Entrevista a Abbie Hoffman (1989)

Abbie Hoffman, antiguo miembro de los Yippies, fue una de las caras más reconocibles de los años sesenta, y concretamente de la escena contracultural y del movimiento contra la guerra de Vietnam en los Estados Unidos. En esta entrevista, realizada días antes de su fallecimiento en el año 1989, relata algunas de las acciones en las que partició en aquella decada y las motivaciones que se escondían tras ellas.
 
El primer evento que te puso en el mapa, por decirlo de alguna manera, fue cuando tú y un puñado de hippies lanzasteis un fajo de dólares al suelo de la Bolsa de Nueva York. ¿Puedes contarme un poco que sucedió? 
 
Sucedió en el verano de 1967. Fue cuando Jerry Rubin y yo nos acabábamos de conocer, y luego hicimos la levitación del Pentágono aquel octubre. Durante todo aquel verano, como el año anterior, no hubo ningún tipo de movimiento en la Plaza de St. Mark del Lower East Side y decidimos hacer alguna proeza.
 
¿Cómo cual? 
 
Por ejemplo, fuimos a un banco, cogimos dos rollos de 25 centavos, y empezamos a tirarlos por el suelo. Plantamos un árbol en medio de la St. Mark Place para deshacernos de los coches. Tocaron bandas de rock en la calle, tocaron en el Tompkins Square Park. Podías escuchar un poema cada media hora, podías hacerlos volar o entregarlos en la Plaza de St. Mark Place. Y todas las manifestaciones contra al guerra que se convocaban regularmente.
 
¿Quién escribía estos poemas?
 
Jim Fouratt, Ed Sanders, Allen Ginsberg, Anne Waldman, yo. Nos llamábamos Communications Company. Jim Fouratt tenía una multicopista. Entonces no teníamos xeroz y recitábamos estos poemas en papel multicolor. Me casé en Central Park e hicimos la invitación con un panfleto. ¡Cualquiera que haya coleccionado estos panfletos hoy puede ganar medio millón de dólares! ¡Eran geniales! Y realmente solo era arte basura. Tan solo leías el poema, lo tirabas y pasabas un buen rato. Las influencias nos venían de personas como Allan Kaprow. Estaban haciendo happenings, pero no tenían ningún contenido político. Eran estrictamente apolíticos, así que, por supuesto, a los ricos les encantaban.
 
¿Fuiste a alguno de los happenings?
 
 
No, pero leí sobre ellos, estaba informado, tanto en los periódicos como en los medios de comunicación. Fui a exposiciones de Pop Art. Fui a una gran muestra de Pop Art en el Armory, creo que un año antes, donde había happenings interiores. Y luego estaba el Living Theatre, y había otro teatro, el Richard Schechner’s Perfoming Garage. Estaba sucediendo todo esto… Creo que al llegar a cierto punto Richard llego a decir que nos estábamos influenciando mutuamente. La vida y el arte se estaban imitando mutuamente. Caminar por St Mark Place entre la Tercera o la Segunda Avenida era como caminar a través de un circo. Veías vestuarios de todo el mundo, cualquier lugar posible. La gente iba descalza, no había nada como caminar descalzo. Pensábamos en esto muy deprisa. La gente repartía banderas en la Estatua de la Libertad que decían “Acabad con la guerra”. Había muchas manifestaciones en Whitehall, el centro de reclutamiento. 
 
Todo lo que hicisteis parece haber estado inspirado por un sentido de humor y diversión.
 
Y por un sentido de comunicar ideas a través de la manipulación de símbolos famosos en los medios de comunicación. Realmente, lo estábamos haciendo antes de que se descubriese esta teoría. Era instintivo. Te contaré una de las más famosas. El Día de Valentín de 1967, enviamos 3000 porros de marihuana por correo a gente de toda Nueva York, escogida de la guía telefónica, junto a una carta que decía: has leído mucho de ella, ahora si quieres probarla, hazlo, aquí la tienes. Pero, P.D: Por el momento, con solo tenerla puedes pasar cinco años en prisión. Se la mandamos a alguien de los medios de comunicación. Bill Jorgensen, un presentador de noticias locales, casi es arrestado en directo por enseñarla en televisión. Los policías se presentaron en el plató y hubo mucha histeria. ¡La mitad de la gente del Lower East Side sabía quien lo había hecho!
 
¿No tuvisteis problemas con la policía? ¿Nunca siguieron vuestro rastro?
 
No, no. Nos colocamos para idear lo de la lista, colocarnos y páginas amarillas, eso fue todo. Para los envíos se hicieron diferentes grupos. Jimi Hendrix me dio el dinero. En este Estado las leyes han cambiado últimamente, han reducido las penas. Solíamos hacer muchas campañas contra los servicios de pago. Fotografiábamos a la gente colándose, y colocábamos las imágenes junto a alguna leyenda en periódicos clandestinos: Cómo entrar en un servicio de pago. Mostrábamos a la gente cómo colarse o sabotear la cerradura. Todas salen en Fuck the System, más tarde en Steal This Book, etc. Pero la acción de la Bolsa quizá fue una de las mejores.
 
Cuéntame algo sobre la acción de Wall Street. ¿Cómo se os ocurrió?
 
