Confederación no es un concepto distinto de la federación sino un grado superior de ella. Etimológicamente, una confederación es una federación de federaciones. Por tanto, la cultura federalista ya incorpora en su concepto la noción confederal.
Fesoria
No es la primera vez que, en el entorno anarquista y anarcosindicalista escucho la tesis de que somos confederalistas más que federalistas. A este respecto, me gustaría hacer algunas aclaraciones para matizar esta apreciación y estudiarla desde otra perspectiva de debate. Para ello parto tanto del sentido etimológico de ambos conceptos como de la tradición teórica anarquista y llego a una conclusión que es la base de este artículo: el federalismo es nuestro corpus doctrinal, mientras que el confederalismo no es más que la consecuencia natural de federar federaciones, como bien expresó Malatesta. Ninguno de los teóricos del anarquismo, ni sus predecesores en el desarrollo de este sistema de organización, habló nunca de confederalismo. El debate sobre federalismo y confederalismo, partiendo de estas premisas, no tiene por tanto sentido. Trataré de explicarlo mejor.
El debate entre federalismo y confederalismo ha sido tratado desde perspectivas jurídicas e institucionales, pero un análisis etimológico y político revela matices esenciales sobre la naturaleza de estas formas de asociación.
La etimología no engaña. El academicismo y el Estado, sí.
El término federalismo proviene del latín foedus, que significa “pacto” o “alianza”, mientras que confederalismo deriva de confoederatio, traducible como “alianza conjunta” o “pacto entre iguales”. Es decir, lo mismo.
Muchas personas, también en nuestro ámbito ácrata, se han visto contaminadas de la propaganda estatista, que siempre busca en orígenes teóricos la legitimación de un sistema (el del Estado-Nación) que además de ser ajeno históricamente a las sociedades humanas, se basa simplemente en el monopolio de la violencia.
Desde la perspectiva estatista, que es la que prevalece en el mundo académico y político, (incluyendo la sacrosanta Wikipedia) ambos conceptos implican la necesidad del gobierno (más o menos descentralizado). Sin embargo, si se estudia con rigor la historia de este sistema, nunca fue necesario para explicarlo ni la existencia de un Estado centralizado ni de un gobierno coercitivo, sino acuerdos voluntarios entre entidades autónomas (Pi i Margall, 1879).
En el siglo XIX, los pensadores anarquistas desarrollaron estas ideas a partir de las de Juan de Mariana (s.XVI), Rousseau y Tocqueville, entre otros. Pierre-Joseph Proudhon sostenía que la libre asociación de individuos y comunas debía organizarse mediante federaciones de productores, evitando la centralización estatal que él consideraba opresiva: “La federación no es una simple unión, sino una cooperación libre entre asociaciones autónomas” (Proudhon, Sistema de la Federación, 1863). Para Proudhon, la confederación era simplemente una federación de federaciones, coordinando esfuerzos sin destruir la autonomía local.
Pi i Margal recogió (y tradujo) la obra de Proudhon, por lo que se puede decir que es el introductor del federalismo en España. Defendió la idea de que el federalismo debía nacer de la libertad de los pueblos para asociarse, concibiendo la confederación como un nivel superior de federaciones autónomas.
Mijail Bakunin coincidía en que la emancipación social debía surgir de organizaciones federales y descentralizadas, donde la autoridad fuera horizontal y las comunidades independientes se unieran por intereses comunes: “La libertad sin federación es imposible; la federación sin autonomía es una quimera” (Bakunin, Estatismo y Anarquía, 1873).
Piotr Kropotkin, en su obra El apoyo mutuo (1902), subrayó que la cooperación entre grupos y comunidades se sostiene mejor en estructuras federales y descentralizadas: “La federación de comunidades y asociaciones permite que la cooperación se base en la libre voluntad de los individuos y no en la imposición de un poder central”. Para Kropotkin, la federación no es solo un instrumento organizativo, sino un principio moral de cooperación y solidaridad.
Errico Malatesta, en sus ensayos sobre organización social, también defendió un modelo federalista: “La federación es la única forma de organizar la sociedad sin sacrificar la libertad de los individuos y las comunidades. La confederación no es más que la federación de federaciones, y así la sociedad puede coordinarse sin autoridad coercitiva” (Malatesta, Anarquismo y organización, 1911).
Desde esta perspectiva, la confederación no es un concepto distinto de la federación, sino un grado superior de ella. Etimológicamente, una confederación es una federación de federaciones. Por tanto, la cultura federalista ya incorpora en su concepto la noción confederal.
De aquí se desprende una conclusión significativa: el anarquismo no es confederalista en sentido estricto, sino federalista, porque su práctica y teoría parten de la idea de federación de federaciones. La confederación, entendida como asociación de federaciones libres, está implícita en la lógica federalista anarquista: no hay jerarquías coercitivas, sino cooperación entre iguales, autonomía y coordinación descentralizada.
En suma, federalismo y confederalismo, vistos desde sus raíces etimológicas y a través del pensamiento anarquista clásico se convierten en modelos de organización social basados en libertad, igualdad y cooperación voluntaria. El anarquismo, entonces, no solo es compatible con la federación: es su máxima expresión, donde la confederación se presenta como la consecuencia natural de federar federaciones.
Uviéu, 16 de noviembre de 2025