He tenido una conversación realmente siniestra a cuenta de la homeopatía y sus beneficiosos efectos para la cura de enfermedades como el lupus, la esclerosis, la epilepsia y el SIDA. Mi interlocutor argumentaba que la industria farmacéutica es una mafia que se dedica no a curar enfermedades, si no a propagarlas por puro interés crematístico. No entendía ese cretino, que el mismo interés puede tener la industria de la homeopatía, sus laboratorios, sus clínicas y sus especialistas, que no trabajan precisamente por amor al arte, si no que por abrir la boca y escucharte un rato te clavan entre cincuenta y seis mil euros, dependiendo de lo famoso que sea el galeno, tal vez calvo, con tics nerviosos, sobrepeso y chalet en Mahadaonda.
Venden glóbulos de sacarina como producto farmacéutico, asegurando que eso lleva azufre, mercurio, veneno de vívora o semen de cocodrilo. Tanto da porque en el análisis no aparece nada. Pero te cuentan el cuento de que ahí se han trasmitido las vibraciones dinámicas de su puta madre. Y te lo tienes que creer para que se te quite la picazón del escroto, porque los corticoides son veneno. ¿Cómo es posible que millones de personas se crean esa mierda, similar a la creencia de que si te haces muchas pajas, acabarás en el infierno?
De esos farsantes, los hay de dos tipos. Los cínicos que saben que lo que hacen no es más que lo que puede hacer un cura en el confesionario. Mentirosos de diploma que se ganan la vida engañando a diestro y siniestro. Y los tontos del culo que se creen que realmente disponen de un arsenal terapéutico de primer orden, cuando no son capaces de paliar ni un jodido resfriado. Sea como sea, ambos tipos se limitan a esperar a que la naturaleza siga su curso, y el pobre incauto se cure por sí mismo, mejore una temporada, o muera. Los que se lo creen, son del tipo mesmérico. Mesmer en el siglo XVIII aseguraba que podía magnetizar a sus pacientes con fines curativos. Una comisión de científicos encabezados por Lavoisier, Franklin y otros, llevó a cabo una serie de experimentos muy simples para averiguar si eso de la magnetización tenía efectos reales. Primero se intentaron magnetizar ellos mismos. Ni con flores. Y después cogieron a sujetos que decían ser magnetizados. Les daban agua sin magnetizar, y caían en trance. Otras veces los dejaban junto a agua magnetizada sin saberlo, y no percibían nada. La comisión decidió que todo eso del mesmerismo no era más que una mezcla de sugestión, estupidez e ignorancia.
¿Y qué decir del padre de la homeopatía? Hahnemann. Un tipo que se dedicó a experimentar con sus hijos y a elucubrar sobre la urticaria, dando a entender que causaba cáncer y epilepsia. Cierto que no pudo matar a sus hijos con sus cuidados, porque en realidad no les daba nada a fuerza de diluir sus remedios. Eso era positivo: no dar nada, y cobrar por ello. Había descubierto el avestruz de los huevos de oro. Y es que en el siglo XIX, entre caer enfermo y que te tratara un homeópata o un médico vulgar y corriente, lo mejor era quedarte quieto sin hacer nada y encomendar tu alma a Satanás, y pegarle un tiro al primer curandero que apartase la cortina. Pero vaya, que entrado el siglo XX, con los antibióticos, la genética, el salbutamol y la viagra, todavía persista esa práctica médica fraudulenta, que desarrollan ignorantes cagapoquito que presumen de médicos, dice mucho de la estupidez de la especie humana.
Luego a la hora de dar explicaciones, todo es muy simple: no pueden hacer ni un triste ensayo clínico, a pesar de mover millones y millones de euros ya que no saben cómo hacerlos y tampoco les interesa llevarlos a cabo. Si los hicieran con el rigor que se le exije a un vendedor de aspirina indio, no sacarían ni un fármaco al mercado. Ni un solo resultado comprobable, ni uno, tras siglos de andadura. Y en cuanto a las escusas, son claras: si te curas, es gracias al potingue que te han dado; y si te mueres, es culpa tuya. O de tu madre que no te quiso. O de que te quiso demasiado. Mi consejo: come verduras, limita el alcohol y el tabaco, folla con condón, estáte tranquilo pase lo que pase, y con suerte, vivirás. Y si quieres ir a algún curandero, usa a una bruja gallega o a una gitana vidente. Al menos son productos nacionales.
No obstante, no quisiera dejar a un lado a otros charlatanes de diploma, coachs, practicantes de reiki, energía universal, corazas de sus muertos, dignísimos esperpentos que ojalá un rayo parta: por qué no hacéis un ensayo clínico, de meteros un palo astillado por el culo, retorcerlo arriba y abajo, y luego os lo curáis con pensamiento positivo, glóbulos de hierro, oligoelementos de cobre, constelaciones familiares, o cualquier otra disciplina salida del cerebro cloacal reptiliano? Al menos los escépticos, podríamos reírnos un rato viendo como disfrutáis, de vuestras propias medicinas.