Llamé a la Bolsa de Nueva York y organicé una excursión. Les dije que llevaría a un grupo de unas dieciocho personas. Les di el nombre de George Metesky, que quince años atrás había sido el terrorista loco de Nueva York.
 
¿El terrorista loco de Nueva York?
 
Sí, era un héroe cultural. Un monstruo mediático. Cuando lo arrestaron, en el Daily News le dedicó un gran titular: “¡El terrorista loco de Nueva York ha sido capturado!” Vivía con su madre y con su tía. Un chico dócil y de buenos modales. Odiaba a con ConEd por que lo habían despedido. Así que dejó unas pequeñas bombas caseras en varios lugares, como Grand Centrl Station, y aterrorizó a toda la ciudad. El tipo que respondió al teléfono, por supuesto, no se acordaba de su nombre, pero yo sí, como también lo sabía otra gente que conocía la historia de Nueva York. Tenía unos trescientos dólares y los cambié todos por billetes de un dólar. Parte del dinero era mio y otro lo había recaudado. Trescientos dólares – no es mucho dinero. ¡Era un buen trato! ¡Acéptalo! 
 
¿De dónde surgió la idea?
 
No quiero resultar arrogante, pero la imagen de Cristo echando a los cambistas del templo, obviamente esa idea estaba allí. Aunque quizás haya pensando en ella después, escribiendo Revolution for the Hell of It. Pero en aquel momento parecía ser una gran idea, y teníamos los recursos y la capacidad – pudimos hacer un casting central en Gem Spa, un quiosco en la Segunda Avenida y en St. Mark Place, y conseguir tanta gente como quisimos. La gente se presentaba voluntaria para lo que fuese, y estaban haciendo sus propias cosas. Cuando llegamos a la Bolsa, nos pusimos en fila junto al resto de turistas. Tan pronto como nos pusimos a esperar en la fila para las visitas, como si fuésemos los típicos excursionistas, alguien debió sospechar que pasaba algo raro, ya que vestíamos como hippies. No íbamos vestidos como turistas de Iowa o de Indiana. Desde el gran público se seguía viendo a los hippies con ojos extraños, había dos culturas. En cuestión de minutos tuvimos a la prensa pululando alrededor nuestro.
 
¿No habíais llamado a la prensa con antelación?
 
No, pero esta es la Ciudad de Nueva York. Se lo filtrarían. Los policías, los guardias de la Bolsa les dirían “hay dieciocho hippies ahí, van a hacer algo.” La gente se reía, probablemente fumase hierba. Si te paseabas por la Calle Catorce de la manera en que nosotros lo hacíamos, ten por seguro que la gente te estaría mirando fijamente. Si vas a un aeropuerto te miran como si te hubieses escapado de un circo.
 
¿Vuestra apariencia en Wall Street era una especie de confrontación?
 
Claro. Tu forma de vestir, tu forma de pensar, era una confrontación. Una confrontación deliberada. Y una afirmación de un espíritu, de un arte, de una existencia más humana. La cooperación contra la competición. No teníamos que explicar nuestra ideología porque ya estaba bastante clara. Si seguías nuestras acciones y tratabas de hacer todas las conexiones intelectuales encontrarías abundante teoría. Teníamos ideas utópicas. Una de las más importantes era la “abolición del dinero”. La “abolición del trabajo”. Éramos anti-trabajo y anti-dinero. El lanzamiento de dinero en Wall Street encaja en ese marco. Puedes decir que éramos anticapitalistas, porque lo éramos, pero no seguíamos ningún “ismo”. Seguíamos la idea de lo “gratuito”. Desde que nuestra sociedad era tan rica, creíamos que todo debía ser gratis. Teníamos tiendas gratis, podías ir y llevarte toda la ropa que quisieses. Comida gratis en el parque. Poemas gratis y conciertos de rock gratis. La idea era que vivíamos en la “post-escasez”. En aquella época, como sociedad, éramos bastante opulentos. Así que debíamos dirigirnos hacia el pleno desempleo, dirigirnos hacia una sociedad con una mayor calidad de vida. ¿Porqué trabajar por el pleno empleo? Es aburrido. Claro, porque la gente necesita dinero. Somos muy ricos, vamos a repartir la riqueza. La gente tiene derecho a recibir atención sanitaria, una atención sanitaria gratuita, que era lo que intentábamos proporcionar en el Lower East Side. Teníamos varias instituciones que, mientras pudimos mantenerlas, actuaron como modelos durante un tiempo. Cuando veías una tienda con un cartel que ponía “tienda gratis”, podías entrar y coger todo lo que te pareciese que tuviese buena pinta. No se permitía el robo. La gente entraba y dejaba todas las cosas que ya no utilizaba, y teníamos a otras personas ordenándolo todo. Estábamos construyendo una comunidad de quizás unos cuarenta o cincuenta mil personas, en Nueva York, en el Lower East Side.
 
Cuando entrasteis en la Bolsa vestidos así…
 
…sabían que algo estaba pasando. No se tarda mucho en que un guardia, digamos, por cincuenta dólares, llame al Daily News o a la Associated Press. Y entonces aparecen como un enjambre. Puedes provocar un gran incendio en Nueva York, y llegará antes la prensa que los bomberos.
 
