¿Qué son las Elecciones Sindicales? de A.S.C. básico

Presente y futuro de la Lucha Obrera, así como la validez, aciertos y contradicciones de las formas de organización de la Clase Trabajadora. Seguimiento de conflictos laborales, huelgas, etc.
parcelero
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¿Qué son las Elecciones Sindicales? de A.S.C. básico

Mensaje por parcelero » 18 Oct 2007, 16:45

Anarcosindicalismo Básico
2ª Edición. CNT Sevilla.

Las elecciones sindicales: qué son

En este país los trabajadores en activo son legalmente representados ante la patronal a través del comité de empresa. Para constituirlo, se realiza cada cuatro años un proceso de elecciones en las empresas. En él participan los sindicatos presentando candidaturas, listas de personas elegibles a través del voto individual y secreto del empleado depositado en una urna en el día electoral. Las listas que se presentan son listas cerradas, es decir, son votadas al completo y en el orden en el que el sindicato las presenta. El votante no puede priorizar a los candidatos de su preferencia, o votar a candidatos de listas distintas. En definitiva, la ley determina de forma minuciosa el desarrollo y calendario de la campaña electoral. Todo culmina en el día de elecciones, que es cuando se vota. Posteriormente se hace el recuento de los votos, y se reparte en proporción a lo que obtenga cada lista el número de delegados sindicales que les corresponda. Estos delegados constituyen luego el comité de empresa.


Las elecciones sindicales: su origen

Las actuales elecciones sindicales, derivan de las elecciones a enlace sindical que se celebraban durante la dictadura franquista en el seno de sus Sindicatos Verticales. Las elecciones sindicales durante el franquismo se diferenciaban de las actuales, en que en ellas no se presentaban sindicatos ni candidaturas, sino personas como “independientes”. Pero debe quedar claro que unas elecciones sindicales son perfectamente compatibles con un régimen dictatorial. Tanto miembros de CCOO como de USO durante el franquismo a partir de los años 60, participaban individualmente en las elecciones en los sindicatos franquistas. La UGT y la CNT las boicoteaban, y promovían un enfrentamiento radical contra la dictadura que las dejó agotadas y desarticuladas. Puede decirse que durante los años 60 hasta la muerte de Franco en 1975, UGT y CNT llevan una existencia mínima, clandestina y perseguida sindicalmente hablando.

En cambio CCOO y USO -también clandestinas- campaban con más tranquilidad gracias a las posiciones institucionalizadas que ocupaban sus delegados en el Sindicato Vertical franquista. Especialmente CCOO y el Partido Comunista de España, esperaban convertirse gracias a la participación en el sindicato franquista, en los únicos representantes del movimiento obrero español, ya que disponían de miles de cuadros sindicales activos elegidos democráticamente y tolerados por los fascistas. Los líderes de CCOO y del PCE pensaban que era imposible derribar al régimen mientras viviera Franco. Su estrategia era esperar a que muriera, promover una democracia y convertirse en fuerzas hegemónicas de la izquierda española colocando a su gente en el aparato del Estado. Para conseguir esto, necesitaban una Transición tranquila. En consecuencia, dieron todo tipo de concesiones para alcanzar el poder: aceptaron los símbolos de la monarquía, el jefe de Estado designado por Franco (el rey), el sistema capitalista y la economía de mercado, la continuidad de los fascistas en sus puestos, y que no hubiese ajuste de cuentas con los asesinos y ladrones del régimen.

A ellos se unieron finalmente otras formaciones respetables de la izquierda como el PSOE y la UGT, que no querían perder su parte del pastel. Muerto Franco y disueltos los Sindicatos Verticales, el gobierno de la Unión de Centro Democrático, apoyado por estas fuerzas de la oposición, implantan el sistema electoral con voto secreto en las empresas hacia 1978.

En resumen: las elecciones sindicales son herencia de la dictadura franquista, de los falangistas y fascistas reconvertidos a demócratas, y de los comunistas, socialistas y liberales que los apoyaron para hacer la Transición a la llamada democracia, de forma pacífica y sin rupturas. Esta herencia responde a la necesidad del gobierno y la patronal de disponer de interlocutores válidos y agentes sociales responsables. El poder y el capitalismo para nada necesitan un pueblo consciente de sus derechos, masas en movilización permanente y disidentes que pretendan a derribar el Sistema.


