Archivo de la Operación Piñata. Su contexto: Arquitectura, mitología, folclore y operaciones antiterroristas

Nota de ContraMadriz: El miércoles 31 de enero de 2018 se empezaba a correr como la pólvora la noticia del archivo provisional de la Operación Piñata. El Juzgado de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional ordenaba el sobreseimiento provisional de la operación Piñata, la segunda gran operación realizada en los últimos años contra el entorno anarquista. Nuestra intención en estas líneas es intentar trasmitir no solo la información propiamente dicha o la alegría que podamos sentir por nuestros compañeros y compañeras implicados en los golpes represivos. Nuestro objetivo es reflejar el contexto de lucha en el que estos golpes del Estado golpearon las filas anarquistas en un momento donde los reajustes capitalistas (en los planos políticos y económicos) estaban caldeando las tensiones sociales existentes en una sociedad dividida entre explotados y explotadores. Como lxs anarquistas, como explotadxs, tomaron parte activa desde distintas posiciones y el Estado tomó buena nota de ello. La potencialidad de las ideas y praćticas anarquistas y su extensión y propagación asustaron a los altos mandos policiales, políticos y periodísticos. Publicaremos una serie de textos que aborden cuestiones como la solidaridad, las polémicas cuestiones de “inocencia y culpabilidad” o las muestras de solidaridad que se dieron en nuestra geografía, desde Madrid, al resto del estado español y llegando a la extensión internacional.

Arquitectura, mitología, folclore y operaciones antiterroristas1

En julio de 2007 el gobierno había dado por desarticulada la organización marxista-­leninista GRAPO (quizás apresuradamente puesto que luego se les atribuyó algún atentado menor). Un 20 de octubre de 2011, la organización abertzale y socialista ETA declaraba el cese de su actividad armada, haciendo seis años más tarde, en 2017, una entrega de armas en un contexto en el que rumorea su autodisolución.

¿Qué sucederá a partir de ahora? ¿A quién utilizar para demonizar cualquier conato de rebeldía si el demonio renuncia? ¿aumentarán las listas del paro incorporando a cientos de guardaespaldas y policías? ¿se compensarán reconvirtiendo en honrados picapedreros a más de un madero de mano larga, bolsito y pinganillo? Con un estado más fuerte que nunca y unas estructuras revolucionarias (ETA y GRAPO) caducas y autoritarias, el estado sacaba mucha rentabilidad de cómo estaba ese conflicto particular en ese momento concreto. Estas dos formaciones de carácter comunista habían dado muy a su pesar mucho juego enzarzadas desde los sesenta en un sangriento conflicto contra el estado español y el sistema capitalista, durante el cual se habían aprobado y practicado por parte de los diferentes gobiernos de turno, tanto dictatoriales como democráticos, las más draconianas medidas policiales, mediáticas y judiciales (y a veces extra policiales y extrajudiciales). Medidas que, por supuesto, no sólo se habían aplicado a los subversivos antagonistas en juego, sino también, ya que estábamos, a muchos tipos de luchadores y militantes anticapitalistas, libertarios, anarquistas y autónomos, pero también miembros de los llamados movimientos sociales. Así, en particular desde los años ochenta, no era en absoluto raro que cualquier lucha que incomodara al stablishment fuese asociada a una de estas dos organizaciones calificadas como terroristas, fundamentalmente a ETA.