¿Preparasteis la acción para la prensa?
 
No, nunca la hice para la prensa. No sabíamos si nos iban a arrestar. Sabía que se iba a producir algún tipo de enfrentamiento, porque al llegar a un punto, el guardia se iba a acercar y nos iba a decir “no”. Si nos arrestaban, la prensa estaría ahí. La historia iba a acabar de una manera o de otra. No sabíamos si sería importante. Los guardias intentaron sacarnos casi al mismo tiempo en que llegaba la prensa. Se produjo un gran alboroto. Había un montón de guardias. Eran guardias, no policías, guardias de la Bolsa. Dijeron que no teníamos permiso para pasar y que no teníamos derecho a hacer esto y bla, bla, bla, bla. Les respondimos “¿a que os referís? ¡Somos americanos! Excursiones gratis, qué demonios, queremos ver como es por dentro.” Así que al final, negociamos.
 
¿Fuiste el negociador?
 
Por supuesto. Soy muy buen negociador. Era ya mi séptimo año como organizador político. Negocié con el Klan para que me devolviesen la vida en el Mississippi, ¡así qué! Les dejas en una situación donde que no te dejen pasar resulta embarazoso para ellos. Dicen “los Hippies no tienen permiso”. Así que yo les digo “Bueno, mirad, somos judíos. ¿No dejáis entrar a los judíos en la Bolsa?” La prensa estaba allí. Me di la vuelta y me dirigí a la prensa “¡No dejan entrar a los judíos en la Bolsa!” “oh, no, no, no. No es eso lo que hemos dicho. Esperad un minuto…” Se ponían rojos. Así que te dejaban pasar. Aunque cuando nos dejaron entrar, a la prensa no se lo permitieron y tuvieron que quedarse esperando fuera. Notaban que íbamos a hacer algo. La gente enseñaba el dinero, empezaron a comérselo y de todo. Hacían el payaso.
 
¿Montando un espectáculo para la prensa?
 
No. Entre ellos. Me relaciono con los medios de comunicación de esa manera. Vamos a crear una pequeña historia y un montón de gente la escuchará. Ahora bien, si alguien trae una cámara, eso hace que el trabajo sea más fácil, pero no lo estoy haciendo para ellos. Es una distinción importante. No manejábamos el concepto de un “suceso mediático”. La idea de manipular los medios de comunicación era ridícula. La gente que es su dueña los manipula, nosotros solo nos sacábamos unas cuantas trampas de la manga. Sabíamos que hablábamos para una sociedad post-literaria. O post o pre. Esta en una fase donde quiere mirar y escuchar, no leer. Así que para que miren o escuchen, tienes que crear algunas imágenes. Tienes que tener algunas imágenes.
 
¿Recuerdas alguna influencia que te llevase en esta dirección?
 
Estaba influenciado por los textos de McLuhan. Andy Warhol también era una influencia. Pero todos nosotros pensábamos en esto. Cada persona que dejó su comunidad y vino al Lower East Side, que se resistió al reclutamiento, que buscaba un modo de vida alternativo, tenía que pensarlo. Se llama educación. Tienes que rebelarte porque no te lo van a contar en la escuela, en la iglesia o en el centro reclutamiento local. El periódico local no te va a decir que es bueno que hagas esto. Por supuesto, todo el mundo pensó en ello. Yo solo era un líder entre personas que pensaba sobre ello, nada más. 
 
Volviendo a la historia, ¿qué sucedió después de que os dejasen entrar en la Bolsa?
 
A la prensa no se le permitió continuar, pero a nosotros sí. Así que nos sentamos con el resto de turistas. Nos abrazábamos, besábamos y todo eso. Éramos hippies. Hacíamos el payaso, nos divertíamos. Por supuesto, todos estábamos colocados. Estábamos pasando un buen rato. Además, como parte de la excursión, te contaban como fueron los comienzos de la Bolsa. Nadie del grupo había estado antes en esa excursión. Como mucha gente que vive en Nueva York, no van a ver los símbolos, los lugares de interés turístico. Carnegie hizo fortuna, Ford hizo fortuna, y todo el mundo hizo fortuna allí. Es como la lotería pero a gran escala. Te explican como funcionaba la teleimpresora. Todo el mundo hacia preguntas tontas, o algunas coherentes. Algunos simplemente estaban interesados, como los turistas de verdad. Puedes ser turista e hippie al mismo tiempo. Pero cuando llegamos a la galería y nos desplegamos, comencé a pasar el dinero, otros sacaron el dinero que consiguieron pasar. Era dinero comunal. Y en un momento, cuando la teleimpresora parecía volverse loca y todo el mundo allí abajo parecía ocupado, dimos la señal, y saltamos la barandilla. Incluso aunque había un par de guardias en la galería, no había manera de poder parar a dieciocho personas que venían de diferentes direcciones, todos con dinero encima, puñados de dinero, gritando “¡Tomad el dinero!” y tirándolo por la barandilla, chillando mientras lo hacían. Imagínatelo…todos los brokers, miraron hacia arriba, y comenzaron a abuchearnos, a vitorearnos. Más abucheos que vitoreos. La teleimpresora se paró. Leí que se paró durante seis minutos. No me di cuenta en aquel momento, pero el típico alboroto de compras y ventas se detuvo. No sabían que hacer. Estalló el pandemónium y comenzaron a gritar “¡dinero, dinero!”. Empezaron a correr, se pusieron de rodillas… Después de que lanzásemos el dinero, los guardias se quedaron aturdidos. No sabían qué hacer, los superábamos en número. Tuvieron que enviar refuerzos. Los guardias decían cosas como “No podéis hacer eso, no tenéis permiso para hacer eso. Es ilegal, vamos a llamar a la policía.” “¿A qué te refieres? ¡Aquí la gente no para de tirar con el dinero todo el tiempo! ¿Es esta la manera de hacerlo, no?” Si a la gente le entra el pánico al tener que discutir conmigo en la vida real, en una situación como esa…soy un temerario. No me importa si me cogen y me lanzan a la Bolsa. Tirarme a la platea. Estaré bien. ¡Estoy listo!
 