El circo electoral

Te dirán que mediante las elecciones los trabajadores de una empresa eligen a sus representantes. Es falso. Las elecciones tienen una misión principal, que es la de asignar la representatividad a las centrales sindicales que contienden. El sindicato que es representativo es el que se sienta a negociar con el gobierno y la patronal, y el que recibe miles de millones de pesetas en subvenciones. Si votas a un sindicato, lo que haces es otorgarle legitimidad a las personas que dirigen ese sindicato para que actúen en tu nombre. Les das potestad, los capacitas, los avalas para que cuando tomen una decisión, por medio de la magia electoral puedan decir que Tú has participado. La legitimidad es algo que busca siempre el poder, y significa que quienes están dominados tienen confianza en los que mandan y piensan que tienen razón, o que tienen sus razones para hacer lo que hacen.

En España la legitimidad de los sindicatos es muy escasa. La gente los identifica con el gobierno y con la patronal, y en general piensa que la corrupción dentro de ellos es algo generalizado. La encuesta encargada en 1995/1996 por la Universidad Complutense de Madrid sobre la sociedad española, en el apartado sindicatos, expresaba que la gente opina en general: que los sindicalistas son funcionarios y los sindicatos emanación del Estado; que un 63% de la población tenía peor imagen de los sindicatos que de los grandes empresarios; que esta opinión calaba más entre gente de izquierdas que de derechas; y que la imagen más positiva sobre los sindicatos la manifestaban aquellas personas que apoyaban al gobierno. Hay muchos otros estudios que dan similares resultados.

Puedes pensar que tú serás diferente a ellos, que tú harás las cosas de otra forma, que tú puedes presentarte a las elecciones y ser mejor que esa gente, que convertirás el sindicato en otra cosa. Bueno, pues tú eres muy presuntuoso. En España hay una pluralidad sindical increíble, y es muy dudoso que tú consigas superar a las decenas de miles de sindicalistas que andan por ahí dando vueltas con sus carpetas. Cuando todos lo hacen tan mal, no puede pensarse que eso sea porque todos ellos son malos, perversos, traidores... Hay otros motivos.


El camino electoral


No es tan sencillo presentarse a las elecciones. No es tan fácil como decir “allá voy”. Tienes que presentar una candidatura y desarrollar un proceso electoral. Lo que significa que necesitas: primero buscar a la gente que quiera presentarse; segundo, conocer la normativa legal y cumplimentar sus exigencias dentro de los plazos legales; tercero, pelear con las otras candidaturas; cuarto, tener dinero para hacer propaganda; y por último, conseguir que te voten. Si haces todo eso, si logras llegar al final de la carrera, te darás cuenta de que te has convertido en otra cosa y que ya no eres tú. Porque en el camino habrás tenido que prometer, mentir, zancadillear a tu rival. Habrás hecho la cabra tantas veces, que ahora eres realmente otra persona.

Buscar gente para la candidatura es muy complicado. La mayoría de tus reclutas aceptarán ir como candidatos siempre que eso no implique compromiso. Y tú aceptarás a estos candidatos de relleno, pasivos, para poder presentar la dichosa lista. Porque la candidatura tiene que estar completa. Si hay que presentar diez candidatos, no pueden ser nueve.
Tienes además que dotarte de un programa. Puedes percatarte de que todos los discursos electorales son iguales: todos proclaman honradez, transparencia, eficacia, participación, combatividad, y poder asambleario... todos juran que harán esto y lo otro. Todos reivindican derechos, salarios, plataformas, trienios, seguridad... Todos regalan mecheros, bolígrafos y llaveros. Todos sueltan embustes. Y tú no serás diferente. Porque no está en tu individual mano conseguir lo que ha de ser fruto de la acción colectiva de todos los trabajadores.

La normativa legal es importante, porque como se te olvide presentar un papel, un documento, una firma... como el último día a la última hora te renuncie un candidato, o te des cuenta de que tu recluta se presenta por dos sindicatos, adiós lista. Además, tus competidores buscarán el mínimo desliz para impugnarte, derribarte y anularte. Acosarán a la gente de tu candidatura, emplearán todos los medios a su alcance para impedir que te presentes. Por supuesto tú harás lo mismo con ellos. Porque mientras más sindicatos se presenten y más gente vote, menos delegados sacarás tú.

Y, por último, para conseguir que te voten, tendrás que pasearte por la empresa mendigando ese voto, cogiendo del brazo a tus colegas para tomar cerveza -yo invito, faltaría más- y colocarles delante de la urna con la papeleta en la mano.

