E.1 ¿Cuál es la raíz de los problemas ecológicos?
Los peligros asociados al deterioro medioambiental se han hecho más conocidos en las últimas décadas. De hecho, la conciencia de la crisis que afrontamos se ha introducido en la política de los principales partidos. Aquellos que afirman que los problemas medioambientales son secundarios o no existen han sido, afortunadamente, marginalizados (eficazmente: algunos maniáticos y presuntos científicos financiados por corporaciones y corrientes de pensamiento de derechas). Ambos, políticos y corporaciones, se han aplicado en anunciar sus credenciales "verdes". Lo que es irónico, ya que tal y como los anarquistas deberían argumentar, tanto el estado como el capitalismo son las causas clave de los problemas ambientales.
En otras palabras, los anarquistas argumentan que la contaminación y otros problemas ambientales son síntomas. El problema en sí está profundamente enraizado en el sistema en el que vivimos y necesitan ser identificados a la par que intentar los más obvios resultados de esas profundas causas. En otras palabras, eliminar los síntomas en sí es poco más que utilizar tratamientos paliativos secundarios y, sobretodo, sin sentido ya que simplemente reaparecerán hasta que la raíz del problema sea eliminada.
Para los anarquistas, como ya comentábamos en la sección A.3.3, la raíz de los problemas ecológicos recae en los problemas sociales. Bookchin usa el término "primera naturaleza" y "segunda naturaleza" para expresar esta idea. La primera naturaleza es el medioambiente mientras que la segunda es la humanidad. La última puede moldear e influenciar a la primera, para bien o para mal. Como lo haga depende de cómo se trate a sí misma. Una sociedad decente, sana e igualitaria tratará el medioambiente que habita de forma decente, sana y respetuosa. Una sociedad marcada por la desigualdad, jerarquías y explotación tenderá a tratar al medioambiente tal y como sus miembros se tratan unos a otros. Por tanto "todos nuestros conceptos de dominio de la naturaleza se sustentan en el dominio de los humanos por los humanos". El "dominio de humanos por humanos precede al concepto de dominar la naturaleza. De hecho, la dominación de los humanos ha dado pie a la auténtica idea de dominar la naturaleza" Esto significa, obviamente, que "no crearemos verdaderamente una sociedad racional y ecológica hasta que no eliminemos la dominación en todas sus formas. (Remaking Society, p. 44)
Al degradarnos, estamos creando el potencial para degradar nuestro entorno. Esto quiere decir que los anarquistas "enfatizan que la degradación ecológica es, en gran medida, producto de la degradación de los seres humanos por hambre, inseguridad material, dominio de clase, dominación jerárquica, patriarcado, discriminación étnica y competitividad." (Bookchin, "The Future of the Ecology Movement," pp. 1-20, Which Way for the Ecology Movement?, p. 17) Esto no es una sorpresa, ya que "la naturaleza, como cualquier materialista sabe, no es algo meramente externo a la humanidad. Somos parte de la naturaleza. Por consiguiente, al dominar la naturaleza no sólo dominamos el 'mundo externo' - sino que también nos dominamos a nosotros mismos." (John Clark, The Anarchist Moment, p. 114)
No podemos remarcar lo importante que es este análisis. No podemos ignorar "la división profundamente asentada en la sociedad que surgió con las jerarquías y las clases." Hacer esto implica colocar "a la gente joven y a la vieja, a las mujeres y a los hombres, a los pobres y a los ricos, a los explotados y a los explotadores, a la gente de color y a la blanca en una clasificación que está completamente fuera de la realidad social. A todo el mundo, por su parte, a pesar de las diferentes cargas que esté obligado a llevar, se le da la misma responsabilidad para con las enfermedades de nuestro planeta. Ya sean niños hambrientos de Etiopía o los barones corporativos, toda la gente se tiene por igualmente culpable de producir los presentes problemas ecológicos." Éstos se "de-socializan" y así esta perspectiva "sobrepasa las raíces sociales profundas de las deslocalizaciones ecológicas actuales" y "evita que innumerable gente se implique en prácticas que podrían lograr un cambio social efectivo." "Juega en manos de un estrato privilegiado que sólo están preocupados de culpar a todas las víctimas humanas de una sociedad explotadora de los males sociales y ecológicos de nuestro tiempo." (The Ecology of Freedom, p. 33)