¿Fuiste maltratado por los guardias?
 
Claro, nos empujaron y de todo. Luego les empujamos nosotros. En aquellos días éramos una especie de pacifistas, así que no estábamos preparados para noquear a un guardia. Habíamos hecho lo que pretendíamos. El dinero estaba por ahí. La teleimpresora se había parado. Todos estaban de rodillas, comprobando que los billetes fuesen reales. Nos quedamos unos pocos minutos más. “Marcharos de una maldita vez,” nos decían, y nos fuimos. Así que todo el mundo salió, saltando, sonriendo, riendo, abrazándose, pasándoselo bien, y al llegar a la calle había una conferencia de prensa. Había reporteros en todas partes, bloqueando las calles. Habían estado esperando, no pudieron entrar y verlo. Así que no hay fotos de lo que te acabo de contar. Es la razón de que se haya convertido en un mito, ya que cada periódico ha dado una versión diferente. E entrevistarme a mí era como entrevistar a un huracán. “Hola, soy el Cardenal Spellman” “¿De donde sacasteis el dinero?” “¡He dicho que soy el Cardenal Spellman! ¡No se pregunta al Cardenal Spellman de donde ha sacado el dinero!” “¿Qué clase de pregunta es esa?” “¿Cuánto dinero era?” “No lo sé. ¡Miles! ¡Tiramos todo el dinero que teníamos!” Así que es normal que las versiones variasen bastante.  
 
¿La escena con la prensa fue espontanea?
 
Bastante. Quemamos dinero delante suya. Por aquel entonces, era ilegal. No lo había hecho antes, pero había entrado a un banco y tirado dinero fuera. O me había sentado y me había puesto a tocar una flauta, en la esquina del banco, vestido como un indio electrónico o algo por el estilo. 
 
¿Habías tratado con la prensa antes?
 
Por supuesto, traté con la prensa como organizador. Habíamos estado en el programa de David Susskind, que había sido una especie de drama salvaje. “¿Cómo comes?” Abrimos una caja de comida y comenzamos a repartirla entre la audiencia. “¿Qué es un hippie?” Abrimos una caja y salió un pato con la palabra hippie alrededor del pescuezo. ¡Susskind se volvió loco! Intentábamos destrozar toda la Q&A, el tipo de televisión intelectual de Q&A. De repente: ¿qué es un hippie? Bueno, aquí tenéis uno. Un pato con la palabra hippie volando por encima de la audiencia. Queríamos meternos bajo la piel de esos intelectuales de alto nivel con maquillaje, que se creían muy liberales, analíticos y todo eso. Queríamos romper con todo eso. En otras palabras, más espectáculo, darle a la gente algo más que escuchar y mirar. No es una gran historia decir que esta gente estuvo en la televisión y dijo esto. ¿Y qué? Es lo que hicieron. Veíamos estas acciones, esencialmente, como happenings públicos que sacudían el mundo de fantasía colectivo que vivíamos a través de la televisión. El mundo de fantasía nacional. Así que sería natural que más tarde hubiese invasiones hippies en Disney World y otras tumbas sagradas. Rodeando el Pentágono con hechizos que lo harían elevarse en el cielo. También queríamos que la gente hiciese lo que estaba diciendo. El liberalismo de aquella época era un problema, porque se decían cosas, pero no se hacía nada. Nosotros nos orientábamos hacia la acción. No llamaban “freaks de la acción.”
 
¿Quién os llamaba eso?
 
Nos lo llamábamos nosotros, y decíamos que era un cumplido, porque actuábamos según nuestras ideas. De hecho, Dwight McDonald, un amigo mio, un hombre mayor, intelectual, un crítico de la política exterior americana, me comentó unos cuantos años después, “¿A santo de que le disteis a la gente la idea de que debían actuar según sus ideas? Eso es antiintelectual. Va en contra de toda la tradición del pensamiento intelectual occidental”. Por supuesto, eso no era cierto. Los abolicionistas actuaban según sus ideas. Y Thoreau. Vivíamos bajo la ideología de los hechos.
 
¿Lo que estabais haciendo también tenía un significado político?
 
