Al respecto de la participación de libertarios/as en apoyo de las movilizaciones y movidas que hay en los últimos tiempos de Catalunya, y la extrañeza que causa que apoyen unas reivindicaciones de tipo nacional, y dado que me preguntan mi opinión, la digo sin mayores problemas.
Respecto a participar en los CDR, o en cualquier otra cosa que se les ocurra, yo lo veo bien. Si yo estuviese por allí, seguro que estaba en alguno, fregando o recogiendo papeleras. Desde siempre, por protocolo, he apoyado cualquier tipo de levantamiento de tipo "popular", en el que se cuestione el poder establecido, de lo que sea. Me da lo mismo en este sentido, que el Gobierno a batir sea de derechas o de izquierdas. Me resulta indiferente que entre los que reivindican haya derechistas, liberales o comunistas de corte autoritario. Me la rempanchifla que haya intereses políticos, o electorales. Me trae al fresco que quieran implantar otra tiranía. Una abominación, ya lo sé.
Pienso que en estos casos, ha de prevalecer siempre el activismo, porque el militante se forja en la lucha. Por un lado para aportar nuestro impulso en la medida de lo que somos; por otro lado para aprovechar en lo que buenamente se pueda la fuerza de los demás. Y si la lucha lleva una estelada nacional, o enarbola a la Virgen del Carmen, pues es lo que hay. Ya le daremos otro aire, si podemos.
Puede que, aún teniendo las mejores intenciones, las cosas salgan regular, mal, o que sean un desastre. Pues total no hay desastres. Lo más seguro, sí. Pero aún cuando no se consiga nada de ventaja, en general, para la difusión de las ideas libertarias, hay cuestiones positivas que siempre se van a obtener: un militante que entra en brega, consigue experiencia, habilidades, poner en funcionamiento su creatividad y recursos, entiende un conflicto cómo se desarrolla, las fuerzas que intervienen, cómo se cambian los planes sobre la marcha, qué gente es fiable y qué gente es tóxica, por dónde se entra y cómo se huye… Un militante que se emplea a fondo, cuidando su seguridad, teniendo claro su objetivo, los riesgos y costes que desea asumir (y no más) y desarrollando sus planes, va a salir del lío enriquecido personalmente, fortalecido, con más amigos, más conocimientos, más posibilidades a la hora de aplicar sus ideas. Es que si no, lo mismo estalla la revolución un día de estos, y no sabes para dónde tienes que correr.
Recuerda que más que la razón, la fuerza es nuestra arma: el militante, el grupo, el colectivo, la organización en la que todos, a pesar de nuestras divergencias nos apoyamos, nos formamos, aprendemos. ¿Qué menos, que ponernos a prueba? Si tenemos esta actitud dinámica, potente, activa, cuanto todo esto acabe, saldremos fortalecidos, curtidos, evolucionados, aunque ganen los otros, porque a pesar de nuestras divisiones, podremos decir que, como mínimo, los anarquistas estamos unidos.