[BCN Historia] Huelga de tranvías del 51

Hasta este año, desde la derrota de 1939, ningún hecho había puesto de manifiesto el descontento, y menos la rebeldía, de una ciudad tan humillada, dolorida y en estado de gravísimas penurias como Barcelona.

Los trabajadores de los tranvías desempeñaron un activo papel en la historia de las insurrecciones de Barcelona: en las luchas de los primeros días de mayo de 1890, para conseguir la jornada de las 8 horas, fueron boicoteados; recién iniciada su electrificación en 1899, los conductores declamaron su primera huelga; en 1901, huelga de cerrajeros y tranviarios que desenvocó en el estado de excepción. En 1902 se sumaron a la huelga general cuyo objetivo era la consecución de la jornada de 9 horas; esta vez fue declarado el estado de guerra. A partir de aquí, el tranvía pasó a ser instrumento y objetivo en todas las luchas de la ciudad.

Pero esta vez no era el personal de la Compañía de Tranvías el que tomaba la decisión: los tranvías no dejaron de funcionar, pero la gente, de manera unánime, dejó de usarlos. La subida de un casi 40% de las tarifas en Diciembre de 1950 provocó esta decisión; el marco socioeconómico de los ciudadanos propiciaba la rebeldía dentro de un contexto en el que todo rezumaba represión, miseria, venganza, oportunismo y privilegios sin fin para los vencedores. Así se formó una clase política incondicional arribista, cebada con toda clase de distinciones y protegida de todo control fiscal o económico, a expensas, naturalmente, de masas exhaustas que debían sobrevivir con unos sueldos que respecto a 1936 se habían cuadruplicado, cuando el precio de los doce primeros alimentos básicos se había multiplicado por diez.

En Barcelona en aquel invierno se estaba produciendo un fenómeno cuya representación, si esto fuera posible, configuraría un teatro de expresión surrealista: a mediados de Febrero del 51, más de 500 curas desembarcaban en la ciudad para llevar a cabo a través de la Santa Misión una catarsis multitudinaria; se trataba de vencer las últimas resistencias anímicas al sistema vencedor y hacer que de manera colectiva, personal y unilateral se reconociera la culpabilidad de todas las desgracias habidas en la reciente contienda. Teatros, cines, el Gran Price (local de boxeo), incluso algunas grandes fábricas, acogieron arengas y prédicas incitando a la conversión y al acatamiento de una ideología religiosa que casaba perfectamente con el nuevo orden político-social.

Sin embargo, parece que no surtió mucho efecto: durante los días de la huelga de tranvías, columnas de trabajadores de Sants y Hostafrancs descendían a pie por el Paral·lel hacia el Puerto, la Barceloneta y el Poble Nou; otras cruzaban la ciudad desde Gràcia, Horta o el Carmelo; desde Sant Andreu, la Sagrera i el Clot se esparcían millares en todas direcciones hacia sus respectivos lugares de trabajo. Se formaban grupos, puntos de encuentro, según la vivienda de cada uno; las marchas eran auténticas manifestaciones matutinas y vespertinas en las que se intercambiaban noticias, opiniones y consignas acerca de cómo se tenía que proseguir la batalla.

No se trató simplemente de una resistencia para conseguir que se retiraran las nuevas tarifas. En los primeros días de la huelga una piedra traspasó el cristal de un tranvía. Este gesto, que muchos hoy tildarían de violento y terrorista, no hizo otra cosa que despertar la machacada esperanza de que era posible conseguir los objetivos que aquella lucha se había propuesto. Frente al Mercat de Sant Antoni, en la esquina Pelai-Rambles, en varios puntos de Pere IV, en el Paral·lel, Arc de Triomf, Pont de Vallcarca, Paseo Nacional de la Barceloneta, aparecían y desaparecían grupos de intervención rápida que desarbolaban la cristalería de los tranvías. No se trataba de grupos organizados ni especializados; eran de composición heterogénea: empleados, trabajadores manuales, estudiantes. Algunos tranvías llegaron a ser volcados. En un balance posterior, la misma Compañía del servicio confesó haber respuesto más de 6.000 cristales.

El 6 de Marzo, una semana después del inicio de la huelga de tranvías, las antiguas tarifas fueron restablecidas.

La Barcelona Rebelde
Huelga de tranvías del 51

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El primer día de huelga no fue del todo un éxito, porque muchas personas no se sumaron a ella. Los tranvías llevaban algunos pasajeros, no se sabrá si voluntariamente o cumpliendo órdenes. La reacción de la población fue inmediata, la misma tarde de aquel día dio comienzo el apedreamiento y rotura de cristales. Al día siguiente ya nadie subió a un tranvía y de pie y junto al conductor emplazaron a un “gris”. Pero la mecha ya estaba encendida y los tranvías continuaban siendo atacados con más violencia cada vez. Empezaron a aparecer unas pequeñas bombas caseras de fácil elaboración que consistían en una lata metálica de las que contenían betún en cuyo interior se comprimía Clorato de potasa y otro elemento químico. Estos artefactos debían ser colocados sobre uno de los raíles por donde circulaba el tranvía, el cual al aplastarlos con las ruedas ocasionaba una explosión acompañada de humo. No poseían capacidad para herir a nadie, pero el ruido y el humo ponían muy nerviosos a los “grises”.

Barcelona, recuerdos de posguerra

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