Claro. Es muy diferente a darle dinero al Santa Claus de la esquina. Por cierto, eso también es un acto político. Creo que todo es un acto político. No hay ninguna cosa que interactúe con la sociedad que no sea un acto político. El más aterrador es la guerra. Pero el resto de acciones también lo son. Incluso si dices “no creo en la política”, has actuado. Has actuado para el estatus quo. Cuantas veces has oído a la gente decir “Yo no me meto en política” Bueno, eso es exactamente lo que quieren los gobernantes de la sociedad, los que tienen el poder, que diga el pueblo, por que eso les da tres votos más. En cierto modo, una de las cosas que decíamos en la Bolsa era que la gente que estaba agachada en el suelo no estaba engranada con el capitalismo, ya que estaba manipulada. Todos estaban ganando dinero, representaban a gente que estaban ganando dinero. Es el pobre quien sufre los efectos del capitalismo. Tienes que salir y trabajar duro, proteger sus bicicletas para que no se las roben, matar o morir. Están en la carrera de perros del capitalismo. Pero los ricos, tienen el socialismo.
 
Pero cuando estabas tratando con la prensa…
 
Un personaje.
 
¿Le diste tu nombre a la prensa?
 
No. Era algo típico de la época. Muchos de nuestros panfletos, incluso Revolution for the Hell of It, estaban firmados como “Gratis”, incluso aunque la gente supiese quien era. Parte de la pureza de ese momento era que la gente hacía acciones sin que su ego saliese gratificado. Pero después de un tiempo dejo de tener sentido. No importaba si decía que era Robin Hodd, ellos publicaban Abbie Hoffman.
 
¿Cómo fue la cobertura que le dieron en la prensa a la invasión de Wall Street?
 
Estaban histéricos. “Los hippies entraron en la Bolsa, tiraron miles de dólares al suelo. La teleimpresora se detuvo. El director de Wall de Street dice que nunca volverá a pasar. Tomaremos medidas para prevenir que acciones como esta no se vuelvan a producir” Bla, bla, bla. Se pusieron muy serios e imperturbables. Los locutores chillaban un poco, y mostraban imágenes de la conferencia de prensa, así que la gente pudo unir los puentes del mito que se estaba construyendo. 
 
¿Estabas influido por el fenómeno de la cultura pop, como las conferencias de prensa de los Beatles y cosas por el estilo?
 
Por supuesto. Y por Dylan. Tenía una manera de burlarse de la prensa mientras caminaba hacia ellos. Y los Beatles, claro, eran geniales en eso. Si señor, los Beatles fueron una influencia enorme, y como luego nos dijeron: estábamos en ellos.
 
¿De que otras maneras te influenciaron los Beatles?
 
Los Beatles eran el artista completo. Una visión completa, un paquete completamente diseñador. Las canciones, las palabras, las cantabas, las vivías. Eran cuatro y eran muy diferentes, así que era una experiencia colectiva, un arte comunal. Eso era importante, y su actitud traviesa en todo lo que hacían. Nos gustaba la idea de derrumbar dicotomías entre el trabajo y el juego, entre lo que la izquierda conformista llamaría lucha seria por un cambio social, y el juego. Si estás luchando por la liberación, ¿por qué no pasártelo bien? Si rompes algunas de las barreras que han levantando mediante el proceso de culturización, es como si borrases los montones de basura con las que han rellenado tu cabeza. Es un sentimiento positivo. Así que, de algún modo, los Beatles fueron mensajeros de una clase de verdad. Una nueva verdad. Una nueva manera en la que nos podíamos relacionar juntos.
 
¿Dirías que encarnaban la contracultura?
 
Definitivamente. Si, señor. Salta a la vista que Sgt. Pepper tuvo un impresionante impacto en nosotros, y en la gente de todo el mundo, excepto para los chinos, ya que ellos estaban aislados. Cuando aparecieron, te sentías igual que la primera persona que vio la Capilla Sixtina, o a Shakespeare vivo, viéndolo presentar y explicar Noche de reyes. Era increíble. Porque hasta que llegaron ellos, y esto es importante para comprender la contracultura, la música de melenudos era la opera, la música clásica, y estaba hecha para una élite muy rica, para un grupo de gente muy bien educada. Eso era la música para melenudos. La música sinfónica. La música clásica. 
 
¿Por qué se llamaba música para melenudos?
 
Porque durante la década de 1930, 1940 y 1950 se identificaba el pelo largo con la élite profesional, académicamente irrelevante, de los ricos. Así que esa era la música para melenudos. No obstante, debido a los Beatles y a todo el movimiento, el pelo largo se hizo popular. Literalmente, podías comprar el Sgt. Pepper en un Woolworth. Estabas delante de unos de esos extraños momentos en la historia donde lo mejor y lo más popular coinciden. A eso se le llama Renacimiento. Era un aspecto renacentista para una década que había sido una guerra civil. Una década que marcó todo un siglo. Para mi no cabe duda que marcó el siglo. Ninguna duda sobre quien gano.
 
¿Vosotros?

