobadas genéricamente bajo el epígrafe de la precariedad. Ahora bien ¿quién se pretende que las “visibilice”? Cabe suponer que las instituciones, por cuanto muchas de las reivindicaciones tienen un carácter marcadamente mendicante, desde la “renta básica” hasta la (inaudita) de más subvenciones para los “jóvenes creadores”. Las instituciones sólo parecen ser sensibles a dos tipos de cuestiones sociales: aquellas que se les van de las manos o aquellas que aparecen en el espejo deformante de los medios. A ello corresponden dos soluciones para las problemáticas planteadas por el mayday: trabajar para llevar el conflicto a un nivel en que no pueda ser ignorado, o bien intentar reflejarse a toda costa en el espejo mediático.
El mayday apuesta por la segunda opción. Es la herencia del difunto movimiento antiglobalización, basado en actos puntuales de resonancia mediática. La insistencia del mayday en la “creatividad” no es casual: es necesaria para atraer la atención de los medios, indudablemente aburridos de la monotonía de los primeros de mayo oficiales. Pero la creatividad de las luchas sociales se expresó siempre en la invención de nuevas formas de atacar al enemigo o de organizarse frente a él. Esta es la primera vez que se expresa en nuevas formas de caerle simpáticos. Así se explica la importancia que está cobrando en este contexto la figura del “artista”, que poco a poco se va perfilando como vanguardia del “movimiento”. Si la aspiración del antiguo primero de mayo era una jornada de ocho horas a fin de que todo el mundo pudiera desarrollar su creatividad -o lo que le diera la gana-, la aspiración del mayday es sancionar la figura del artista como especialista separado, así como su monopolio de la creatividad.
En unas jornadas celebradas en Granada el pasado año, tuvimos ocasión de dejarnos entretener por un clown llegado del cogollito de los movimientos sociales de Madrid. Con tono de risueño desprecio, tuvo a bien explicarnos que los movimientos sociales “necesitaban” (sic) a los artistas como él para que expresaran de forma simpática, humorística y creativa lo que, al parecer, no saben decir por sí mismos. Hasta ahora el único especialista cuya necesidad reconocíamos -a regañadientes- era el abogado. La emergencia entre nosotros de este nuevo especialista de la comunicación nos deja atónitos. Resulta que sin él no somos nada; y resulta que en el universo reivindicativo del mayday la “precariedad” de los “artistas” tiene, como ellos mismos, un brillo particular que la distingue de la mediocre precariedad del resto.
Así, dentro del “movimiento” se ha gestado una élite artística/intelectual, que elabora el discurso y que marcha decididamente a la cabeza de los maydays. Su aspiración general es, y difícilmente podrían hacerla apoyándose en un movimiento de confrontación social real, pues recibirían de inmediato los dudosos laureles del ostracismo. Antes bien, deben pasar por los buenos chicos que son, capaces de protestar deleitando. De ahí la frivolización extrema que envuelve al mayday.
Por otra parte, esta neovanguardia se expresa en un lenguaje esotérico poco menos que incomprensible, de matriz inequívocamente universitaria, donde parece valorarse más el efecto sonoro de las palabras que su significado. En el entorno del mayday el lenguaje político ha dejado así de ser una herramienta de comunicación para devenir estética en sí mismo. Esta retórica autorreferencial carece a menudo de cualquier significado, y se pierde con frecuencia en sus propios meandros. Pero sirve para decir cosas que dichas en lenguaje llano mostrarían una inexcusable vacuidad, o un preocupante nivel de complacencia con la dominación.
Este extraño idioma es el de la corriente ideológica a la que el mayday se adscribe, lo reconozca o no. Tal corriente es la que podríamos llamar “discurso de la multitud”, por no emplear el reductor término “negrismo”. No es éste el lugar para emprender la crítica de esta nueva ideología que se muestra tan ruidosa, y que trata tan mal a sus fieles imponiéndoles un lenguaje y unas teorías que ni ellos mismos comprenden cabalmente, excepto -tal vez- en la cúspide del escalafón. El tiempo revelará cuánto hay en ella de “bluff”, y baste aquí poner de relieve las dificultades que encuentra para aferrar a su nuevo sujeto histórico: ora nos hablan de multitudes, ora de ciudadanía, de precariado cuando se acerca el mayday, y de cognitariado cuando necesitan una pieza teórica de repuesto que sustituya al proletariado fabril. Así sucesivamente. Su comprensible entusiasmo ante las recientes movilizaciones contra el CPE en Francia contrasta con su anterior silencio frente a la rabia desatada en los suburbios del mismo país, cuando de una comparación de ambos fenómenos podrían extraerse provechosas conclusiones, y ningún análisis serio puede disociarlos. Acaso la desesperación nihilista de los jóvenes del extrarradio, tan carentes de nobles intenciones, de buena lógica izquierdista y de ganas de dialogar con el poder, no luce tan bien en sus análisis. Debe ser que no eran lo bastante precarios como para desfilar en un mayday.
