Ir juntos o salir huyendo

Estaba leyendo el tema ese de portada "de dónde venimos y a dónde vamos", y algunos artículos es que son la alegría de huerta. Básicamente vienen a expresar que los anarquistas estamos como estamos, porque nos falta un jervor. 

Por ejemplo, el que dice que está "contra el anarquismo", hace la propuesta de que renunciemos a nuestra identidad, porque definiéndonos como anarquistas, somos reconocidos por el sistema, el poder, la policía, o lo que quiera que sea, y eso no nos conviene. Bueno, hay que renunciar a nuestra identidad –dice–, y eso viene a ser –digo– como renunciar a ser lo que eres. No se puede. Porque identidad tiene todo Cristo. Las feministas tienen identidad, los pacifistas, los ecologistas… Resulta que esos pueden tener su identidad. Pero pareciera que ser anarquista tuviese algo de malo o de erróneo o fatídico. Básicamente –me parece– por esto: porque somos cuatro gatos. 

Es que somos pocos, vale, ¿y va a ser porque nuestra estrategia es mala? Ese es el otro dilema. No crecemos porque somos ineficaces. Vaya, a veces la estrategia será mala, o inexistente. Pero es que resulta que las hemos probado y seguimos probando todas, y no funcionan gran cosa. Está la CNT, altanera y envuelta en sus harapos castañeteando de frío. Y está la CGT, que es abiertísima desde el día de nacer, y que se come un colín igualmente. Porque aunque tenga mayores recursos, no llega al potencial de la UGT ni de coña tras casi tres décadas de andadura. Y hay muchas otras opciones libertarias, que igual van. La FAGC por ejemplo, ha mostrado capacidad, eficacia, desinterés, fuerza… Pues también son cuatro gatos a pesar de tener estrategia y capacidad. 

Así que, en mi opinión, la estrategia puede estar mejor o peor planteada, pero hay problemas estructurales que impiden que los militantes se asienten en organizaciones libertarias, y hacen que acaben huyendo.

Un ejemplo de eso de "por qué huir del anarquismo" me lo proporciona el artículo de uno que da cuenta de su trayectoria, y de cómo ha dejado de ser anarquista –o eso cree él–, para convertirse en responsable de ecología o algo así, de un ayuntamiento madrileño. El tío, que es licenciado en antropología, máster y profesor de cosas raras, ha pasado de pasárselo de chavalín en una ocupa, a estar 16 años después en una candidatura de Podemos o parecido que le da más juego, y le ubica en un carguillo. Lo juro: no le quiero ni más ni menos por ello. Le respeto. Me parece bien. Es su elección, que adereza con una larguísima carta de despedida en la que une reflexiones de experiencia personal con su marco teórico académico, capaz solo de entenderlo un entendido y que cuando empieza con lo del monismo (¿la ideología de los monos?)… como que no le pillo… Pero ya que se expone al público diciendo lo que opina de nosotros, también podemos exponerlo a él, como el que expone un espécimen. Lo resumo a lo gordo.

La cuestión es que este "ex" ve mayores posibilidades, en un Ayuntamiento, bajo una dirección política, tomando decisiones, y cobrando por ello. Vuelvo a decir que respeto su opción. Y eso mismo es lo que perciben montones de personajes inteligentes que llegan al anarquismo, y que se van, o porque no consiguen sacar sus proyectos adelante, o porque se desilusionan, o porque se transfieren a otros rollos en los que su valía es mejor recompensada. No les llamo traidores ni nada de eso. Así es la vida. Sólo describo la situación. ¿Por qué va a sacrificar uno su vida en un colectivo libertario cualesquiera que no te da ni pa un bonobús, cuando en un Ayuntamiento, un Sindicato, un Partido o una Iglesia en condiciones, vas a hacer lo mismo cobrando? ¿Por qué vas a dedicar las tardes a atender trabajadores despedidos, cuando tienes que atender una familia y buscarte la vida?

Así que ¿quiénes son los que se quedan en el mundillo? Pues una masa de tipos un poco acomplejados por la cantidad de insultos más o menos velados que se les tiran los demás (incompetentes, inútiles, fracasados, dogmáticos, encerrados en el mito, ignorantes, reaccionarios, ortodoxos, violentos, incultos, fuera de la realidad, identitarios, patriotas…), más el otro contingente de chiflados que hay en cualquier organización o movimiento social y que poco pueden aportar como minoría descualificada.

En definitiva, lo que quiero trasmitir, es que no hay que deprimirse pensando que nuestra situación deriva de nuestra incompetencia. Nuestra minoría la provoca la estructura social, que castiga duramente la disidencia provocando costes enormes a la militancia. Los que resisten, se ven descalificados porque están mostrando que realmente se puede llevar a cabo otro tipo de actividad al margen de las instituciones, obteniendo buenos resultados. Sus logros se oscurecen y  en cambio se magnifican los disparates, rechazos y conflictos internos que produzcan mentes más o menos calenturientas.

¿Y qué decir de la incompetencia de unos partidos e ideologías, que están de rodillas frente a los poderes económicos, y que llevan a la totalidad del planeta al colapso, tras haber desmantelado sus experimentos socialistas?

Yo, poco tengo que proponer. Creo que la receta del activismo libertario es la de siempre: valorar la situación, controlar las fuerzas, plantear objetivos, buscar alianzas, desarrollar los planes, acabarlos, evaluar los resultados obtenidos y volver a empezar. Y esto siempre teniendo en cuenta, que aún teniendo la mejor estrategia, la organización óptima, y el mejor empleo de recursos disponibles, puedes salir derrotado, porque las fuerzas a las que se enfrenta el militante, culturales, económicas, institucionales, represivas…, son siempre inmensas. Y los recursos disponibles, son siempre escasos. Y aún así, sacamos cositas adelante.

Ánimo pues. Queremos ganar. Podemos ganar. Y vamos a ganar. Porque como ganen los otros...

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