Es decir, que te has metido en un proceso que no controlas. Es el proceso el que te dirige a ti y el que hace que tu hagas lo que debe ser hecho.
Y así, lo mismo consigues salir, lo mismo ganas, vences. Pero ya sabes que ahora ya no eres tú. Ahora eres Gilipollas.


Los miembros de los comités de empresa

Ahora eres miembro de un comité de empresa. Estás sometido a una normativa legal. Tienes que lidiar con otros sindicatos, con la empresa, y con los trabajadores. Y hasta tienes que pelearte con tu propio sindicato.

Porque tú eres ya diferente, ahora no trabajas igual que antes. Te has especializado en problemas. Tus colegas esperan que hagas algo, que les resuelvas sus pequeños enredos individuales, que les arregles cuestiones de cuadrantes, uniformes, cambios de puesto, turnos mejores... Te contarán historias larguísimas “¡mira qué injusticia!” “¡mira cuánta razón tengo!”, y te darás cuenta de que no te dicen toda la verdad, de que te ocultan datos y que muchas veces sus peticiones son absurdas.

Tu sindicato -si lo tienes- intentará que los recursos que obtienes de las elecciones -horas sindicales fundamentalmente- reviertan en la estructura sindical, e intentarán debilitar tu posición -tú te debes a quienes te votan, que son quienes te colocan en el comité, y no al sindicato al que perteneces-, y comprobarás que chocas una y otra vez con tus supuestos aliados, o te tienes que plegar a sus exigencias.

Tendrás que dedicar una parte importante de tus energías a conspirar, a sellar alianzas contra fulano, para pasado mañana pelear contra zutano. Los otros sindicatos procurarán hacerte la vida imposible -y tú a ellos-, porque si no, ¿por qué la división sindical?.

Por último te tendrás que sentar con la empresa. Y percibirás que en realidad la Dirección no es tan mala, que sus problemas son reales, y poco a poco la comprenderás mejor, tendrás una actitud más constructiva. Y a partir de los conocimientos y relaciones que vas adquiriendo, harás carrera profesional, promocionarás, obtendrás mejores puestos.

Y si por un milagro de los mártires del panteón sindicalista te intentas mantener fiel a tu programa y a tus principios, verás que te estrellas una y otra vez con la pasividad de tus colegas de curro. Ellos sienten que los estás utilizando como pretexto, como coartada, como soporte. Ellos saben en el fondo, que eres un impostor, que eres un farsante, que llevas un disfraz: el disfraz que oculta la sed de poder, el afán de protagonismo, el deseo de privilegios que emanan de tu posición institucional... Y por lo tanto te miran como a un ser extraño, como a alguien que es lícito usar para fines particulares. No te quieren: te emplean, y es normal que así sea.

Además, sospechan de ti. Te has separado de los trabajadores por: primero barreras físicas, el local del comité, al que peregrina el trabajador con sus demandas; luego por el trabajo que realizas, que ya es distinto del de tus compañeros; en tercer lugar hay barreras mentales, porque tu perspectiva ahora no es la misma que cuando estabas apretando tornillos, y ves las cosas de otra manera; en cuarto lugar hay una separación estructural, ya que estás en un puesto desde el que recibes información privilegiada, interaccionas con directivos... ; también dispones de más poder, puedes tomar por tu cuenta decisiones que afectan a los trabajadores sin que ellos puedan intervenir; y por último adquieres un saber, aprendes legislación, normativas, y cauces para realización de chanchullos, pasteleos y enjuagues. ¿Cómo van a quererte tus colegas, si ahora no eres uno de ellos.

E igualmente tú considerarás a los trabajadores de otra forma. Los verás egoístas, cobardes, vagos...

Es totalmente imposible que esto sea de otra forma. Es inconcebible que a través de un sistema electoral diseñado para convertir la democracia en una farsa, la gente participe y apoye a un sindicato.


Algunas características del proceso electoral

Si has pasado por ese ritual electoral, habrás comprobado como todo el proceso de elecciones se realiza de espaldas a los trabajadores. La gente a la que pides el voto no lee los programas, no escucha la propaganda, no asiste a los mítines, y muchos no votan.

