Hace unos días leía un titular de un medio libertario que decía "los que se nos van" (1) y ahí me quedé pensando… "Hostia. Otro que l'ha diñao". Pero luego vi que no, que afortunadamente se trataba de un artículo que justificaba que haya libertarios que acaben en listas electorales, siendo diputados, o cosas peores. Y suspiré con alivio, porque en verdad prefiero que un anarquista se presente a las elecciones, a que le pegue un shungo al cerebro y la palme.
Dicho esto, quisiera abundar en el análisis que realiza el compañero. Dice, en resumen, que los anarquistas se acaban largando a una lista de los alternativos de los alternativos, porque no tenemos bases materiales que permitan a los militantes vivir sus vidas, con alguna ventaja personal. Como carecemos de empresas u organizaciones en las que se puedan insertar laboralmente, qué te digo yo, sociólogos, periodistas, sindicalistas, políticos, miembros de ONGs u organizadores de conciertos y ferias del libro, pues los y las activistas acaban con un grado de agotamiento que te cagas, y en cuanto tienen hijitos, o pueden meter cabeza en alguna parte, si te vi no me acuerdo.
Es cierto, esa es una parte del problema. Militar es tela de cansado, y si se trata de un sindicato, ni te cuento. Montones de horas y horas haciendo el pendejo, tragándote reuniones agobiantes, kilómetros de trayectos, negociaciones complejas, interpretando datos, tomando difíciles decisiones, para ver que hasta en el triunfo, todo se diluye como un azucarillo en agua. Más aún, que cuando el militante entra en un local de los nuestros, encima, suele ser tela de cutre, no hay muebles bonitos, ni macetas, ni cortinitas, ni un juego de té… Muy macabro todo, con un retrato de Durruti presidiendo la Sala de Juntas, que parece que recién se ha comido a un niño, bajo una pavorosa bandera rojinegra de la CNT sin la AIT.
Así que todo eso es cierto. Señala el articulista, que la tarea que tenemos para generar esas bases materiales institucionales necesarias para que la militancia no salga de najas, es una tarea titánica, inmensa, oceánica. Entonces, me pregunto… ¿Por qué tras tantos años nadie ha sido capaz de llevarla a cabo, o al menos de iniciarla de algún modo? De hecho tenemos nuestros grupos de control. La CGT, por ejemplo, tiene ya treinta años de desarrollo. Y los llamados plataformistas ni te cuento. Gente libertaria que se presenta a las elecciones y sale elegida, también, dicho sea de paso, tenemos diputados anarquistas, sin necesidad siquiera de presentar candidaturas…
¿Por qué no hacen un análisis de logros y derrotas? Un obstaculo importantísimo es que solo unos cuantos podríamos ser diputados... ¿Qué pasa con las bases materiales de los que recogen papeleras o atienden parados? Digo yo que si se trata de generar un proyecto ilusionante, pues claro, yo no voy a ser el más indicado, dado mi pertinaz cinismo ante cualquier tipo de esperanza e ilusión. ¿No sería de recibo, que los que que quieren ilusionar, ya a estas alturas, mostraran algún resultado de esas estrategias de tener presencia en ayuntamientos, parlamentos y gobiernos? Son preguntas que me inquietan. Mucho.
Voy a plantear un par de cuestiones con las que no estoy de acuerdo en lo que menciona ese artículo. Una es que los cargos institucionales son un altavoz mediático. Y la verdad, no lo veo yo. Una cosa es ser diputado, y otra que lo que dice el diputado tenga algún sentido, que lo mismo se trata de un pajiluso que no da pie con bola. Otra cosa que dice es que Fanelli fue diputado y que gracias a eso pudo viajar y traer el anarquismo a España hacia 1870. Mucho ojo con esas comparaciones, porque si Fanelli resucitase en Nápoles, cogiese el acta de diputado y viniese a España a esparcir la buena nueva ilusionante…, no tendría ni puta idea de a quién dirigirse. Además, el pobre tras entregar los estatutos de la Alianza a España, cogió la tuberculosis…
Y a tomar por saco.
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