A partir de los noventa se inicia la doctrina del “todo es ETA”, que se extrapolará a finales de esa década y principios del siglo XXI a otros grupos y organizaciones, incluso de otras ideas, adaptándolo a un casposo y pseudo-­totalitario “todo lo que me moleste es terrorismo y terro­rismo es lo que yo diga” por parte del estado. De este modo desde hace más de tres décadas hemos asistidos atónitos a cómo “ETA” podían ser desde los trabajadores en lucha de los astilleros de Cádiz o Gijón en 1987 y 1988, por ejemplo (adiestrados por miembros de Jarrai, supuesto brazo juvenil de ETA, en técnicas de guerrilla urbana según el gobierno), a la mismísima PAH en la segunda década de este siglo XXI (cuyos miembros tendrían vínculos con la banda terrorista según la presidencia de la nación), pasando por los presos FIES en lucha en 1999 (fichados por ETA y GRAPO para subvertir el orden de las dulces, humanitarias y casi que pedagógicas prisiones españolas según la policía y los medios de comunicación). Desde principios de los dos mil, un cajero automático destrozado era obra de filo-etarras. Incluso, en el culmen de la hilaridad, las millonarias estrellas futbolísticas que amagaron con una huelga del “deporte rey” la primavera de 2015, estaban empleando procedimientos propios de Batasuna (brazo político de ETA). Pero el diablo se jubiló y su ayudante ya no estaba en disposición de hacer absolutamente nada desde un tiempo atrás, y, sin estrellas principales a las que acudir en esta tragicomedia mediática que a tanto plumífero, segurata, madero y ministro ha dado y da de comer, el show debía continuar y había que buscar nuevos valores en alza. Un fundamentalismo islá­mico en proceso de crecimiento exponencial en brutalidad y militancia (tanto recibir bombas democráticas en un polvorín llamado Oriente Medio y en el norte de África no podían dar alegres teletubies sino más bien cabreados guerrilleros) y un anarquismo reactivado en los albores de este nuevo siglo y aumentado en un contexto de crisis y cierta conflictividad social, se unían a un peleón independentismo anticapitalista gallego para ser a partir de 2012 los nuevos tres mosqueteros del terrorismo español.

Ciertamente no es que el estado se saque las cosas de los orificios nasales, obviamente hay o había un anarquismo combativo que tenía un leve pero potencial peligro de contagiarse (o al menos contagiar algunas ideas y prácticas molestas para el sistema) entre una población descontenta y descreída de la democracia (al menos parlamentaria) y del estado del bienestar. Ciertamente hay o había un independentismo revolucionario gallego que daba más de uno y de dos sustos al gobierno del PP. Y ciertamente hay un fundamentalismo islámico cada vez más terrible y peligroso para cualquier atisbo de libertad pero también para los intereses de algunas potencias occidentales (nada, por otra parte, que no se pueda arreglar a largo plazo con algunos maletines, territorios y pozos de petróleo en amigable charla). Pero que hubiera varios frentes abiertos que asustaban al estado ante un bajo pero real riesgo de desbordamiento (sobre todo social, sobre todo por parte de los dos primeros movimientos, anarquista e independentista, sobre todo por un “efecto contagio”, social y econó­mico de la “crisis griega”) le ha servido a éste para hacer limpieza en casa justificando un aumento represivo y una escalada punitiva sin precedentes desde hace muchas décadas en el reino de españa.

Sabiendo bien el gobierno y la judicatura2 que no podría frenar un hipotético pero no tan alejado (como se podría pensar) estallido social y que reprimiendo indiscriminadamente a “ciudadanos normales” y “honrados trabajadores” que, en palabras de la guardia civil “sólo quieren dar de comer a sus hijos y eso les hace más peligrosos que cualquier revolucionario porque están dispuestos a llegar donde haga falta”, no iba a solucionar el problema, decidió sabiamente atajarlo con la milenaria táctica (teorizada por Mao Tse Tung siglos después de exitosa aplicación ) de “castigar a uno para aleccionar a cien”. Es en este contexto donde se suceden seis operaciones anti­anarquistas consecutivas para tratar de desactivar unas ideas y prácticas centenarias que siempre suponen un potencial peligro para el Estado.

La operación de facebook en mayo 2013 y la operación columna seis meses después, abrieron esta nueva espiral represiva. La primera fue dirigida contra 5 personas próximas a los entornos libertarios catalanes que fueron detenidas y encarceladas por apología del terrorismo y captación a través de las redes sociales, pero a las que se les trataba de encalomar desesperadamente varios sabotajes y ataques contra la policía en el marco de las huelgas generales de 2012 (especialmente violentas y multitudinarias en Barcelona y con un marcado carácter anticapitalista). La segunda se saldó con la detención de 5 compañeras anarquistas también en Barcelona y el encarcelamiento de dos de ellas, Mónica y Francisco, acusadas de atentar contra la Basí­lica del Pilar en octubre de 2013. Esta operación fue especialmente dura para el anarquismo porque, además de mantener durante más de tres años a dos compañeros en prisión (fueron condenados por colocación de artefacto explosivo a cuatro años y medio y a los tres años y cuatro meses excarcelados y expulsados a Chile) , abrió paso a otras cuatro operaciones.

