La Mujer en Afganistán, hoy.

En línea con la entrevista que hicimos a Mariam Rawi, militante de RAWA, publicamos a continuación el texto de las charlas que durante estos días ha dado por varias ciudades del Estado, y que ella misma nos ha facilitado

LA MUJER EN AFGANISTÁN, HOY

Os doy las gracias por vuestra presencia hoy y aquí en nombre de la Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán, RAWA. Extiendo nuestra gratitud a las organizadoras de este acto por vuestra solidaridad y simpatía por brindarnos esta ocasión para que compartamos un relato sobre el llanto de Afganistán.

La historia de Afganistán daría para una voluminosa colección de libros, pero hoy sólo voy a centrarme en la vigente situación desastrosa, especialmente de las mujeres.

Estamos en el octavo año de la ocupación de EE. UU. y la OTAN, y en este tiempo tres cosas han quedado sobradamente demostradas para nuestro pueblo: primero, que no quieren deshacerse de los talibanes y otros terroristas como la Alianza del Norte; segundo, que el motivo de su presencia en Afganistán es sólo para satisfacer sus propios intereses políticos, estratégicos, regionales y económicos; y en tercer lugar, que todas las chirriantes consignas de “guerra contra el terror”, “liberación de las mujeres afganas” y “democracia” son sólo charlatanería vacía y falsa.

Actualmente, hasta altos funcionarios de la inteligencia norteamericana reconocen que cerca del setenta por ciento de Afganistán está fuera de control, sobre todo en manos de señores de la guerra locales y talibanes. Por eso está claro que con la presencia de decenas de miles de tropas de cuarenta estados y el despilfarro de miles de millones de euros, la situación ha empeorado, empujando a Afganistán más todavía hacía las garras de grupos terroristas.

La realidad de Afganistán es guerra, llantos e incontables atrocidades, muy al contrario de la dulcificada imagen que los medios occidentales pintan. A lo largo y ancho del país la inseguridad continúa siendo la mayor preocupación del pueblo afgano.

Los ataques suicidas y atentados de los talibanes suelen ocurrir en áreas pobladas y matan a gente inocente y pobre.

EE. UU. y la OTAN, por otro lado, no sólo no eliminan a sus propias creaciones, sean los talibanes o Al-Qaeda, sino que matan con sus malditos ataques aéreos a más civiles inocentes, en su mayoría mujeres, niñas y niños. Aquí también me refiero, por supuesto, a los más de 1.000 soldados españoles que están desplegados en el oeste de Afganistán y que aparentemente están implicados en dudosos programas de reconstrucción, que en realidad forman parte de la misión de la OTAN lo que, directa o indirectamente, implica rendir pleitesía a las estrategias de EE. UU.

El año 2009 ha sido el más letal para los afganos y las afganas. Según los datos recopilados por el catedrático estadounidense Marc Herold, las tropas ocupantes han matado a más de 8.000 civiles en Afganistán. Hace unos pocos días cayeron como mínimo 70 civiles; hablamos sobre todo de mujeres y niñas que fueron asesinadas por la OTAN en las provincias de Uruzgan y Helmand.

Parece que EE. UU. usa Afganistán como laboratorio para probar su nuevo armamento. Para el ejército estadounidense las vidas de la población civil no tiene ningún valor, como mucho dan esporádicas disculpas con la boca pequeña para compensar vidas de inocentes He aquí otra muestra de su hipocresía y falta de honestidad.

Además, el gobierno títere de Karzai, de obediencia estadounidense, lanza contra nuestra gente a su ejército, que está compuesto por señores de la guerra fundamentalistas y narcotraficantes y está entrenado y financiado por los gobiernos occidentales como el español. Con sus pistolas y sus cuchillos, el ejército afgano rapiña, secuestra, viola, asesina y perpetra incontables crímenes a placer, con la calma que ofrece la impunidad.

En la reciente conferencia internacional de Londes sobre Afganistán ha empezado el proceso de reconciliación con los bárbaros talibanes y el terrorista Gulbuddin Hekmatyar, a quien la administración de Obama pretende llevar al corazón del gobierno. Ahora mismo hay negociaciones con los máximos lideres de los talibanes, los cuales poseen un largo currículum de terror, barbarie y crímenes.

Según el diario británico The Guardian los funcionarios del ejército estadounidense en Kabul calculan que como mínimo un diez por ciento de los contratos de logística del Pentágono –centenares de millones de euros- consisten en pagos a insurgentes.
El periodista de investigación Aram Roston relata cómo los contratistas civiles del Pentágono en Afganistán para proteger las rutas de suministros para los estadounidenses acaban financiando a los grupos insurgentes. La mayoría de esos pagos acaba llenando los bolsillos de los líderes talibanes, jefes tribales y señores de la guerra.