2. El mayday aspira a “actualizar” -y aún diríamos que a suplantar, por cuanto le ha cambiado el nombre- el primero de mayo, convertido desde hace décadas en cortejo fúnebre de las burocracias sindicales. Ahora bien, pretender gestionar el simbolismo de esta fecha es una apuesta muy fuerte, y si no se tiene solvencia para cubrirla -como parece ser el caso- se corre el riesgo de caer en el ridículo, oponiendo un primero de mayo “divertido” al primero de mayo “aburrido” de los sindicatos. De este modo banal se está intentando resolver la compleja dialéctica de continuidad/ruptura con el primero de mayo en la que voluntariamente se ha entrado. Lo único que se está consiguiendo es frivolizar una fecha que, a todas luces, le viene grande al mayday. Si los sindicatos pueden permitirse desfilar ese día es porque son ellos los que han liquidado y suplantado al movimiento obrero. Como piezas clave que han sido en el proceso de reestructuración capitalista, son responsables de nuestra actual condición precaria. Por ello, una recuperación del primero de mayo, que ha de ser una verdadera “reconquista” del mismo, ha de pasar necesariamente por un ataque frontal contra las burocracias sindicales, algo que está totalmente ausente de los contenidos del mayday.
Se dirá que corren tiempos de renovación, y por tanto estamos ante el nacimiento de un “nuevo” primero de mayo. Pero hay alumbramientos y alumbramientos, y el del mayday no resiste una superficial comparación con el del primero de mayo originario. Cuando el proletariado lo estableció como su fiesta internacional -y lo remachamos: internacional, no “europea”-, llevaba ya a sus espaldas dos experiencias de irrefutable trascendencia, como fueron la Comuna de París y la I Internacional, sin contar con una miríada de luchas parciales que darían por sí solas para llenar una enciclopedia. El mayday ha nacido sin tener nada a sus espaldas. No es lo que fue el primero de mayo: manifestación de la confluencia de luchas reales que se estaban librando por doquier. Por ello no aspira a “visibilizar”, como sería lógico, las luchas emanadas de las condiciones de precariedad, sino estas condiciones mismas. Como no es resultado de proceso de lucha alguno, se pretende un “proceso” en sí mismo, sin que se nos haya explicado hasta el momento en términos concretos e inmediatamente comprensibles, en qué consiste tal “proceso”.
En esta fagocitación postmoderna del primero de mayo hay un par de rasgos preocupantes. El primero de ellos es con cuánta alegría se está hablando en nombre de “los precarios”, cómo el mayday se reclama “el primero de mayo de los precarios”. Cuánto más modesto y acertado hubiera sido proponer “un primero de mayo para los precarios”, “desde la precariedad”, o cualquier otra fórmula similar. Esta forma de usurpar la representación de un sujeto colectivo nos suena ya de otras épocas: lo mismo hacían las clásicas vanguardias que se autoproclamaban “del proletariado” y pretendían hablar en su nombre.
El segundo rasgo preocupante que advertimos en el mayday es el asombroso grado de frivolidad que se está alcanzando. Cuando hablamos de precariedad estamos hablando ante todo de una catástrofe social, de nuestra muerte en vida cotidiana. En ese contexto ¿qué persona en sus cabales puede acuñar un slogan como “ponte los tacones que la rebelión te pone guapa”, por citar uno representativo? ¿A qué lucha, a qué enfrentamiento podremos acudir al lado de gente así? Lo sentimos, pero Nuestra Señora de la Precariedad no nos hace gracia. Seremos unos aburridos y unos aguafiestas, o tendremos los cables cruzados y sobrecargados de rabia, pero es así. Y cuando hablamos de frivolidad no nos referimos solamente a las formas, sino también a los contenidos: quien, situándolos en un mismo plano reivindicativo, equipare la falta de subvenciones para los jóvenese creadores” con la tragedia de la frontera o de una jornada de catorce horas sin contrato tiene un grave problema de percepción, o mucha mala fe. No podemos culpar a los promotores del mayday-sur del intento de colar en la lista de reivindicaciones europeas la legalización del cannabis, pero el simple hecho de que alguien se atreva a plantearlo a ese nivel, y que la mayor parte de “nodos” de esta “red” lo dejen pasar, ya es sintomático de la falta de seriedad del “proceso”.