Pandora, Piñata, Pandora II e Ice (los nombres de dichas operaciones), entre finales de 2014 y a lo largo del 2015, iban dirigidas contra una coordinación anarquista, los denominados por la prensa GAC (Grupos Anarquistas Coordinados) y contra otro grupo, SxE Madrid al que se asociaba a dicha coordinación. Estas últimas operaciones buscaban una estructura que diera cabida a todos los difusos ataques anarquistas de cierta envergadura (25 en 4 años según la fiscalía del estado) sin daños personales de gravedad3 y a todos los disturbios de relevancia en el estado español (desde Gamonal a Can Víes o las marchas de la dignidad pasando por toda la oleada de disturbios que puntualmente se han venido sucediendo en Barcelona, muchos de ellos graves, y en bastante menor medida en Madrid).

Las defensoras del orden, judicatura y policía, decían haber encontrado la estructura que buscaban para, en su autoritaria mentalidad ciega de obediencia y poder, endosarle todo lo sucedido: para el estado había nacido la ETA anarquista, que, con una férrea jefatura según el juzgado nº 6 de la Audiencia Nacional (aunque el nº 3 diga lo contrario sin desviarse mucho de la lógica y de la búsqueda), en la cúspide de la cual se encontrarían unos líderes carismáticos, emulaba sin embargo la metodología de células yihadista y copiaba a ETA en su “organigrama” ensamblando esas “células” entre sí, pero al mismo tiempo era anarquista.

Tan sólo la estupidez humana fortalecida por siglos de sumisión y jerarquías puede pretender (suponiendo que se crean sus propias necedades) hacer tragar que un movimiento descentralizado, acéfalo y profundamente antiautoritario como el anarquista, con unas prácticas violentas o no4 pueda estar regimentado y seguir los dictados de líderes y caudillos. Pero cree el ladrón que todos son de su condición o, en caso de ni siquiera creerse su propia imbecilidad, no le tiembla la mano de recurrir a lo que sea para que el orden prevalezca, para apaciguar las aguas removidas por la propia injusticia del sistema, y busca demonizar y distorsionar un peligro bien real, aunque quizás pequeño, para hacerlo inasumible a ojos de los miles de descontentos y de aislar y castigar a unos pocos para que muchos no estén tentados de simpatizar con sus ideas o métodos (tanto los que son pacíficos como los que puedan ser violentos).

Por eso estas cinco operaciones fueron tan espectaculares y mediá­ticas. Con este proceder, la represión se cobró 11 detenidos en la ya archivada Operación Pandora (7 de ellas fueron encarceladas durante mes y medio y liberadas después bajo una fianza de 3000 euros por cabeza) y 15 en la operación piñata (con 5 encarcelados durante dos meses), operación con un procedimiento judicial aun en vigor, en la que aun se detuvo a 24 personas más acusadas de resistirse a que sus hogares y locales fueran allanados. Nueve más se cobró la Operación Pandora II, también archivada, enviando a prisión a un compañero. Y seis detenidos más la Operación Ice, de los cuales dos fueron a prisión preventiva (uno durante dos semanas y el otro más de un año).

Afortunadamente tod@s l@s compañer@s detenid@s en estas operaciones están en la calle a espera de juicio o habiendo cumplido ya su condena. Tres de las seis fueron archivadas (Facebook y Pandora I y II), lo que refleja que hasta el propio estado se da cuenta de la chapuza que hizo, y en el caso de l@s condenad@s, Mónica y Francisco, no lo fueron por pertenencia a organización terrorista. Al parecer el Estado consiguió sus objetivos represivos y poco le importa ahora las posibles sanciones penales, en las que la Policía sí que está algo más interesada pues se juega su “profesionalidad” y la justificación de los recursos públicos que recibe para protegernos de un enemigo al que habían sobredimensionado en su peligrosidad real, sobre todo en comparación con el fantasma yihadista.

