Cuanto más se consume el poder en fragmentos consumibles, más se restringe el espacio de supervivencia; hasta este mundo de reptación en el que el placer; el esfuerzo de liberación y la agonía se expresan por el mismo sobresalto.
El pensamiento mezquino y la visión miope han marcado desde hace tiempo la pertenencia de la burguesía a una civilización de trogloditas avanzados, a una civilización de la supervivencia que descubre hoy su finalidad en el confort de los refugios antiatómicos. Su grandeza fue una grandeza prestada, conquistada menos al enemigo que a su contacto; una sombra de la virtud feudal, de Dios, de la Naturaleza…Una vez suprimidos el peso inmediato de estos obstáculos, la burguesía se ha visto reducida a criticarse en detalles; a darse golpes que no pongan en peligro su existencia. Flaubert, burlándose del burgués, le llama en armas contra la Comuna.
La nobleza convertía en agresiva a la burguesía, el proletariado la arrincona a posiciones defensivas. ¿Qué es para ella el proletariado? Ni siquiera el adversario, una mala conciencia al máximo, y que trata de disimular. Replegada en sí misma, ofreciendo la menor superficie vulnerable posible, proclamando la exclusiva legitimidad de las reformas, ha hecho la envidia cautelosa y del resentimiento el tejido habitual de sus revoluciones parcelarias.
Ya he dicho que, en mi opinión, ninguna insurrección era parcelaria en su voluntad inicial, que llegaba a serlo tan pronto como a la autoridad de los dirigentes sustituía la poesía de los agitadores y de los cabecillas.
El hombre del resentimiento es la versión oficial del revolucionario: un hombre privado de la conciencia de la superación posible, un hombre a quién escapa la necesidad de un cambio de perspectiva y la que corroído por la envidia, el odio y la desesperación, se empeña en destruir por la envidia, el odio y la desesperación un mundo hecho adrede para molestarle. Un hombre aislado. Un reformista acorralado entre el rechazo global del poder y su aceptación absoluta. Al rechazar la jerarquía por despecho de estar instalado en ella, dicho hombre está totalmente preparado para servir en su rebeldía las intenciones de sus amos improvisados.
El poder no tiene mejor apoyo que el arribismo decepcionado: por dicho motivo se dedica a consolar a los vencidos de la carrera tras los honores y les entrega a sus privilegiados para que les odien.
Así pues, antes de la inversión de la perspectiva, el odio al poder sigue siendo una manera de reconocerle la primacía. Quién pasa bajo una escalera a fin de mostrar su desprecio por las supersticiones les tributa excesivos honores al subordinarles su libertad de acción.
El odio obsesivo y la sed insaciable de los cargos autoritarios gastan y empobrecen si no igualmente –pues es más humano luchar contra el poder que prostituirse- al menos en medida parecida. Existe una diferencia abismal entre la luchar para vivir y luchar para no morir. Las revueltas de la supervivencia se miden según las normas de la muerte. Por dicho motivo, exigen ante todo la abnegación de los militantes, su renunciación a priori al querer vivir por le cual no hay nadie que de hecho no luche.
El rebelde sin más horizonte que el muro de las obligaciones corre el riesgo de romperse la cabeza contra él o de defenderla un día con una estupidez obstinada. Pues dejarse atrapar en la perspectiva de las obligaciones, es siempre mirar en el sentido deseado por el poder, tanto como si se rechaza como si se acepta. He ahí el hombre en su punto cero, cubierto de porquería, como dice Rozanov. Limitado por todas partes, se cierra a toda intrusión, vela sobre sí, celosamente, sin darse cuenta que ya es estéril; un cementerio en cierto modo. Introvierte su propia inexistencia. Hace suya la impotencia del poder para luchar contra él. Lleva hasta ahí su fair play. A este precio le cuesta poco ser puro, jugar a la pureza. ¡ Las personas más dadas a los compromisos ponen siempre su mayor vanagloria en haber permanecido íntegras respecto a uno o dos puntos precisos!
El rechazo de un ascenso en el ejército, la distribución de panfletos en una huelga, un altercado con la policía…se armonizan siempre con el militantismo más obtuso en los partidos comunistas y sus epígonos.
Más aún, el hombre en el punto cero se descubre un mundo a conquistar, necesita de un espacio vital, una ruina más vasta que le englobe. El rechazo del poder se confunde rápidamente con el rechazo de lo que el poder se apropia, el propio yo rebelde por ejemplo.
Al definirse de manera antagónica a las obligaciones y a las mentiras, ocurre que las obligaciones y lasa mentiras entran en el espíritu como una parte caricaturesca de rebeldía, y la mayor parte del tiempo sin la menor pizca de ironía para ventilarlo un poco.
