Para muestra un botón

Presentamos a continuación la versión ampliada y corregida del texto Para muestra un botón publicado en el primer número de la edición en papel de Diario de Vurgos. Un texto donde se reflexiona sobre la capacidad de recuperación y desactivación de las luchas sociales por parte del entramado político tildado de progresista.

“Y así, puesto que yo no puedo ser
el enamorado que seduciría a estos tiempos bien hablados
estoy determinado a ser
el malo y el aguafiestas de estos días frívolos”

La sociedad del espectáculo
(Guión de la película)

El intento de rehabilitación de los maltrechos partidos minoritarios, escamoteado tras el cuestionamiento de la democracia en base al monopolio de los mayoritarios, la competencia, y la intervención de los mercados en las políticas de Estado, como si este pudiera servir a causas más nobles, ha sido capitalizado principalmente, en la jornada del 20N, por Izquierda Unida.

Los ya famosos “PSOE-PP, la misma mierda es” o “lo llaman democracia y no lo es”, auténticas radio-fórmulas que han triunfado en la puesta en escena de todas las movilizaciones populares, si bien recogen el desencanto generalizado por la falta de control sobre unas condiciones de vida más que degradadas, lo hacen para redirigirlo, por un bucle de significación interna, hacia los propios resortes del sistema. La participación, la responsabilidad, la Institución y la ciudadanía son los engranajes semánticos que mantienen al otro lado de la raya, en los márgenes, la posibilidad de cualquier salida de tono a los intereses creados. La imagen mistificada y mitificada de la democracia queda, en cualquier caso, sobrevolando majestuosa e intacta en el imaginario colectivo.

Esta línea enunciativa, defensiva, dibujada por los partidos y sindicatos alrededor de las mismas estructuras que los acurrucan y miman, unas veces unos pasos por delante y otras por detrás de la policía – muy gráficas fueron las imágenes, este 20 de octubre pasado, del KKE, Partido Comunista de Grecia, dando la espalda a los antidistubios y enfrentándose a los miles de personas que intentaron acercarse al Parlamento griego para impedir otro decretazo -, en neo-lengua, traducido al idioma del poder, se llamaría principios democráticos, política real, intereses generales,… o cordones de seguridad, esos que en las manifestaciones hacen tan difícil contar el número de Fuerzas del Orden.

En un esfuerzo ilustrativo, a sabiendas de lo insufribles que son las intervenciones de los candidatos en campaña electoral, recogemos un par de frases de lo que fue una entrevista a Pedro María de Palacio, aspirante de IU al Congreso por Burgos, donde poder maravillarnos como en torno al diseño de conceptos y la administración de ideas se consigue manipular una realidad que se vuelve totalmente ilusoria, ajena:

“En esta legislatura que acaba y en la que viene se está definiendo en España, a corto y medio plazo, el modelo social, económico y político. No es tanto lo que se juega Izquierda Unida como lo que se juega la ciudadanía.” (El Correo de Burgos, 12/11/2011)

La izquierda del Capital viene fabricando, machaconamente desde la crisis y con miras siempre a promocionarse, una artificial dicotomía, teñida de grandes connotaciones morales, entre dos tipos de economías: una buena, la productiva; y otra mala, la espaculativa. Al igual que en el Antiguo Testamento, resurge aquí la figura del “chivo expiatorio”, donde cabría la derecha y sus políticas neoliberales, que abandonar en el desierto de la oposición para poder purgar los pecados colectivos (quien no haya pedido un crédito, que tire la primera piedra). El mismo Cayo Lara, en la rueda de prensa de la noche electoral, con el brillo de las subvenciones en los ojos, invocaba a todos los espíritus rebeldes (“rebélate!” rezaba el eslogan de su publicidad) a luchar por una salida social a la crisis, por esa economía santa.

Pero, aparte de la curiosa coincidencia entre esos planteamientos y uno de los pilares básicos de las ideologías fascistas, la defensa del capital nacional, el productivo, el autóctono, contra el internacional, el financiero, el crápula (para los nazis los judíos representaban la parte malvada del dinero), aparte de este dato a estudiar, no hay más que una cortina de humo.

En realidad, el capital especulativo tomó asiento en el mundo de la economía para salvarla de una de sus crisis anteriores, la de los años ‘70, cuando las mercancías no cesaban de devaluarse debido a las altas inversiones en nuevas tecnologías. Sin él, sin la apoteósica irrupción de este capital ficticio, el único modelo político, social y económico reinante desde bastante antes de Pedro María de Palacio, se hubiese hundido. Esta legislatura no hará nada sustancialmente diferente de la anterior dependiendo de quien la presida. Políticas de derechas o de izquierdas es una mera cuestión de formas en la gestión del Capital, ambas ligadas a un mismo fin, que si además son de gobiernos con unas cuentas en carnes vivas, la diferencia se suele reducir a un tema de corbatas.

Por lo demás, cualquier aventura económica fuera de los dictámenes de los organismos internacionales, importa relativamente poco, porque más pronto que tarde, las leyes de los mercados, esas que palpitan en el corazón de todas las economías, el latir del valor, no dudará en pasar factura. Habrá como mucho, y a las pruebas nos remitimos, que cambiar de parámetros para descifrarlas. Conocido es que en los países socialistas, en el capitalismo de Estado, la inflación se contabilizaba por las interminables colas, para conseguir  productos de primera necesidad, a las puertas de los economatos.