Las 6 operaciones mencionadas (facebook, Columna, Pandora I y II, Piñata e Ice) incluyeron sus correspondientes registros (3 viviendas y un ateneo libertario en facebook; dos viviendas en columna; dos ateneos anarquistas, un centro social okupado y once viviendas en Pandora I; cinco centros sociales y diez viviendas en piñata; ocho domicilios, un ateneo libertario y un centro social anarquista en Pandora II y seis domicilios en Ice). Las localidades golpeadas en estas operaciones fueron Barcelona (4 veces), Sabadell, Manresa (2 veces), Madrid (3 veces), Granada, Palencia. El mensaje era claro, si el anarquismo podría, en un contexto social más o menos convulso, llegar a poner en algún tipo de aprieto al estado, el estado para salir de dicho aprieto y para rebajar y disolver la convulsión empleaba una buena parte de la fuerza que era capaz de emplear. Así se extirpaba un inconveniente y se pacificaba cualquier atisbo de rebeldía. Cualquier cosa (o casi) dentro de la democracia y su mentalidad de inculcar sumisión, pacifismo y obediencia. Nada fuera del margen democrático. Sólo el estado puede saltarse su propia ley… para reforzarla. Y reforzar la ley supone reforzar las cadenas de la opresión.

Claro está que el sistema no tiene una sola forma de pacificar. Cierta mejora económica (un par de migajas más, dosificadas al extremo) y la irrupción de los nuevos partidos regeneracionistas que oxigenan el ambiente y recuperan la ilusión democrática perdida (aunque les pique a los casposos, caciques, cazurros y paletos gobernantes ibéricos quienes, no obstante, tragan porque a las élites les viene muy bien esta oxigenación, eso sí, muy controladita) hacen, junto con un poco de maquillaje para disimular las arrugas (algún cambio de rey por aquí, alguna operación anticorrupción por allá, incluso en el ámbito internacional algún nuevo papa por acullá y un contrapeso populista a tanta draconiana medida dictada por la banca) que poco a poco se vaya recuperando la normalidad entre promesas vacías, leves aumentos de los índices de empleo (es decir, de la explotación) y gestos de cara a la galería.

Ya nadie recuerda una primavera árabe más marcada por la pobreza y la opresión que por un gobierno de determinado signo u otro. Nadie unas explosiones cíclicas de tensiones latentes en el seno de europa como en las ban­lieus francesas o en Tottenham o Roma. Nadie la revuelta libertaria griega, expresión de la rabia contenida durante décadas contra la miseria y el autoritarismo. Nadie recuerda que en la muy pacífica y fiestera españa ha habido 3 huelgas generales en dos años (el triple que en los diez años anteriores juntos), y, aunque eso no es necesariamente significativo pero si sintomático, de las más violentas en décadas; un movimiento en 2011 que, pese a catalizar el conflicto creciente y reconducirlo a posiciones ciudadanistas, propició la amplificación de un clima de descontento y de tendencia asociativa por fuera de los legalismos establecidos que trajo mucho malo pero también algo bueno; nadie recuerda las dos revueltas en burgos y la revuelta en barcelona en 2014 (era mucho más que un proyecto urbanístico o que un desalojo lo que se desató ahí) con su correspondiente solidaridad en forma de disturbios en varias ciudades del país; nadie recuerda unas marchas de la dignidad que pese a su afán pacificador y democratizante se radicalizaron dando lugar a una de las luchas más fieras en los últimos años; nadie recuerda los saqueos de supermercados, que aunque orquestados por popes de la política y el sindicalismo alternativo hicieron que mucha gente los tomara como ejemplo y los llevara un poquito más allá; nadie recuerda las luchas mineras, que pese a su condición de acto sobreviviencial que en contenido no importunaba mucho al sistema produjeron una dura ruptura de la paz social, pusieron al descubierto nuevamente las mezquindades de estado y patronal y desataron una emocionante ola de solidaridad en muchos puntos de la geografía ibérica. Nadie recuerda la ocupación de ambulatorios en cataluña, que pese a seguir manteniendo una sanidad caduca, biocida y capitalista, pusieron encima de la mesa la capacidad de lucha y autogestión de muchas personas de a pie que peleaban por tener algo medianamente digno en cuestiones de salud, aunque ese algo (la medicina occidental capitalista) fuese una porquería. Nadie recuerda las luchas obreras sectoriales o el aumento de okupaciones (muchas de ellas para afrontar desahucios de expropietarios felices que pasaban a ser indigentes cabreados por tragarse las ilusiones del consumo y el capital), todo esto por supuesto con sus grandes peros (medidas de presión para negociar en lugar de conflictividad abierta, edulcoramiento del estado que se presentaba bajo manto demagógico y populista, reconociéndosele como interlocutor válido portador de soluciones en lugar de como enemigo explotador,…), etc. Nadie recuerda todos esos conflictos aunque por debajo atufaran a querer recuperar el bienestar perdido en lugar de apuntar a descubrir nuevos horizontes de, quizás, libertad y equidad.