Obama llegó a su gobierno enarbolando la bandera del “cambio” y prometiendo una nuea estrategia, pero no tiene nada bueno que ofrecer a nuestro pueblo y no vemos ninguna diferencia entre Obama y Bush, porque ambos siguen con las mismas políticas belicistas. De hecho, contrastando las masacres de civiles en Afganistán, algunas de las más sangrientas perpetradas por los ocupantes durante los últimos doce meses, bajo el mandato de Obama. Por si fura poco la guerra se va extendiendo a las áreas pastones de Pakistán y la inseguridad crece imparable por toda la región.

Tras la tragedia del 11 de septiembre de 2001, los gobiernos de EE. UU. y sus aliados han usado el doloroso lamento de las mujeres afganas como una de las principales excusas para justificar la ocupación de Afganistán. Dicho de manera sencilla: las mujeres afganas hemos sido insultantemente traicionadas por los gobiernos de EE. UU. y sus aliados.

Afganistán está sufriendo una auténtica catástrofe respecto a los derechos de las mujeres. La violencia contra las mujeres alcanza proporciones nunca vistas. La cantidad de violaciones, secuestros y asesinatos se acelera día a día. La violencia doméstica es tan asfixiante que empuja a las mujeres al suicidio para escapar de sus desdichas. Las cifras de suicidios se están disparando en todas las provincias. Tan sólo en la unidad de quemados de un hospital en la ciudad de Herat ha habido 99 casos registrados de suicidios de mujeres en menos de un año.

La organización Human Rights Watch decía a finales de 2009 que “la situación de las mujeres afganas está entre las más vulnerables del mundo, la violencia contra ellas es endémica y el gobierno afgano no las protege ante delitos como la violación o el asesinato”.

No estamos de acuerdo con el gobierno y los medios de comunicación cuando pretenden que la causa principal de los sufrimientos de la mujer está en el ámbito familiar. De hecho son los gobernantes, las autoridades y también la policía quienes están seriamente implicados en todo tipo de delitos contra las mujeres. No esperamos nada diferente del régimen más corrupto y sucio del mundo. El dolor de las mujeres se vuelve crónico cuando el mundo cree que EE. UU. y la OTAN nos han liberado. Muy al contrario, después de ocho años sólo han conseguido fortalecer a los grupos más brutales y misóginos de la Alianza del Norte. Hoy en mi país no hay que ampare a las mujeres u ofrezca algo e justicia a los pobres, mientras que el corrupto sistema judicial ofrece total impunidad a quienes abusan de la gente indefensa.

No se trata únicamente de los derechos de las mujeres. En los últimos ocho años de ocupación Afganistán se han convertido en el segundo estado más corrupto del mundo y en un narco-estado que produce más del noventa por cierto del opio del mundo, sustancia que acaba envenenando las venas y los pulmones de vuestra juventud para acabar con su potencial rebelde, aquí y ahora. En comparación con las lacras de la ocupación, los talibanes o Al-Qaeda, el opio y el narcotráficio representa por sí solos un peligro potencial mayor si cabe para Afganistán, pero como EE. UU. y la OTAN están relacionados con esta sucia industria se trata de un asunto que apenas recibe atención.

Las tropas ocupantes en Afganistán apoyan el tráfico de drogas, negocio que aporta entre 90 y 150 mil millones de euros en beneficios a repartir cada año entre el crimen organizado, los servicios de inteligencia y las instituciones financieras internacionales.

La pobreza es otro factor que golpea con crueldad a Afganistán. Se trata de un mal tan acentuado que las madres se ven obligadas a vender a sus criaturas a cambio de pan. Más del ochenta por ciento de la población afgana vive por debajo del umbral de la pobreza. Por si fuera poco, la imparable inflación lo complica todo aún más.

Según la organización Transparency Internacional Afganistán es el segundo país más corrupto en el mundo, como ya he dicho. Según fuentes oficiales de EE. UU. se han desembolsado más de 45 mil millones de euros en ayuda para Afganistán desde 2001. No hace falta decir que Afganistán sería ahora un paraíso con tal cantidad de dinero, pero es que toso ha ido a parar a las cuentas corrientes de los señores de la guerra y los narcotraficantes. Los miles de millones de euros que llegan al país son devorados por señores de la guerra, traficantes, oenegés nacionales y extranjeras y muchos funcionarios. Todo ello sin tener en cuenta las fortunas que se pierden pagando los elevados salarios de los cooperantes extranjeros o sus requisitos de seguridad y nivel de vida.

- Ahmed Wali Karzai, el hermano del presidente afgano y pieza clave en el floreciente comercio de opio, ha estado recibiendo pagos regulares de la CIA. Y no lo digo yo, sino que lo afirmó el diario estadounidense New York Times el 28 de octubre de 2009. El hermano de Karzai amenazó después a McClatchy, periodista que informó de los hechos.