Así, para los eco-anarquistas, la jerarquía es la causa-raíz fundamental de nuestros problemas ecológicos. La jerarquía, apunta Bookchin, incluye a las clases económicas "e incluso da pie a la sociedad de clases historicamente" pero "va más allá de este significado limitado que se imputa a la forma ampliamente económica de la estratificación." Se refiere a un sistema de "orden y obediencia en el que las élites disfrutan de varios grados de control sobre sus subordinados sin necesariamente explotarlos." (Ecology of Freedom, p. 68) El anarquismo, destacaba, "unió los problemas ecológicos por vez primera en la jerarquía, no simplemente en las clases económicas." (Remaking Society, p. 155)
No es necesario añadir que las formas de la jerarquía han cambiado y evolucionado con el paso del tiempo. El análisis anarquista de las jerarquías va "mucho más allá de las formas económicas de la explotación hasta las formas culturales de dominación que existen en la familia, entre las generaciones y los sexos, entre los grupos étnicos, en las instituciones políticas, económicas y de gestión social, y muy significativamente, en las formas en las que experimentamos la realidad como todo, incluyendo la naturaleza y las formas de vida no humanas." (Op. Cit., p. 46) Esto quiere decir que los anarquistas reconocen que la destrucción ecológica ha existido en la mayoría de las sociedades humanas y no se limita sólo al capitalismo. Existió, en algún grado, en todas las sociedades jerárquicas pre-capitalistas y, por supuesto, en cualquier sociedad post-capitalista igualmente. Sin embargo, como muchos de nosotros vivimos bajo el capitalismo hoy en día, los anarquistas concentramos nuestro análisis en este sistema y buscamos cambiarlo. Los anarquistas destacan la necesidad de terminar con el capitalismo simplemente por su naturaleza anti-ecológica inherente ("La historia de la 'civilización' ha sido un proceso firme de extrañamiento de la naturaleza que se ha desarrollado crecientemente hacia un claro antagonismo."). Nuestra sociedad encara una "ruptura no sólo de sus valores e instituciones, sino también de su entorno natural. Este problema no es único a nuestros tiempos" sino que la previa destrucción medioambiental "palidece ante la destrucción masiva del medioambiente que ha ocurrido desde los días de la Revolución Industrial, y especialmente desde la II Guerra Mundial. El daño infligido al medioambiente por la sociedad contemporánea acompasa a todo el mundo... La explotación y la contaminación de la tierra ha dañado no sólo la integridad de la atmósfera, el clima, los recursos acuáticos, el suelo, la flora y la fauna de regiones específicas, sino también los ciclos naturales de los que dependen todas las cosas vivas." (Bookchin, Ecology of Freedom, p. 411 and p. 83)
Esto tiene sus raíces en la naturaleza de "crecer o morir" del capitalismo que discutimos en la sección D.4. Un capitalismo en expansión permanente debe inevitablemente colisionar con un planeta finito y su frágil ecología. Las compañías cuyo objetivo es maximizar sus beneficios para crecer, explotarán felizmente a quien sea y a lo que sea para conseguir lo que quieren. Como el capitalismo está basado en explotar a la gente, ¿podemos dudar que no explotará también a la naturaleza? No es sorprendente, por tanto, que este sistema resulte en la explotación de las fuentes reales de la riqueza, concretamente la naturaleza y la gente. Es tanto robar la naturaleza como robar a los trabajadores. Citando a Murray Bookchin:
"Cualquier intento de resolver la crisis ecológica en un marco burgués debe ser desechado como quimérico. El capitalismo es inherentemente anti-ecológico. La competitividad y la acumulación constituyen su naturaleza de vida, una ley... resumida en la frase, 'producción por el bien de la producción'. Todo, ya sea sagrado o raro, 'tiene su precio' y es justo para el mercado". En una sociedad de esta clase, la naturaleza es tratada necesariamente como un simple recurso para ser saqueado y explotado. La destrucción del mundo natural, lejos de resultar simples errores humillantes, sigue inexorablemente la propia lógica de la producción capitalista."