Ahora solo se recuerdan a los podemos y ganemos, la institucionalización de todos esos conflictos, muy bien aprovechada por el poder, los nacionalismos e independentismos que camuflan la ignominia y la explotación con el pú­trido velo de los trapos de colores y enfervorizan el hooliganismo patrio como sólo el estúpido futbol (o al menos su instrumentalización) puede hacerlo. Donde en el reciente periodo de 2010-2014 (desde la primera huelga general en ocho años hasta la “explosión podemita” y su colofón en las municipales de 2015) había relativa convulsión social (ni esto era Grecia, ni era un desierto de la protesta y el pasotismo), algo por otra parte normal ante la coyuntura histórica, ahora sólo hay delegacionismo, dejadez, cansancio, credulidad ante los nuevos prestidigitadores del sistema y maquillaje, mucho maquillaje. Donde un elemento potencialmente desestabilizador como el anarquismo podría haber llevado la cerilla que prendiera la mecha del descreimiento sistémico ahora sólo quedan ganas de superar el conflicto y de volver a la tranquilidad del voto, del trabajo, de esa supuesta luz al final de un túnel que no es más que una leve luciérnaga en medio de la oscuridad perpetua de la dominación.

Pero también queda el reguero de represaliados (en operaciones anti­terroristas o no), de juicios, de cárcel, de multas, de palos, sufridos por mucha gente que ahora vuelve a ver cómo el pretendido cuerpo social, la población, mira para otro lado y sigue su vida, no porque antes luchara pero sí porque antes a una parte nada despreciable de ella le habían brillado los ojos de rabia. ¿Y la solidaridad? la poca gente que siga en la brecha, en sus proyectos comunitarios autogestionarios, en sus asociaciones, en sus publicaciones, sus cooperativas, en sus episódicas manifestaciones de descontento en las que algún contenedor vuelque en el asfalto, en las que alguna luna de banco se rompa (cada vez con menos frecuencia, por cierto), un coche de maderos arda o simplemente en las que las escaleras de alguna entidad del poder se llene de gente gritando ¡basta!; esa gente ¿saldrá a la calle a solidarizarse con los luchadores por un mundo libre, arrastrando a otros consigo a ser posible? ¿o se quedara satisfecha porque algún ex ­subversivo reconvertido a lindo gatito socialdemócrata intentará solucionarle la papeleta con alguna gestión administrativa en un nuevo ayuntamiento alternativo? o peor aun ¿se quedará en su casa viendo como su vida pasa por sus narices a través de la tele o internet? Quienes aun quieran un mundo sin dirigentes ni dirigidos no pueden, no podemos, mirar hacia otro lado. Hemos de continuar adelante con la antorcha del compromiso, del conflicto, de la subversión. Y la solidaridad con nuestros compañeros es parte importante de lo que implica portar esa antorcha anárquica y libertadora.

  • 1. Texto extraído de la publicación La Ira de Behelial
  • 2. Colocada a dedo por éste y por la policía y otros poderes fácticos y grupos de presión, y no se hace tal afirmación porque la separación real de poderes sea algo a reivindicar (puesto que los poderes sólo se pueden separar cuando hay poder, y cuando hay poder nunca hay libertad y sí sumisión y autoridad) sino porque des­cribe una situación concreta.
  • 3. Los ataques únicamente produjeron daños materiales a entidades financieras o eclesiásticas y tan sólo leves heridas, casi insignificantes, a dos viandantes sin relación alguna con los ataques.
  • 4. Cuán ridículo suena hablar de violencia mientras el capitalismo mata y daña a millones de seres humanos condenándoles a la pobreza y la precariedad con sus desigualdades y miserias, mientras esas y otras prácticas son implementadas por el estado y mientras los gobiernos asesinan y provocan guerras impunemente.
Enlaces relacionados / Fuente: 
http://contramadriz.espivblogs.net/2018/02/02/arquitectura-mitologia-folclore-y-operaciones-antiterroristas-archivo-operacion-pinata/
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