- El ministro afgano de minas recibió un pago de más de 20 millones de euros por la concesión de la mayor mina de cobre del país a una empresa china.

- Izzatullah Wasifi, jefe anti-corrupción del gobierno afgano tiene antecedentes penales en EE. UU., donde fue detenido el 15 de julio de 1987 en el casino Caesars Palace por tráfico de heroína.

- Durante lo últimos años EE. UU. ha estado dirigiendo la economía afgana hacia la misma globalización que ha arruinado por décadas a otras naciones. El capitalismo de compadreo florece en Afganistán, donde el saqueo de los recursos y el control de la economía están en manos de un puñado de traficantes y altos cargos corruptos. Tienen sus lucrativas inversiones multimillonarias en Afganistán y Dubai y llevan una vida de lujo mientras que el resto del país apenas puede conseguir un mendrugo de pan para sus criaturas. De nuevo lo pongo en boca de los medios occidentales: el diario Washington Post relató el 22 de febrero de 2010 que Kabul Bank, el principal banco privado de Afganistán, esta gestionado conjuntamente por la familia Karzai, la familia Fahim (a la que pertenece el mariscal Fahim, el segundo del gobierno) y algunos otros señores de la guerra, que desvían miles de millones de euros en metálico hacia Dubai, donde poseen numerosas propiedades en los lugares más selectos y ostentosos.

La libertad de expresión debe ser parte integral de la democracia, pero en Afganistán es atropellada sin cesar. Hay una docena de canales de televisión, centenares de emisoras de radio, revistas y diarios por todo el país, pero todo está controlado por los partidos religiosos y fundamentalistas. Cada uno de esos partidos tiene su particular patrón extranjero y sus brutales líderes y demás tienen cada uno de ellos su propio canal de televisión.

Ahora mismo, nuestra nación se enfrenta a tres enemigos que le atacan por todos los frentes: por un lado los fundamentalistas del gobierno de Karzai, por otro los talibanes y por último, la OTAN y EE. UU.

- Por el momento el primer paso para acabar con el desastre actual debe ser la retirada inmediata de todas las tropas extranjeras, lo que significaría la desaparición de un enemigo poderoso. De nuevo incluyo aquí a las tropas españolas.

- Además Irán, Pakistán y Arabia Saudí deben sacar sus manos de los asuntos internos de nuestro país y dejar de hacer lo que han venido haciendo durante los últimos treinta años, apoyando a sus marionetas fundamentalistas y terroristas.

- Una de las iniciativas más urgentes debe ser llevar a los responsables de guerra de las últimas tres décadas ante un tribunal internacional que los castigue por sus atrocidades. Esto es muy importante porque la mayoría de los altos cargos del gobierno son antiguos comandantes y líderes de la Alianza del Norte y los talibanes.

Junto a los puntos ya mencionados, naturalmente es vital dar todo el apoyo a los movimientos de base e individuos en Afganistán.

Existe una alta probabilidad de victoria talibán sobre el actual gobierno en caso de una retirada de las tropas ocupantes. No debe olvidarse que en este caso la tercera fuerza serían los movimientos democráticos del país. Si EE. UU. y otros países dejan de prestar ayuda a los fundamentalistas, las fuerzas democráticas junto con el pueblo seremos capaces de derrotar a esos sucios delincuentes y decidir cuál debe ser el futuro de nuestra tierra. No hay duda de que se trata de un duro combate que no podrá ser ganado en un futuro próximo. Pero como sabemos bien que la democracia llega como una conquista y no puede ser regalada por otros, nuestro pueblo está en condiciones de pagar ese precio para salir de la actual situación infernal del país.

Por todo ello la gente como la que hoy está aquí, que amáis la paz y odiáis la guerra, debéis elevar vuestras voces contra vuestro gobierno y no permitir que se siga derramando más sangre joven en el altar de las putrefactas políticas de EE. UU. y sus aliados.

Cerca de un centenar de soldados del ejército español han perdido sus vidas en Afganistán. Es doloroso que todos ellos sean víctimas de las políticas agresivas de los gobiernos, ya que fueron mandados a Afganistán para salvaguardar la embestida estadounidense y su juego de poder, no a proteger al pueblo afgano ni a sus intereses.

Para acabar mis palabras en este acto, ruego a toas vosotras y todos vosotros, que amáis la libertad y la paz, que apoyéis a las voces de las fuerzas democráticas de Afganistán para pone de una vez por todas punto y final a la tragedia.

Mientras perdure la ocupación y el gobierno de los fundamentalistas, sólo veremos más guerras, más terror y más violencia. Si la gente y los movimientos democráticos unimos nuestras manos, las mujeres afganas y el pueblo afgano allanarán el camino hacia una nación democrática, próspera y en paz.

Más Información en castellano en la web de RAWA

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