Ningún lazo es más difícil de romper que aquel en el que el individuo se ata a si mismo por el oscurecimiento del rechazo. Si se sirve de la fuerza de la libertad a favor de la no libertad, con el esfuerzo conjugado aumenta la fuerza de la libertad a favor de la no libertad, que le esclaviza. Ahora bien, es posible que nada se parezca más a la no libertad que el esfuerzo hacia la libertad, pero la no libertad tiene la particularidad de que, una vez comprada no tiene más valor aunque se pague tan caro como la libertad.
El estrechamiento de los muros convierte la atmósfera en irrespirable; y cuanto más se esfuerza la gente por respirar en estas condiciones, más irrespirable es el aire. La ambigüedad de los signos de la vida y la libertad, que pasan de lo positivo a lo negativo según las necesarias determinaciones de la opresión global, generaliza la confusión en la que se deshace con una mano lo que se hace con la otra.
La incapacidad de captarse a sí mismo incita a coger a los demás en el punto de partida de sus representaciones negativas, de sus roles; a apreciarles como objetos. Las solteronas, los burócratas y todos aquellos que han conseguido su supervivencia, no han conseguido sentimentalmente otras razones para existir.
Hay que subrayar que el poder fundamenta en este malestar compartido sus mayores esperanzas de recuperación. Y cuanto más grande es la confusión mental, más cómodamente se lleva a cabo la recuperación.
La miopía y el voyeurismo definen inseparablemente la adaptación de un hombre a la mezquindad social de nuestra época. ¡Contemplad el mundo por el agujero de la cerradura! El especialista nos invita a ello, el hombre del resentimiento se deleita en hacerlo. A falta de roles primordiales, reclama las primeras filas en el espectáculo. Necesita evidencias minúsculas que llevarse a la boca; que los políticos son unos puercos, que De Gaulle es un gran hombre y que China es la patria de los trabajadores. Quiere un adversario vivo para desgarrarle, y manos de dignatario para reverenciar; no un sistema. Se entiende muy bien el éxito de representaciones tan groseras como el judío innoble, el negro ladrón, las doscientas familias. El enemigo tenía un rostro y de golpe los rasgos de la muchedumbre se modelaban bajo la imagen del rostro –admirable éste- del defensor, del jefe, del líder.
El hombre del resentimiento está disponible, pero el empleo de esta disponibilidad, es decir, el fin de esta disponibilidad, pasa obligatoriamente por una toma de conciencia larvada: el hombre del resentimiento se convierte en nihilista. Si no mata a los organizadores de s hastío, la parte que se le aparece como tal a primera vista, dirigentes, especialistas, propagadores de ideologías…, matará en nombre de una anterioridad, en nombre de una razón de Estado, en nombre del consumo ideológico.
Y si este estado de cosas no incita a la violencia y ala explosión brutal, continuará en la crispación monótona del descontento de moverse entre los roles, de extender su conformismo en zig-zag, aplaudiendo indiferentemente a la revuelta y a la represión, sensible exclusivamente a la incurable confusión.
El hombre del resentimiento (Raoul Vaneigem)
Además de admirar las ideas- que por otro lado no son ni eran nuevas-, ¿A nadie le molesta lo encriptado de sus textos?
No ya de este, que pase, pero "Tribialidades" me ha dejado miope. Además de disfrutar mucho con sus ideas, he blasfemado en hebreo por lo himbricado del texto.
Y no me parece una razón ad hoc defender que, en la sociedad del espectáculo, sus textos evitan la actitud de espectador, requiriendo la máxima atención- implicación para ser leidos.
Por cierto, Censor, aprovecho. No sabrás si es posible conseguir el texto que Sanginetti envió a los grandes de italia firmado como Censor?
En cualquier caso, por seguir con el hilo: ¡Abajo la militancia!
No ya de este, que pase, pero "Tribialidades" me ha dejado miope. Además de disfrutar mucho con sus ideas, he blasfemado en hebreo por lo himbricado del texto.
Y no me parece una razón ad hoc defender que, en la sociedad del espectáculo, sus textos evitan la actitud de espectador, requiriendo la máxima atención- implicación para ser leidos.
Por cierto, Censor, aprovecho. No sabrás si es posible conseguir el texto que Sanginetti envió a los grandes de italia firmado como Censor?
En cualquier caso, por seguir con el hilo: ¡Abajo la militancia!
Bueno, en España, ricos, ricos de verdad somos pocos. Es normal... por nuestro pasado reciente.
Emilio Botín
Emilio Botín