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Construir la Radicalidad

Enviado por anonerror (no verificado) en Dom, 24/02/2013 - 14:31

Es común en ciertos ámbitos libertarios, y también en ciertas sectas marxistas-leninistas, un discurso tendente a valorar la profundidad, combatividad y radicalidad de las expresiones populares en base a su aspecto formal y estético. El eterno debate que identifica ruptura y radicalidad con la llamada violencia y la simbología asociada. 

Para nosotros en cambio la radicalidad no es una cuestión estética si no de discurso y de prácticas que pueden suponer una ruptura real con el modelo político y económico que padecemos. El pueblo de Egipto no abrió la puerta a un cambio social (que está lejos de llegar) con el lanzamiento de cuatro piedras, algo normal pero puramente anecdótico, si no con el estrangulamiento permanente de la vida social y de la economía. Del imaginario de aquella revuelta inconclusa quedan excluidos los elementos que más influenciaron para llevar al colapso al antiguo régimen: los decenas de miles de trabajadores de las ciudades industriales que habían iniciado la revuelta con repetidos movimientos huelguísticos, reproducidos después por la juventud más avanzada. Movimientos huelguísticos posibles a la labor soterrada y constante de los trabajadores levantando sindicatos independientes y comités de fabrica como organismos de poder fuera de la estructura vertical del régimen.

Contra nuestro Régimen oligárquico y antidemocrático los sectores populares han levantado sus propios organismos de pelea: asambleas populares, plataforma y piquetes anti-desahucios con su Obra Social basada en la ocupación y socialización de inmuebles, e innumerables plataformas y coordinadoras que vienen a superar la división sindical, llamadas Mareas.

Ciertamente el movimiento social español se encuentra en un inpass. Las condiciones le llevan a una ruptura, pero sobre la que no encuentra un discurso ni modelo que aplicar, corriendose el riesgo de que todo el caudal vertido en las calles y en la construcción popular acabe en las urnas de la mano de partidos social-liberales como Izquierda Unida y el PSOE.

Los libertarios debemos ser quienes ofrezcamos un discurso y un modelo de ruptura factible en la España del siglo XXI. Eso no pasa por un ensimismamiento en la estética del enfrentamiento por el enfrentamiento, si no por construir una radicalidad y una estrategia global que convine todas las formas de lucha, pero que por encima de todo, defienda unas trincheras que sean atractivas de defender.

No se trata de traer a la realidad modelos ya pasados, útiles en su tiempo y lugar, si no de traducir los principios fundamentales que los alimentaron, a nuestro lenguaje actual, a nuestro territorio actual.

Construir la radicalidad mediante la ruptura y el enfrentamiento.

Las tareas actuales del movimiento popular español, para los libertarios debe ser su unidad y la elaboración de un programa de lucha común que de respuesta a las diferentes agresiones en todos los aspectos sociales. La diversidad, la revolución de colores, las mareas, es algo agradable a lo libertario, “un mundo donde quepan muchos mundos”, y debemos valorarlo y defenderlo, pero la disgregación solo beneficia a quienes pretenden aparecer como partidos que aglutinen las diferentes demandas para llevarlas al interior del Régimen para que sean allí “escuchadas” y no para quienes pretendemos enfrentar al sistema autoritario capitalista y patriarcal con un enorme puño capaz de derribar sus muros . Ante esto, los libertarios participes de los movimientos debemos promover un proyecto político propio de los sectores en lucha, que no sólo de una respuesta contundente a las problemáticas sectoriales o globales si no que plantee un nuevo ordenamiento socioeconómico para nuestro territorio y para quienes aquí vivimos.

El Poder Popular es la consigna que puede resumir nuestra aspiraciones a medio plazo, pues presupone independencia y unidad de los organismos del pueblo, y prefigura un modelo realmente democrático donde mandemos los de abajo.

Ese poder popular puede y debe construirse desde arriba y desde abajo, desde arriba mediante la configuración de un Congreso del Pueblo, a semejanza de la experiencia colombiana, que aglutine a los sectores en lucha por un cambio social y otro modelo de país, y por abajo a la confluencia desde el territorio más cercano, el municipio y la comarca, de dichos agentes sociales, en consejos sociales o populares, que comiencen a disputar la legitimidad a las instituciones del régimen, construyendo las propias realmente democráticas e igualitarias y conectando, e impulsando, con las diferentes y múltiples experiencias de cooperativismo y laboratorios de vida post-capitalista que ya se extienden por el país.

Esa es la radicalidad que necesitamos. Donde debemos incidir. La que debemos disputar dentro de quienes luchan, no desde fuera como una autonombrada vanguardia foquista al estilo guevarista.

En ello podemos ponernos ya manos a la obra, diseminados como estamos. O quizá para ello quizá necesitemos, seguramente sí, una confluencia, la construcción de una tendencia organizada del anarquismo social constructivo y que esté por caminar junto al pueblo en la consquista de una vida mejor.

 

Alejandra.


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