Nosotros. Alguien iba a ganar y alguien iba a perder. Sé que ganamos porque, como ves, puedo estar aquí sentado, tengo el pelo largo y hablo contigo. Antes la policía podía entrar y llevarme arrestado bajo sospecha. Ahora es ilegal. Tuvimos que luchar por ello. Esa es una de las razones. Abolimos la segregación legal. Da igual quien sea el siguiente presidente, ya no podemos volver atrás. Gracias a la Guerra Civil del siglo pasado no podemos volver a la esclavitud. No podemos volver a vivir bajo el mandato del Rey Jorge. Cada siglo tiene una guerra que lo marca, y no importa que suceda después de ello, no puedes regresar. Obviamente, no se han producido revoluciones completas, o no tendríamos personas sin techo, no tendríamos pobres. Se producirá una Guerra Civil más en este país. Una sola más. Tenemos una gran lucha de clases, la economía. No tocamos ese tema en los 60. Quiero decir, lo tocamos de la manera en que lo hicimos, lanzando dinero en la Bolsa. En la actualidad no se puede hacer esa acción, por que sería un insulto para la gente que es pobre y esta sin techo. Pero entonces había opulencia. En el país había unos valores y una percepción de que lo estábamos haciendo bien, y era debido, más o menos, a que vivíamos en la abundancia.

 
Pero en la década de 1960, muchos de los hippies que estaban asociados con el poder de las flores y Timothy Leary no pensaban mucho en la política.
 
Esa acción era un cruce de líneas entre los hippies y la gente más política. Yo sería la conexión entre esa clase de conciencia y Dave Dellinger, A.J. Muste, Cora Weiss. Para mi, la razón fundamental para ir a la Bolsa – o incluso para hacer la primera acción de guerrilla de la comunicación que hicimos, cuando rodeamos la oficina de ConEdison con carteles que decían “Respirar es peligroso para tu salud…”
 
Cuéntame algo más de esto.
 
Colocamos botes de humo dentro de las oficinas, en los ascensores y en todos lados. Íbamos vestidos de negro y parecíamos cubiertos de hollín, lo que nos daba un aspecto salvaje en la televisión, era sorprendente. Pero déjame decir que, detrás de todas estas acciones, lo más importante para mí era parar la guerra de Vietnam. Tratamos de idear diferentes maneras de alejar a la gente del tipo de pensamiento dominante que les hacía rendir homenaje a su país, sin pensar si estaban equivocados o no, dijesen lo que dijesen. Si decían “mata”, entonces mataban. Si decían “estudia”, entonces estudiaban. Si decían “paga tus impuestos”, entonces pagaban sus impuestos. La gente escucharía hablar de nosotros o miraría extractos en la televisión, leería sobre nosotros en los periódicos. Se identificarían con nosotros, pensarían por si mismos, y empezarían a hacerlo en todas partes. “La ideología por el hecho” implica que la acción va a ser reproducida de varias formas y de diversas maneras por otras personas en una especie de generación espontanea. Eso no significa que no tuviésemos una estructura de comunicación propia, o liderazgo. Lo teníamos. Este tipo de acciones hacían que nos moviésemos más deprisa entre el cinturón comunicativo que con un panfleto.
 
Siempre estabais pensando en como quedarían las cosas cuando fuesen fotografiadas.
 
Siempre.  Desde que me levantaba y me vestía. Quiero decir, esa es la cuestión. Si hacíamos un panfleto o una chapa me preocupaba qué era lo que se iba a comunicar. La televisión era más delicada, como la prensa, porque tú no tienes la última palabra, así que todo sale distorsionado. Últimamente he aprendido que estaba bien, que no importa.  
 
¿Y eso?
 
Porque la mitología siempre distorsiona todo. La idea básica que comunicar es que alguien fue a algún sitio y trato de sabotear algo. Trataron de sabotear ConEdison, decían. No importa lo que los medios de comunicación digan al respecto, porque una especie de bomba del tiempo emocional explotó en el lugar.
 
¿Y cómo se convierte en mitología?
 
Fue mitología la manera en que yo me convertí en un mito. La manera en la gente se me acerca y me dice, “¿eras un líder del Klan en los 60?” “¿No eres una mujer?” “Eres más alto.” “¿Sigues en Wall Street?” “¿No tocabas con los Grateful Dead?” Uno de mis favoritos es que yo invente el pelo largo. Le dije que no era verdad. Me respondió “oh no, tú hiciste que fuese legal en América.” Le respondí “¡es cierto!” En el juicio de Chicago, frente al edificio del tribunal di un salto mortal. Pero más tarde, cuando se contó la historia, se dijo que lo hice en frente del juez, hubo setenta historias distintas. “Guau, dio una voltereta en frente del juez”. Los mitos dan una sensación de cercanía. Por ejemplo, la gente dice que durante la convención demócrata de 1968, golpeábamos los muros, cuando no nos podíamos acercar a siete millas del edificio. No podíamos salir de Lincoln Park. Se incrementan los números, la cercanía de los símbolos se incrementa. Eso es un mito.
 
Los mitos eran una manera de comunicar mensajes críticos a través de los medios de comunicación.
 
