Editorial CARTACARBONE, hoja mural anarquista, año VII n.7 marzo 2022

EDITORIAL
Si es verdad que los Estados y los gobiernos “buscan a tientas en la oscuridad” con respecto a la pandemia aún en curso, evento ahora de segunda categoría respecto a las prioridades emergenciales, los patrones están demostrando una gran eficacia en el salvaguardar los viejos privilegios y ningún escrúpulo en el acaparar nuevos. Guerra y imperialismo se han convertido en pocos días en los nuevos parámetros de la seguridad colectiva.

Por un lado, los científicos de las compañías farmacéuticas revelan el fracaso con respecto al plan de acción contra el virus: el producto, el nuevo producto milagroso, comúnmente llamado “vacuna”, no es eficaz a determinar las expectativas en ella puestas para frenar la pandemia. Por otro lado, el mundo político debe decir que algo de bueno se ha hecho y que los órganos institucionales todavía sirven. Por ejemplo, sirven para decir, que “ira todo bien”. Las amenazas a los refractarios, a los incrédulos, ceden el paso a las amenazas lanzadas a un hipotético enemigo al otro lado de la frontera. En referencia a esto, se trata de imponer nuevos comportamientos virtuosos: una hipócrita y asqueroso humanitarismo de guerra. La reestructuración del capitalismo incuba dentro de sí mismo una feroz competición. Hay una infinidad de nuevos recursos para explotar, varios, sin embargo, para ser reintroducidos en el mercado. Esto es de lo que está determinado el nuevo escenario de emergencia. Nuevo por decir algo.

A LOS COMPORTAMIENTOS “VIRTUOSOS” OPONEMOS LAS PRÁCTICAS REVOLUCIONARIAS DE LA GUERRA SOCIAL
Todo Estado nace de la opresión y todo gobierno se preocupa de garantizar la usabilidad, las tecnologías, las estructuras, el personal y las leyes que complacen a quienes nos explotan. Cada singular elemento de esta cadena de montaje descansa sobre responsables precisos: agentes, oportunistas, cómplices y beneficiarios.

En las emergencias, tales responsables forman un vínculo cohesivo en torno al gobierno de unidad nacional. A través de esta herramienta alargada del autoritarismo institucional adviene el alistamiento de los individuos en las campañas conducidas en nombre del interés común.

Se trate de guerras, emergencias sanitarias, emergencias ambientales, emergencias terroristas, los partidos, los movimientos, los sindicatos, todos los cuerpos sociales que se reconocen en el estado democrático se abrazan en una sola inspiración en el nombre del bien común: la salvaguardia del orden social capitalista y la eliminación de cualquier posible imprevisto.

Hoy un giro decisivo en el interior de los equilibrios económicos mundiales esta desencadenando aceleraciones repentinas a la violencia asesina de los Estados. Y “inesperado” se ha convertido todo aquello que pone el bastón entre las ruedas a la eficiencia de fachada de los tecnócratas.

La “guerra a baja intensidad” en curso entre Rusia y Ucrania desde el 2014 se ha velozmente transformada en un conflicto prolongado. Los gobiernos europeos, hasta hace poco en primera línea contra la Covid, continúan a empujar sobre el giro autoritario avanzado en los últimos meses, utilizando siempre los mismos tonos amenazantes.

Las perspectivas de cooptación, lanzadas en la campaña de guerra contra el Corona virus, esta vez tienen que ver con el alistarse en una guerra verdadera y propia. Los ejercicios de obediencia realizados en estos dos años de gestión militares del virus han construido lenguajes y comportamientos adecuados a las solicitudes gubernamentales.

Un consenso rápido y una rápida adaptación a las exigencias económicas y de seguridad, antes que sanitarias, es el resultado que la política institucional, la cultura oficial y la propaganda periodística han conseguido hasta ahora. Resultados reales, concretos, eficaces en mérito a la gestión de la así llamada emergencia sanitaria, ahora transformada repentinamente en emergencia de guerra, no tomamos nota de ello.

Además, el enfoque burgués y reformista por parte de algunas fuerzas políticas respecto a la conducción de las luchas, se ha convertido gradualmente en una mera celebración de principios abstractos dispuestos a casarse con cualquier asunto autoritario.

En Paralelo, como a determinar una proyección en concreto de estos principios, aquí está el toque de queda, la represión, los despidos, las masacres en las cárceles, el avance de las condiciones de explotación, la subida del costo de la vida, las suspensión del trabajo: en pocas palabras la guerra que los explotadores han declarado a los explotados.

Así como es costumbre salvar los intereses estatales y privados amenazados en el extranjero con el alistamiento de contratistas, en el mismo modo se está tratando de reclutar a los individuos en una campaña militar perenne que mira a garantizarse en el interior de cada Estado una gestión segura de la transición ecológica.

Cada estado durante una guerra asigna un rol específico a los propios ciudadanos. No nos quedaremos aquí para hacer el cómputo de las disposiciones de ley, de los dispositivos de control que en los últimos meses han satisfecho los reclamos de Confindustria [1] con la excusa de la prevención del virus.

En las guerras que involucran desde hace siglos los intereses económicos de los Estados y de los patrones, el rol reservado a los explotados siempre ha sido aquello de asumir comportamientos consonantes al bien común.

Pero ¿cuál es el interés de los explotados en las guerras, si no sabotear la máquina eficiente de muerte que los conduce y atacar a los intereses y los torturadores que la tienen en pie?

La salvación que se nos ofrece al final del túnel pandémico es la salvación de los capitalismos. Al mismo modo, la participación en la campaña militar contra este nuevo enemigo, representa el disciplinamiento de los trabajadores, proletarios y explotados en la cadena de montaje gubernativa. Los dispositivos y la propaganda utilizada para orientar el comportamiento de los individuos tienen el objetivo de mantener inalterables las dinámicas de clase dentro de la transición ecológica: por un lado quien está acumulando los nuevos recursos y por otro lado quién tendrá que pagarlos caros y, para hacer ello, tendrá que estar dispuesto a aceptar nuevos criterios esclavitud.

Además, es claro el intento de transportar la probable salida del relato de la pandemia hacia un nuevo consenso social que retroalimente positivamente las nuevas guerras, los nuevos armamentos y acepte el nuclear, juntando a las así llamadas energías green, como solución a los problemas energéticos.

Forjemos espacios operativos concretos incluso en condiciones extremadamente difíciles como las que estamos viviendo de dos años a esta parte, organicemos respuestas, ya sean inmediatas como a largo plazo, a medida que avanza la miseria, la represión, la reacción y el reformismo.

Hagamos hablar a la lucha de clases un lenguaje más fuerte que la guerra entre capitalismos.

En esta fase de reorganización de las fuerzas del capital es esencial comprender (y prepararse para hacer comprender) la diferencia que existe entre el valor mortífero de la nueva explotación que se prepara en el horizonte y aquello liberador del ataque destructivo a todo aquello que lo produce.

Este es un punto de apoyo esencial para lanzarse, sin temor, a lo desconocido que nos espera.

HAGAMOS LA GUERRA AL ESTADO, A LOS GOBIERNOS Y A LOS PATRONES.
SOLO ASI IRA TODO BIEN.

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