Murray Bookchin Post-Scarcity Anarchism
Por tanto, en gran parte, los problemas medioambientales se derivan del hecho de que el capitalismo es una economía competitiva, guiada por la máxima del “crecer o morir”. Ésta es su auténtica ley de vida ya que a menos que una marca se expanda, será apartada del negocio o sustituida por un competidor. En consecuencia, la economía capitalista está basada en un proceso de crecimiento y producción que se retroalimenta. “Ningún tipo de moralismo o piedad,” remarca Bookchin, “puede alterar el hecho de que la rivalidad situada como base de una sociedad es una forma de vida burguesa . La acumulación para minar al contrario, comprar tu porción, o de otro modo absorber o adelantarse a un competidor es una condición indispensable para la existencia del orden económico capitalista.” Esto quiere decir que “una sociedad capitalista basada en la competición y el crecimiento por sí mismos debe finalmente devorar el mundo natural, justo como un cáncer sin tratamiento devora a su huésped. Las intenciones personales, sean éstas buenas o malas, poco tienen que ver con este proceso implacable. Una economía que se encuentra estructurada sobre la máxima “Crecer o Morir” debe necesariamente arrasar con el mundo natural y dejar un reguero de ruinas ecológicas por su camino a través de la biosfera.” (Rehaciendo la Sociedad, p.93 y p. 15)
Esto significa que las buenas intenciones e ideales no tienen cabida en la empresa capitalista. Existe un sencillo camino para ser "moral" en la economía capitalista: a saber, cometer un suicidio económico. Esto ayuda a explicar otra tendencia antiecológica clave del capitalismo, esto es redirigir la externalización de costes de producción (por ejemplo, pasárselos a la comunidad) de forma que se minimizan los costes privados y así se maximizan los beneficios y de este modo el crecimiento. Tal y como discutimos con más detalle en la sección E.3, el capitalismo tiene una tendencia innata a externalizar los costes en forma de contaminación, como recompensa de la clase de perspectiva a corto plazo que contamina el planeta de forma que se maximicen los beneficios del capitalismo. Esto está también dado por el hecho de que la necesidad de expansión del capitalismo reduce la toma de decisiones de cuantitativa a cualitativa. En otras palabras, el que algo produzca un beneficio a corto plazo es la guía máxima para la toma de decisiones y el precio del mecanismo mismo suprime la clase de información requerida para tomar decisiones ecológicas.
Como Bookchin resume, el capitalismo “ha hecho que la evolución social sea irremisiblemente incompatible con la evolución ecológica.” (Ecología de la libertad, p.14) Carece de una relación sostenible con la naturaleza no debido al azar, la ignorancia o a malas intenciones sino debido a su propia naturaleza y funcionamiento.
Afortunadamente, como ya discutimos en la sección D.1, el capitalismo raramente ha podido actuar durante demasiado tiempo por su propia lógica. Cuando lo hace, se desarrollan contratendencias para parar la destrucción de la sociedad por las fuerzas del mercado y la necesidad de acumular dinero. Las fuerzas de oposición siempre emergen, ya sea en forma de intervención del estado o por medio de movimientos sociales que reclaman reformas o cambios sociales más radicales (lo primero suele ser resultado de lo segundo, pero no siempre). Ambas fuerzan al capitalismo a moderar sus peores tendencias.
Sin embargo, la intervención del estado es, como mucho, a corto plazo. Esto es porque el estado es tanto un sistema de dominación social, opresión y explotación como capitalismo. Lo cual nos lleva a la siguiente institución clave que los anarquistas consideran que debe ser eliminada en orden a crear una sociedad ecológica: el estado. Si, como los anarquistas argumentan, la opresión del pueblo es la razón fundamental de nuestros problemas ecológicos entonces lógicamente se deduce que el estado no puede ser usado para crear y dirigir una sociedad ecológica. Es una organización jerárquica, centralizada y piramidal basada en el uso de la coerción para mantener el dominio de las élites. Está, como remarcamos en la sección B.2, basada en la monopolización del poder en las manos de unos pocos. En otras palabras, es lo contrario de lo comúnmente entendido por principios ecológicos como son la libertad de desarrollo, descentralización y diversidad.