Pero también había muchas otras cosas positivas. Dábamos comida gratis y teníamos conciertos gratis. Un día unos cuantos dijimos que íbamos a limpiar una calle entera de Nueva York. Fue la Calle Séptima, y dijimos que la íbamos a limpiar de un extremo a otro. Sacamos panfletos y reunimos a miles de personas. Algunas de las cosas que se hicieron alrededor de la Liberty Week o de Hands Across America, eran, más que definitivamente, prostituciones de una clase de arte público que nosotros ayudamos a traer a la edad moderna. Digamos que lo trajimos con un componente político, pero ellos desecharon ese componente. 
 
Tu discurso sobre los medios de comunicación era bastante diferente del de la Vieja Izquierda o los SDS.

Claro, porque la Vieja Izquierda y los SDS venían de una tradición académica y religiosa. No estaban interesados ni incluso en ganar.

 
¿A qué te refieres con eso?
 
La tradición académica te enseña como presentar un problema y la tradición religiosa te enseña como estar del lado de los ángeles, y quizás como enfrentarte al martirio. No es exactamente como la Super Bowl, donde tienes a otro equipo al que batir. Es un juego, pero, demonios, juegas lo mejor que puedes. Yo juego a esos juegos lo mejor que se. Esa es la razón por la que decían “solo estás actuando.” Yo les respondía que sí: tres vertebras dislocadas, cuatro narices rotas. Sangre real. Es algo espeluznante, pero es, después de todo, de la vida real de lo que estamos hablando. Tomamos riesgos reales.
 
Estuviste implicado en la nueva cultura, la poesía, la música rock…
 
La idea era intentar unir las dos culturas políticas. Ahora, cuando hablo con alguien sobre reditar mis primeros libros, me dicen, “no les digas que son políticos, diles que son “culturales” y los editores aceptaran. Quizás podamos colocarlos como arte, pero no como política” Desafortunadamente, tal y como se cuenta la historia, cuando coges un libro sobre los 60, está escrito por un profesor universitario, así que es analítico, académico, y se aleja ligeramente del tema central, del sabor de todo aquello. Mira los periódicos clandestinos de la época. El más bonito era el San Francisco Oracle, llegó a los doce números, y una editorial pequeña lo acaba de editar ahora en una edición limitada. Saldrá inmediatamente. Como dije antes, si tuviese todos aquellos poemas, incluso manuscritos, cosas antiguas que hubiese escrito, valdrían más que cualquier cosa que se pudiese escribir en la actualidad.
 
Eso es para los coleccionistas.
 
Universitarios. Pero no tengo nada, no los guardaba. Están en las alcantarillas. También muchas de las películas. Teníamos noticiarios alternativos. Teníamos a gente con un equipamiento de video primitivo, cámaras primitivas, grabando todos los sucesos. Pero la mayoría se ha podrido. Las cintas de video no tenían la calidad de hoy en día, así que se pudrieron. Es muy difícil encontrar buen material sobre mí, por ejemplo.
 
Eso es gracioso. Estoy sorprendido.
 
Quizás tras mi muerte las saquen a la luz, pero nunca he visto algo que pensase que era particularmente bueno. Una buena escena es una de un discurso de mayo de 1970, pero el resto del material es menor. Y a la gente le gusta, también, cuando lo ve. Pero el mejor material se ha perdido. Es el problema de todo esto. Tenías que haber estado allí. Te estoy contado que rodeamos una figura que simboliza el mal en muchas religiones, para desmitificarla, y el edificio se elevó, el Pentágono se elevó, en el cielo. ¡Pero tenías que haber estado allí para poder verlo! Pregúntale a cualquiera que haya estado y te lo dirá, te aseguro que se volvió naranja y se elevó. 
 
En Revolution for the Hell of It, dices “comprender es el primer paso hacia el control, y el control es el secreto de nuestra extinción.” 
 
Correcto. Como dije una vez, el caos tiene más poder que la espada. Por supuesto, yo no estaría vivo si esto no fuese cierto. No te podría decir cuantas veces he sido… atacado cuatro veces por multitudes de entre quinientas y mil personas, o más, y pequeños grupos. Y nunca me echaron el guante.
 
¿Reflejos rápidos?
 
Visión periférica. Lo que parece una multitud causando disturbios con un montón de movimiento, se desacelera. Pasa lo mismo con los atletas. Si hablas con ellos, te dirán que incluso cuando el juego parece que va muy rápido, a ellos no se lo parece. Se han entrenado para desacelerarlo. Tiene que ver con la manera en que te calmas. Cuando la gente participa en una revuelta esta fuera de control, no tienen puntería. No pasa lo mismo con los policías. Si tres policías vienen a por ti, tienen mucha práctica. Pero en una revuelta de mil personas, solo están furiosos. Te lanzan a sus novias, te tiran sus joyas, empiezan a pegar a sus amigos. Se vuelven frenéticos. Mientras no tengan un límite… He vivido situaciones donde al menos un centenar de policías me han apuntado con sus armas, y eso me ha sucedido tres o cuatro veces. Pasé miedo en Mississippi… Siempre he creído que morir por tus ideas era algo honroso, lo que aporta algo de locura a la situación, una cierta confusión, y la mente del policía no sabe como enfrentarse a algo así. Es algo nuevo. No lo han visto antes. Por supuesto, si sacase un arma, estarían acostumbrados. Si sacas un arma saben exactamente lo que tienen que hacer. Sobretodo intenté usar el hecho de que era alguien un poco conocido. “¿Estás seguro de que quieres hacer eso? ¿Sabes quién soy? ¿Sabes quién es mi tío? Pasarás el resto de tus días en Staten Island.” Cada cuerpo de policía tiene un lugar donde castigar a sus agentes sin expulsarlos. Si sabes eso, conoces el lenguaje policial. Y ellos se dan cuenta de que lo sabes, y la única manera de que lo hubieses sabido es que tuvieses algún enchufe. Piensan que conoces los entresijos de la estructura de poder, así que se echan atrás. Se ponen nerviosos. Creían que eras un sospechoso normal y corriente.
 