Muy al contrario, si en estas elecciones había algo en juego es precisamente lo que, el también Coordinador provincial de IU en Burgos y Secretario general del PCE en Castilla y León (nos encontramos ante lo que se presume un caso claro de aristocracia de Partido), intenta torpemente disimular, la poltrona en los sillones de palacio de una coalición a punto del traspaso. Se partía, además, del añadido especial de que ante la amenaza constante de la caída de los sindicatos de las negociaciones colectivas, lo que los convierte en entidades cada vez más superfluas y prescindibles, no se dieran reacciones reseñables al respecto por parte de los trabajadores. Esto no era ningún buen presagio.

Por eso sus incansables guiños al movimiento del 15M, su baza está en la recuperación de esta forma de protesta hacia los rediles de lo políticamente correcto, anulando todo lo potencialmente peligroso que haya en él. En estos tiempos en los que se prevén tensiones sociales, las salidas de las crisis siempre se saldan con nuevas profundizaciones en las relaciones de dominación social y, las resistencias que estas generan, requieren de fuerzas de choque. Mantener su hueco entre ellas, el conquistado en la transición a base de traiciones, es el primer objetivo de esta empresa del torpedeo institucional.

Igual que en los años ‘70 para sofocar un movimiento asambleario y autónomo que amenazaba los cimientos de la sociedad burguesa, quien era estalinista (pro-soviético), en un ejercicio de doblepensar, mutó a eurocomunista con el  empeño de hacer comercializable aquella cuadratura del círculo que se conoció con el término imposible de “ruptura pactada”, y así firmar todas las cláusulas que vendían las últimas luchas obreras; hoy, viendo las orejas a un lobo que cada vez les arrincona más, pelean por reducir toda la indignación que ha desbordado las calles a un ingenuo control del poder político, la quieren legalizar, educar y perfumar, y sobre todo representar.

La banca sabe que son los mejores opositores para esta tarea, por eso les ha financiado el marketing electoral con 1,6 millones de euros (los conocidos). Al fin y al cabo, las Cajas, en cuyos Consejos de Administración están muy bien acomodadas las siglas de IU y CCOO, tienen cayo ordenando desahucios también. Y si ya en su momento no tuvieron escrúpulos para apoyar en el Parlamento la inclusión por la vía penal de la okupación y, a la par, camelar a las okupas más “enrolladas” de Madrid, ¿a cuento de qué los iban a tener ahora?.

Pero, y casi aparentando desdecir todo lo afirmado hasta este punto, de todo lo dicho por Pedro María de Palacio, lo más importante es lo que se calla, lo que está ausente en la información, es esa marca, ese signo casi desapercibido: El Correo de Burgos.

Georges Orwell da pie con sus novelas a reflexionar sobre la capacidad del lenguaje en la reproducción del orden social establecido, la cualidad que este dispone de programar el pensamiento dentro de unos ejes de coordenadas preestablecidos. Sin embargo, ese ojo panóptico que espiaba los más recónditos lugares de la intimidad humana en “1984”, la T.V., como el lenguaje, no debe esforzarse en nuestra sociedad del espectáculo en elaborar un discurso. Su propia presencia es garantía de incomunicación, de dominación.

Cuando un tal MacLuhan soltó aquella extravagancia de “medium is message”, todos los fans de la estatalización de cada brizna de materia existente, de polvo de alameda o de central nuclear, y por supuesto también de los mass media, se pensaron que la burguesía no tenía nada más que decir. Jamás se sintieron inspirados a imaginar que estos no son vehículos de un contenido, sino que en su forma y operación inducen a una relación social: de explotación, de separación, de abstracción. La desconexión que provocan de la realidad los medios de comunicación de masas, donde los acontecimientos se suceden de forma equivalente y abstracta, yuxtaponiéndose como los artículos en las estanterías de los comercios, la final de la Champions releva a la guerra de Afganistán, genera una relación con el entorno semejante a la del consumidor en la gran superficie comercial: mudo, aislado, separado de los otros por medio de las mercancías ahora en formato de noticias, eventos, concursos, reality-shows,…

El primer medio de (in)comunicación de masas fueron las elecciones. La relación social establecida con “VOTA a la izquierda de verdad” es paralela a la de “COMPRA el detergente que lava más blanco”. Los individuos, separados, incomunicados, no tienen palabra, el único dialogo perceptible es el de los verdaderos protagonistas de esta película, las mercancías, el voto, que en su intercambio hilan un código: gobierno-oposición, una estructura de representación.

A estas alturas, toda pretensión de creerse con la ventaja de quien se aprovecha de las circunstancias, de quien se beneficia de la oportunidad brindada por unos medios que están ahí, de devolverle al “aparato” su verdadero valor de uso, se vuelven vanas, se esfuman. Que nadie se extrañe entonces, por esa homología entre el consumo y los medios de comunicación, que desde los negocios de los dueños más conservadores se pueda dar cobertura a las proclamas más radicales, más altisonantes, y no solo a moñadas como la que nos ocupa en este rápido análisis. En el caso electoral, en un extremo cómico, todas las reediciones modernas de la Resolución del II Congreso de la Internacional Comunista, en lo que alguna secta leninista se ha entretenido en estos comicios en repartir, no pasa de ser caspa retro, puro exotismo, ni tan siquiera alcanza a instalarse en la restauración de un denostado valor de cambio electoral por su coartada, un hipotético valor de uso.

Todo nuestro universo se ha transformado en un enorme parque infantil lleno de luces, colores, sonidos, y sin posibilidad de articular palabra, respuesta. Por eso votar jamás puede ser un ejercicio de responsabilidad (responsum), de la misma manera que el consumo responsable no pasa de ser una estrategia de mercado. Todas las rentas que se obtengan del producto “IU” revierten en el propio sistema, pues este botón de la camisa de fuerza democrática es su proyecto, su inversión.

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http://diariodevurgos.com/dvwps/para-muestra-un-boton.php
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