Mireia Redondo para La Soli (el original en CAT podéis encontrarlo en el link) [1]
Jueves 2 de abril de 2020. Las noticias de la mañana dicen que el paro se ha disparado y registra la mayor subida de su historia. Estas cifras no incluyen las personas a las que las empresas los han impuesto uno ERTE. En la comparecencia, que justo ahora estoy viendo, o mejor dicho escuchando, nos explican patrañas, historietas, como por ejemplo que tenemos que tener en cuenta que las cifras de paro dependen del sector laboral del que hablamos, que hay sectores no afectados. Obviamente intentan endulzar un panorama nefasto para que nos seguimos tragando que todo irá bien y así seguir manteniendo la maldita paz social.
Desde sus atriles y detrás de pantallas nos tiran sus discursos sobre fe. Sí sobre fe. Bajo la épica del sacrificio colectivo nos piden fe en la patronal y los empresarios, fe en que las medidas que el padre estado impone (en connivencia con los sindicatos amarillos) serán llevadas desde la empatía y la buena fe por los patrones y las patronas. El sacrificio es por las trabajadoras y la buena fe y salvaguardia por el llamado tejido empresarial. Nos piden que con una fe ciega entreguemos nuestro futuro y, por lo tanto, nuestras vidas a la supuesta y deseable buena intención empresarial. ¿Y si no hay esta “empatía”, qué? Pues nada, al paro o impugna las decisiones. ¿Qué demostración más necesitamos de la complicidad sido-mercado? ¿De que las medidas nunca nos favorecerán? ¿En qué momento aceptamos que el que volamos es comprensión y no derechos? ¡Le falta tanta dignidad a todo este discurso! ¡No, no queremos saber si el nuestro cabe es empático ni queremos sacrificarnos al altar de la fe patriótica como bonos creyentes! ¡Queremos romper de una vez con todo este discurso que bajo el chantaje del miedo al virus nos conduce a desfilar solitas hacia el matadero! ¡No aceptamos aceptar la dependencia ni el amo!
Nos piden que actuemos desde la derrota, dóciles, confiando en la famosa mano que nos da de comer. Nos hacen hacer un ejercicio de sumisión. Y en este ejercicio de darles en bandeja nuestros derechos y nuestras vidas con el argumento del descalabro ocasional y pasajero, nos dicen también que nosotros y los explotadores somos iguales. Y así tenemos todos los burgueses, los ricos, los propietarios, jefes y empresarios haciendo el llorica y diciendo que estamos en el mismo equipo, que ellos nos mantienen y no podemos vivir sin ellos, que ellos hacen sacrificios y además donaciones. Pues evidentemente no somos iguales ni estaremos nunca en el mismo equipo. Os va bien, os va muy bien también este discurso de la fe y de ir de la manecilla para sacar, como siempre, provecho, para llorar lágrimas de cocodrilo para conseguir medidas más duras o arbitrarias y para que arraigue más la mentira de que dependemos de vosotros. Porque la realidad es que es el cumplimiento de vuestra avaricia la que depende de nosotros, vosotros dependéis de nosotros, de nuestra fuerza de trabajo y del nivel de docilidad colectiva que mostramos. Y teméis profundamente que entre todas os mordamos la mano. Esto vuestro sí que es miedo a perder todo lo que tenéis, miedo a que acabe cayendo el telón definitivamente de vuestro espectáculo de telepredicadores.
Nos estáis bombardeando día tras día con la benevolencia del padre estado a quien también nos tenemos que entregar con fe ciega. En vuestras prédicas televisadas todo son frases destinadas a explicar cómo nos protege, cómo procura por nosotros haciendo el que puede y cómo nos pide, de vuelta, sacrificio, nuevamente. Nos coláis esto de que trabajadores y empresarios somos hermanos por igual y que el padre procura por todos. Mentira. El padre estado está apuntalando nuestra docilidad y nos dice que no nos organicemos si no que le deleguemos a él nuestra vida, nuestro futuro y nuestras respuestas. Nos está haciendo de tutor y no queremos tutores, no queremos que nadie decida por nosotros nada de nada. Nosotros ya nos otorgamos legitimidad a nosotras mismas, a nuestras necesidades y a nuestras respuestas, no necesitamos al padre estado. Eso sí, lo señalaremos siempre hasta que deje de existir.
Es entre cómico y trágico ver hablar ministros de que no dejarán nadie atrás cuando sí que dejan atrás a la mayoría y, sobre todo, cuando si no queda nadie atrás es gracias a las iniciativas y la autoorganización de las personas. Pero está claro, en su deriva paternalista nos tienen que decir estas frases para evitar que protestemos, para fomentar una falsa sensación de protección que no haga estallar las vulnerabilidades y la rabia.
Obviamente en toda esta prédica de fe no podían faltar los sindicatos amarillos y serviles haciendo de monaguillos disciplinados que ayudan a repartir las hostias al padre.
Nosotros no nos alimentamos ni nos tenemos que alimentar de fe ni de sacrificios puesto que una y otra cosa nos debilitan. Nosotros tenemos otras herramientas y otras propuestas mucho más dignas que sus demandas reiteradas a que andemos hacia el abismo con los ojos tapados. Nosotros podemos aspirar a mucho más que a arreglar un poco (bajo mínimos) y de manera provisional nuestra situación individual y aislada. Nosotros tenemos mucho más que el temer más el vecino y la vecina que a la disciplina militar o policial. Nosotros tenemos mucho más que este partir de la derrota de pedir y hacer caridad, o de actuar o no actuar por miedo ante unas represalias que estarán igualmente; ¿qué respuesta terca es ésta? Nosotros nos tenemos a nosotros, a nuestra capacidad de organizarnos y cambiar de raíz el mundo que habitamos, a la defensa de nuestra dignidad y nuestros derechos, al refuerzo del apoyo, y un largo etc.
Sólo nos hace falta no perder la perspectiva, no dejarnos arrastrar por los cantos de sirena y el bombardeo del chantaje, no dejarnos convencer de que no podemos hacer nada, de que estamos en sus manos. Las circunstancias son diferentes ahora, y seguramente el retorno no será a un mundo como el de antes, pero nuestras herramientas y nuestros hitos son exactamente las mismas, así que tenemos que seguir empujando codo a codo desde los sindicatos, grupos de apoyo y todos los espacios que sean necesarios y desmantelando punto por punto sus medidas y sus discursos.
No aflojemos, organicémonos, sindiquémonos y hagamos frente ahora y a la situación que nos vendrá no desde la fe ciega y el sacrificio si no desde la solidaridad y la dignidad.