Otra cita de Revolution for the Hell of It: “El teatro es apasionante para aquellos que están preparados para él, mientras que es rechazado como amenazante por aquellos que no tienen potencial para destrozar el escenario.”
 
Aquellos que puedan pillarlo, lo pillaran, y los que no, no lo harán. Hizo falta una persona extraña para entenderlo y que se siéntese amenazada. Alguna gente pensaba que éramos demasiado arteros y muy peligrosos, y cuando comprendieron eso, entonces nos hundimos en la miseria. Tomábamos riesgos. La gente arriesgaba algo más que su mujer y sus carreras. Es duro. Hoy iré a un grupo que quiere luchar contra un vertedero tóxico o una planta de energía nuclear, y alguien dirá “mi abogado dice que me podrán demandar”. ¿Demandar? ¡Vengo de un lugar donde te pueden colgar! En 1968 utilizaban hordas de leyes con las que ni siquiera podíamos cruzar las fronteras estatales, en algunos Estados no podíamos ni dar conferencias. La Interstatal Riot Act. No podías llevar una camisa que se pareciese a la bandera. Iban detrás de la vestimenta hippie, etc. Ese fue el periodo en el que aplicaron las leyes más estrictas sobre la posesión de marihuana. Se estaban dando cuenta de que la cuestión cultural era importante. Cualquiera que eche un vistazo a los archivos de la Freedom Information Act puede verlo. Fue durante esta época cuando pagaron a un psicólogo para que me analizase, y también a Jerry Rubin. Más tarde lo conocí. No se pueden ni figurar el caos, la confusión, los motivos. ¿Por qué razón tiran su dinero en la Bolsa? Son blancos, chicos listos. Pueden trabajar para IBM y todo eso. Por qué se dedican a correr por los barrios bajos con sus cabezas abiertas por la policía. No se lo podían figurar. Y mientras no lo hagan, estás ganando. Más tarde sí lo hicieron. Fue a mediados de los 70, con el auge de la derecha. Se dieron cuenta de cómo fue utilizada la televisión, del uso de la tecnología, especialmente de los ordenadores. Ves que los anti-abortistas practican la desobediencia civil, diciendo que ese es el movimiento de los derechos civiles de los 80. La manera en que mezclan cultura y religión. Cuando fui al 700 Club de Pat Robertson en 1976, bajo la tapadera de un escritor clandestino - ¡Realmente estaba en la clandestinidad! – decía “sí señor, estoy viendo la contra-revolución de los 60 aquí mismo.” Están usando las mismas técnicas, con el añadido de que están forrados de dinero, se envuelven en la bandera y en la biblia. Dios mio, no habrá ninguna respuesta. Los organizadores de la derecha te dirán que desacreditan nuestros métodos. No les gustan nuestros objetivos, pero les gustan nuestros métodos. Estudiaron nuestros métodos y nos los devolvieron. ¿No lo harías tú? Alguien tenía que estudiarlos. Los Estados Unidos no se van a dejan amedrentar por un pequeño país. Algo fue mal. Sucedió algo.
 
¿Las acciones simbólicas tenían un impacto político directo?
 
Tardaron un mes y gastaron veinte mil dólares en construir un muro blindado alrededor de la galería de la Bolsa. De hecho, me han contado que si vas a la excursión, cuentan que allí es donde los hippies saltaron y lanzaron el dinero. Se ha convertido en parte de la excursión. La guerrilla simbólica esta cercana a lo real. Interrumpir el mundo de fantasía, el banco de la memoria, todas estas imágenes que puedes ver que para ellos son tan vulnerables y frágiles. Su reacción va a ser “bien, la semana que viene no van a tirar dinero, van a lanzar balas, será violento.” De alguna manera las interrupciones son violentas, incluso aunque lo que hayamos hecho haya sido bastante pacífico. Para la gente con poder, fue burlarnos de su preciado símbolo, Wall Street. Los hizo parecer tontos. Un puñado de hippies consiguieron pararlo. Cambiaron todo el mundo del comercio por un instante. Eso no les gusta. Quiero decir, después, cuando todo el mundo se reía del tema. Diez, quince, veinte años después. Pero ese es uno de los pequeños y sencillos trucos. Es la razón de que siga vivo, la razón de que tenga cincuenta y dos años.
 
Entrevista de Ken Jordan, 1989. Traducida por http://subterranexs.blogspot.com.es/
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http://subterranexs.blogspot.com.es/2012/06/abbie-hoffman.html
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