En segundo lugar, es visible que el proceso es llevado adelante por los liberados (ya hablaremos de ellos), por profesionales del sindicalismo que viven de la organización que supuestamente ha de defender a la Clase Obrera. Estos elementos, mitad políticos, mitad burócratas, han creado una máquina de mentir, una puesta en escena para reprimir cualquier tipo de participación de quienes no apoyen a su pequeña oligarquía. Los especialistas sindicales procuran sobre todas las cosas, defender a su organización, a sus cargos y a sus intereses, y esto se consigue siendo conservadores.

La tercera cuestión, es que en la campaña no hay lucha de ideas, porque el trabajador es concebido como un cliente, una conciencia a la que seducir, un mero voto que arrastrar a las urnas. Y por ello el trabajador es convertido también en un producto, en un objeto de consumo que hay de adquirir. Tendrás que definir el perfil de tu votante, y cómo llegar más fácilmente hasta él. Y eso no se consigue a través de las ideas. Los discursos sobre participación y democracia dejan a estas alturas fríos al personal. Incidirás especialmente en lo mal que lo hacen los otros, y en lo bien que lo haces -o lo harás- tú.

Como cuarto punto, hay una ausencia de moralidad en el proceso -todo vale-, la mentira, el soborno y la coacción más o menos evidente, para lidiar con tu oponente. Esta falta de honestidad es percibida por los trabajadores y contribuye -aunque intentes mantenerte al margen de esas tácticas- a tu propio descrédito.

En quinto lugar, tu programa se articulará en torno a lo políticamente inofensivo, hasta que esté extirpado del mismo todo atisbo de deseo de transformación social. Los programas reflejan la imagen de un trabajador rectificado, bien educado y amante del sistema, y al mismo tiempo, contribuyen a su generalización. No es la voluntad de los trabajadores lo que se pone en el programa. No son sus intereses sin alterar los que se defienden. Y ello es así porque ellos no participan en definir cuál es ese interés.

No olvides que probablemente pertenezcas a un sindicato. Todos se presentan como bloques compactos, sin fisuras, armónicos Pero durante el proceso electoral se alimentan las disensiones internas, la guerra de bandos por el poder en el seno de la organización. Una guerra amañada que no pone en cuestión el funcionamiento del Sindicalismo de Estado, sino que sirve para distribuir poderes e influencias en su seno. Para sostener a las camarillas dominantes, derribarlas, o aupar a otras.

Y, por último, como desprendimiento de todo el proceso, te habrás convertido en una figura nueva, en otra cosa, en un Sindicalista de Estado, esto es: en un criado, un sirviente, un empleado, un lacayo al servicio de un artefacto empresarial. Así que percibirás el rechazo de tus compañeros, o su disimulado interés particular. Verás que no te vota ni la gente de tu propia candidatura, ni importantes cantidades de la afiliación del sindicato. Te quejarás de la pasividad proletaria...

Pero en realidad te quejas del disfraz tan malo que llevas, de lo mal actor que eres. Porque nada hay extraño en que el león se niegue a saltar por el aro del domador. Sólo por un proceso de domesticación el bicho obedece. Y lo mismo pasa con el trabajador, que no participa, que no se moviliza -entre otros factores-, porque tú existes. Es muy importante que comprendas esto. Los trabajadores no participan porque tú los representas.


Responsabilidad del sindicalista de Estado

Tú que lees esto, abre los ojos: no vale decir que tal como están las cosas, que nos quedemos como estamos; no vale pensar que este sistema es invencible; no vale aceptar la moral del mal menor. Al colaborar con un sindicato de Estado, al presentarte a las elecciones sindicales, al liberarte de tu trabajo, te haces cómplice de un sistema de control de los trabajadores, diseñado para impedir que sus voces se oigan; te conviertes en un agente de la represión, en un capataz, un capo, un colaboracionista, un preso que vigila a otros presos. Tú sabes que es imposible que el Sindicalismo de Estado cambie. Es imposible que renuncie a los fondos de formación ocupacional, a las subvenciones y a su presencia institucional, porque de esa renuncia derivaría su desaparición. Tú sabes que un funcionario liberado no puede arreglar la siniestralidad laboral, ni la precariedad, ni el paro... Tú sabes que tus reivindicaciones son ridículas: carrera profesional, oposiciones, cursillos de formación, salarios de los liberados, pactos por el desarrollo no interesan a nadie más que a los que diseñan y firman esas cosas. Tú, como sindicalista de Estado, eres un peón más de la violencia simbólica. ¿No estás harto de verte increpado por los trabajadores?, ¿no te cansa ver a tus dirigentes vivir del cuento?, ¿no te parecen absurdas esas concentraciones realizadas con horas sindicales? ¿no son chorradas esas huelgas generales destinadas a salvar la cara de los dirigentes?, ¿no son indignantes esos congresos en los que te limitas a votar lo que te manda el jefe de tu facción?... Tú lo sabes mejor que nadie, no importa que seas de UGT, de CCOO o de CGT. Los sindicatos de Estado sólo pueden mejorar de una manera: muriendo.


