El tránsito a la Tierra Prometida
Una de las actividades que más queman a los y las activistas sindicales, aparte de los costes personales, familiares, económicos y penales, es el tener que escuchar las quejas de la gente.
Una vez que descubren tus compañeros y compañeras que "entiendes", una vez estás "señalado", a diario vendrá una pila de pesados a exponerte mil y cien ofensas y problemas particulares, que a la persona en cuestión le pueden parecer importantísimos, y a ti que los tienes mucho más gordos, una mierda pinchá en un palo. Ay. Dicen que esta es una época en la que la gente no se comunica. Y yo os juro que muchas veces desearía perder la audición.
Por supuesto, un o una activista escucha, es imprescindible, y discrimina los problemas. No deja que el problema lo elija a él, si no que es él o ella el que elige el problema, respondiendo a un sencillo protocolo: ¿El problema afecta a mucha más gente? ¿Está bien definido lo que se quiere conseguir, lo que es irrenunciable y lo que se puede ceder? ¿Es susceptible de ser resuelto de forma colectiva? ¿Enfrenta a trabajadores de diferentes equipos? ¿Sabemos a quién nos tenemos que dirigir, y no perdemos el tiempo con subalternos…? Esas cosas y otras parecidas.
Si se trata de un problema generalizado, hay que intentar implicar a todas las personas afectadas. Es importante para no tener que barrer mil veces el mismo suelo. Tienes que definir la estrategia y las tácticas, y otro día hablamos de ello. Hay que implicar a todo el mundo (posible) en acciones escalonadas, de menor a mayor intensidad, que tienen las siguientes características para que sean efectivas:
- Ocupan espacios públicos llamativos. Encerrarse en el astillero o una Iglesia no es una buena idea. No te ve nadie. Ocupar la plaza del pueblo puede ser mejor.
- Agrupan en la demostración a personas que trascienden el ámbito de la empresa. Gente del mundo de la cultura, la ciencia, familiares, periodistas, activistas de otras sensibilidades.
- Es cañera y simbólica. Lo cual no quiere decir que necesariamente haya que ir quemando contenedores, no, si no que allí está pasando algo importante, que representa al grupo. Una manifestación en la que la gente camina como si se tratase de algo peor que un entierro, no suele tener buenos resultados. Si trata cuestiones de dignidad y derechos fundamentales, si el personal vibra con la Unión, puede generar reacciones de mucha valentía.
- Muestran la fuerza del sindicato. Decir: "tal día a tal hora todos haremos esto", y que se haga, manda el mensaje a la Dirección, de que el personal está unido, organizado, y fuera de control…
Por supuesto hay muchos más detallitos que no puedo desarrollar en un artículo de longitud limitada como este. Para enterarte de cómo has de desenvolver tu acción sindical en una empresa –según este lagarto–, no te queda más remedio que leerte los más de 750 artículos que he escrito sobre todas las cosas que se me ocurren, y te jodes buscando. Pero como reflexión para esta tarde, se me ocurre lo siguiente.
Si quieres hacer un sindicalismo efectivo, activista, de fuerza, no es buena idea centrarte en criticar a otros sindicatos o personas. Te explico: criticar, tiene un alcance limitado, porque muchas veces la crítica está hecha. La mayoría del personal echa pestes de los sindicatos en España. La mayoría de los activistas trabajan para iglesias, ONGs, clubs deportivos, empresas privadas y asociaciones variadas. Si te unes al coro de criticones, en buena medida acabarás atrayendo a quejicas horrendos, y no saldrás de un bucle espantoso, en el que al final acabarás siendo tú mismo criticado/a. Es mucho más eficaz: tener fama de resolutivo/a; ser capaz de definir carencias importantes; agrupar a la gente más señalada por sus cualidades positivas (dedicación, entrega, honor, laboriosidad, honradez, incorruptibilidad, dignidad, arrastre…); planificar estrategias y tácticas; poseer labia y capacidad negociadora; ser capaz de entrar en un lío arrostrando peligros, y salir de él venciendo adversidades… Recuerda lo que eres y somos: Somos el Sindicato, somos la Gran Unión. Y a nuestro paso, se derrumban las murallas, caen los castillos, se abre el mar, se rinden los ejércitos y se muestra la tierra prometida..., que no es más que esta que pisamos.
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