Como Bookchin señaló, la “idea de que la libertad humana puede ser conquistada, ya no digamos perpetuada, a través de un estado de cualquier tipo es un oxímoron monstruoso – una contradicción de términos.“ Esto es porque las “formas estatistas” están basadas en la “centralización, burocratización, y la profesionalización del poder en las manos de la élite.” Esto fluye por su naturaleza al ser una de sus “funciones esenciales confinar, restringir, y esencialmente suprimir las instituciones e iniciativas democráticas locales.” Se ha organizado para reducir la participación pública y controlar, incluso examinar. (“La Crisis Ecológica, Socialismo, y la necesidad de rehacer la sociedad,” pp. 1-10, Sociedad y Naturaleza, vol.2, no.3, p.8 y p.9) Si la creación de una sociedad ecológica requiere libertad individual y participación social (y lo requiere) entonces el estado por su propia naturaleza y función excluye ambas.
La naturaleza centralizada del estado es tal que no puede manejar las complejidades y diversidad de la vida. "No hay un sistema administrativo capaz de representar" una comunidad, o respecto a este tema, a un ecosistema, argumenta James C. Scott "excepto mediante un proceso de abstracción y simplificación drástico y enormemente esquematizado. No se trata simplemente de una cuestión de capacidad... es también una cuestión de propósito. Los agentes estatales no tienen interés -ni deberían tenerlo- en describir una realidad social completa... Sus abstracciones y simplificaciones son válidas para unos cuantos objetivos". Esto significa que el estado es incapaz de manejar eficazmente las necesidades de los sistemas ecológicos, incluidos los humanos. Scott analiza varios esquemas oficiales a gran escala dirigidos a las mejoras sociales y señala su completo fracaso. Este fracaso se encuentra enraizado en la naturaleza de los sistemas centralizados. Nos urge a "considerar la clase de sujeto humano a la que todos estos beneficios se aporten. Este aspecto era singularmente abstracto." El estado estaba planeando "para los sujetos en general que necesitaban tantos metros cuadrados de vivienda, hectáreas de cultivos, litros de agua limpia, y unidades de transporte y tanta comida, aire fresco, y espacio de ocio. Los ciudadanos estandarizados eran uniformes en sus necesidades e incluso intercambiables. Lo que es chocante, por supuesto, es que tales sujetos... no tienen, para el propósito del ejercicio de planificación, género; ni gustos; ni historia; ni valores; ni opiniones o ideas originales, ni tradiciones, y ni siquiera personalidades distintivas para contribuir a la empresa... La falta de contexto y particularidad no es una omisión involuntaria; es la primera premisa necesaria de un ejercicio de planificación a gran escala. Para el grado en el que pueden ser tratados los sujetos como unidades estandarizadas, el poder de resolución en el ejercicio planificado es óptimo... La misma lógica se aplica a la transformación del mundo natural." (Seeing like a State, pp. 22-3 y p. 346)
El poder central reduce la participación y diversidad requerida para crear una sociedad ecológica y una interacción humana a medida con el medio ambiente de un modo que respete las condiciones locales y los ecosistemas. De hecho, ayuda a crear problemas ecológicos el centralizar el poder en la cúspide de la sociedad, limitando y reprimiendo la libertad de comunidades individuales y gentes así como estandarizando y por tanto, degradando, las complejas sociedades y ecosistemas. De esta forma, el estado es tan antiecologista como los es el capitalismo de igual modo que comparte los mismos rasgos. Tal y como enfatiza Scott, el capitalismo "es tan agencia de la homogeneización, uniformidad, cuadriculación, y drástica simplificación como lo es el estado, con la diferencia de que, para los capitalistas, la simplificación debe pagar. Un mercado necesariamente reduce calidad a cantidad vía mecanismo de precios y promueve la estandarización; en los mercados, el dinero manda, no la gente...las conclusiones que pueden obtenerse de los errores de los proyectos modernos de ingeniería social son tan aplicables a la estandarización dirigida por el mercado como lo son por la homogeneidad burocrática (Op. Cit., p. 8.)