El boicot a las elecciones sindicales

La CNT rechaza el principio de autoridad, y por tanto, representantes con poder e inamovibles. Tras las elecciones de 1978, la CNT tuvo que optar entre meterse en el circo electoral, o mantenerse apartada de ese sistema de representación buscando otro cauce para su acción sindical. Si CNT entraba en el sistema de elecciones sindicales, delegados ejecutivos, funcionarios a sueldo y subvenciones del Estado y de la patronal, reproduciría exactamente aquello que está tratando de evitar. Y (no podía ser de otra forma) se acordó boicotear las elecciones sindicales al igual que se hizo durante el franquismo. El precio que pagó la CNT por mantenerse un poco coherente (la pureza y coherencias totales no existen), fue el de dos escisiones de personas que prefirieron marcharse, ante las dificultades que tiene el llevar adelante una acción anarcosindical de este tipo, y apostaron por un tipo de sindicalismo basado en las elecciones-subvenciones-liberados. Estas escisiones formaron lo que es hoy la Confederación General del Trabajo (CGT). En la práctica, la CGT, si bien ha contado con más movilidad, al disponer de algunos fondos para pagar a sus funcionarios, ha obtenido hasta el momento resultados electorales insignificantes. Y, lo más importante, la CGT se ha institucionalizado, forma parte del sistema, funciona a través de sus oligarcas pagados por el Estado y las empresas, monta su negocio de cursos de formación (como el resto de sindicatos), y convierte -al igual que todo el sindicalismo de Estado- la democracia en una tragicomedia, en una pantomima, en una palabra vacía, carente de significado. El papel general de la CGT, de CCOO, de UGT, de USO y sus liberados institucionales, es vergonzoso.

Es cierto que la CNT tiene una existencia escasa y precaria, por ahora. Pero la fuerza de una idea no la proporciona el número de sus partidarios, sino la validez de sus planteamientos. Y la misión de los disidentes es mostrar cómo funcionan las cosas, y abrir nuevos caminos que puedan dar lugar a la revolución social. No el conseguir muchos afiliados a través de los cursillos de formación. El cómo se consiguen las cosas es sumamente importante para un sindicato libertario.


Somos un sindicato

Tenemos una organización. No sientas complejos porque seamos poca gente. La CNT no es ineficaz, no es débil, no está anticuada. La CNT es una máquina reluciente, es un artefacto recién inventado que sirve para luchar contra el capitalismo. Si sólo hubiera en este planeta dos personas que la emplearan, no variaría el hecho de que están luchando, están organizándose, definiendo problemas, acotando objetivos, desarrollando tácticas y estrategias y obteniendo soluciones y victorias hasta en la derrota. Porque esas dos personas están ahí, luchan en contra de. Y eso da pánico al sistema y a sus servidores. Eso irrita a colaboracionistas y traidores. Eso molesta a cobardes y vendidos. Eso enfada a trepas, chaqueteros, enjuagadores, pasteleantes, pelotas y oportunistas. Eso asusta -también- a personas de buena voluntad que trabajan “porque no se puede hacer otra cosa” para los sindicatos de Estado. Eso les inquieta, porque ellos saben -en el fondo- que sus intereses, sus subvenciones, sus liberaciones, sus discursos, su eficacia, sus grandes aparatos, sus ONGs y su voluntariado... no son más que ¡mentiras! que justifican la opresión y la codicia capitalista. Que haya disidentes que están dispuestos a adoptar otras formas de acción, eso no les gusta, eso les da miedo porque pone en la mesa el estilo de vida que asocian al capitalismo. Por eso intentan inculcarte la idea de que todo es inútil, que no se puede hacer nada fuera del marco de sus reglas y de su juego. Pero siempre, siempre puede hacerse algo, aquí, ahora, en este momento. El amor a la Libertad, la asamblea, el federalismo, el apoyo mutuo, la Acción Directa, jamás esas palabras pueden ser débiles. Ten conciencia de ese hecho, y serás fuerte aunque estés solo. Queremos ser muchos, pero no como criados del sistema.

Salud.

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