Invasión de banderas

Disfrutamos estos días en diversos barrios de las regiones más pobres de España, presencia de banderas españolas en los balcones. No tanto como en el centro de las ciudades, pero haberlas hailas. ¿Cómo es posible, que ante la represión que está sufriendo Cataluña estos días, los más desgraciados confraternicen con el Poder, en lugar de echarse a la calle a debilitar al Gobierno?

El problema es que esta jugada de actualidad se planteó en términos nacionalistas. No me voy a meter en qué ha causado este debate de gobiernos que arrastran poblaciones. No me convence ninguna explicación. Aparece el repunte nacionalista, y aquí está. Hay un territorio nacional, cultura compartida, apelaciones a la historia, destino común, símbolos nacionales… Eso es el nacionalismo. Y os cuento lo que sí sabemos que pasa.

En cualquier sociedad, hay grupos de gente muy señalada que poseen el Poder de Definición. Pueden decirte quién eres. Por eso yo llevo siempre dos documentos insustituibles encima, mi Carnet de Identidad y mi DNI. También pueden señalarte qué eres, y qué contiene tu identidad. Por lo visto yo soy español y gozo de unas características nacionales, no sé cuáles. Dicen que el orgullo y no sé qué hostias. Cuando alguien asume que participa de una identidad colectiva, se dice que ha sufrido un Proceso de Identificación. Tal vez tú no, pero mucha gente padece este mal, en cantidad variable.

También quienes poseen Poder de Definición, pueden decirte qué son los demás. Los demás, los otros, son gente cercana, pero fuera de. A este proceso mediante el cual se asignan cualidades a grupos de personas que quedan excluidos del colectivo nacional, se le denomina Proceso de Etiquetaje. La etiqueta suele portar estigmas (ladrón, pordiosero, cateto, violento, fascista…). A Los Otros siempre se les ve mal. Y si son franceses, alemanes, ingleses… Que viven mejor que los españoles, peor aún.

Quienes ostentan ese Poder de Definición, son gente que suele tener dinero y recursos: millonarios, oligarcas, caciques, gobernantes, políticos, sacerdotes… A su servicio tienen un montón de gente que repite sus consignas: periodistas, catedráticos, profesores, escritores, filósofos, artistas, deportistas, funcionarios, cineastas, militares, curas, eminencias grises… Esta gente va difundiendo los rumores de manera consciente o inconsciente hacia los niveles populares. A la gente del común, para facilitarles la creencia de que son importantes por pertenecer a una nación, se les adula, y se les contrapone a los otros, mostrados de forma negativa. Una vez les llega la consigna, la repiten y la hacen real. Hay modalidades variadas de consignas, más o menos intensas, lo mismo que en los catálogos de pinturas, puedes coger consignas brutas, o más finas.

Tanto el Gobierno español, como la Generalitat, tienen un interés absoluto en que las poblaciones que se reconocen como nacionales, estén mirando a cara perro a la otra parte. Esto es incontrovertible: tener enemigos, unifica. Mientras mayor es el conflicto, mayor la unidad percibida. 

Es que es así. Imaginad por un momento, que el día del referéndum prohibido, la población española hubiese salido a la calle por millones a decir que sí, que Cataluña tiene que ser independiente si lo desea. Que en Burgos, en Segovia, en Utrera, en Almendralejo, miles y miles de españoles hubiesen marchado para apoyar la independencia catalana…

Los nacionalistas nunca querrán eso. Porque de inmediato, los catalanes y los españoles hubieran dejado de tener motivos para desear la secesión. Los unirían otras cuestiones: la solidaridad, la amistad, el afecto... Abrazo fuerte y pelillos a la mar. Se hubiera jodido tanto el invento de la Generalitat Independentista, como el del Gobierno Unitario.

Pero como el enfrentamiento se plantea de manera nacional, la tensión entre poblaciones, es imprescindible. Los españoles son mostrados como antidemocráticos, aprovechados y fascistas, y los catalanes son mostrados como antidemocráticos, aprovechados y fascistas. Por otro lado todos se ven a sí mismos como legales, demócratas y razonables. Esto es a grosso modo. Da igual que haya gente que intente matizar que se habla del gobierno, de oligarquías... Al final todo se traduce en términos binarios de catalán y de español, bueno y malo, y de conmigo o contra mí.

A todos los políticos corruptos del Reino, a la Corona, y a los políticos nacionalistas de cualquier parte, les interesa estimular un conflicto identitario. Ya que así la población se acaba identificando con su Gobierno, al que consideran garante de la Nación. Teniendo en cuenta que un señor de Almonte no tiene ningún motivo para tenerle inquina a una señora de Figueras, y viceversa, y que posiblemente en su vida lleguen a conocerse, la manera de crear este disturbio mental, es difundiendo mensajes insultantes, peyorativos y estigmatizantes para la identidad personal. La respuesta de quien se sienta ultrajado en su identidad nacional, será identificarse con los símbolos de la Nación: bandera, himno y Gobierno o Govern. Si la identidad colectiva se ve atacada, mucha gente adoptará el símbolo (la bandera, el velo, el idioma, la religión…) como manera de afirmarse.

¿Qué solución tiene esto de la identidad? Ah, ni idea, yo carezco de los recursos del Estado y de la Generalitat. Ya quisiera tener yo medios de comunicación, maestros, donantes ricos, bancos que me prestasen millones…, para crear opinión. Con un montón de dólares compraría la presidencia, como Trump, y sería escuchado con respeto, y no como ahora que me ponen verde si me quedo dormido en el sillón y vierto la copa de vino y me despierto sobresaltado con una mujer chillando que no se quita la mancha. No es ese el caso. Todo lo más que puedo hacer, es cultivar mi propia identidad: una identidad libertaria, sin mando ni obediencia... O algo que se le parezca.

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