A corto plazo, el estado puede ser capaz de restringir algunos de los peores excesos del capitalismo (esto puede verse en el deseo de los capitalistas de fundar partidos que prometen desregularizar la economía, a expensas de los impactos sociales y ambientales que eso conlleva). Aún así, las interacciones entre estas dos instituciones anti-ecológicas son incapaces de producir soluciones ecológicas a largo plazo. Esto es porque mientras que la intervención estatal puede resultar en un freno beneficioso ante las dinámicas anti-ecológicas y anti-sociales del capitalismo, está siempre limitado a la naturaleza del estado mismo. Tal y como apuntábamos en la sección B.2.1, el estado es un instrumento de la clase dominante y, en consecuencia, tremendamente incapaz de imponer cambios que puedan dañar el sistema en sí. Esto significa que cualquier movimiento reformista tendrá que luchar duro incluso por los cambios más básicos y de sentido común mientras que continuamente tendrán que pararle los pies a los capitalistas dispuestos a ignorar o pasar por alto cualquier reforma ya adoptada que desafíe sus beneficios y la acumulación de capital en sí. Esto significa que fuerzas opuestas están siempre actuando por parte de la clase dominante y cualquier pequeña reforma (como las leyes anticontaminación) serán derogadas en el nombre de la "desregularización" y los beneficios.
Como no podía ser de otra manera, los eco-anarquistas, como todo anarquista, rechaza recurrir al poder estatal dado que este "irremediablemente legitima y fortalece el Estado, que resta poder al pueblo". Resaltan que los movimientos ecologistas que "entran en actividades parlamentarias no sólo legitiman el poder del Estado a expensas del poder del pueblo", sino que además están "obligados a funcionar dentro del Estado" y "deben jugar con sus reglas", lo que significa que deben adaptar sus prioridades de acuerdo a determinadas reglas sobre las que no tienen control alguno". Esto resulta en un "continuo proceso de degeneración, una clara delegación de ideales, prácticas y estructuras de partido" en un intento de conseguir muy poco en detener el deterioro medioambiental" (Remaking Society, p. 161, p. 162 and p. 163) El destino de numerosos partidos verdes es consistente con este análisis.
Esto es por lo que los anarquistas hacen hincapié en la importancia de crear movimientos sociales basados en la acción directa y la solidaridad como medios para promover reformas dentro de una sociedad jerárquica. Sólo cuando tenemos verdadero interés y actuamos para crear y mantener las reformas entonces habrá alguna oportunidad de ser aplicadas exitosamente. Si tal presión social no existe, entonces cualquier reforma permanecerá como papel mojado e ignorada por aquellos que buscan maximizar sus beneficios a expensas tanto del pueblo como del planeta. Tal y como argumentamos en la sección J, esto supone crear formas alternativas de organización tales como federaciones de asambleas de comunidades (ver sección J.5.1) y uniones industriales (ver sección J.5.2). Dada la naturaleza tanto de la economía capitalista como del estado, esto cobra mucho sentido.
En resumen, la raíz de nuestros problemas ecológicos recae sobre el dominio de unxs sobre otrxs, particularmente en la forma del estado y el capitalismo. El capitalismo es un sistema "crece o muere" que no puede ayudar, destruye el medio ambiente mientras que el estado es un sistema centralizado que destruye la libertad y la participación requerida ara interactuar con el ecosistema. Basados en este análisis, los anarquistas descartan la idea de que todo lo que necesitamos es llegar al estado para regular la economía ya que el estado es parte del problema así como un instrumento de control de una minoría. En cambio, proponemos crear una sociedad ecológica y el final del capitalismo, el estado y otras formas de jerarquía. Esto se consigue fortaleciendo los movimientos sociales que luchan por conseguir unas mejoras a corto plazo mediante la acción directa, la solidaridad y la creación de organizaciones populares libertarias.