3. La tendencia a medio plazo de los maydays, consciente o no, es levantar de cara a las instituciones un “interlocutor válido” para todo lo referido a la “precariedad”. La dominación empezará a necesitar una figura así apenas sea consciente -ya empieza a serlo, y más desde el otoño francés- del desastre que ha provocado en el terreno social y de sus peligrosas implicaciones.
La representatividad de tal interlocutor será ante todo mediática, y ahí es donde entra en juego la necesidad de legitimarse de cara a los medios mediante actos simbólicos y performances más “creativas” que combativas, y por tanto simpáticas fuera de cualquier duda (aquí es, repetimos, donde cobra importancia la figura del creador/artista y todas sus pueriles reivindicaciones). Es significativo que el mayday tome el relevo de las cada vez más asmáticas procesiones sindicales: como perro guardián de los beneficios del patrón, el sindicato ha envejecido de manera inequívoca. Estos tiempos desquiciados lo han dejado muy atrás, y empieza a ser necesario un recambio. En algún momento el “universo mayday” comenzará a ofrecerse a la dominación como válvula de escape para evitar fenómenos como la epidemia incendiaria en Francia, o para desviar las luchas hacia una representación teatral ante los medios. Ello es su línea lógica de desarrollo, el potencial que lleva inscrito . Puede llegar un momento en que los italianos que hoy exportan la ideología de las multitudes empiecen a exportar también sus eficaces servicios de orden, para contener a los precarios incontrolados que -nadie lo dude- harán su aparición en algún recodo de este camino. Pero por ahora todo parece indicar más bien que se tenderá más a la sublimación “creativa” y lúdico-festiva de las luchas que a su clásica contención sindical.
Dadas las condiciones, este recambio necesitará tener alcance europeo. En este sentido el altereuropeísmo de los maydays cada vez se disimula menos, en consonancia con los delirios de grandeza geoestratégicos del profesor Negri. Nada que ver con el inflexible internacionalismo que convirtió al primero de mayo en fiesta del proletariado mundial. Reconozcamos no obstante la originalidad de un primero de mayo específicamente europeo que además parece funcionar por franquicias, como el postfordismo más desvergonzado.
Por el momento empieza a perfilarse ese sujeto potencialmente representativo, que entre nosotros se denomina por ahora “Red precari@s en movimiento”. Su afán de representatividad se plasma en sus notas de prensa, a falta de algo mejor, esgrimiendo las cifras de asistentes a los diversos maydays: ciento veinte mil en Milán, no sé cuántos en París, Barcelona, etc, “más de mil” en Sevilla el año pasado, “siendo el primero de mayo más numeroso en Andalucía”. Sin restar méritos a la capacidad de sacar a la calle miles de mani-fiestantes, observamos que esta manía cuantitativa es tan propia de la vieja política como el más rancio vanguardismo.
De la lucidez de las bases de los maydays depende ahora dejarse arrastrar a este juego, o desviar el “proceso” de esta senda de ritualización teatral-humorística de la protesta, para hacerlo estallar en luchas de base verdaderamente autónomas. Cabe preguntarse qué pasará una vez que el mayday haya logrado “visibilizar” las condiciones de precariedad ¿se traducirá ello en un incremento de las luchas de los precarios? No, porque la línea mediática/teatral del mayday los habrá reducido al papel de espectadores de la protesta. Para representarlos -en todos los sentidos del término- y “luchar” por ellos a golpe de performance ya estarán los cuadros biosindicales, que por el momento se están formando en esos seminarios universitarios que organizan los adoradores de las multitudes.
L@s demenciales chic@s precarizad@s
Abril 2006
Original y algunas respuestas:
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